Hace seis años que Andrés Manuel López Obrador obtuvo una aplastante victoria en las elecciones presidenciales. Hasta esa fecha ningún presidente había sido electo con la cantidad de votos que alcanzó el tabasqueño. Por otro lado, la aprobación de AMLO está rondando el 73% en la recta final de su mandato, según una encuesta de El Universal, es un porcentaje bastante aceptable, sobre todo, si tomamos en cuenta las campañas incesantes de ataques y calumnias en su contra.
Haciendo un breve recordatorio de los sexenios anteriores a la llegada de AMLO a la silla presidencial, tenemos que notar que fueron un total desastre para la mayoría de la población, pues fueron años en los que los índices de pobreza aumentaron, pero no solo eso, sino también la violencia y la represión se incrementaron en cada rincón del país. Tan solo basta recordar la fallida guerra contra el narco de Calderón, aunque ahora sabemos que dicha guerra fue una simulación para que García Luna favoreciera al Cártel de Sinaloa, o la forma en la que el gobierno de Peña levantó el plantón que el magisterio disidente mantenía en el Zócalo en oposición a la contrarreforma educativa, y con solo esos ejemplos tenemos el panorama general que padecimos durante doce años.
No es de extrañarse que su triunfo fuera tan aplastante, ya que la llegada de AMLO significaba un respiro a la oleada de miseria, marginación y violencia que vivimos durante esos dos sexenios. Las masas se volcaron a las urnas poniendo sus esperanzas en el candidato que, por tercera vez contendía por la presidencia. Y hasta hoy para muchos no ha habido decepción alguna con su gobierno, con todo y la alharaca de la disque oposición salió bien librado de la pandemia, el peso se mantuvo estable y los precios de la mezcla mexicana de petróleo fueron buenos.
Pero si somos más finos en el análisis de su gobierno y somos serios, nos podemos dar cuenta de que no todo ha sido de color de rosa, sino que más bien hemos visto bastantes matices en su gobierno, ya que, en algunos casos por una u otra razón, ya sea con o sin fundamento, no ha cumplido algunas promesas de campaña, y a nosotros no nos resulta algo de extraño, pues como siempre hemos dicho, AMLO no es revolucionario, comunista o socialista, sino más bien reformista, es decir, su programa no busca un cambio profundo en la sociedad, sino realizar algunas reformas.
Eso no significa que los comunistas rechacemos las reformas, pero a diferencia de los reformistas, no las vemos como un fin en sí mismo, sino como parte de un proceso que necesariamente termina con los trabajadores en el poder y la expropiación de la riqueza de la burguesía. Las reformas por si solas no cambian la realidad, solo la maquillan, y eso en el mejor de los casos. Otra desventaja es que el reformismo desmoviliza a los trabajadores al hacerles creer que con las reformas basta para lograr cambios profundos, pero eso dista mucho de ser verdad. Para muestra hay que voltear a ver a los países sudamericanos en donde los gobiernos “progresistas” han agotado el programa de reformas y ante la incapacidad de resolver los problemas la derecha resurge, y quienes pagan los platos rotos por esa incapacidad es el pueblo trabajador. Los ejemplos más claros de esta situación los podemos observar en Ecuador, Brasil y Argentina, en donde los programas reformistas han cavado, muy profundamente, su tumba.
Pero vayamos revisando algunos de los aspectos más relevantes en los que el gobierno de AMLO ha mostrado sus límites.
Creo que uno de los más destacados es la cuestión de la seguridad. El mismo López Obrador ha reconocido que su campaña de abrazos y no balazos no ha funcionado, la Guardia Nacional no cumplió las expectativas, incluso pasó a formar parte de la Sedena. Obviamente, ninguna propuesta venida desde arriba va a resolver la cuestión de la violencia, porque el Ejército, la Guardia Nacional y la policía no están diseñados para defender al pueblo como se nos insiste. El ejército no es pueblo armado, más bien son los defensores de la propiedad privada.
Lo que AMLO ha hecho durante su sexenio es darle una legitimidad que el Ejército ya no tenía por casos como el de Tlatlaya, por los vínculos con el narcotráfico, por los acontecimientos en Ayotzinapa, o por el caso del general Cienfuegos, a quien rescató de la justicia estadounidense por sus supuestos vínculos con el narco. Para resolver el problema de la violencia es necesario y urgente la organización del pueblo en armas, no hay otra garantía para acabar con ese cáncer. Los resultados saltan a la vista, con las policías comunitarias en Guerrero o las autodefensas como en Cherán, Michoacán.
Vinculado a lo anterior, no ha habido un cambio significativo en el caso Ayotzinapa, como ya mencioné, el general Cienfuegos fue traído a México y de inmediato quedó en libertad, siendo él el secretario de la Defensa, no se le interrogó sobre los normalistas, hasta ahora no sabemos nada de Cienfuegos. Y para colmo, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, propone a Omar García Harfuch en seguridad, que también estuvo involucrado en el caso de los 43 normalistas, su llegada va a significar que en el próximo sexenio tampoco vamos a saber la verdad sobre la desaparición de los estudiantes.
En lo tocante a materia económica seguimos dependiendo de las exportaciones hacia los Estados Unidos, incluso con el T-MEC se ha profundizado esa dependencia. Durante la pandemia las maquilas del norte del país no dejaron de funcionar simplemente porque el mercado estadounidense así lo requería. Otro aspecto es la cuestión del dólar, en primer lugar, las remesas aumentaron en el sexenio, lo que le dio al país cierta solvencia, en segundo lugar, la depreciación del dólar hizo que tuviéramos un peso fuerte, eso se debió a la lucha comercial entre China y el vecino del norte, sumado a otros factores como su crisis económica, ya que la política económica de AMLO sigue casi intacta a los gobiernos anteriores, aunque con un discurso antineoliberal.
Con lo anterior queda demostrado que los límites del gobierno de AMLO vienen de las mismas limitantes de su programa, ya que únicamente con reformas no vamos a cambiar la realidad, son benéficas por supuesto que sí, y lo hemos visto con los adultos mayores, los estudiantes con beca, los apoyos al campo, pero para transformar la realidad hay que ir más lejos, y para hacerlo hay que privilegiar los intereses del pueblo trabajador y no los de la burguesía. Si no se ha ido más a fondo es porque hacerlo iba a enfrentar a AMLO con la burguesía, claramente es algo que él, ni tampoco Claudia están dispuestos a hacer.