La hipocresía y el doble rasero no podrían ser más evidentes cuando la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de detención contra Putin en el vigésimo aniversario del comienzo de la invasión imperialista de Estados Unidos en Irak.
La CPI acusó a Putin de haber cometido crímenes de guerra durante la invasión rusa de Ucrania que comenzó hace un año. El fiscal de la CPI, Karim Khan KC, declaró que “existen motivos razonables para creer que el presidente Putin y la Sra. Lvova-Belova [Comisionada para los Derechos del Niño] tienen responsabilidad penal por la deportación y transferencia ilegales de niños ucranianos de las áreas ocupadas de Ucrania a la Federación Rusa”. Además, dijo Khan, estas supuestas deportaciones “se llevaron a cabo en el contexto de los actos de agresión cometidos por las fuerzas militares rusas contra la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”.
Ha sido muy fácil para Rusia responder, como lo ha hecho, que simplemente estaban sacando niños de una zona de guerra por su propia seguridad. El punto principal aquí no son los detalles de las acusaciones contra Putin, sino el carácter de la Corte y el doble rasero del imperialismo occidental.
El portavoz del Kremlin, Peskov, ha señalado correctamente que Rusia no es parte de la CPI, “y en consecuencia, cualquier decisión de este tipo es nula y sin efecto para la Federación Rusa desde el punto de vista de la ley”. Rusia no solo no es signataria del Estatuto de Roma que estableció la Corte Penal Internacional en 1998, ¡tampoco lo es Ucrania! ¿Cómo puede entonces la Corte pretender tener jurisdicción sobre los crímenes de guerra cometidos en Ucrania? Muy simple. El gobierno ucraniano, sin firmar el Estatuto, le ha dado a la CPI autoridad para hacerlo. Eso es lo que llaman un “orden basado en reglas”. Parafraseando a (Groucho) Marx: estas son mis reglas, pero si no se aplican, tengo otras.
Pero EEUU ha llegado al colmo de la hipocresía. El presidente Biden se apresuró a declarar que la emisión de la orden judicial “hace un punto muy fuerte”, y agregó: “Claramente ha cometido crímenes de guerra”. Me viene a la mente la frase “se necesita uno para conocer a uno”. (A un criminal para conocer a otro, ndt)
Un pequeño detalle aquí es que, de hecho, EEUU tampoco es signatario del Estatuto de Roma. No solo eso, Estados Unidos es un firme oponente de la CPI, ¡e incluso ha aprobado legislación que permite la acción militar en su contra! En 2002, EEUU aprobó una ley, denominada Ley de Protección de Miembros del Servicio Estadounidense, que amenazaba directamente a la CPI y a cualquier país que colaborara con ella en el caso de enjuiciamiento de ciudadanos estadounidenses. La ley permite el uso de la fuerza militar para liberar a cualquier estadounidense o ciudadano de un país aliado de los EEUU detenido por la CPI y, dado que la corte reside en La Haya, Países Bajos, se la conoce como la «Ley de Invasión de La Haya». Además, “la ley permite el retiro de la asistencia militar estadounidense de los países que ratifican el tratado de la CPI y restringe la participación estadounidense en el mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas a menos que Estados Unidos obtenga inmunidad judicial”.
Vemos aquí la hipocresía desnuda del imperialismo estadounidense. El carácter real del «derecho internacional» se vuelve bastante evidente. Al igual que con las resoluciones de la ONU, el imperialismo estadounidense utilizará las instituciones internacionales cuando le convenga como una hoja de parra para cubrir sus intereses desnudos, pero cuando no sirvan para este propósito o vayan en contra de los designios de Washington, entonces se descartan como un inconveniente menor. O, como en este caso, ¡amenazan con el uso de la fuerza militar!
Podrías pensar que se trate de una amenaza sin seriedad, pero ciertamente no lo es. En 2020, Estados Unidos impuso sanciones a la predecesora de Khan como fiscal de la CPI, Fatou Bensouda. Sus cuentas bancarias fueron cerradas, sus tarjetas de crédito canceladas y los miembros de su familia incluso vieron cómo los bancos incautaban sus activos tras las sanciones impuestas por el Tesoro de los Estados Unidos.
¿Qué había hecho ella para convertirse en una “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos”? Como fiscal de la CPI, intentó enjuiciar los crímenes de guerra estadounidenses durante la invasión de Afganistán. ¡Inaudito! ¡Inaceptable! Seguramente Estados Unidos no comete crímenes de guerra, sino que acusa a otros de cometerlos. El entonces secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, describió a la CPI como un “supuesto tribunal renegado e ilegal”.
La redacción literal de la orden ejecutiva presidencial que impone sanciones a la CPI es interesante: “…la CPI y las partes del Estatuto de Roma deben respetar las decisiones de los Estados Unidos y otros países de no someter a su personal a la jurisdicción de la CPI, consistentes con sus respectivas prerrogativas soberanas”. Entonces, Estados Unidos se está preparado para ir a la guerra con la CPI para defenderse a sí mismo y a sus aliados (el caso también involucró investigaciones de crímenes de guerra contra Israel) de cualquier interferencia… prerrogativas” de sus enemigos, en este caso, Rusia. Esta es una definición de libro de texto de rango de apestosa hipocresía.
Finalmente, después de algunas vacilaciones, el presidente Biden rescindió las sanciones a la CPI y a su fiscal, la Sra. Bensouda, pero solo después de que ella fuera reemplazada por el Sr. Khan y después de declarar que aún no permitirían que la Corte procesara a EEUU o Israel por crímenes de guerra. De hecho, el Secretario de Estado Blinken declaró: “Estados Unidos se opone firmemente a una investigación de la CPI sobre la situación palestina. Continuaremos manteniendo nuestro fuerte compromiso con Israel y su seguridad, incluso oponiéndonos a las acciones que buscan atacar a Israel injustamente”.
Como podéis ver, hay crímenes de guerra cometidos por el imperialismo estadounidense y sus amigos, y estos son muy diferentes de los crímenes de guerra cometidos por los enemigos de Washington.
La investigación de la CPI sobre crímenes de guerra en Afganistán, que se remonta a 2017, languidece en el escritorio de alguien. De hecho, el último documento oficial de la CPI sobre el caso Afganistán, un recurso interpuesto por la representación legal de las víctimas, denuncia que el Fiscal de la CPI haya decidido “despriorizar” la parte de esa investigación relativa a los crímenes de guerra cometidos por personal estadounidense, y que había dejado en claro que “no emprendería ninguna investigación activa” sobre posibles crímenes de guerra estadounidenses. La investigación de la CPI sobre crímenes de guerra en Ucrania, por otro lado, ha avanzado a la velocidad de la luz, hasta el punto de que se emitió una orden de detención en poco más de un año. De nuevo, otro caso de doble rasero.
Como se señaló al principio, la emisión de la orden de detención contra Putin coincidió con el 20 aniversario del inicio de la guerra en Irak. Esa fue, bajo cualquier estándar de derecho internacional, una guerra ilegal (la primera invasión de ese país se había llevado a cabo bajo la bandera de las Naciones Unidas, pero la invasión de 2003 fue realizada por una “coalición de voluntarios”). Estados Unidos y sus aliados cometieron todo tipo de crímenes de guerra, violaciones de los derechos humanos y otros abusos, y estos han sido ampliamente documentados. Según Amnesty International: “Estados Unidos no ha investigado adecuadamente las violaciones generalizadas de los derechos humanos y los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas estadounidenses ni ha hecho que los responsables rindan cuentas a todos los niveles, incluidos altos funcionarios y comandantes de Estados Unidos”.
Ningún presidente de EEUU, ni tampoco el ex primer ministro británico Tony Blair, ha sido juzgado nunca responsable, ni la CPI ha emitido ninguna orden de detención. De hecho, algunos de los crímenes cometidos solo salieron a la luz gracias a valientes denunciantes como Chelsea Manning, que ha pasado siete años en la cárcel como recompensa, y porque las pruebas que proporcionaron fueron publicadas por valientes periodistas como Julian Assange, que ha pasado cuatro años en una prisión de alta seguridad después de estar encerrado en la embajada de Ecuador en Londres durante otros siete años. Si finalmente es extraditado a Estados Unidos, pasará el resto de su vida en prisión.
Las únicas personas que alguna vez han sido procesadas por la CPI son aquellos criminales de guerra que perdieron guerras, fueron derrocados en sus propios países y fueron considerados enemigos por el imperialismo estadounidense. Los criminales de guerra que son amigos de Washington, o que son presidentes anteriores o actuales de los Estados Unidos, nunca son procesados. De hecho, algunos de ellos reciben el Premio Nobel de la Paz.
La cuestión, por tanto, no es si Rusia ha cometido crímenes de guerra en Ucrania o no, sino si Occidente considera conveniente, desde un punto de vista propagandístico, utilizar la CPI como herramienta para presionar a Putin.