Los olvidados: la denuncia de la miseria
Vanessa Burgos
Cualquier persona conoce la miseria en la que nos hallamos hundidos. La impresionante capacidad que hemos desarrollado para ignorar la podredumbre es una de las mayores armas que el tiempo, la comodidad y la indiferencia nos han forjado. Éstas funcionan como medicamentos y sedantes frente a los constantes ataques del aparato capitalista. Y es que la indiferencia es una necesidad del sistema. ¿Quién recuerda a la última persona que le pidió una moneda en la calle? ¿A aquella persona que, con voz temblorosa, suplicaba por un poco de comida? ¿Somos capaces de recordarlos? ¿Por qué nos resulta tan indiferente? Claro, cada quien carga con sus propios problemas; incluso si entregamos todo nuestro salario, no podríamos resolverlos. Nos parecen tan ajenos, que terminamos por olvidarlos. Nos hemos acostumbrado a verlos como parte del paisaje urbano, porque así conviene a la clase dominante: si no los vemos, si no los pensamos, jamás cuestionaremos por qué existen.
Las décadas de los cuarenta y cincuenta son recordadas con orgullo por muchos mexicanos. El llamado “Cine de oro” representaba la creciente industrialización en el centro del país. Pero a la sombra de aquellos edificios que se alzaban entre el bullicio de la gran ciudad, vivía y se encarnaba la miseria. Una miseria que nadie quería ver, pero que retrataba la cruda realidad de la sociedad mexicana y de la clase trabajadora. Es ante este escenario que, exiliado y huyendo de la guerra civil española, Luis Buñuel se hunde en lo más profundo de los barrios del Distrito Federal. A veces disfrazado, a veces acompañado, Buñuel buscaba retratar la crudeza de la sociedad. Así, recorriendo las calles de Tacubaya, logró construir una visión mucho más realista y completamente antagónica a la del cine burgués, donde se romantizaba la pobreza de manera insaciable en películas como Nosotros los pobres, claro ejemplo de la superficialidad con que se trataban problemas tan profundos como la miseria. En estas producciones abundaban personajes conformistas, aferrados a la filosofía de “pobres, pero felices”.
El cine es también parte del aparato del Estado que sirve a los intereses de la burguesía. Desde luego, les interesaba este tipo de cine, uno en donde el trabajador no se queja: acepta su condición de clase dominada. Los olvidados (1950) de Buñuel no sólo logra captar la esencia de la marginación, sino también la esencia de la indiferencia del Estado ante la pobreza, el desempleo y la ignorancia. A través de personajes como Pedro, El Jaibo o Don Carmelo, podemos asomarnos a esa capa de realidad en donde los niños son obligados a no serlo y, sus padres, orillados a desafanarse de sus hijos.
La violencia estructural en la película es evidente a través de los sectores más vulnerables y los niños en condición de pobreza que, ante la indiferencia del Estado, únicamente servirán de mano de obra barata y desechable. La miseria mostrada en la película no puede ser considerada un simple accidente, pues no lo es. Es resultado de la violencia del capital afectando a la población más vulnerable.La película funciona como una crítica a este sistema; no es un misterio que se haya censurado en el país e incluso haya sufrido una feroz crítica por parte de la burguesía.
La deshumanización bajo el capital es un efecto secundario de esto, y la madre de Pedro, es víctima de tal efecto, desconociendo a su hijo. Buñuel hace un trabajo excelente a través de la expresión de sus personajes en diálogos como: “¿Cómo me voy a acordar de tu padre, si apenas pude defenderme?”, y nos muestra ese terror que supone para la sociedad vivir bajo la opresión del capital siendo parte del sector social no privilegiado. Entendemos a los personajes porque nadie elige la miseria: la madre de Pedro no pidió tener un hijo sin futuro y Pedro no eligió vivir en ésta. La banda de El Jaibo no tiene el menor remordimiento en atacar al ciego y éste, a su vez, no lo tiene al acosar niñas. Los personajes son completamente reales, personajes que podemos encontrar en las calles.
Al mismo tiempo, la enfermedad inunda a las personas, mientras que el alcoholismo y las creencias mágicas inundan a la sociedad. Y es que, ¿en qué más pueden creer si no hay un derecho a la salud, a la educación, a la vivienda ni al trabajo? Si las necesidades materiales están insatisfechas, las familias están ocupadas buscando algo que comer. ¿Qué esperanza queda para las necesidades emocionales?
Los olvidados recoge las memorias que aún permanecen escondidas debajo de la alfombra de aquellas grandes ciudades, llenas de capitalinos tan ocupados y enajenados que son incapaces de voltear a ver las periferias del olvido. Es un testimonio de que estos problemas no son individuales ni fortuitos: son producto de una sociedad de clases que margina y explota para sostener los privilegios de unos cuantos. Sólo reconociendo la raíz material y social de esta opresión es posible pensar en su transformación.
Cómo se teje la historia
Técnica y artísticamente, Los olvidados es una obra maestra que combina el cine con la poesía. Los sueños de Pedro, la profundidad de los personajes e incluso los efectos visuales reflejan la habilidad de Buñuel con el uso del lenguaje cinematográfico; recordemos que Buñuel era uno de los principales artistas surrealistas en el cine y en esta película se evidencia.
Los actos están representados por las aves, quienes cargan un simbolismo interesante.Portadoras de enfermedad y alimento, representan el declive de los personajes. Incluso la gallina muerta también es representación de la muerte de Pedro.
Es bastante interesante la crudeza de los actos de los personajes, las muertes y los finales para cada uno. No suponen un final feliz. Y es que, como se menciona al inicio de la película, ésta no propone una solución a un problema y lo deja claro con la muerte de Pedro. A pesar de tener un final feliz alternativo, para eludir la censura, en donde ahí no muere, en la historia oficial su muerte es repugnante, rodeado de basura y podredumbre de la misma manera en la que vivió toda su vida. El Jaibo muere de manera súbita a manos del cuerpo armado, una muerte rápida y sin un tipo de dolor significativo.
Una opinión dividida
La película generó una discusión en los sectores comunistas de la época, pues la representación del hombre de traje que trata de ayudar a Pedro, reformándolo y dándole dinero es, sin duda, un personaje burgués. El hecho de que se considere a éste como el único que se percata de los problemas que están sucediendo generó críticas por parte de los sectores comunistas del mundo, tildándola de una película burguesa donde se representa a este sector social como el salvador de la clase trabajadora.
A pesar de la crítica, algunos otros sectores dentro del comunismo la reivindicaron por su capacidad de mostrar a los personajes de la manera más fiel posible a la realidad.
“La aparición de La edad de oro y El perro andaluz, señalan la primera irrupción deliberada de la poesía en el arte cinematográfico. Las nupcias entre la imagen fílmica y la imagen poética, creadoras de una nueva realidad, tenían que parecer escandalosas y subversivas. Lo eran. El carácter subversivo de los primeros filmes de Buñuel reside en que, apenas tocadas por la mano de la poesía, se desmoronan las fantasmales convenciones (sociales, morales o artísticas) de que está hecha nuestra realidad. Y de esas ruinas surge una nueva verdad, la del hombre y su deseo. Buñuel nos muestra que ese hombre maniatado puede, con sólo cerrar los ojos, hacer saltar el mundo. Esos filmes son algo más que un ataque feroz a la llamada realidad; son la revelación de otra realidad humillada por la civilización contemporánea” (Paz, Octavio, “El poeta Luis Buñuel”, Cannes, 4 de abril de 1951).Los olvidados logró ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003, siendo la única obra cinematográfica mexicana con este reconocimiento. Además ganó 11 premios Ariel, incluyendo mejor película y mejor dirección, y obtuvo el premio a mejor dirección en el festival de Cannes de 1951.