En la mañana del día 13 de diciembre del presente año, el gobernador constitucional de Puebla, Miguel Barbosa, sufrió un infarto, lo cual ocasionó la cancelación de la rueda de prensa matutina. Al poco tiempo el gobierno estatal sacó un comunicado diciendo que el gobernador se encontraba hospitalizado y estable aunque, sin perder el tiempo, Miguel Barbosa fue trasladado a un hospital de la Ciudad de México. Horas más tarde Andrés Manuel López Obrador, a través de las redes sociales, publicó un mensaje en el que lamentaba el fallecimiento de Miguel Barbosa.
Tan inesperada es la muerte de Barbosa como lo fueron las muertes de Rafael Moreno Valle y de su esposa Martha Erika Alonso Hidalgo entonces gobernadora de la entidad poblana y, al igual que los anteriormente nombrados, Barbosa también era un político represor y un político que actuaba en beneficio de una clase capitalista local poblana, nacional e internacional. No es ningún secreto que en varias ocasiones su actitud fue bastante benevolente con el sector empresarial y que con ello también ocasionó la represión y encarcelamiento de luchadores sociales y del sector estudiantil.
Miguel Barbosa, de hecho, fue resucitado por AMLO. Era un político de lo peor, empezó su carrera en el PRI; después se pasó al PRD, contribuyendo a su burocratización, aliándose con los partidos de la derecha en el Pacto por México en tiempo del gobierno de Peña Nieto. Con dicho pacto terminarían de entregar los recursos del país a intereses de capitalistas privados nacionales e internacionales, despreciando al naciente Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que encabezaba AMLO. A este último le acusó de soberbio en esos años. Después, en un cambio repentino, dejó al PRD y se pasó a Morena junto con un gran número de senadores del PRD. Para muchos en esos momentos significó que, en forma de pago político, le sería entregada la candidatura por Puebla desplazando a luchadores sociales y a toda la base de Morena que siempre supo qué intereses representaba, pues se aliaba con un sector de la derecha poblana en general y dentro de Morena en particular, dirigido por una burocracia rígida y corrupta.
Su gobierno, de principio a fin, estuvo plagado de prepotencia, altanería y soberbia. Su gobierno significó no únicamente un retroceso en el estado y su beneplácito a las élites locales empresariales, sino también al clero católico conservador y retrógrado y, en muchos casos, actúo también en contra de la 4T.
Su fallecimiento, sin embargo, ha descabezado, por el momento, no solo a su gobierno actual sino también a las intenciones de los grupos de interés creado alrededor de su persona. Aunque Sergio Salomón Céspedes (un Moreno-Vallista puro) ahora es el nuevo gobernador sustituto, parece poner más que nunca en crisis al grupo Barbosistas y moreno-vallista. Tal vez esto ponga en riesgo su permanencia y se abra la puerta para la entrada de otro grupo burocrático poblano.
A nosotros lo que en estos momentos nos debe de interesar es fortalecer la organización del pueblo trabajador, pues estos movimientos cupulares de grupos del poder que defienden en última instancia a la clase empresarial, no darán una solución a nuestros problemas como trabajadores. En el seno de este movimiento, además, hay que crear las fuerzas del marxismo que sean lo verdaderamente sólidas y con una política firme que represente los intereses del pueblo trabajador. Es necesario construir una dirección revolucionaria para que sea una opción futura para un gobierno democrático y revolucionario de los trabajadores. Ese debe ser nuestro principal objetivo, en este proceso es necesario apoyar las luchas de los movimientos sociales y también de las bases que se encuentran y han sido relegadas al interior de Morena.