Por: Rubén Rivera
La inestabilidad es el elemento que une a la situación política de todo el subcontinente latinoamericano, desde el Rio Bravo hasta Tierra de Fuego, obviamente las circunstancias varían en función de los procesos locales, no obstante, podemos observar un proceso pendular en prácticamente todos los países.
De la década perdida de los ochentas pasamos a una serie de estallidos sociales en los noventas que culminaron, en la primera década del 2000, en el establecimiento de gobiernos de izquierdas en distintos países, todos muy críticos del neoliberalismo pero todos, en el fondo, sin implementar una política distinta al capitalismo, su principal estrategia fue buscar recursos para financiar programas sociales sin tocar el poder de la oligarquía aunque en la mayoría de los casos criticándola.
El capitalismo es un animal de costumbres y acostumbra, -más temprano que tarde-, entrar en crisis, hagan lo que hagan los distintos gobiernos, la crisis, como el invierno, siempre llega y si al frente del gobierno en una crisis hay un gobierno progresista, pues ese gobierno cargará con los platos rotos y o somete a las masas a los “ajustes” que hace la derecha o se endeuda hasta el cogote para al final hacer colapsar las finanzas del estado. Bajo el capitalismo siempre se termina bailando con la mas fea.
Cuando la caída de los precios de materias primas y productos agrícolas entraron en caída en el mercado internacional no hubo modo de financiar los programas sociales y sumió a los distintos gobiernos en una crisis, primero económica y luego política.
La oligarquía no había sido tocada, de hecho, había sido consentida por diversos medios para enriquecerse aún más, pero, así como el capitalismo como sistema económico siempre convive con la crisis, así también, en la dirección del gobierno, la oligarquía no se siente cómoda con un representante de otra clase y si tiene que soportar a un elemento pequeñoburgués o incluso de orígenes populares este debe ser un simple administrador.
El problema de la gran burguesía con todos los gobiernos que se decían progresistas era que luchaban por tener cierta independencia y ello es por supuesto intolerable.
Poco a poco la derecha fue tomando posiciones, y retomando el control de los distintos gobiernos ante el fracaso de los gobiernos llamados progresistas, de hecho, a decir verdad, tendríamos que decir que en algunos casos fueron estos mismos gobiernos quienes les abrieron la puerta.
En Ecuador fue el propio Rafael Correa quien postuló para sustituirlo a Lenin Moreno. Moreno es lo más cercano a un político profesional que se puede encontrar en Ecuador, ha sido ministro desde 1996, en los tiempos del demagogo Abdala Bucaram. Lenin Moreno al entrar en el gobierno no tenía otro apoyo que el de Correa y por lo tanto buscó el apoyo que necesitaba con la oligarquía, cumpliendo cada uno de sus dictados, comenzando por el intento de detención del propio Correa, el sometimiento al FMI, la ruptura con el ALBA y la entrada a la OCDE y por supuesto a todo cuanto manden sus patrones.
Correa creó una estructura clientelar de subsidios basada en la presidencia como figura central, esta misma estructura la ha usado Lenin Moreno para chantajear a las masas y menoscabar el posible apoyo que pudiera tener Correa, a ello hay que sumarle el desprecio que en dicho y hecho siempre tuvo en contra las organizaciones tradicionales de izquierda. En suma, Correa cavó su propia tumba.
No todo está dicho en Ecuador, no obstante, por ahora las fuerzas de izquierda tienen que avanzar muy a contracorriente del francamente reaccionario mandatario, paradójicamente emanado del anterior que se decía progresista.
Proceso distinto lo que tenemos en Argentina; para las elecciones presidenciales Cristina Fernández de Kirchner había seleccionado para sucederla a su propio “Lenin Moreno” en la persona de Daniel Scioli, quien sin duda habría dado un duro giro la derecha llevando de entre las espuelas a la propia Cristina.
No obstante, la elección la ganó Mauricio Macri, un genuino representante de la oligarquía argentina, elemento perfectamente identificado con los organismos internacionales y las multinacionales. Por supuesto ha procurado la destrucción de todo subsidio del periodo anterior y eliminado los impuestos a los ricos, generando un verdadero desfalco del estado que pretende cubrir con un endeudamiento externo humillante.
La convulsión es tal que es probable que Cristina Fernández regrese al gobierno el año próximo, quedará en las masas argentinas el romper con el circulo vicioso que se está generando, lo cual sólo puede pasar superando por la izquierda al kichnerismo.
El caso más escandaloso es la entrada al gobierno de un derechista reaccionario es el de Bolsonaro en Brasil, este elemento proviene del ala más reaccionaria del ejército brasileño, que por azares del destino llegó a la política.
La derecha brasileña lo había intentado todo, desde un burgués corrupto como Collor de Mello, hasta un tecnócrata con Fernando Henrique Cardoso. Frente a ellos la figura de Lula aparecía como una alternativa que rompería con el estatus, y en realidad por eso fue electo presidente en el 2002, no obstante, lejos de cambiar las cosas se dedicó a administrar el corrupto estado brasileño y quien administra un estado corrupto suele terminar apareciendo como jefe de la corrupción.
Al final la crisis estalló y lejos de aprender la lección el PT buscó aparecer como una solución razonable e institucional, lo cual lo identificó con todos los gobiernos anteriores, que es precisamente lo que más repudian los trabajadores brasileños en estos momentos.
El principal efecto del desencanto ante la oferta del PT ha sido la abstención, ello ha permitido que el candidato reaccionario acuerpe todos los apoyos de la oligarquía para enterrar de una vez por todas a Lula y al PT.
No obstante, una cosa es votar por alguien que parece muy drástico en sus acciones y otra cosa es soportarlo, sobre todos cuando sus políticas serán francamente lesivas para las masas brasileñas, las cuales constituyen el proletariado más grande y poderoso de América Latina y sin duda pondrán a prueba al nuevo presidente en cuanto intente algo.
Bolsonaro es un Macri Militar y sin duda es de entre los representantes de la derecha en el gobierno quién menos posibilidades tiene de terminar su gobierno.
Los trabajadores de América Latina, con estos gobiernos de derechas, pagan los pecados de los dirigentes de los regímenes progresistas que se dedicaron a gestionar al capitalismo en vez de superarlo. Esto es porque intrínsecamente no representan realmente una opción revolucionaria y en realidad la única respuesta a los problemas es la revolución misma.
Y más vale que los trabajadores avancemos en el camino de la revolución, el capitalismo se convierte en un monstruo que todo lo destruye y corrompe. Ahora está en riesgo no sólo la civilización sino incluso la vida en nuestro planeta.