Escrito por: Esquerda Marxista (CMI-Brasil)
La victoria de Bolsonaro es la demostración del colapso político del régimen de la «Nova República» y del pacto social efectuado con la Constitución de 1988. Es también la demostración del colapso de la «Democracia» para enormes sectores de las masas, además, la mayoría (electores de Bolsonaro, votos blancos, nulos y la abstención) dejó claro que poco le importa «esta democracia», e ignoró los llamamientos de Haddad / PT y otros, para «defender la democracia», que sólo han hecho hasta ahora empeorar sus vidas y ampliar su sufrimiento y la angustia permanentemente.
Declaración original en portugués
Una nueva situación política se abre con un salto de calidad en la coyuntura que se desarrolla desde el inicio del desmoronamiento del régimen político podrido brasileño. Los «viejos» partidos y políticos conocidos como la expresión del sistema, fueron barridos. Como la Esquerda Marxista siempre afirmó, la política de la «Operación Lava-Chato», gestada en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, tenía el alma de la operación «Manos Limpias» de Italia, es decir, permitir remover partidos y políticos odiados por las masas para intentar salvar las instituciones amenazadas. Que lo «nuevo» sea sólo la reencarnación de lo «viejo» también es propio de la historia hasta que la revolución venga y limpie torrencialmente los establos de la sociedad.
El final de la época de la política (reaccionaria, evidentemente) de colaboración de clases y alianzas entre el PT y los partidos burgueses, con la profundización de la crisis del capitalismo nacional e internacionalmente, se expresa ahora en un gobierno que está ostensiblemente contra toda colaboración y de ataque a la clase trabajadora. Un gobierno que se dibuja como ultraliberal, es decir, de siervo descarado de los intereses del capital financiero imperialista y que sólo puede gobernar buscando constituirse como un gobierno bonapartista «por encima de las clases» basado en la represión, enmascarada o no por acciones del poder judicial. Hasta dónde este gobierno puede ir en este sentido y cumplir sus objetivos dependerá ante todo de la lucha de clases, de la clase obrera en especial, y de la política de sus dirigentes.
Bolsonaro es el subproducto de la crisis política, económica y social que se arrastra desde hace años. La responsabilidad por ello es totalmente de Lula y de la dirección del PT, que durante 13 años gobernaron traicionando las esperanzas y el apoyo que recibieron de millones de brasileños para cambiar este país.
El trabajo sistemático de Lula y de la dirección del PT, con su política de alianzas con la burguesía y gobernando para el capital, para destruir la conciencia de clase de las masas trabajadoras que llevaron al Partido de los Trabajadores y las banderas rojas a la presidencia de la República, tuvo como resultado la entrega de millones de desesperados de la pequeña burguesía, de desempleados, de trabajadores desorganizados, de jóvenes sin futuro, a los brazos de un aventurero sin escrúpulos y su séquito de ultrarreacionarios, fascistas, latifundistas cazadores de Sin Tierra e indígenas, y de comerciantes arruinados; a los brazos de un aventurero demagogo de derecha candidato a Bonaparte, que pretende supuestamente gobernar por ¡»Brasil por encima de todo, y con Dios por encima de todos»!
Bolsonaro venció en las elecciones con 57.797.847 votos (39,24% del total de votantes). Haddad tuvo 47.040.906 votos (31,93% del total de votantes.). Blancos, nulos y abstenciones sumaron más de 42 millones de electores. Políticamente esto significa que 89,5 millones de electores (60,76%) no se sienten representados por el ganador en la elección más polarizada en décadas. Estas cifras muestran que hay una enorme base para un trabajo de resistencia y de enfrentamiento al gobierno que se constituye.
En la declaración de la Esquerda Marxista después del primer turno, además de afirmar la orientación de voto a Haddad en el segundo turno, sin ningún apoyo a su programa y política, sino para barrer a Bolsonaro – constatamos: «Con estos resultados [del primer turno] y la ampliación de la polarización política, una nueva situación se abrió en Brasil”. Ahora, con la victoria de Bolsonaro la situación política da un salto. El próximo período será de ataques durísimos contra todas las conquistas proletarias, de ataques a las libertades democráticas, y de un oscurantismo cultural y religioso dominando las acciones del gobierno, todo al servicio del capital financiero internacional y sus socios menores brasileños. La tarea fundamental de los comunistas es ayudar a organizar la resistencia, la unidad de los trabajadores y de la juventud y, en este combate construir la organización revolucionaria marxista, la Esquerda Marxista.
Intención y realidad
Bolsonaro, el 21/10, declaró a sus partidarios en la Av. Paulista: «Bandidos del MST [Movimiento campesinos sin tierra], bandidos del MTST [Movimiento sin techo], las acciones de ustedes serán tipificadas como terrorismo. Ustedes no llevarán más el terror al campo o la ciudad», y «Esa panda [los marginales rojos], si quieren quedarse aquí, van a tener que ponerse bajo la ley de todos nosotros. O se van para fuera o van a la cárcel”. En la primera transmisión por internet dirigida a sus seguidores, después del escrutinio, dijo: «No podemos continuar más tiempo flirteando con el socialismo, con el comunismo y con el populismo, y con el extremismo de la izquierda». En la declaración «oficial» para la prensa, Bolsonaro leyó un texto afirmando: «Hago de ustedes mis testigos, de que este gobierno será un defensor de la Constitución, de la Democracia y de la Libertad» y que «La libertad es un principio fundamental de la Constitución: libertad de ir y venir, de andar por las calles; libertad de emprender; libertad política; libertad de tener opinión; libertad religiosa; libertad de hacer elecciones y ser respetado por ellas. Este es un país de todos nosotros, brasileños natos o de corazón. Un Brasil de diversas opiniones, colores y orientaciones».
En el primer discurso por internet reafirmó lo que leyó y tenía en las manos un ejemplar de la Constitución. En otro momento participó de una oración, junto con su equipo, agradeciendo a Dios por su victoria. Es un esfuerzo por mostrarse «por encima de todos» y de que es a Dios a quien rinde cuentas y no al mundo de los hombres.
Toda su actitud es de por un lado afirmarse como el Bonaparte gobernante a quien todos deben obediencia y por otro calmar a la burguesía que teme que él provoque un incendio social. Pero sus declaraciones directas a sus seguidores demuestran que él sabe que no tiene en sus manos un partido militante homogéneo políticamente, una fuerza fascista o paramilitar capaz de desencadenar un terror contra los trabajadores y sus organizaciones. Él intenta construirlo, pero todavía está lejos del objetivo. Sus partidarios incluyen grupos fascistas insignificantes, grupos insignificantes desesperados y alentados por su campaña, pero que no tienen fuerza social de combate como partido fascista.
Por eso estará obligado a intentar usar las palancas represivas del aparato de Estado (Policía, Judicial, etc.) para disciplinar a las masas. Este mediocre e ignorante ex-militar habla y actúa, piensa como un policía que pretende acabar con la lucha de clases por medios policiales. Esto es imposible de realizar. En la actual situación internacional esa política va a encontrar una enorme e invencible resistencia y aunque él consiga avanzar al final del combate será vencido, hundido en la crisis económica en un país semicolonial y enfrentado al odio creciente de las masas, incluso de gran parte de sus actuales electores.
Su programa de campaña fue: «Contra todos los viejos y corruptos partidos y contra todo este sistema podrido». Pero, de hecho, él forma parte del sistema y es una operación destinada a salvar al sistema capitalista y profundizar la explotación. Lo que en el capitalismo en crisis significa también más corrupción.
«Llevar a todos los bandidos a la cárcel y asegurar que la población sea armada para defenderse». Imposible que la burguesía en la época de decadencia de su sistema social, en que el sufrimiento de las masas sólo aumenta, pueda permitir el armamento general de la población. En los Estados Unidos, la casi totalidad de la burguesía lucha desde hace años para liquidar el derecho de armamento general de la población conquistado en los años revolucionarios de constitución de aquel país. Y obviamente no hay como enviar a todos los bandidos a la cárcel, pues el capitalismo es una fábrica pujante de creación de pandillas y bandidos de todo tipo. Sólo el fin del capitalismo puede resolverlo.
«Voy a hacer de Brasil una nación fuerte y rica económicamente disminuyendo el tamaño del Estado, vendiendo empresas estatales, abriendo Brasil para los inversores internacionales, voy a acabar con el desempleo creando la cartera de trabajo verde y amarilla y reformando la Previsión social». La traducción de esta política es, por orden, recortes y privatización de los servicios públicos, privatizaciones de patrimonio público para multinacionales y amigos, entrega de todas las riquezas naturales y de la clase obrera a las manos de las multinacionales y especuladores, destrucción de las conquistas laborales progresivamente y destrucción de la Seguridad Social con su transformación en Fondos de Pensión privados. Este programa es una receta clásica de lucha de clases y de furia de la clase trabajadora.
Este es un programa en parte imposible de realizar en el capitalismo y en parte causante de una tragedia social aún mayor. Es de conjunto un programa para aislarse y lanzar a sus propios electores contra él en muy poco tiempo. Al mismo tiempo el candidato a Bonaparte llega al gobierno en una situación de crisis económica que no tiene manera de resolver y que va a provocar una explosión de luchas. Muy rápidamente la vanguardia consciente de la clase trabajadora y de la juventud se rearmará para gritar a plenos pulmones, en las calles, en las fábricas, en las escuelas y lugares de trabajo: Fuera Bolsonaro. Abajo el gobierno reaccionario. Por un Gobierno de los Trabajadores.
Perspectivas del gobierno Bolsonaro
El capitalismo, en su fase de decadencia, es incapaz de mantener la democracia que la burguesía desarrolló en su período de ascenso. En la época del imperialismo, en que revolución y contrarrevolución se enfrentan permanentemente, la «democracia» es cada vez más una farsa y el Estado cada vez más está obligado a aparecer como lo que verdaderamente es: una banda de hombres armados para defender la propiedad privada de los medios de producción y los privilegios de una clase explotadora minoritaria. La fachada legal de la represión y ataques contra las libertades democráticas arrancadas por el proletariado es cada vez más la aplicación selectiva de las leyes. Y su instrumento, el poder judicial, cada vez más se arroga el derecho de decidir sobre todo, de legislar y ejecutar, en un intento, de hecho, de gobernar para salvar al Estado que es incapaz de mantenerse por medios «democráticos normales».
Bolsonaro, el demagogo aventurero de derecha, anticomunista declarado, que logró surfear en la desmoralización del sistema y de los partidos tradicionales, profundizará el carácter bonapartista del aparato de Estado.El bonapartismo se caracteriza por ser un tipo de gobierno autoritario, de ataques a las libertades democráticas, basado en una figura que representa la «encarnación de la nación» y que intenta colocarse encima de las clases para salvar a la clase dominante. Trotsky lo describió de la siguiente manera: «Un régimen que indica que los antagonismos dentro de la sociedad se han vuelto tan grandes que la maquinaria del Estado, para regular y ordenar estos antagonismos, mientras permanece como un instrumento de los dueños de la propiedad, asume una cierta independencia en relación a todas las clases. El régimen bonapartista sólo puede alcanzar un carácter comparativamente estable y duradero en el caso de poner fin a una época revolucionaria; cuando la relación de fuerzas ya fue puesta a prueba en las batallas; cuando las clases revolucionarias ya están agotadas, pero las clases poseedoras aún no escaparon del terror: ¿’no habrá mañana nuevas convulsiones?’. Sin esa condición básica, es decir, sin un previo agotamiento de las energías de las masas en los combates, el régimen bonapartista no está en condiciones de avanzar”.
No se da en Brasil «agotamiento de las energías de las masas» necesario para para el avance de un régimen bonapartista hacia un gobierno fascista. La clase trabajadora está desorientada, pero no está derrotada.
La Esquerda Marxista reafirma su análisis de que no hay base social hoy para un régimen fascista – los grupúsculos fascistas son ultraminoritarios, no existe ni partido, ni organización paramilitar de ataque a las organizaciones obreras con base de masas entre la pequeña burguesía -, o incluso para una dictadura militar al estilo 1964-1985.
Al mismo tiempo, no existe, hoy, el «agotamiento de las energías de las masas», una de las condiciones apuntadas por Trotsky para el avance de un régimen bonapartista hacia un gobierno fascista. La clase trabajadora está desorientada por las continuas traiciones y bloqueos de sus direcciones, pero no está derrotada. No es esa la perspectiva para Brasil, inmerso en la crisis internacional del capitalismo.
El papel del PT y el futuro del PSOL
La votación del PT en los barrios obreros, en el cinturón obrero de San Pablo, la derrota en todas las grandes ciudades del Sur y Sudestes, muestran al PT abandonado por el proletariado más importante que fue su sangre y cuerpo. Y, incluso en el Nordeste, las mayores victorias del PT fueron en el interior, casi perdiendo en las capitales.
Bolsonaro sólo logró crecer por la ausencia de un partido socialista, capaz de canalizar el odio al sistema. Quien apareció como antisistema, lo nuevo, fue Bolsonaro, y eso garantizó su ascenso y victoria.
Es una gran incomprensión querer culpar a las «fake news», y la compra de envío de mensajes por WhatsApp por los empresarios, para el resultado del PT. El problema es político, una campaña que no se conectó con el sentimiento antisistema presente en la base de la sociedad y, por lo tanto, no ganó los votos blancos y nulos, no convenció a muchos a ir a votar (abstenciones) y dejó la puerta abierta para que la derecha, Bolsonaro, capitalizara en parte ese sentimiento.
La línea del PT en la segunda vuelta, de «unir a todos por la democracia», de proponer gobernar en unión nacional, de buscar unirse a todo lo que hay de «viejo» en la sociedad, fue una línea de derrota como está explicado en el texto «La línea de la derrota y la línea de la victoria», en el sitio web de la Esquerda Marxista.
El «frente democrático» arrastró al PSOL y a varias de sus tendencias. El PSOL, después de fracasar con la operación Boulos, se diluyó en la campaña de Haddad en lugar de hacer un verdadero combate de frente único contra Bolsonaro, llamando a votarle, pero manteniendo la independencia, la crítica a la línea petista de conciliación, apuntando a la necesidad de construir una alternativa de clase, revolucionaria y socialista al PT.
El PSOL, si no cambia esta política de adaptación, será visto cada vez más como un mero apéndice del PT, que aparecerá como el partido de oposición a Bolsonaro. El PSOL, de esa forma, será incapaz de construirse como una alternativa para la reorganización de la clase obrera. En realidad, podría acabar donde el PT terminó a una velocidad mucho mayor. Es urgente que la dirección del PSOL convoque un Congreso extraordinario para hacer un balance de la campaña Boulos, romper con la política de Frente Democrático del PT y rearmar al partido para enfrentar al gobierno de Bolsonaro.
Estudiar, organizar, movilizar
Es necesario organizar la resistencia y el combate contra el gobierno Bolsonaro desde ya. Esto incluye prepararse teórica y políticamente para entender la situación y las fuerzas en lucha, el carácter del combate y de cada participante. Estudiar y conocer la historia del movimiento obrero revolucionario. La Esquerda Marxista publicará una serie de artículos relacionados con la discusión actual en su sitio www.marxismo.org.br.
Pero también incluye prepararse para los diferentes casos de ataques y provocaciones de la extrema derecha, así como preparar a la clase trabajadora, a la juventud ya sus organizaciones contra los ataques económicos y sociales y represivos que vendrán.
Sea la policía, sean grupúsculos de extrema derecha o reaccionarios de todo tipo, con Bolsonaro en la presidencia se sentirán más a gusto para actuar. En una lucha, si alguien ataca y el adversario no se defiende y se contrae, terminará masacrado. Cuando el fascismo era una amenaza real en Brasil, el frente único proletario antifascista, impulsado por los trotskistas, hizo que los «integristas» (los fascistas brasileños) desaparecieran después de una batalla callejera. Este es el sentido que debemos dar a la defensa de nuestras luchas, ante los ataques de estos grupúsculos protofascistas que se animan a actuar en la actual situación. El ejemplo de la reacción en masa de los estudiantes de la UnB, el 29/10, expulsando al grupo de treinta partidarios de Bolsonaro que intentaron invadir la UnB para «cazar comunistas», apunta el camino de la respuesta (ver en el vídeo abajo). Esta discusión debe ser abierta en todas las organizaciones de los trabajadores y de la juventud.
Students at Brasilia University (UNB) repel Bolsonaro supporters who wanted to occupy it pic.twitter.com/V3pKnxh6lC
— Jorge Martin (@marxistJorge) 29 de octubre de 2018
En contra de la acción de provocadores en asambleas de sindicatos, de estudiantes, en manifestaciones y debates, es preciso organizar servicios de orden, servicios de seguridad del propio movimiento u organización, una tradición olvidada por el movimiento en general por décadas de militancia en un período de relativa democracia burguesa. No cuesta recordar que la CUT sólo fue fundada porque sus organizadores tenían un excelente servicio de orden en el CONCLAT. O el PCdoB, el PCB aliados con todos los chivatos, habrían impedido, por fuerza, su constitución.
Los sindicatos y las centrales sindicales
Los sindicatos pueden y deben cumplir un papel importantísimo en la lucha contra este gobierno. El principal problema es la mayoría de las direcciones de los sindicatos, y de las centrales sindicales, que están alineadas con la supervivencia del capitalismo, profundamente ligadas al propio aparato de Estado burgués y orientadas por una política de colaboración de clase.
Como se ve en Argentina, el gobierno ataca y los dirigentes sindicales impiden las luchas y apuntan a esperar las elecciones presidenciales de 2019 en que Cristina Kirchner se presentará. Aquí en Brasil la contraseña fue dada por Haddad en su discurso en la línea de «nos preparamos para dentro de cuatro años», palabra de orden del tipo «Feliz 2022». Los que esperan un giro a la izquierda de las altas direcciones sindicales deben perder esta ilusión. Ellos se convirtieron en un obstáculo para las luchas de los trabajadores y desean ayudar a salvar el capitalismo. Lo que no nos exime de apuntar la responsabilidad enorme que tienen al sentarse en la dirección de las organizaciones sindicales. En primer lugar la dirección de la CUT. Es en este sentido que hay que abrir ya la discusión en todos los sindicatos de la necesidad de anticipar el congreso de la CUT para organizar, unificar y centralizar el combate en defensa de la clase y contra el gobierno.
La situación política nacional e internacional debe ser encarada con ánimo por los revolucionarios. Hay dificultades, sin duda, en especial la ausencia de un partido que represente y organice al proletariado. La clase obrera conserva sus fuerzas, a pesar de que la mayoría de sus direcciones han traicionado, y de los intentos de la dirección sindical (CUT y otras centrales) de buscar de todas formas mantener la conciliación de clases. En esta situación, donde la juventud en primer lugar busca una salida, hay una posibilidad de construcción de una fuerte organización marxista. Es hora de estudiar, escribir, organizar, enfrentar el bajo nivel político y teórico que se abate en nuestra época, así como la desesperanza, construir la fuerza capaz de cambiar el juego y abrir una salida. Organízate con la Esquerda Marxista para enfrentar a Bolsonaro, al sistema capitalista, y seguir la lucha por la revolución socialista, el único camino que puede impedir el curso hacia la barbarie.