Desde el inicio de la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 un gran número de investigadores en todo el mundo se dieron a la tarea producir una vacuna efectiva que pudiera ser de utilidad para el control de la diseminación de la enfermedad. Los resultados de esos esfuerzos indican que no solo una, sino varias vacunas han resultado exitosas en diferentes etapas de su desarrollo y que muy probablemente contemos con alguna vacuna para finales de este año o para inicios del 2021. Sin embargo, el escenario puede no ser tan alentador cuando se habla de los costos y la distribución de la o las vacunas, lo que puede limitar su disponibilidad para una buena parte de la población.
Resulta sorprendente el avance tan vertiginoso que ha tenido el desarrollo de las vacunas contra el SARS-CoV-2. Algunas de ellas ya se encuentran en fases avanzadas de investigación clínica como son la AZD1222, desarrollada por AstraZeneca y la universidad de Oxford; la vacuna desarrollada por Moderna y la Sputnik V, desarrollada por el Centro Nacional de Investigaciones Epidemiológicas y Microbiología Gamaleya. Esta última ha desatado un gran número de críticas por no haber pasado la fase 3 de investigación clínica cuando ya se ha declarado que es segura y ha pasado todas las pruebas. En México también se encuentran en desarrollo algunas vacunas. En especial cuatro proyectos son apoyados con fondos gubernamentales; de ellos el más adelantado es la vacuna basada en el virus recombinante de New Castle, un virus que afecta a pollos, que expresa a la proteína S en su superficie. Este proyecto es desarrollado por la empresa Avimex, en conjunto con el IMSS. La UNAM y el IPN también se encuentran trabajando en el desarrollo de vacunas.
Una de las limitantes es que la producción de la vacuna no será suficiente para satisfacer las demandas de la población mundial. Tan solo en México, con una población de más de 120 millones, se considera que pueden ser necesarias hasta 200 millones de vacunas, dependiendo de la efectividad de las vacunas obtenidas. El gobierno ha declarado que ninguna persona que necesite la vacuna se quedará sin ella y que la vacuna deberá ser gratuita para garantizar su distribución entre la población más vulnerable. En nuestro país se ha buscado la cooperación bilateral con diferentes desarrolladores de vacunas con el fin de contar con la mayor cantidad de dosis posibles una vez que las vacunas sean aprobadas y producidas a gran escala. Esto incluye acuerdos con Rusia, Italia, entro otros, para participar en las fases de prueba de las vacunas desarrolladas por estos países. Recientemente se hizo público un acuerdo entre la farmacéutica AstraZeneca, la Universidad de Oxford, la fundación Carlos Slim y el gobierno para producir la vacuna AZD1222, que es la que se encuentra en un estado de investigación más avanzado.
Aún con todos los esfuerzos, la producción de vacunas no será tan rápida como la emergencia sanitaria lo requiere. Por ello es indispensable contar con un plan para priorizar la aplicación de la vacuna para aquellas personas que se encuentran en mayor riesgo, como son los adultos mayores o pacientes con morbilidades previas como diabetes e hipertensión. El personal de salud, como médicos, enfermeros, químicos y otros trabajadores en el área clínica, también debe ser de los primeros en recibir la vacuna. Una opción para racionalizar las dosis existentes es el método de la vacunación en anillo; que se refiere a vacunar a las personas que han estado en contacto con alguna persona infectada o donde se detecta un brote, por ejemplo, en una fábrica o escuela. La vacuna también puede ser aplicada en regiones de mayor a menor riesgo epidemiológico. Para ello es de vital importancia que se redoblen esfuerzos en la vigilancia epidemiológica con el fin de detectar la mayor cantidad de casos lo que hace necesario la realización de más pruebas.
En un país donde abunda la corrupción, la pregunta obligada es quien se encargará de la distribución de las dosis de vacuna disponibles. Es muy probable que, a pesar de la existencia de un plan adecuado para la distribución de la vacuna, las dosis sean acaparadas por algunos sectores de la población sin llegar de forma oportuna a las personas en mayor riesgo e incluso se pueda generar un mercado negro donde las vacunas se apliquen a discreción y a quien pueda pagar por ellas. Esto no solo deja desprotegidos a aquellos que no tengan acceso a la vacuna, sino que además puede tener repercusiones graves en el control de la pandemia al no cubrir las poblaciones con mayor probabilidad de contraer la infección y diseminar el virus.
Lo que sí es muy probable es que los principales beneficiados de la producción, distribución y venta de las vacunas serán las grandes empresas farmacéuticas. Bajo el pensamiento del sistema capitalista es natural e incluso adecuado que las empresas obtengan las mayores ganancias posibles derivadas del desarrollo de sus productos. Son justamente estas ganancias lo que ha impulsado a muchas farmacéuticas a invertir en el desarrollo de diferentes vacunas. Sin embargo, conviene considerar que muchas farmacéuticas no han hecho solas la inversión para generar sus desarrollos; muchas han contado con financiamiento público para generar sus vacunas. Algunas empresas han mencionado que, por lo menos en las etapas iniciales de la producción de sus vacunas, la venta de las dosis producidas no contempla ganancias para ellas; pero el negocio es a largo plazo. En medio de la pandemia producida por el nuevo coronavirus, la necesidad de contar con una vacuna para ser usada prácticamente por toda la población abre un mercado enorme con grandes posibilidades de ganancia una vez que la epidemia esté controlada.
Anteriormente en México se producían vacunas para diversas enfermedades en Birmex. Sin embargo, la empresa fue poco a poco desmantelada por lo que en la actualidad las vacunas que se utilizan en nuestro país en su mayoría son importadas. Es necesario recuperar empresas como Birmex y favorecer la producción gubernamental de vacunas para reducir los costos y garantizar su acceso de estos biológicos a la población con la inversión adecuada de los recursos públicos.
El desarrollo de las vacunas contra el SARS-CoV-2 se ha denominado muchas veces como la “carrera por las vacunas”. Nada más cierto ya que la verdadera pelea no es contra el virus sino por obtener la mayor ganancia tanto monetaria como política; los primeros en contar con una vacuna segura y eficaz serán quienes decidan como y donde distribuirla, lo que dejará ganancias millonarias y poder para controlar los mercados en salud. Difícilmente se considerará un plan global para canalizar las dosis a los países o regiones donde exista mayor riesgo de contagio; sino que se tendrán sino planes nacionalistas donde los gobiernos traten de cubrir las demandas de su población o de algunos sectores. Justamente la falta de cooperación internacional y de inversión en ciencia, educación y salud han contribuido de forma importante en la diseminación global del virus; por lo que es necesario exigir se anteponga la salud de las personas antes que las ganancias para los mismos de siempre.
Es urgente y necesario que la o las vacunas contra el SARS-CoV-2 realmente representen una esperanza para toda la población. Debemos exigir que su producción y distribución beneficie a la mayor parte de la población y no a unos cuantos. También es indispensable que se sigan financiando nuevos proyectos para el desarrollo de vacunas ya que, aún con todas las noticias alentadoras, hasta la fecha el mundo aún no dispone de una vacuna para el control de esta nueva enfermedad.