La última cumbre climática de la ONU, el COP27, tuvo lugar el pasado mes de noviembre en Egipto. Vista la impotencia y la inacción de las conferencias COP anteriores, no había apenas expectativas en los resultados del COP 27. Al final, estas bajas expectativas no se han visto defraudadas. El capitalismo está acabando con el planeta. Tenemos que luchar por la revolución.
Así pues, las clases dominantes del mundo se entregaron una vez más a ese fútil festival de lavado verde conocido como la «Conferencia de las Partes» o COP.
Las élites globales se pasaron las dos semanas de duración de la COP 27 haciendo promesas vacías para abordar la catástrofe climática, y todo mientras el mundo arde.
Cortina de humo
Los jóvenes de todos los países están enfurecidos con razón por la forma en que el capitalismo está destrozando el planeta y su futuro. Están exigiendo una acción real e inmediata de los «líderes» mundiales que retozaron en la COP27.
Pero exigir que la clase capitalista deje de destruir la Tierra y sus habitantes es como pedirle a una manada de leones que detengan su comportamiento carnívoro y se vuelvan veganos.
Esto se ha visto en los diversos acuerdos y acuerdos que se cocinan en cada negociación climática anual. Todo esto equivale a poco más que a una cortina de humo; meras palabras sobre el papel, que luego son ignoradas por el establishment.
El evento de la COP del año pasado, por ejemplo, organizado en Glasgow, terminó en un rotundo fracaso. A pesar de toda la fanfarria por adelantado, junto con las repetidas advertencias severas de los científicos ambientales, los políticos cínicos terminaron sin comprometerse a nada. Este año ha sido, incluso, peor.
El “acuerdo” más importante ha sido crear un fondo para países pobres “vulnerables al cambio climático”. Sin embargo, como es usual en este tipo de iniciativas, se deja para 2023 organizar una comisión para decidir qué territorios reciben esa etiqueta, la dotación y cómo se repartirá la financiación. Es decir, no hay un acuerdo claro de cuánto dinero se recogerá, ni quién lo pondrá, ni en qué plazos, ni qué países se beneficiarán.
La cumbre estuvo a un paso del fracaso completo cuando una cantidad de países productores de combustibles fósiles, sobre todo el Golfo Pérsico, presionaron para que el objetivo de calentamiento global para 2030 se subiera de 1,5ºC respecto a la era preindustrial, a 2ºC. Finalmente se mantuvo el objetivo de 1,5ºC de anteriores cumbres, pero sin fijar compromisos claros y vinculantes para los diferentes países de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, como el CO2 y el metano, ni de abandono de los combustibles fósiles (petróleo y gas). Sólo se acordó una declaración política de intenciones de “reducciones rápidas, profundas y sostenidas” de los gases invernaderos de hasta el 43% para el 2030, “instando” a los países a reducir progresivamente la generación de energía a partir del carbón y a abandonar gradualmente los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles, “acelerando las transiciones limpias y justas hacia las energías renovables” sin llegar a un compromiso fijo.
En suma, este acuerdo es simplemente una pantomima.
El capitalismo tiene la culpa
La culpa de estos resultados consistentemente lamentables radica en la naturaleza del capitalismo mismo.
No se puede esperar que los capitalistas apaguen los incendios que arden en todo el mundo, ya que ellos y su sistema son los mismos pirómanos responsables de crear este infierno en primer lugar.
El sistema capitalista se basa en la propiedad privada, la competencia y la producción con fines de lucro. Las necesidades de la sociedad no entran en la ecuación. Las ganancias de los patrones y de los grandes monopolios contaminantes siempre estarán por encima de la salud de las personas y del planeta.
Al mismo tiempo, el capitalismo es un sistema inherentemente anárquico y caótico. Sin embargo, abordar el cambio climático claramente requiere planificación para dirigir rápidamente los recursos, la investigación y la tecnología hacia este problema urgente.
Finalmente, está la barrera del Estado-nación. El daño ambiental es un problema internacional que requiere una respuesta coordinada internacionalmente. En cambio, sin embargo, vemos cada vez más que las grandes potencias imperialistas entran en conflicto entre sí, mientras intentan asegurar mercados y ganancias, y exportar la crisis a sus vecinos.
En conjunto, esto es un recibo de la inercia, la inacción y la impotencia; en resumen, para el desastre.
¡Lucha por la revolución!
Sin embargo, a diferencia de nuestros leones antes mencionados, el capitalismo no es parte del ecosistema natural del mundo. No es una verdad atemporal y eterna. El capitalismo puede ser y será derrocado, al igual que los viejos órdenes y los antiguos regímenes como la esclavitud y el feudalismo fueron derrocados antes.
De manera similar, Greta Thunberg, la cara adolescente y fundadora del movimiento #FridaysForFuture, recientemente pidió una «transformación de todo el sistema» en un evento de lanzamiento de su último libro.
Pero Thunberg y otros no explican qué quieren decir con esto. Los marxistas, por el contrario, son los únicos que explican el problema, el sistema capitalista caótico y en crisis, y la solución: la necesidad de una revolución socialista mundial.
Para acabar con el calentamiento global y la destrucción del medio ambiente, debemos acabar con el capitalismo y luchar por una sociedad basada en la planificación socialista internacional y el control obrero democrático.
Nuestro lema es: ¡Por el cambio revolucionario, no por el cambio climático!