El pasado 7 de septiembre se dieron los resultados de la encuesta de Morena para definir quién será el próximo Coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, convirtiéndose así en el virtual candidato a la presidencia.
Durante el proceso fue muy evidente la enorme cantidad de recursos que utilizaron los candidatos para promocionarse, a excepción de Gerardo Fernández Noroña, quien emprendió una modesta campaña obteniendo resultados significativos. Con toda la gran bulla y propaganda, finalmente se dieron los resultados que desde el principio eran muy previsibles: Claudia Sheinbaum sería quien recibiría la constancia de Morena para ser la candidata del partido para las elecciones presidenciales de 2024. Posteriormente recibió el Bastón de Mando por parte del presidente López Obrador, como una muestra muy simbólica ante los ojos de las masas que apoyan firmemente a AMLO, de que Claudia será quien continúe con el legado y programa político de la 4T.
El resultado fue el esperado, pues en las encuestas y sondeos previos se mostraba a Claudia con una preferencia superior a la del segundo contendiente, Marcelo Ebrard. Sin embargo, el resultado final de la encuesta, donde Sheinbaum obtuvo el 34.9 % comparado con el 25.8% de Ebrard, pero que no resultó ser lo que Marcelo esperaba. A pesar de los 9.1 puntos de diferencia se ha negado a reconocer los resultados denunciando una serie de irregularidades que, desde su punto de vista, ameritan la repetición del proceso.
Ante esta negativa, Ebrard ha presentado un proceso de impugnación ante la Comisión de Honor y Justicia del partido, denunciando las irregularidades detectadas por su equipo, exponiendo casos de utilización de los programas sociales para conseguir apoyo por medio de operadores de los gobernadores estatales a favor de Sheinbaum, actos de proselitismo y demás. Aunque en las reglas iniciales se decía que todos los aspirantes se comprometían a aceptar los resultados y a apoyar a quien resultara ganador, Marcelo Ebrard ha decidido negarse a acatar esta regla.
Desde que se presentaron los resultados, Ebrard mostró su rechazo, anunciando que el lunes 11 de septiembre diría cuál sería su proceder, donde en conferencia de prensa declaró: “El de la voz considera que si esas diferentes circunstancias que se dieron en el proceso se quedan igual, pues yo ya no tendría interés de estar en Morena”. Haciendo referencia a un resultado negativo de su impugnación. También anunció que el 18 de septiembre iniciará un recorrido por el país para explicar a sus allegados cual es su posición actual y consolidar su propio movimiento político nacional. Lo que busca Marcelo es amalgamar a su base social, para en su lucha fraccional busca arrebatar el mayor número de militantes de base posible de Morena, ya sea para construir una fracción interna fiel a su política o para escindirse.
Este giro de Marcelo en realidad era muy evidente, aunque tiene una base de apoyo en Morena es claro que no cuenta con la aprobación ni de la mayoría de la base, ni del propio presidente. Es bien sabido que él y sus simpatizantes, son los representantes del ala derecha dentro del partido, es Marcelo quien más vínculos tiene con el sector empresarial y es el candidato que hubiera preferido la burguesía mexicana, pero evidentemente no sería el continuador del programa político de la cuarta transformación.
Sus amenazas de ruptura con Morena muestran su intención de presionar para negociar y obtener posiciones para su gente en las próximas elecciones, solo así podría conseguir afianzar sus posiciones dentro del nuevo gobierno.
En el supuesto de que Marcelo deje el partido, ya se ha cerrado la puerta para lanzar una candidatura independiente, y la alianza del PRI-PAN-PRD le ha dicho que lo aceptan en sus filas, pero como militante de base; sólo quedaría la posibilidad de ser el representante de Movimiento Ciudadano que ya ha anunciado que no irá con el Frente Amplio por México y que aún no ha definido a su candidato presidencial. Esto significaría una división del voto de la derecha, pues como mencionamos previamente, Ebrard tiene simpatías con la oligarquía mexicana y no dudaríamos en que, en un momento determinado, volcarán todo su apoyo a una candidatura de Marcelo Ebrard en MC.
En realidad, aun no está claro el proceder de Ebrard, pues se encuentra en negociaciones, pero lo que sí está claro es que él no representa en absoluto las aspiraciones de los oprimidos de México. Aunque de palabra dice estar luchando para evitar que el partido se convierta en una organización clientelar y corrupta al estilo del viejo PRI, lo cierto es que este proceso de chapulineo y de alianzas sin ningún tipo de principios para “garantizar” la conquista de posiciones electorales, no pareció importarle hasta que se hicieron a un lado sus aspiraciones individuales. Ahora se presenta como un ferviente crítico del proceso interno de selección de candidatos en Morena, cuando la puerta para este proceso se abrió desde 2018 en el momento en que AMLO negoció posiciones con grupos oportunistas que saltaron del naufragio de sus partidos para desplazar a la base leal, que por años resistió y construyó el partido.
Ahora Morena se enfrenta a una profunda descomposición donde existen voces críticas, que terminan siendo silenciadas bajo el discurso de la unidad a toda costa. Hay muchos oportunistas que se han injertado al tejido vivo del partido, esto restringe el ya limitado programa reformista de la 4T.
Hasta el momento todos estos sectores han sido contenidos, en cierta medida, por la figura de López Obrador, pero él ya no estará más a cargo. Claudia Sheinbaum no tiene el mismo arraigo, simpatía y popularidad con las masas obreras, esto tendrá un claro efecto en la aceleración de la burocratización del partido y de intensificación de los ataques de la derecha.
Independientemente de lo que haga Ebrard, debemos reconocer que el impulso que AMLO le ha dado a Claudia será decisivo. Ella se encargará de continuar con el proyecto de la 4T, pero bajo condiciones diferentes, en medio de un proceso de profundización de la crisis económica y de ataques cada vez más rabiosos de la derecha. Esto demostrará que un programa reformista, si bien, ha frenado por el momento el constante deterioro de las condiciones de vida de las masas, no ha resuelto, ni podrá resolver las contradicciones sistémicas, lo que provocará una nueva oleada de lucha de clases en nuestro país. Ni Morena, ni Sheinbaum, mucho menos Ebrard, representan una alternativa, pues los reformistas sólo intentan mitigar las penurias del capitalismo, mientras que los socialistas queremos eliminar de una vez y para siempre a este sistema de explotación y barbarie. Para ello necesitamos agrupar nuestras fuerzas, educarnos y organizarnos con la vanguardia de nuestra clase para construir la alternativa revolucionaria que nos lleve hacia la emancipación.