Han sido complicados estos casi dos años de pandemia para la clase trabajadoras, las mujeres y la juventud; el último de ellos, sin duda, lleno de incertidumbre sobre su futuro. Las condiciones actuales no pintan bien, no hay acceso a la educación, no hay empleos dignos, los problemas de salud mental azotan cada vez más fuerte a los jóvenes y la violencia y la criminalización los persigue a donde quiera que vayan.
Crisis del sistema
En el reciente periodo, a algunos de los problemas sociales contra los cuales se viene luchando se les ha señalado como “la otra pandemia” o “la pandemia silenciosa”; como la falta de acceso a la educación pública y gratuita o la violencia hacia la mujer. Situaciones que ya existían previamente a la pandemia de COVID-19, pero que con ésta se han potenciado y se han vuelto más agresivas. Estas afectaciones no son exclusivas de nuestro país, sino que son consecuencia de una crisis sistémica que está afectando a todo el mundo. Tan sólo en el ciclo escolar 2021, la deserción en educación básica en México fue de 656 mil alumnos. En secundaria, del 2.7% (que se prevé este año sea de 1.4%), a nivel medio superior, 5.2 millones de estudiantes, de los cuales podemos ubicar a 2.3 millones que no se inscribieron por “motivos asociados al Covid 19” y 2.9 millones que no se inscribieron por falta de recursos o dinero; lo que podemos ver representado en que el 25.3% dejó las clases porque uno de sus padres perdió el empleo, un 21.9% no se inscribió al carecer de algún equipo electrónico como una computadora, celular inteligente o simplemente por no tener acceso a una red de internet. En una consulta del INEGI, se destaca que de las 33.6 millones de personas de entre 3 y 29 años inscritas en el ciclo escolar que terminó, 738,400 no lo concluyeron.
La falta de acceso a la educación es un problema permanente y con ella viene una serie de dificultades. La pandemia cristalizó la mercantilización de la educación, mejor dicho, expuso la verdadera dinámica educativa: un limitado acceso a las tecnologías y equipos electrónicos, la inexistencia de programas o plataformas gratuitos para tomar e impartir clases, la intención expresa de la industria telefónica y las que brindan servicios de internet (que hostigan a las familias por el cobro de los malos servicios que brindan); pero sobre todo expuso que dentro del sector educativo no hay ningún interés por educar a los niños y jóvenes; no hay interés en garantizar este derecho y como si se tratase de cualquier empresa del sector privado, no se hizo nada ante la deserción. Se aumentó y priorizó el cobro de cuotas, vimos el no pago de salarios docentes o la disminución de los mismos, no hubo flexibilidad en la entrega de tareas, trabajos o en la realización de exámenes; esto desató múltiples movilizaciones de estudiantes y trabajadores docentes de diferentes escuelas en el país. La crisis se tradujo en educación de menor calidad, mayor presión para los trabajadores y una total mercantilización de la educación.
Queda más clara la desigualdad y cómo de una u otra forma pretenden hacernos responsable de esto.
Para resolver los problemas a los que nos estamos enfrentando, los jóvenes en las escuelas y en general en la sociedad, debemos retomar un camino de discusión política sobre esta crisis, plantear un programa mínimo de demandas para impulsar ahora que podamos regresar a las escuelas y plantear una estrategia seria que nos permita avanzar en una organización política de los jóvenes y estudiantes.
Perspectiva combativa
No causa extrañeza que la juventud sea el sector de vanguardia en los procesos de lucha social de manera histórica, pues somos el sector más golpeado de la clase trabajadora y que hoy en día tenemos más claro que el capitalismo no tiene nada que ofrecer, más que miseria, violencia, explotación y opresión. Nosotros podemos ser esa chispa que incendie la revolución proletaria, pero para eso necesitamos organizarnos.
Este periodo vislumbra una oportunidad de lucha no sólo en el terreno estudiantil, sino que con la coyuntura nacional es necesario que los jóvenes también pongamos sobre la mesa nuestra posición respecto a los acontecimientos, por ejemplo, la propuesta de reforma eléctrica que hoy en día se está impulsando, que está generando un debate no sólo en términos técnicos, sobre el uso de las energías, sino sobre cuál debe ser la política que impere para la distribución y uso de la electricidad. Los grandes capitales nacionales y extranjeros privados están preocupados por perder su intervención en este sector, nosotros como jóvenes deberíamos proponer el acceso a la electricidad como un derecho humano. Éste sólo se logrará con la completa nacionalización de la industria eléctrica y bajo el control de los trabajadores.
La condición actual del sistema capitalista es la de un muerto viviente, tiene la capacidad de sobrevivir a cualquier crisis, pero no la de mantener la vida humana ni los recursos naturales. Esto representa la urgencia de organizarnos, no para sostener a este sistema moribundo y enfermo de propiedad privada y COVID-19, sino para darle la estocada final.
¡Educar, Agitar, Organizar!
Hay una necesidad de entender por qué las dinámicas sociales se desarrollan de tal manera. Nos cuestionamos por qué las cosas son como son, por qué no tenemos oportunidades e incluso nos responsabilizamos nosotros mismo por no poder tener acceso a la educación o a un empleo digno. Pero aquí también nos cuestionamos, ¿seré puramente yo el culpable de mi situación, cuando yo no tengo el control de la economía y la política? Si no, ¿entonces quién?
Debemos ubicar a los responsables de estos problemas, debemos tener una clara comprensión de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y para eso necesitamos formarnos políticamente, necesitamos un método efectivo de análisis, necesitamos ideas revolucionarias que nos ayuden a librarnos del pensamiento aburguesado y nos ayuden a mirar a la sociedad con la mirada de la clase trabajadora. Así podremos entender cómo la sociedad se mueve entre la lucha de clases y la contradicción de intereses entre la burguesía y el proletariado, y que la única forma de resolver estas diferencias es con la unidad de clase.
Debemos utilizar el método marxista, que no trata de utopías ni de buenas intenciones, sino de herramientas de análisis y práctica política para comprender el mundo tal y como es, para cambiarlo.
La construcción de un programa mínimo partirá de la comprensión de lo que sucede, peticiones claras nos ayudarán a agitar entre nuestros compañeros y con un programa político en común será la guía que nos ayudará a dar pasos adelante en la lucha.
El programa político claro es indispensable para organizarnos, la gente necesita saber quiénes somos y qué defendemos, por qué luchamos y cómo pretendemos ganar. Una vez explicando esto, podemos comenzar a organizar a la gente, construir las fuerzas del marxismo en nuestra escuela o colonia y organizar una lucha.
No estamos hablando de una simple consigna, sino de un planteamiento primordial para poder organizarnos y dar la batalla política este año como jóvenes.
¡Únete a las Juventudes Marxistas!
Nos queda claro que no podemos mantenernos al margen de lo que sucede en nuestras escuelas y la vida cotidiana. La educación, agitación y organización de nuestros compañeros será completamente necesaria para cambiar el mundo.
Si te interesa conocernos y sobre todo luchar por cambiar el mundo, únete a nosotros, no ha habido mejor momento que éste para convertirse en un revolucionario marxista y luchar por un futuro digno, sin explotación ni violencia.