Escrito por: Ubaldo Meneses
En los últimos días es alarmante ver, cada mañana, la forma en que el peso se viene devaluando con respecto al dólar. En lo que va del sexenio de EPN el peso se ha depreciado un 55.45 % con respecto al dólar, el triple de lo que se devaluó con Felipe Calderón. Hasta hace unos meses el gobierno se defendía diciendo que esta presión del dólar no se reflejaba en los niveles de inflación (aumento de los precios de las mercancías) y que en ese sentido no tenía grandes riegos para la economía nacional.
Este argumento es, claramente, una tontería, la deuda externa ha aumentado pues los intereses están fijados en dólares, las mercancías de importación también se han encarecido de forma considerable –en un primer momento se alardeaba que el encarecimiento de estos productos no se notaba en el bolsillo de los consumidores porque los empresarios asumirían el costo de encarecimiento, sin embargo ésta ya no es la política, ahora los productos de importación han aumentado de precio claramente- golpeando el nivel de compra y la calidad de vida de los trabajadores y sus familias.
Los analistas de la burguesía y el gobierno han dicho que son factores externos los que nos tienen así, en esta debilidad frente al dólar. Hay tres ideas centrales que manejan, la primera es la posibilidad de que la Reserva Federal de los EEUU el día miércoles 21 plantee un aumento a la tasa de interés, sin embargo lo más probable es que esto se dé hasta diciembre, después de las elecciones y cuando el índice inflacionario americano se tenga más claro, esto puede hacer que en los próximos días el peso vuelva a recuperar los 19.40 por dólar, nada consolador.
Los otros dos factores son, por un lado los precios del petróleo que se prevé puedan seguir manteniéndose a la baja. Algunos analistas internacionales han hablado de un posible acuerdo entre productores de crudo que pudiera ayudar a recuperar y mantener un precio estable. Aunque este acuerdo se pueda dar esto no va a solucionar de fondo los problemas del precio del petróleo, pues esto se debe fundamentalmente a que no hay demanda suficiente, es decir, los grandes productores del planeta no están produciendo mercancías por la sobreproducción que hay en el mundo. Regularmente los precios de las materias primas, el petróleo particularmente, sería un incentivo para la producción, ahora esto no es así, la crisis de sobreproducción a nivel internacional plantea la imposibilidad de que se produzca a gran escala y que esto genere una nueva demanda de petróleo que pueda ayudar a levantar los precios. La salida tampoco se ve a corto plazo por este medio.
Y el otro factor es la lucha por la presidencia en Estados Unidos. El hecho es que el republicano Donal Trump este acercándose peligrosamente a Hillari Clinton, algunos medios plantean que hay un empate técnico. El pronóstico de esto con respecto al dólar es que la inestabilidad va a durar hasta el día de las elecciones, si el republicano triunfa el peso se derrumbará aún más.
No se puede negar que estos factores estén presentes e influyendo para que el peso caiga a mínimos históricos, sin embargo también hay factores internos muy poderosos que no juegan ningún papel para frenar este proceso. Por ejemplo la misma actitud del gobierno, que aunque de vez en cuando toma tímidas medidas para impedir la caída (por ejemplo poner a la venta miles de dólares para contener la demanda) –que a decir verdad no ha jugado ningún papel para detener la caída del peso y sí para mermar las reservas nacionales-, la política que sigue es mantener la devaluación como una medida para hacer más competitivas las exportaciones. Es decir, el gobierno no hace nada de forma sería para impedir la caída del peso porque piensa que eso es conveniente para atraer inversiones y exportar más barato.
Lo segundo, y más decisivo también, es la fragilidad y dependencia de la economía mexicana con respecto a los vaivenes internacionales. Históricamente todos los países ex coloniales tienen un papel de dependencia para con los imperialistas, sin embargo esto se ha acentuado al implementar las llamadas “reformas estructurales”, particularmente la energética. Pemex representaba un ingreso del 40% de los ingresos anuales del Estado, con la quiebra y privatización de la paraestatal el gobierno ahora depende de la deuda y de los impuestos para mantenerse, no tiene ningún tipo de ingresos estables que puedan proporcionar al país un comportamiento mínimamente independiente de las turbulencias internacionales.
La perspectiva no es buena, ni para el peso, ni para la economía, mucho menos para las familias obreras y campesinas pobres. Este gobierno, y todos los que le han antecedido, han hecho hasta lo imposible por terminar con la industria nacional, entregaron los recursos nacionales a las empresas privadas nacionales y extranjeras, han implementado una transferencia de riqueza, por medio de los impuestos, de los más pobres al Estado; y del Estado a los más ricos. Han creado una dinámica que apunta al hundimiento y la barbarie. El peso seguirá cayendo en los próximos meses, no ha grandes saltos, pero la pérdida será mayor que la que ahora tenemos. No puede haber salida a esta situación si no echamos a este gobierno, a todos los neoliberales y al capitalismo de nuestro país.