El perverso Proyecto Saguaro de licuefacción y exportación de gas natural, del corporativo Mexico Pacific, ha dado mucho de qué hablar desde su génesis hace más de un año. No es para menos, desde que el proyecto empezó a construirse, biólogos marinos de la Universidad Autónoma de Baja California Sur advirtieron que la entrada y salida de buques masivos, a través del Golfo de California, causaría un preocupante daño ambiental: la colisión de buques con las ballenas locales, y la contaminación auditiva nociva para los animales que se comunican a largas distancias.
Recordemos primero qué es el Proyecto Saguaro. Lo que la empresa mexicano-estadounidense está buscando es enviar el gas natural minado en Texas a Sonora a través de un gasoducto masivo (se ha dicho que dentro de este ducto cabrían setenta Estadios Aztecas) por todo el desierto, incluyendo gran parte de la tierra que por derecho ancestral pertenece a varios pueblos indígenas. Para que así dicho gas se licue industrialmente en un complejo en Puerto Libertad que ya está construido.
A través del mismo puerto, los buques masivos se llevarán el gas licuado por el Mar Bermejo y saldrán al Océano Pacífico, con la intención de llegar a las grandes naciones asiáticas como China y Japón. ¿Por qué Mexico Pacific busca abrirse al mercado asiático? La respuesta es que no hay yacimientos importantes de gas natural en el lejano oriente y, en cambio, en Norte América hay en sobreabundancia. Bajo una bandera de pseudo ecología, propia del oportunista capitalismo de nuestros días (llamado en inglés «Greenwashing»), corporaciones como ésta quieren vender la idea de que las naciones industriales deben dejar el petróleo como fuente energética y pasar a utilizar gas natural.
¡Vaya hipocresía de esta narrativa! Quieren ocultarnos que está exportación de gas se hace a la expensa de la vida de miles de ballenas.
Entrevistándonos con un experto en el santuario de ballenas en Puerto Chale, Baja California Sur, nos han comentado que las ballenas adultas, como no tienen depredadores naturales, no tienen el instinto de huir de los barcos, por el contrario, su naturaleza curiosa hace que se acerquen a ellos. Eso no es ningún problema cuando están cerca de lanchas y embarcaciones regulares que no les representan una amenaza. Pero el caso de los buques masivos es otro: será una masacre de los gigantes gentiles. A Mexico Pacific, que supuestamente busca innovar con una energía más limpia, no podría importarle menos el impacto ambiental que esto significa.
Recientemente, se ha hecho oficial que el Grupo Santander, uno de los corporativos bancarios más grandes del mundo (radicado en España) se unirá como inversionista del proyecto. Esto ocurre apenas un mes después de que Claudia Sheinbaum abriese las puertas del Palacio Nacional a Ana Botín, presidenta de Santander, y augurar que «se encuentra en México para anunciar inversiones muy importantes». [1]
Pues bien, ya sabemos cuáles son aquellas inversiones a las que el gobierno de Sheinbaum le parecen «muy importantes»: que una empresa privada y extranjera le venda a China y Japón gas licuado, que se enriquezcan los inversionistas de dicho proyecto, ¿y para el pueblo de México? Nada, sólo la destrucción de la vida en nuestro mar.
Pero la participación de la empresa de Botín en el ecocidio no es algo que debería sorprendernos. Ya antes el Grupo Santander ha financiado privados deforestales en la Amazonía. El año pasado Greenpeace Internacional, Milieudefensie y Harvest publicaron una investigación que arroja que Santander ha prestado 21,300 millones de dólares, e hizo una inversión por valor de 255 millones de dólares a cinco de las seis mayores organizaciones de deforestación en Brasil: Bunge, Cargill, JBS, Marfrig y Sinar Mas. [2]
La indignación por parte de las ONG ambientalistas y activistas individuales no se hizo esperar. Hasta nacieron nuevas organizaciones en defensa de la vida del «Acuario del Mundo», algunas incluso con conciencia de clase. En las redes sociales y en las calles de las ciudades despierta una juventud harta del asesinato descarado de la Tierra y la vida que la habita.
Como comunistas, sabemos que la explotación ambiental indiscriminada y el extractivismo ecocida son síntomas del sistema capitalista que, en su eterna búsqueda del enriquecimiento y la desenfrenada acumulación, planea hacer añicos el planeta. Nos damos cuenta, que a este punto tan degenerado del sistema, ya no es sólo una lucha entre capitalistas y trabajadores; estamos viviendo una encarnizada guerra entre el capital y todas las formas de vida en la Tierra.
Por supuesto, somos nosotros, la clase proletaria internacional, los que debemos hacer algo al respecto; las ballenas del golfo no pueden protestar contra el Proyecto Saguaro, pero nosotros sí podemos alzar la voz para derribarlo y, entendiéndolo como parte de un problema mayor, organizarnos para poner fin al sufrimiento que el capitalismo supone.
Hoy más que nunca nos damos cuenta de que sólo a través de la regulación democrática de un Estado obrero, cuidadosamente guiado por la ciencia, se puede hacer gestión responsable y cuidadosa de los recursos del planeta que sirva para el beneficio de la humanidad, no para que la burguesía llene sus cuentas bancarias. Sólo venciendo a la clase burguesa y su insaciable avaricia, podremos detener los problemas ambientales cada vez más alarmantes. La dictadura del gran capital nacional e imperialista global, esa opresiva forma de Estado que gobierna hoy México, , se permite saquear la naturaleza sin pensar en las consecuencias, sin planear a largo plazo los impactos y, muchas veces, arrojando una moneda al aire apostando a la viabilidad en el mercado, como parece ser este caso. Por eso hoy decimos:
¡No al ecocidio en el Golfo de California!
¡Control obrero y consciente sobre la extracción de recursos naturales!
¡Jamás se antepongan los negocios a la vida!
[1] https://x.com/Claudiashein/status/1891601278217638311?t=QF4jiyWzBBoT-D_CtgBrcQ&s=19.