Escrito por: Adrián Alvarado
Se acerca la elección federal del 2018. Ante la crisis política, económica y social del sistema capitalista, el cuestionamiento hacia el régimen y las divisiones y rupturas que atraviesan los partidos de lo que llamaron el “Pacto por México”, ¿qué alternativa se nos presenta para la clase trabajadora y la juventud?, ¿qué tipo de izquierda necesitamos ante los acontecimientos nacionales e internacionales? Un programa anticapitalista y socialista se vislumbra como necesario, hoy más que nunca.
¿Luchar contra el sistema o reformarlo?
Carlos Marx en el Mensaje a la Liga de los Comunistas (1850) resumió en unas cuantas líneas las tareas que la clase trabajadora debería emprender en la lucha política: «No se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva.»
No es que los socialistas nos opongamos a las necesarias reformas en el marco del sistema capitalista; las luchas por un mejor salario, por derechos sociales, por salud, vivienda, educación, seguridad social, cultura, recreación, son algo necesario para paliar la enorme desigualdad que el mismo sistema capitalista establece. Sin embargo, reconocemos que las conquistas que obtengamos hoy, el día de mañana, la clase dominante y sus partidos intentarán arrebatarlas; como ahora mismo sucede, todo lo logrado en años anteriores, producto de las luchas del pueblo, los trabajadores y la juventud están siendo eliminadas mediante las llamadas “reformas estructurales”, con el objetivo de aumentar la explotación y la extracción de la riqueza, para que un puñado de personas, dueños de las grandes empresas y bancos, sean los beneficiados.
Durante décadas los dirigentes de los partidos de la izquierda han limitado el programa a la lucha por las reformas tomando como referencia el Estado de Bienestar, que en nuestro país se tradujo en el modelo llamado “Desarrollo Estabilizador” implementado durante entre las décadas de los 40’s y 70’s.
Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, se vivió un crecimiento económico sin precedentes, la reconstrucción de Europa tras el término de la guerra permitió el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel mundial, del periodo de 1945 a 1973 hubo un crecimiento notable del Producto Interno Bruto de las principales potencias Alemania en promedio creció 5.9%, Estados Unidos 3.7%, Francia 5.1%, Japón 9.3%.
El temor al comunismo y a la revolución, llevó a las clases dominantes a adoptar el modelo del Estado de Bienestar, las reformas y concesiones fueron un subproducto de la lucha revolucionaria de la clase trabajadora al término de la guerra, los salarios crecieron, se crearon o fortalecieron instituciones de la seguridad social, el desempleo disminuyó, se realizaron innovaciones tecnológicas, se creó la ilusión de que las contradicciones del capitalismo habían terminado. En ese periodo los dirigentes de la izquierda a nivel general adoptaron esas ilusiones, la visión de la socialdemocracia se fortaleció, ya no se trataba de luchar contra el capitalismo, sino de generar programas económicos y sociales.
El auge económico de la posguerra permitió el aumento de las exportaciones de México, mayoritariamente a Estados Unidos, ese periodo también impactó en el país, la tasa de crecimiento anual fue de más de 6%, los salarios crecieron, se crearon instituciones de crédito para la vivienda, se amplió el número de beneficiados al seguro social, estos últimos particularmente después de la movilizaciones estudiantiles y obreras de finales de la década de los sesentas, nuevamente ante temor a la protestas y como producto del crecimiento económico la clase dominante realiza concesiones y reformas.
El llamado Estado de Bienestar no eliminó las contradicciones del sistema. Las ilusiones terminaron con la crisis del capitalismo de 1974 y con la posterior generalización de un nuevo modelo económico que ha avanzado en revertir y desmontar el llamado Estado de Bienestar, lo que comúnmente se denomina neoliberalismo. Los ataques al nivel de vida han avanzado, el nivel adquisitivo de los trabajadores se ha desplomado, los derechos sociales se han desmantelado y la no intervención del Estado en la economía, al menos en los primero años fue un dogma a seguir por parte de los estrategas de la clase dominante. Tras la crisis económica del 2008 eso no solamente se ha mantenido, sino que se ha profundizado; sobre las espaldas de los trabajadores y la juventud se recarga los costos del estancamiento del capitalismo.
Las últimas tres décadas en nuestro país ha sido una pesadilla, el nivel adquisitivo del salario se ha desplomado en un 80%, el régimen ha sido una verdadera máquina productora de un puñado de millonarios y de millones de pobres por el otro polo. El “boom” económico de la década de los noventas no se vio reflejado en los bolsillos de los trabajadores, ahora mismo, si le afirmas en la calle que en los últimos años ha existido crecimiento y recuperación económica tras el colapso del 2008 pensarán que estás realizando una broma de mal gusto.
Lo que vivimos actualmente no es un estancamiento económico coyuntural, sino se trata de una etapa de declive del capitalismo que se encuentra en su etapa longeva; aunque no existe tampoco una crisis final el sistema debe ser derribado de forma consciente por la clase trabajadora y la juventud, en el último periodo se ha comenzado a transformar la conciencia de millones de personas.
Instintivamente se empieza a cuestionar la viabilidad del sistema, se intuye que algo no marcha bien, la palabra y el concepto anticapitalismo ha comenzado a resonar en las mentes del sector más avanzado de la clase trabajadora y los jóvenes de izquierda particularmente.
Por otra parte la idea de regresar a los viejos buenos tiempos del Estado de Bienestar, también está presente aún en los programas de los dirigentes de la izquierda, la idea de regresar a la época de los buenos salarios, prestaciones, derechos sociales está presente, la pregunta que se debe realizar es si la actual etapa del sistema permitirá esa situación. Entre un sector de las masas tal programa parece atractivo e incluso más realista, por el momento, ante el constante ataque a las condiciones de vida.
La idea de que un gobierno pueda aminorar las desigualdades mediante las reformas sociales, puede sonar más realista, de manera momentánea, que oponerse a todo el sistema económico, político y social y construir una nueva sociedad; sin embargo los acontecimientos en Europa y América Latina han demostrado que la idea de construir un capitalismo con rostro humano es solo una ilusión.
Los dirigentes y partidos que han mantenido la idea de la reforma sin la vinculación a la lucha por la transformación radical de la sociedad han entrado en crisis; algunos han aceptado que por el momento ese programa no puede llevarse a cabo y que se debe aceptar el programa de austeridad, ataques, recortes al salario y prestaciones y, en un futuro lejano tal vez se podrá implementar el programa de reformas, como es el caso de la socialdemocracia y la reciente experiencia del gobierno de Tsipras y Syriza en Grecia; otros han tenido que llegar a acuerdos con sectores de la clase dominante para que les permita llegar al gobierno; y los gobiernos, como los latinoamericanos, que en su momento el crecimiento económico y el aumento de las exportaciones del pasado les permitió tener un colchón para llevar a cabo programas sociales, han tenido que dar marcha atrás en sus proyectos.
La lucha por la reforma y la revolución no está en contradicción, sino que es un complemento. Para defender nuestros logros y derechos debemos llevar a cabo una lucha revolucionaria contra la burguesía y sus gobiernos si es que pretendemos conservarlos, y la lucha por la revolución sin entender las luchas cotidianas de la clase trabajadora y la juventud por sus derechos nos llevaría al aislamiento. Esto es más válido en países como el nuestro donde un sector de la izquierda, como Morena, que mantiene ese discurso y programa y tiene una base de masas importante; los anticapitalistas, los socialistas y los revolucionarios debemos tener una aproximación amistosa con esos movimientos y ser pacientes al momento de explicar nuestras ideas y su necesidad.
La cuestión del gobierno y el poder
Carlos Marx en el Manifiesto del Partido Comunista (1848), explica que en la sociedad moderna, bajo el capitalismo el Poder público viene a ser el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa. El poder político lo ejerce la clase dominante en su beneficio, como clase social.
La búsqueda de alternativas de lucha contra el sistema lleva a una serie de planteamientos políticos que pueden parecer nuevos, novedosos y radicales, pero analizándolos a fondo pueden ser inadecuados para lograr el objetivo de combatir el capitalismo.
Dos aspectos importantes son nuestra postura frente al gobierno y el poder. La lucha contra todo gobierno y contra todo poder, en términos generales parece atractivo, más aún cuando una serie de dirigentes de izquierda han claudicado y aplicado el programa de ajustes y ataques hacia la clase trabajadora y la juventud. Teniendo como referencia eso, algunos sectores, particularmente entre la juventud, se puede sacar la conclusión que todos los gobiernos, sean de derecha o izquierda, son iguales. No hay diferencia, por lo tanto todo gobierno, o todo poder, es nocivo y ya no se trata de agrupaciones políticas entre derecha e izquierda, sino entre la lucha de todos los de abajo contra los de arriba. Ese razonamiento tiene cierta lógica, pero una lógica muy sencilla.
Si un sector de la izquierda ha traicionado no significa que esa sea la izquierda o la agrupación política que los trabajadores y la juventud necesitamos, lo que necesitamos es construir una organización con un programa, ideas y métodos adecuados para luchar contra el capitalismo.
Nuestra postura frente al poder es fundamental, luchamos contra el poder de la clase dominante, la minoría que controla las palancas fundamentales de la economía, las grandes empresas, los bancos, que a su vez mediante sus partidos políticos controlan el poder político, el cual se encuentra en Los Pinos y en los palacios de los gobernadores. Sin embargo las decisiones fundamentales se toman en los despachos de los grandes consorcios, empresas y bancos, ahí es donde reside el verdadero poder bajo el sistema capitalista.
Los socialistas aspiramos al poder de la clase trabajadora, los pobres y los oprimidos, como un primer paso para eliminar las desigualdades, la explotación y la pobreza. Convertir la propiedad privada de los medios de producción en un control democrático de la economía por parte de la mayoría de la sociedad y donde el poder político este bajo el control de asambleas y órganos de decisión popular y de la clase trabajadora.
Eso no implica no apoyar que en países como el nuestro, donde ante la debilidad del Estado, han surgido procesos de autonomía en algunos municipios como en Cherán o los territorios zapatistas, en donde la población ha expulsado a las instituciones oficiales del Estado y ha tomado el rumbo de su destino en sus manos, esas experiencias tendrían que ser replicadas a nivel nacional, no solamente en las comunidades rurales, sino en las comunidades de las grandes ciudades, como un primer paso para terminar con el Estado burgués y el poder político de la burguesía.
Anticapitalismo y socialismo
El concepto anticapitalismo se ha difundido fuertemente entre algunos sectores avanzados de la clase trabajadora y de la juventud, la crisis del sistema ha cimbrado fuertemente la conciencia de millones de personas a nivel internacional, nuestro país no es la excepción, de manera instintiva se buscan alternativas radicales y revolucionarias.
Si bien el concepto de anticapitalismo es un paso adelante ante el modelo de Estado de Bienestar o Keynesiano que propone un sector de la izquierda, aún es un concepto un tanto confuso que necesita ser profundizado.
Anticapitalistas, se definen todas las fuerzas que luchan contra el actual sistema, la pregunta es ¿con que sustituimos al capitalismo? Los socialistas que reivindicamos las ideas del marxismo fraternalmente proponemos retomar el método y las ideas de Carlos Marx, para ser estudiadas e implementadas por las nuevas generaciones de luchadores sociales, una teoría revolucionaria, radical y consecuente en la lucha contra el capitalismo.
En meses pasados diversas fuerzas políticas, teniendo como soporte fundamental el Consejo Nacional Indígena, han lanzado a María de Jesús Patricio como candidata independiente a la contienda electoral del 2018, con la finalidad de organizar y aglutinar las diversas luchas que existen a nivel nacional y crear un proceso de organización popular.
Los marxistas saludamos y nos sumamos a esta iniciativa, una candidatura que cuestiona el capitalismo es fundamental en el actual periodo, el construir un proyecto alternativo al capitalismo es una tarea urgente dentro del movimiento de la clase trabajadora, el movimiento estudiantil y campesino. De manera fraterna proponemos a los anticapitalistas discutir y debatir las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky para construir ese proyecto tan necesario en la actualidad.
A su vez la relación entre la izquierda revolucionaria, socialista y anticapitalista con el movimiento de masas, debe ser de aproximación paciente para la explicación de nuestras ideas, y de convencer que las luchas gremiales y electorales tienen limitaciones en el marco del actual sistema, para lograr un cambio verdadero y perdurable, en beneficio de la mayoría del pueblo y los trabajadores, debemos arrancar de raíz el origen de las desigualdades y opresiones, demos levantar la bandera de un programa que luche contra el capitalismo.