La mayor manifestación de la derecha británica en una generación: una condena contundente para la izquierda
Revolutionary Communist Party
La gigantesca manifestación «Unite the Kingdom» [Unid el Reino] del sábado 13 de septiembre marca un punto de inflexión. Algunos la califican como la mayor manifestación de extrema derecha de la historia británica. Este acontecimiento merece un análisis exhaustivo, pero sobrio.
[Publicado originalmente en communist.red]
Sin lugar a dudas, se trató de un importante revés y una vergüenza para la izquierda. La contramanifestación fue superada numéricamente por un margen de al menos veinte a uno.
Por el contrario, el estado de ánimo entre la derecha tras su concentración masiva es de júbilo. Sin duda, la escoria reaccionaria de Gran Bretaña se sentirá envalentonada. Esto significa más banderas de San Jorge y protestas contra los solicitantes de asilo, y más ataques racistas contra las minorías.
Al igual que con los disturbios del verano pasado, esto representa una amenaza real, que debe contrarrestarse con la fuerza organizada de la clase trabajadora.
También hay un sentimiento de miedo entre una parte de los trabajadores y los jóvenes, especialmente en las comunidades musulmanas, negras y asiáticas.
La imagen de cientos de miles de nacionalistas ondeando banderas y desfilando por las calles transmite el mensaje de que la derecha está en ascenso, que la reacción está en marcha.
Pero la brillante superficie de los acontecimientos a menudo puede ser cegadora: oscurece lo que hay debajo y distorsiona la imagen real. Nuestra labor, como marxistas, es mirar más allá de la superficie, comprender los procesos más profundos que están teniendo lugar y captar la realidad de la situación.
¿Fue esto una sorpresa?
El ala más «liberal» de la clase dominante se muestra ahora horrorizada ante la amenaza de la extrema derecha. El espectro de los violentos disturbios del verano pasado les persigue.
Sir Keir Starmer, defensor de los derechos humanos, se ha apresurado a emitir un comunicado condenando la manifestación de Unite the Kingdom (UTK).
«Gran Bretaña es una nación orgullosamente construida sobre la tolerancia, la diversidad y el respeto», dijo el primer ministro. «Nuestra bandera representa la diversidad de nuestro país y nunca la entregaremos a aquellos que la utilizan como símbolo de violencia, miedo y división».
Bonitas palabras, sin duda. Pero ese lenguaje contrasta notablemente con el que utilizó nuestro respetable primer ministro hace solo unos meses, cuando, evocando a Enoch Powell, afirmó que Gran Bretaña corría el riesgo de convertirse en una «isla de extraños» debido al aumento de la inmigración.
¿Y qué hay de los niveles récord de deportaciones de «nuestro» Gobierno, los que presumen los ministros laboristas en las redes sociales? ¿Qué hay del endurecimiento de los controles de inmigración? ¿Qué hay de sus promesas de «detener y devolver» las pequeñas embarcaciones de refugiados que cruzan el Canal de la Mancha?
Le decimos a Starmer: ¿qué esperaba? Usted es responsable de avivar las llamas que condujeron al 13 de septiembre. Su Gobierno ha llevado a cabo una ofensiva contra la clase trabajadora, desgarrando el tejido social.
Estas señoras y señores pueden señalar con el dedo a quien quieran. Pero la culpa del auge de la reacción derechista recae directamente sobre los hombros de la clase dirigente liberal, que ha sumido a Gran Bretaña en el caos. Esa es su cruz.
Por impactantes que sean estos acontecimientos, no son realmente una sorpresa. Son la consecuencia lógica de un gobierno que aplica contrarreformas y ataques, combinado con la ausencia de respuestas reales por parte de la llamada «izquierda».
Mientras tanto, el ala abiertamente reaccionaria de la clase dominante aviva aún más el fuego, tratando de dividir a la clase trabajadora y distraer la atención de la crisis del sistema.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, apoyó sin reservas la manifestación de la UTK. En un mensaje alarmante dirigido a la multitud reunida, el multimillonario proclamó: «Tanto si elegís la violencia como si no, la violencia os va a llegar. O lucháis o morís».
Con estas imágenes premonitorias de guerra civil, Musk está jugando con fuego. Pero no es el único. A esta galería de sinvergüenzas racistas podemos añadir a Nigel Farage, los grandes empresarios que respaldan a Reform UK, los propietarios del Daily Mail, el Daily Express y todos los demás periódicos sensacionalistas de derecha.
La crisis del capitalismo no hará más que agravarse. A su vez, la lucha de clases seguirá intensificándose, provocando una mayor polarización entre la izquierda y la derecha.
Junto con esto, la propia clase dominante se dividirá, con una parte aliándose con los demagogos, los racistas y los lunáticos de derecha, apoyándose cada vez más en la histeria de la «guerra cultural» para frenar la creciente ira de clase en la sociedad.
Esto demuestra la necesidad desesperada de una alternativa de clase clara en la izquierda. Lamentablemente, hasta ahora ha faltado esa fuerza, como quedó muy claro el 13 de septiembre.
¿Dónde estaba la izquierda?
La manifestación de la UTK exigía una demostración de fuerza por parte de la izquierda y las organizaciones de trabajadores, con el fin de neutralizar y desmoralizar a la derecha, como se vio el verano pasado.
Pero esto no sucedió. En cambio, la izquierda estuvo lamentablemente ausente el 13 de septiembre. Esto exige respuestas.
Los sindicatos son la columna vertebral de la clase trabajadora. Solo los tres principales sindicatos —Unite, Unison y GMB— representan colectivamente a más de tres millones de trabajadores. Si hubieran movido un dedo, podrían haber igualado el tamaño de la multitud de Tommy.
En cambio, los líderes de Unite y GMB permanecieron en silencio. Los dirigentes del Congreso de Sindicatos (TUC), el órgano coordinador del movimiento obrero, no hicieron nada. Quizás estaban demasiado ocupados secándose las lágrimas por la dimisión de Angela Rayner.
Unison, por su parte, compartió una única publicación en sus redes sociales, animando a sus miembros a participar.
Algunos podrían objetar cuestionando si se trata de una cuestión sindical. A esto respondemos: cualquier cosa que amenace la unidad de nuestra clase es una cuestión sindical. Cualquier cosa que sirva para distraer de la lucha de clases es una cuestión sindical.
Defender a los sectores oprimidos de nuestra clase de la demagogia racista es un deber elemental de cualquier organización de trabajadores.
Los principales beneficiarios políticos de la manifestación de UTK —Reform UK, el partido de Farage— lanzarían un ataque frontal contra los derechos y las regulaciones de los trabajadores si llegaran al poder. Por lo tanto, esta inacción se volverá en contra de los líderes sindicales si no se aborda.
Mientras tanto, los dirigentes de «Your Party» [Tu Partido], el nuevo partido de izquierda fundado por Jeremy Corbyn y Zarah Sultana, han permanecido igualmente callados. Hay que reconocer que Sultana sí participó en la contramanifestación y dió un discurso. Pero la ausencia de cualquier movilización oficial por parte de Your Party (YP) es decepcionante.
Cientos de miles de personas se han inscrito para apoyar a YP, en busca de una nueva alternativa socialista al statu quo. Una sola llamada a las armas por parte de Corbyn y Sultana podría haber ayudado a transformar el equilibrio de fuerzas ese día.
Tras meses de vacilaciones y retrasos a la hora de lanzar este nuevo partido, este fracaso solo servirá para minar aún más la energía y el entusiasmo de los trabajadores y jóvenes de izquierdas.
Del mismo modo, la Campaña de Solidaridad con Palestina ha organizado manifestaciones masivas de hasta un millón de personas en los últimos dos años, desde el 7 de octubre. ¿Por qué no se movilizó esta enorme base para enfrentarse a Tommy Robinson y sus seguidores?
La manifestación de la UTK fue liderada por sionistas declarados. La multitud estaba inundada de banderas israelíes. Algunos manifestantes rabiosos rasgaron con orgullo una bandera palestina entre vítores. La gran participación de la derecha el 13 de septiembre también envalentonará a los elementos más proisraelíes y proimperialistas de la sociedad británica.
Estos grupos no lograron contrarrestar la manifestación de la UTK porque están paralizados por el pesimismo. Están imbuidos de prejuicios pacifistas, cinismo y desmoralización, e ilusiones reformistas.
Por encima de todo, no confían en el poder y la fuerza de la clase obrera. No creen que sea posible transformar genuinamente la sociedad. Y se acobardan ante la idea de una acción militante o un programa radical de lucha de clases, lo único que podría movilizar a millones de personas y cortar el terreno bajo los pies de la extrema derecha.
¿Qué papel desempeña «Stand Up To Racism»?
El papel más pernicioso de todos lo desempeña Stand Up To Racism [Enfrentarse al racismo], una organización fachada del supuestamente «marxista» Socialist Workers Party (SWP) [Partido Socialista Obrero], que organizó la contramanifestación oficial del sábado.
El SWP calificó el 13 de septiembre como «una llamada de atención para la izquierda». Estamos de acuerdo. Pero el SWP, a través de sus diversas fachadas, ha sido la dirección de facto del movimiento antirracista en Gran Bretaña durante décadas. En este escenario, ellos son la izquierda. Sin embargo, no muestran signos de despertar.
El enfoque de SUTR es despolitizar la lucha contra el racismo en la medida de lo posible y vaciarla de cualquier contenido de clase obrera.
Quieren construir una «iglesia amplia»: una alianza interclasista de todos y cada uno; un frente popular de líderes religiosos y comunitarios, empresarios y todo tipo de elementos liberales de clase media.
Para mantener a bordo a estos tipos y capas moderados, SUTR evita las ideas y políticas radicales como si fueran una plaga.
Concretamente, esto ha significado mantener una separación artificial entre luchas conectadas: censurar a los activistas pro-Palestina en las manifestaciones locales contra el racismo, con el fin de apaciguar a los partidarios sionistas de SUTR; o, de manera similar, silenciar a quienes intentan criticar a Starmer, con el fin de apaciguar a los diputados y concejales laboristas, etc.
Igualmente escandaloso es que ha supuesto desanimar a los jóvenes militantes de la clase trabajadora de las comunidades musulmanas y asiáticas a organizarse y movilizarse para hacer retroceder a la extrema derecha, con el argumento de que esto podría «avivar las tensiones».
Además, significa reducir el programa de SUTR al mínimo común denominador. Esto se puede resumir así: el racismo y la islamofobia son malos; los refugiados son bienvenidos; y los migrantes son buenas personas.
Esto no es más que una señalización liberal y moralista de virtud. No hace nada para abordar la crisis migratoria, ni la difícil situación de los solicitantes de asilo obligados a huir de las guerras imperialistas. Y no hace nada para abordar las inseguridades reales de las comunidades de clase trabajadora en torno a la escasez de viviendas, puestos de trabajo y servicios.
Cientos de miles de personas no saldrán a la calle y se arriesgarán a enfrentarse a los matones de extrema derecha basándose únicamente en tópicos morales.
Y tampoco las capas más amplias descontentas, compradas por la retórica chovinista y de guerra cultural de Robinson et al., se dejarán convencer por consignas tan vacías.
Estos sectores de la sociedad están disgustados con la clase dirigente liberal, incluido el statu quo que representan y la cínica política identitaria que despliegan. Al vincularse a los liberales y hacerse eco de sus ideas, la «izquierda» está firmando su propia sentencia de muerte.
Para luchar contra la derecha, necesitamos un programa claro y de clase trabajadora, dirigido contra los multimillonarios, los terratenientes y los banqueros, y contra el gobierno de Starmer, que cumple sus órdenes.
Pero en los discursos, pancartas y cánticos de la contramanifestación brilló por su ausencia una explicación política y un programa coherentes, con la excepción del bloque del RCP.
La perspectiva sentimental y pequeñoburguesa de SUTR dista mucho de ser benigna e inofensiva.
Al tildar histéricamente a todos los partidarios de Reform UK —junto con los cientos de miles que acudieron el 13 de septiembre— de «fascistas» y «racistas» odiosos, están afianzando activamente la división de la guerra cultural y debilitando a la izquierda.
Al movilizar implícitamente a la gente para que vote al Partido Laborista de Starmer con el fin de mantener fuera a Reform, como hizo SUTR en las elecciones locales del año pasado y en las elecciones parciales de Runcorn y Helsby, están ayudando de facto al partido gobernante británico y al establishment, que son los que avivan las llamas de la reacción racista en primer lugar.
Al proporcionar una conveniente cobertura de izquierda a la burocracia sindical —que se afilia y subvenciona a SUTR—, permiten que los dirigentes del movimiento obrero se queden de brazos cruzados y se limiten a hacer promesas vacías cuando se trata de la lucha contra el racismo.
Al no movilizar adecuadamente para la contramanifestación del 13 de septiembre, pusieron en peligro real de sufrir lesiones físicas a los pocos miles de personas que acudieron. Esta frivolidad es imprudente.
Sinceramente, si no pueden movilizarse adecuadamente, sería mejor no hacer nada. De lo contrario, el resultado final solo será una mayor desmoralización, confusión y vergüenza para la izquierda.
Por todas estas razones, objetivamente, el SUTR desempeña un papel reaccionario: rebaja la conciencia, desorienta a los trabajadores y a los jóvenes y se inclina por la guerra cultural, en lugar de impulsar una estrategia y un programa basados en la clase.
Por lo tanto, esta organización es un obstáculo para el movimiento. El mayor servicio que podría prestar el SWP es apartarse, disolver SUTR y renunciar a su asfixiante control sobre la lucha contra el racismo.
¿Está aumentando el fascismo?
En su análisis, el SWP comienza describiendo la manifestación de la UTK como «un enjambre de más de 100.000 fascistas y racistas». Tal histeria no hace más que sembrar la confusión.
Los marxistas entienden el fascismo como un movimiento que tiene como objetivo aniquilar las organizaciones de la clase trabajadora. Si actualmente existe un movimiento fascista masivo en las calles de Gran Bretaña, que cuenta con cientos de miles de miembros, esto nos obligaría a sacar ciertas conclusiones serias. Si dices A, entonces debes decir B, C y D.
Si este fuera realmente el caso, la tarea del día sería formar urgentemente comités de defensa y armar a la clase obrera para un enfrentamiento entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución.
¿Es esto lo que realmente sugiere el SWP?
Si no se trataba de «una multitud de más de 100 000 fascistas y racistas», ¿cuál era entonces la naturaleza de la manifestación de la UTK?
En primer lugar, debemos afirmar que claramente hubo presencia fascista en esta protesta. Se pudieron observar saludos nazis y cánticos de «sieg heil!». Y no faltaron matones buscando una pelea.
Es más, esta manifestación fue organizada y didigida por la extrema derecha. Tommy Robinson fue uno de los fundadores de la English Defence League [Liga de Defensa Inglesa]. Su círculo incluye a todo tipo de nacionalistas, supremacistas blancos y lunáticos.
Pero eso no agota la cuestión. Se trataba de una manifestación de cientos de miles de personas. Y cualquier movimiento de masas es, por definición, heterogéneo. Lo mismo ocurre con las protestas «Raise the Colours» de los últimos meses.
El centro político se está derrumbando. La gente busca respuestas a la profunda crisis de la sociedad. Esto crea un poderoso vacío. Y, en ausencia de una respuesta firme por parte de la izquierda, figuras fortuitas pueden canalizar parte de la ira de la sociedad. La ira de clase puede expresarse de formas contradictorias, distorsionadas, incluso reaccionarias.
La mayor parte de la polarización hacia la derecha ha sido captada por el populismo de Nigel Farage. Pero parece que Tommy Robinson también está tratando ahora de sacar partido de la ira generalizada contra el establishment.
Lo que llama la atención de la plataforma de Robinson es que ha cambiado notablemente con respecto al racismo y el chovinismo sin adulterar de hace una década.
La marcha del 13 de septiembre fue sin duda antimigrante e islamófoba. Sus principales consignas fueron «detengan los barcos» y «queremos recuperar nuestro país».
Pero junto a esto, también había otro mensaje: el gobierno de Starmer no nos escucha; se ha mentido y olvidado a la gente común; el establishment y los medios de comunicación son corruptos; todo el sistema está amañado; Gran Bretaña está destrozada y tenemos que volver a hacerla grande.
No se puede ignorar el claro carácter antisistema de esta manifestación. En muchos sentidos, se trató de una revuelta plebeya de los sectores más atrasados de la sociedad contra el Gobierno y el statu quo que defiende.
Escuchen el tipo de lenguaje que utiliza Robinson: «La revolución ha comenzado y no pueden detenerla»; «hoy es la chispa de una revolución cultural en Gran Bretaña».
Este es exactamente el mismo tipo de retórica demagógica que ha permitido a Farage y Reform UK subir en las encuestas. Es más, la plataforma de UTK era tan vaga que casi cualquier grupo social podía atribuirle su propio significado.
El vacío en la política británica ha creado un ciclón que atrae a todo tipo de capas sociales: lumpen, elementos descontentos de la clase media, pero también sectores atrasados y alienados de la clase trabajadora, aquellos que se sienten abandonados y olvidados.
El verano pasado, describimos a los pogromistas de extrema derecha que aterrorizan las calles de Gran Bretaña como «polvo humano»: la escoria lumpenizada y desclasada de la sociedad.
Un año después, sin que el establishment político haya aportado ninguna solución, este fenómeno se ha desarrollado, evolucionado y crecido aún más, inyectando más inestabilidad en la ecuación para Starmer y la clase dominante.
¿Cómo podemos luchar contra la derecha?
Estos acontecimientos envalentonarán a la escoria racista de la sociedad británica. Por lo tanto, el movimiento obrero debe permanecer alerta y organizarse para acudir en ayuda de las comunidades musulmanas, negras y asiáticas que son objeto de ataques por parte de la extrema derecha.
La tarea más amplia a la que se enfrentan la izquierda y el movimiento obrero es romper el control que el populismo de Farage y la demagogia racista de Robinson ejercen sobre sectores de la clase obrera, con el fin de neutralizarlos como fuerza política.
Para ello, se necesita un programa radical basado en la clase que aborde los problemas acuciantes a los que se enfrentan los trabajadores en su vida cotidiana, con el fin de erradicar el terreno fértil en el que prosperan el racismo y la extrema derecha.
Farage y Robinson culpan a los inmigrantes de la escasez de viviendas. Debemos decir: los culpables son los propietarios. ¡Expropiar todas las propiedades vacías! ¡Nacionalizar la tierra y las empresas constructoras!
Culpan a los inmigrantes de la crisis del coste de la vida. Debemos decir: los culpables son los empresarios y los banqueros. ¡Nacionalizar los bancos, las empresas de servicios públicos y los supermercados! ¡Por un plan socialista de producción!
Culpan a las minorías y a los inmigrantes de la delincuencia y la decadencia social. Debemos decir: todo este sistema nos está arrastrando a la barbarie. Para crear una sociedad en la que valga la pena vivir, ¡debemos declarar la guerra al sistema capitalista y a sus defensores!
Este es el tipo de programa que la izquierda necesita para quitarles la alfombra de debajo de los pies a estos demagogos y charlatanes reaccionarios. Este es el programa con el que el RCP está luchando para armar al movimiento.
¿Cuál es el verdadero equilibrio de fuerzas?
A primera vista, la situación actual puede parecer sombría. Pero no hay por qué hundirse en la desesperación. Debemos mantener la cabeza fría.
El 13 de septiembre no fue un reflejo real del equilibrio de fuerzas en la sociedad. La clase obrera nunca ha sido más fuerte. Cuando se organiza y se moviliza, sobre la base de una alternativa de clase clara, puede barrer cualquier amenaza que se le presente.
Estamos viviendo un período de crisis prolongada. Eso significa cambios bruscos y repentinos hacia la derecha y hacia la izquierda. Fíjense en el movimiento militante de masas en Francia. Fíjense en las revoluciones en Nepal, Indonesia y Bangladesh. Esos acontecimientos pueden llegar y llegarán a nuestras costas, como la noche sigue al día.
La radicalización hacia la derecha se refleja en una profunda radicalización hacia la izquierda. Entre el 30 y el 40 % de los jóvenes británicos están abiertos al comunismo. Y el Partido Comunista Revolucionario está tratando de conectar con este anhelo de cambio socialista.
Los acontecimientos del 13 de septiembre sacudirán la conciencia de millones de personas. El látigo de la reacción impulsará la radicalización hacia la izquierda de los trabajadores y los jóvenes.
La tarea urgente que tenemos ante nosotros es construir las fuerzas del comunismo genuino, con el fin de forjar un partido revolucionario que pueda llevar a la clase obrera a la victoria.