La polémica de Taibo II: Reflexiones sobre género, cuotas y feminismo oficial
Comisión de la Mujer — PCR
Se ha desatado una polémica en redes sociales y en la política nacional por una afirmación que Paco Taibo II hizo en la mañanera presidencial del miércoles 29 de octubre. Una vez terminada la presentación de su conferencia respecto a la nueva colección de libros que el Fondo de Cultura Económica (FCE) va a publicar en México y varios países de América Latina, una periodista le preguntó sobre por qué la mayoría de los escritores de la colección eran hombres.
Esta pregunta no es ingenua y la respuesta de Taibo tampoco. El autor afirmó: “un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de haber sido escrito por una mujer, no merece que se lo mandemos a una sala comunitaria…” Esta declaración ha provocado una pequeña oleada de indignación entre sectores feministas, que acusan a Taibo de machista y cómplice de la marginación histórica de las mujeres de la literatura y las artes.
Pero, ¿es aquel el significado profundo de su postura? Nosotros no nos asumimos responsables de la forma en la que Paco Taibo contestó ni pretendemos ser sus litigantes para defenderle, pero consideramos que su desacuerdo puede ayudarnos a analizar críticamente algunos aspectos del escenario político e ideológico que ha ganado espacios en la cúpula del oficialismo mexicano en los últimos años.
Desde nuestro punto de vista, lo que manifiesta la respuesta del escritor es su desacuerdo con las cuotas de género, a saber: medidas de obligatoriedad o discriminación positiva que incentivan la participación de las mujeres —en términos cuantitativos— en áreas como la política, la academia y la economía bajo la pretensión de corregir desigualdades históricas. Así, a su parecer, la calidad del contenido y no el género de quien lo escribe es el factor que debe determinar si una obra dada debe ser reconocida y difundida.
Partiendo de ello y de la recepción negativa de tal postura, quisiéramos reflexionar sobre cómo desde el gobierno de AMLO, pero particularmente el de Claudia Sheinbaum, se ha acentuado el uso de elementos de la ideología feminista para mostrar su pretendido compromiso con los derechos de las mujeres, principalmente presentando las iniciativas reformistas de género (como las cuotas representativas a mujeres, reconocimientos de las mujeres en la lucha en México y subsidios destinado a este sector) como un logro trascendental —y de corte explícitamente feminista— para las mujeres mexicanas. La ofensiva de compañeras contra las voces que critican estas iniciativas —como evidenciado en esta polémica— demuestra que dicho discurso feminista de las élites tiene un eco en sectores del movimiento de base y viceversa: de allí la necesidad de esta discusión.
Pero antes de ello, una aclaración. En los últimos años, figuras prominentes de la derecha internacional como Santiago Abascal (España), Javier Milei (Argentina) y Viktor Orbán (Hungría) han advertido de la supuesta amenaza de la “ideología de género”, una tendencia política abstracta que suele usarse en alusión de aquellas políticas e instituciones de tintes progresistas dirigidos hacia las mujeres, la comunidad sexodisidente, entre otros. Estos políticos nefastos de derecha acusan a la “ideología de género” de pervertir los valores e ideas “correctos”; es decir, conservadores y tradicionales, y la culpan de los retrocesos de nuestras sociedades. No podemos estar más en desacuerdo con tal discurso; si bien es necesario discutir seriamente los alcances y limitaciones de medidas como las que nombrábamos más arriba, nada tiene ello que ver con la retórica que las acusa burdamente de ser responsables de la decadencia que engendra este sistema y mucho menos defendemos la moción de que es necesario un viraje hacia la derecha para revertirla.
Ahora sí, sigamos.
Históricamente, el feminismo ha trabajado en reconocer las desigualdades que enfrentan las mujeres en la sociedad para impulsar políticas de inclusión capaces de “revertirlas”. Para esta tendencia, cada espacio ganado ha supuesto una victoria no únicamente individual sino un logro en nombre de aquellas que en el pasado habían estado privadas de tal acceso. De allí surge el que la presidenta se ufane en decir que cuando ella llegó al gobierno, no llegó sola, sino que “llegamos todas”.
No ha parado ahí la campaña, ahora se promueven a las mujeres que han participado en la historia del país en los promocionales del gobierno, se exige que hayan cuotas de género en Morena y en las cámaras de representantes, al frente de las responsabilidades del gobierno, en las gobernaciones, etcétera. ¿Por qué no debería aplicar lo mismo en la colección de libros que el FCE va a regalar de forma masiva?
Queremos hacer un paréntesis para afirmar una cosa que es clara para millones y millones de personas. Las condiciones en las que vivimos las mujeres en este país y en el mundo son brutales. No solo hablamos de la violencia machista que al día se cobra la vida de 10 mujeres en México, las desapariciones cotidianas por motivo de trata, el acoso cotidiano en los espacios en donde habitamos las compañeras, entre tantos otros. También hablamos de la violencia estructural “normalizada” dentro del capitalismo: salarios miserables, ausencia de guarderías para nuestros hijos, falta de salarios dignos, economía informal sin ningún tipo de derechos, una vida llena de miseria y sin alternativas, con una doble o triple opresión en nuestros hombros.
Y frente a ello nosotros nos preguntamos: ¿Acaso la política que ha impulsado el gobierno de la presidenta y su ideología feminista ha cambiado en lo fundamental las condiciones de vida que vivimos la inmensa mayoría de las mujeres? La respuesta es clara: nada sustancial ha cambiado.
La integración de más mujeres a los órganos de gobierno era una aspiración del “feminismo burgués”, que apelaba a romper los techos de cristal o, lo que es lo mismo, a abrir en los espacios de poder considerados para hombres un lugar para las mujeres. Así, sentarse en los lobby de las grandes empresas y perseguir cualquier otro puesto de prestigio altamente remunerado es una victoria para aquellas mujeres que aspiran a gobernar el Estado burgués. Como decía la revolucionaria alemana Clara Zetkin (1907): “La mujer burguesa no quiere destruir las bases de la sociedad que la privilegia; sólo quiere tener su parte de los privilegios que disfrutan los hombres de su clase.”
No todas las iniciativas de la agenda de género gubernamental son desacertadas sin embargo, los esfuerzos por rememorar el papel de las mujeres en la revolución y otros episodios de nuestro pasado son una aportación interesante. Sabemos que la “cultura nacional” está llena de machismo y conscientemente se había “olvidado” del papel de las mujeres en la lucha de nuestro pueblo. Estas ideas también son parte de la agenda feminista, particularmente de la tendencia llamada “feminismo cultural”, que plantea que rescatar la historia de la mujer es fundamental para la emancipación de la mujer. Si bien no coincidimos con que a partir de cambios culturales se pueda terminar con la explotación de la mujer, consideramos positivos aquellos esfuerzos que propicien el ejercicio de memoria histórica y el reconocimiento de las aportaciones de las mujeres en ella.
Pero en ninguno de los casos esta política feminista ayuda a un cambio radical en las condiciones de vida de las mujeres. Esta política identitaria que nombra a la mujer, la reivindica culturalmente y aboga por cuotas de género para empoderarla, no representa una salida para las mujeres de la clase obrera y sus familias. No ha tenido ningún impacto en nuestra vida de 7 años a la fecha.
Por el contrario, ha encerrado en una trampa de complacencia a miles de compañeras que creen honestamente que la política feminista y de identidad que practica el gobierno es una salida real para los problemas que vivimos las mujeres. Y genera una corriente reaccionaria a lo interno del movimiento de mujeres que acusa a quien se oponga a esta política de estar en contra de los derechos de las mujeres y contra su explotación, o en otras palabras: de ser machistas.
Aquí se mezclan dos cosas que no son iguales. Criticar una teoría o política pública que aplica el gobierno por su carácter limitado o contraproducente, no es lo mismo que ser machista. Nosotras no estamos de acuerdo con esas políticas y luchamos todos los días en favor de los derechos de la mujer trabajadora, somos marxistas e impulsamos la lucha de clases y la unidad de todos los explotados para pelear contra la violencia y la opresión de la mujer.
Taibo II y su papel al frente del FCE
Ahora bien, ¿qué tan positiva es la discriminación positiva que impulsan las cuotas de género? ¿deberíamos luchar por ellas? Para nosotras la cosa es clara: Nosotras no somos inferiores a ningún hombre, si somos representantes de algún cargo, si estamos incluidas en alguna lista de publicaciones o en alguna instancia de dirección de nuestro partido, se debe plenamente a nuestra capacidad política, por nuestras ideas y talento, no por el hecho de ser o no ser mujeres.
Las publicaciones hechas por el FCE desde que Taibo está al frente son interesantes pues están orientadas a rescatar la historia de nuestro pueblo y nuestra clase. Si bien no todo lo que publica el Fondo esté en esta línea, consideramos que publicaciones como los escritos de Larisa Rice, de León Trotski, de Pierre Broue, Howard Fast y un largo etcétera, son aportes valiosos para las familias trabajadoras, pues ofrecen una visión de clase y trazan una perspectiva revolucionaria de cara a las necesidades de nuestra clase.
Combatimos la política de identidad y el feminismo porque dividen a los explotados y porque generan falsas salidas a la lucha por la emancipación de la mujer. No estamos de acuerdo con que solo por el hecho de ser mujer, una escritora tenga que ser publicada ni que por lo mismo sus aportes sean marginados o infravalorados. Claramente hay mujeres de derecha que escriben, investigan y hacen política y estamos totalmente en contra de que se las promueva bajo la justificación de ser mujeres.
La literatura debería ser promovida por su contenido y calidad. Tal parámetro es precisamente el que permitirá la admisión de las aportaciones de mujeres, hombres y personas no binarias a lo ancho y largo del país, cuyas narraciones son una parte valiosa de la herencia cultural de la humanidad en su conjunto y que ameritan ser reconocidas como tales.
Por último, es de notarse la forma en la que esta polémica está siendo utilizada para golpear a Taibo II. La campaña en marcha no solo es impulsada por la derecha y el feminismo, sino también por sus aliados de partido, morenistas hundidos en un pozo de confusiones políticas o, elementos de la derecha que quieren echar de Morena a sectores ríspidos, como lo puede ser el escritor.
