Escrito por: Carlos Márquez
Condiciones similares generan fenómenos similares. Las elecciones en Honduras deben ser estudiadas por todo trabajador y joven mexicano que aspire a transformar a profundidad la sociedad, sacando sus lecciones positivas y negativas.
Se puede decir, con toda razón, que las elecciones son una verdadera farsa para justificar que los oligarcas e imperialistas mantengan en el poder a gobiernos títeres que defienden sus intereses y Honduras es la muestra más palpable de esto. Pero no basta con repetir las primeras letras del alfabeto, si un niño no pasa de decir ABC no mostrará mucha inteligencia. En Honduras las elecciones, más allá de lo dicho, también abrieron un escenario de frontal e intensa lucha de clases que incluyó un movimiento insurreccional del pueblo en caseríos, barrios y ciudades de todos los departamentos del país que ha tenido la posibilidad real de acabar con el viejo régimen oligárquico. Esa experiencia debe tomarse en cuenta con toda seriedad sin hacer un traslado mecánico de lo que puede ocurrir en México, se tiene que analizar el desarrollo del proceso en cada paso. Queda claro que no podemos simplemente despreciar la próxima coyuntura electoral en México, incluso para quienes creemos que un cambio profundo es necesario más allá de la vía electoral.
En las últimas dos décadas las masas de explotados en América Latina han dado diversas luchas revolucionarias, ante la imposibilidad de que estas culminaran con la toma del poder de los trabajadores (algo que ha sido completamente posible pero que fue frustrado por la ausencia de direcciones revolucionarias) el proceso se expresó en las urnas y la creación de diversos gobiernos de carácter reformista e incluso centrista. Esto sacó presión a más de una hoya a punto de estallar y dio concesiones temporales a las masas que ahora se han puesto en entredicho después que el capitalismo global entró en crisis en el 2008. No es espacio aquí para analizar a fondo los límites de estos gobiernos reformistas que no han acabado con el capitalismo, pero cabe señalar que México es uno de los pocos países de América Latina que no ha pasado por la experiencia de un gobierno de izquierda reformista. Honduras tuvo un proceso peculiar. Manuel Zelaya, proveniente del Partido Liberal, de carácter burgués, siendo presidente fue impactado por la revolución latinoamericana y en particular por la revolución venezolana. Él quiso hacer algunas reformas democráticas y dio algunas pequeñas concesiones sociales como el aumento de salario mínimo. Si bien existió esta experiencia en Honduras, esta fue coartada apenas iniciada y se enquistó, gracias al golpe de estado, uno de los gobiernos más reaccionarios y derechistas de Latinoamérica. Esto ha provocado que las contradicciones se acumulen generando condiciones para intensas explosiones de la lucha de clases.
Lejos están Honduras y México de haber entrado en un proceso de calma en los últimos años. Hay una intensa y rica experiencia de lucha de clases. En el país centroamericano se vivió el proceso de la frustrada quinta urna en camino a la confirmación de una asamblea constituyente, la lucha contra el golpe de Estado que formó al FNRP y después al partido Libre, más recientemente la lucha de las antorchas contra el desmantelamiento del sistema de salud (con rechazo a los partidos y una acción semiespontanea de la masa sin direcciones claras), la huelga estudiantil de la universidad nacional, entre otras, que antecedieron a la elección y la presente lucha por la salida de JOH. En México podemos enumerar la lucha contra el desafuero, contra el fraude y posteriores que crearon a un nuevo partido llamado Morena. En este sexenio se dieron movimientos con características similares al de las antorchas en Honduras como lo fue el #YoSoy132, Ayotzinapa o Gasolinazo. Ha habido intensas luchas sindicales como la de los maestros y masivas huelgas estudiantiles como la del IPN. Ésta incompleta enumeración refleja un enorme malestar social pero también el carácter actual del capitalismo que arrebata toda conquista del pasado, que no da reformas sino ataques. En estos dos países la brecha económica, explotación, pobreza y violencia aumentan, así como el sentimiento entre las masas de que es necesario un cambio radical y profundo. A esto se suma que en estos países la decadencia capitalista se expresa barbáricamente con un fortalecimiento del narcotráfico que se infiltra en el Estado, incrementa la violencia y acentúa las contradicciones.
La búsqueda de un cambio en sus condiciones de vida de las masas está íntimamente vinculada a un creciente desprestigio de las viejas instituciones y partidos. Incluso los partidos de izquierda reformistas pueden verse afectados por esta crítica, lo cual es completamente justificable y normal, pero ante la ausencia de una alternativa de masas revolucionaria estos pueden seguir jugando un papel, incluso central en algunas coyunturas. Se han construido nuevas fuerzas políticas de masas en América Latina en estas dos décadas (como lo son Libre y Morena), las masas no les están dando un cheque en blanco sino que las están poniendo a prueba.
Libre hizo una alianza con otras fuerzas, incluso cedió mucho al conceder a estas el candidato presidencial y, más seriamente, cedió en su programa girando hacia la derecha. Las masas no miraron esas pequeñas letras del contrato sino que usaron las elecciones como una forma de deshacerse del odiado régimen de JOH votando pacífica y masivamente en contra de él.
En México y Honduras existen oligarquías sumisas al imperialismo que cuentan con un partido principal (Partido Nacional y PRI), son capaces de gobernar con sus partidos políticos secundarios (Liberales y PAN), aunque no toleran a gobiernos de izquierda, aunque sean moderados, y temen a las bases que siguen a estos políticos reformistas, pues estas han demostrado su clara disposición de luchar por transformar su realidad. En México y Honduras muy lejos se está de contar siquiera con una real democracia burguesa, aunque si existen mecanismos electorales que tienen la desventaja para la burguesía de que deben permitir a la gente votar y esta puede manifestar así masivamente su descontento.
La burguesía es consiente del malestar social entre los trabajadores y se prepara para los inevitables choques que se presentarán. En México se ha aprobado una Ley de Seguridad Interior que permite actuar con violencia a las fuerzas armadas en caso de amenazas internas. En Honduras ocurrió algo similar, antes de las elecciones se aprobó la Ley Antiterrorista. El pueblo de Honduras no quería violencia, salió a votar de forma completamente ordenada y en paz, pero al protestar frente al escandaloso fraude, el simple hecho de tomar una avenida fue considerado violencia y justificó la brutal represión policiaca, llevando al país al borde de la guerra civil. La aprobación de la Ley antiterrorista tuvo un costo pues justificó más atrocidades de las fuerzas armadas del Estado en contra del pueblo trabajador. Les han gaseado, golpeado y disparado a la población, muriendo más de 30 personas en las protestas. Esta ley no fue capaz de evitar el estallido de una lucha insurreccional a nivel nacional y, lejos de contenerla, las masas con su lucha fracturaron a las fuerzas armadas donde un sector se negó a reprimir al pueblo. Estas reaccionarias leyes son el reconocimiento de la clase gobernante de que existe un enorme descontento social que inevitablemente generará estallidos de masas de grandes magnitudes. Su aprobación no es capaz de contener ni, por sí mismo, de derrotar al movimiento de masas.
Las masas han demostrado su completa disposición de lucha al grado de sacrificar hasta su propia vida para cambiar la realidad. Su debilidad reside en su insuficiente organización y la ausencia de una dirección revolucionaria. En Honduras, en nuestra opinión, la dirección fue por detrás del movimiento revolucionario del pueblo, Nasralla al final confió en las instituciones burguesas internacionales más que en la fuerza del pueblo organizado mientras que la dirección de Libre no fue capaz de canalizar esa enorme fuerza del pueblo en lucha rumbo a la victoria. Si bien el movimiento continúa ha entrado a otra etapa y el punto más álgido en esta coyuntura ya ha pasado.
Los regímenes burgueses pueden ser decadentes y estar desprestigiados, pero esto no es suficiente para derrotarlos pues siguen teniendo el aparato estatal y el poder económico puesto en su defensa. El movimiento de masas puede derrotarlos pero no basta manifestar su descontento, debe organizar acciones que realmente los obligue a irse. Grandes marchas, instalación de barricadas en todo el país, incluso enfrentamientos y derrotas aisladas a fuerzas policiacas no es suficiente. En Honduras incluso sectores de las fuerzas armadas manifestaron rechazo a seguir defendiendo a JOH y confraternizaron con el pueblo en lucha, pero si estos sectores no se organizan internamente y junto al pueblo pueden ser purgados, replegados o adoctrinados nuevamente para la defensa del Estado y la oligarquía. Era completamente factible la realización de acciones encaminadas al triunfo como hacer una auténtica huelga general y establecer asambleas populares que inicialmente tomen, basándose en la movilización popular, control de gobiernos municipales y cuarteles policiacos, que elijan representantes que coordinen la lucha regional y nacionalmente. Con eso se estaría creando elementos de doble poder para sustituir al viejo estado burgués por otro estado de y para los trabajadores.
Si bien podemos criticar a la dirección de Libre, es de reconocer que Mel Zelaya planteó, después de las elecciones, que la lucha popular como el eje principal de cambio. Pero, sin embargo, toda la batalla anterior fue orientada a la lucha electoral. El FNRP nació con una de las más grandes luchas de los trabajadores de Honduras en su historia, se dejó a un lado esta tradición a favor de la lucha electoral, aun cuando al final lo decisivo fue la lucha en la calle. En el momento de la verdad el movimiento tan contundente de una masa popular dispuesta a ir hasta el final no pudo ser bien canalizado para dar golpes contundentes que acabaran con el régimen oligárquico y abrieran el camino para acabar con su sistema capitalista.
Por su parte, en México AMLO ha perdido autoridad no por haber llamado en el pasado a luchar, sino por no ir hasta el final. En las elecciones del 2017 en el Estado de México, que fueron ganadas por Morena pero robadas por un fraude, su batalla fue legal y solo se llamó a movilización hasta un mes después, cuando el ambiente había cambiado y la derecha concretaba su imposición. Algo similar pasó en la elección presidencial de 2012. AMLO manda señales a arriba para buscar mostrar que no es un peligro. En Honduras Mel Zelaya incluso dijo que él se hacía a un lado para que libremente gobernara Nasralla pero nada sirvió, la clase gobernante temé mucho más a las bases que a estos dirigentes y no es con esos discursos que se les derrotará, por el contrario esto genera desconfianza y dudas en los sectores más activos de los trabajadores y la juventud. El proceso puede ir más lejos de lo que AMLO mismo quiera, así como en Honduras la lucha fue más allá de lo que Zelaya o Nasralla imaginaban.
El capitalismo está en una etapa decadente que sólo nos ofrece ataques. Los trabajadores del campo y la ciudad ya no soportan un ataque más y buscan incesantemente un cambio profundo a nuestra realidad. El capitalismo es irreformable y necesitamos un cambio radical en la sociedad que creemos debe significar arrebatar las palancas de la economía en manos de la gran burguesía nacional y extranjera poniéndolas a funcionar democráticamente por los trabajadores, distribuyendo así las riquezas generadas entre el conjunto de la sociedad. Tenemos que analizar las cosas como son y no como quisiéramos que fueran, las fuerzas revolucionarias, y aún más las socialistas, somos aun minoritarias.
Las elecciones son un termómetro que mide el ambiente social y serán un escenario de choque donde las masas, de una forma u otra mostrarán su descontento. El proceso buscará un canal de expresión y lo puede encontrar en México en Morena y la candidatura de AMLO. Frente a su desprestigio los partidos de la burguesía están preparando un fraude electoral. AMLO, pese a todo, puede canalizar un gran espectro del descontento social y no es descartable, como ocurrió en Honduras, que el movimiento se manifieste más allá de la votación. La batalla definitiva estará en las calles y como lo ha dicho la vocera del CIG, Marichuy, es necesario desde ahora fortalecer la organización del pueblo.
Existe un malestar creciente entre la población trabajadora, la idea de que es necesario un cambio profundo se desarrolla en la mente de millones. La perspectiva del capitalismo no es de bonanza, sino de crisis y ataques contra los trabajadores. Esas enormes contradicciones buscarán un camino de expresión y es muy posible que se expresen de una forma y otra, como pasó en Honduras, a través de las elecciones. Es necesario, sin embargo, prepararnos desde antes fortaleciendo la organización de los trabajadores del campo y la ciudad, de los estudiantes y el pueblo en general. Es necesario además ir desarrollando dentro del movimiento de masas las fuerzas del marxismo revolucionario, pues las ideas desarrolladas por Carlos Marx y Federico Engels son las únicas que nos permiten comprender a cabalidad el capitalismo del día de hoy y como salir del callejón sin salida al que este sistema ha metido a la humanidad. Hay que hacer de estas ideas una fuerza material.