Ha pasado ya un poco más de un mes del fatal y trágico accidente en la línea 12 del metro (línea dorada), cuando la trabe metálica que sostenía las vías en el tramo elevado que se encuentra entre las estaciones Olivos y Tezonco colapsó, dejando un saldo de 26 muertos y 79 heridos, todos ellos trabajadores o hijos de trabajadores, quién más sino ellos, porque los políticos y funcionarios no se asoman al metro a menos que sea para promover algún programa o para “acercarse” a la gente a la hora de las elecciones.
Las víctimas de tal catástrofe no únicamente tuvieron mala suerte, el accidente es el resultado de varios factores —y de varios responsables—, tales como la corrupción, la avaricia, la ineptitud e incapacidad de los gobiernos, al no dar mantenimiento ni crear condiciones favorables de vida para la población.
La línea dorada y los problemas de transporte
Es bien conocido que el transporte público en la Ciudad de México deja mucho que desear, a menos que tengas el privilegio de vivir en el primer cuadro de la ciudad, trasladarse de un punto a otro se convierte en una pesadilla.
Los asaltos, las “cooperaciones voluntarias”, el tan conocido juego de la pirinola en el que todos, siempre, curiosamente, terminan poniendo dinero, el celular u otra pertenencia. Otro aspecto importante y que no hay que dejar de lado, es el acoso hacia las mujeres, algo que constantemente tienen que soportar en los largos trayectos.
Ya ni qué decir de las condiciones del trasporte, unidades viejas, en las que uno se arriesga a llegar tarde al trabajo e incluso no llegar, porque las descomposturas son frecuentes; las carreras por el pasaje entre conductores también son habituales, no solo causan accidentes con otros vehículos y violan varias leyes de tránsito, sino que se agreden físicamente, mientras los pasajeros observan sin poder hacer nada.
La zona de Tláhuac, Iztapalapa y sus alrededores, incluidos los municipios al oriente del Estado de México siempre se han encontrado desplazados de la ciudad, muy a pesar de que la gran mayoría se traslada diariamente a laborar ahí, incluso algunos dicen que ciertos municipios son más como dormitorios, pues gracias a la mala calidad del transporte los traslados de la casa al trabajo, la escuela o simplemente ir a dar un paseo, se convierte en un viacrucis, una hora o más tiempo se pasa diariamente en el transporte para llegar a algún destino, si a eso le sumamos la poca supervisión y control, más la inseguridad, la construcción de una nueva línea del metro, que favorece el traslado de miles de personas diariamente se ve o se veía como algo bueno e incluso necesario. Nunca imaginamos que los responsables de la construcción y de las reparaciones después del terremoto de 2017, jugarían con la vida de los usuarios, que como ya mencionamos, pertenecen a la clase trabajadora.
La línea dorada, condenada a fracasar
La Línea 12 fue inaugurada en 2012, su construcción quedo a cargo de ICA, Grupo Carso y Alstom, en la que según los inspectores extranjeros y sus otros “creadores” tachaban la nueva línea como una de la más alta calidad, con la mejor tecnología del mundo y al nivel de los estándares internacionales, sin embargo, su construcción se convirtió en una enorme bomba de tiempo.
Su construcción se dio en primer lugar en contra de los vecinos de la zona, muchos fueron desplazados de sus hogares, además de que alegaban que era una línea insegura. Su realización se dio a marchas forzadas, cuando se inauguró ni siquiera estaba totalmente finalizada, pero Marcelo Ebrard iba de salida, urgía que se diera el banderazo de salida.
Pero eso únicamente inició la cuenta regresiva. En 2014, se tuvieron que cerrar 12 estaciones (las cuales incluyeron Olivos y Tezonco), esto debido a “problemas de construcción” con el fin de “salvaguardar” a los usuarios, sacando a la vista que desde su construcción estuvo llena de errores y su operación estuvo carente de mantenimiento.
No podemos hablar de lo ocurrido como un simple accidente o algo que nadie previó. Los empresarios y gobernantes hoy niegan su participación y cualquier responsabilidad sobre esta obra, adjudicando este suceso al azar, algo que obviamente no es así. Existen responsables con nombre y apellido, pero de aquí a que surjan o se les detenga es otra cosa, dado que las instituciones que imparten justicia en nuestro país, como se ha visto en reiteradas ocasiones no velan por los intereses de la gran mayoría.
Pero las omisiones y la ineptitud no quedo ahí, en el 2017 con el terremoto del 19 de septiembre, nuevamente la línea dorada fue el centro de atención. En este caso fueron seis estaciones en el tramo Olivos-Nopalera y en la interestación Nopalera-Zapotitlán, dicho cierre fue para “resolver los problemas” y dar “mantenimiento”, cabe mencionar que en ese entonces el jefe de gobierno era Miguel Mancera, el gran ausente en la propaganda de la derecha en la que solo hacen responsables a Ebrard y a Sheinbaum, eso solo demuestra que solo ven lo que quieren ver o lo que les importa ver.
Para “atender” estas fallas, el gobierno destinó alrededor de 15 de millones de pesos, y contó con el apoyo de Carso, Construcción de Obras para el Transporte, Colinas de Buen, T.S.O y Systra, para rehabilitar dichos tramos. Pero obviamente no se atendió como debería, de lo contrario no estaríamos hablando de eso en este momento.
Cacería de brujas o ¿Quién pagará los platos rotos?
Por una parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador y la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum tratan de ocultar el sol con un dedo, dando declaraciones carentes de la más mínima empatía y con nula solidaridad con las personas afectadas directa e indirectamente, por otra parte, este incidente se ha convertido en un campo de cultivo idóneo para la derecha, que buscan afanosamente cualquier oportunidad para asestar algún golpe mediático y arrebatarle un poco de protagonismo al presidente, y al partido hegemónico en turno (Morena) mostrando así su verdadera cara y hasta dónde son capaces de llegar por su ambición. El ejemplo claro de lo anterior es la campaña política que realizó el presidente del PAN en la Ciudad de México posando junto a sus diputados frente al vagón destruido en medio de la desesperación de los familiares de las víctimas.
Todos buscan un culpable y se echan la bolita, qué si fue Ebrard, Mancera o Sheinbaum, de nuestra parte también agregaríamos a las empresas que se involucraron en la construcción y reparación, obviamente también tienen cola que les pisen, pero de ellos no se habla mucho.
Puede ser porque Carso está construyendo el Tren Maya, será porque hay muchos trapitos que no quieren que salgan al sol, y así podemos suponer un sinfín de cosas al respecto, pero algo que es cierto, es que el gobierno federal y el de la ciudad tienen buenas relaciones con Slim, AMLO incluso ha dicho es una buena persona, aunque nosotros sabemos muy bien qué papel ha jugado en los últimos 30 años, desde que dejó de ser un “empresario” de media suela al comprar a Telmex a un precio muy por debajo de su precio real.
Y mientras se echan la bolita, los peritajes no terminan, el tiempo discurre, y tanto las víctimas como sus familias siguen padeciendo de los trámites burocráticos del gobierno de la ciudad, siguen siendo la nota en los medios más amarillistas, pero la justicia no ha llegado, y aunque sea doloroso, tal vez nunca llegue. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque el poder judicial no vela por los intereses de la mayoría, sino tan solo hay que recordar a los miles de presos que son inocentes, a los cuáles no se les ha realizado un juicio, a los cientos de activistas que están tras las rejas por el simple hecho de defender sus comunidades, sus escuelas o simplemente por exigir justicia.
Se dice muy comúnmente que la justicia es solo para los ricos, y es algo cierto, ellos tienen las posibilidades de promover un amparo, aunque el hedor de sus crímenes sea aún fresco, y nunca pisan la cárcel. De esta forma vemos que la justicia también se orienta por una cuestión de clase, y mientras las cosas sigan así, no habrá justicia para las víctimas.
La cacería de brujas continuará, y en el mejor de los casos alguien pagará los platos rotos, aunque ese alguien no será ni siquiera responsable indirecto de lo sucedido, pero en nuestro país los chivos expiatorios se encuentran hasta debajo de las piedras…así que hay que prestar atención y ver quién será el “responsable” o, mejor dicho, a quién harán responsable.
La única salida es la organización
La experiencia histórica nos ha enseñado que no podrán existir mejores condiciones mientras sigamos bajo el yugo de la burguesía, para poder terminar con esta situación hay que golpear a la clase dominante mediante la organización y la formación política de la clase obrera.
El reformismo y todas las teorías que se interponen en el triunfo inminente de los trabajadores, caerán una por una, porque la clase obrera sacará sus conclusiones, y lo que hoy parece firme y sólido, se desvanecerá por la lucha de los explotados.
Hoy que vivimos acontecimientos que jamás se nos hubieran ocurrido y que el capitalismo se tambalea, la organización es más que necesaria, no solamente para exigir una vida digna, sino también para avanzar encaminados hacia revolución socialista internacional