La degeneración de Morena y la necesidad de un partido comunista
Carlos Márquez
Las masas dieron nacimiento a Morena buscando una ruptura con el viejo régimen del PRI y el PAN. Su triunfo en 2018 fue la expresión de la rabia acumulada de millones de trabajadores, jóvenes y oprimidos frente a décadas de ataques capitalistas, que se manifestó en el terreno electoral.
Morena fue creado por miles de activistas, que dieron una batalla para formar el partido sin recibir salario, haciendo sacrificios y buscando no repetir los vicios del PAN, PRI o PRD; por ello se defendió la eliminación de privilegios de los dirigentes, se buscó mecanismos de democracia interna con participación de la base y que el partido se ligara a las luchas del pueblo.
Sin embargo, apenas a unos años de su llegada al gobierno, el partido se encuentra inmerso en un proceso acelerado de degeneración burocrática y adaptación a los intereses de la clase dominante. Morena se va pareciendo cada vez más a los partidos del viejo régimen que decía combatir.
Si no luchas contra el sistema, te adaptas a él
El problema central de Morena es que está de acuerdo con el capitalismo. Aunque ha impulsado reformas y programas sociales, la crisis del sistema —de carácter mundial e imperialista— inevitablemente golpeará a México y a su clase trabajadora.
Frente a los ataques económicos de Trump, Sheinbaum recurre a la fraseología de la defensa de la soberanía nacional, pero al no apoyarse en las masas para enfrentar al imperialismo, termina cediendo a su presión. Su respuesta se traduce en llamados a la unidad nacional y concesiones al empresariado, atándose así a la lógica del capital relegando a segundo plano los intereses de los trabajadores.
Esta política conduce inevitablemente a la conciliación de clases: se presentan a los empresarios como aliados y a los viejos políticos burgueses como aceptables, siempre que no mientan, roben ni traicionen —algo que nunca cumplen—. Al mismo tiempo, implica asumir las contradicciones del propio sistema. Por eso, pese a las reformas, no hay un panorama económico estable ni mejoras sustanciales para la esquilmada clase obrera, mientras problemas como la violencia persisten a un nivel barbárico.
El reciclaje de priístas y panistas
Uno de los signos más claros de la degeneración de Morena es la masiva incorporación de expriístas y expanistas a sus filas. Gobernadores como Alejandro Armenta (Puebla), la incorporación de dirigentes del PAN como Germán Martínez o exgobernadores de derecha como Erubiel Ávila (Edomex) y decenas de cuadros de primera, segunda y tercera línea de los viejos partidos han hecho de Morena un espacio de colocación de cargos burocráticos de la vieja escoria partidista, alejándose de ser la herramienta de transformación social por la que luchó su base en un principio.
Esto no es casual. Morena carece de un verdadero programa socialista; en lugar de movilizar a las bases trabajadoras, ha apostado por construir acuerdos con sectores empresariales y caciquiles, ofreciendo candidaturas y posiciones a oportunistas de todo tipo. El resultado es un partido con cada vez menos vínculos con las luchas obreras y populares.
La pérdida de democracia interna
Otro elemento fundamental es la descomposición de la vida interna de Morena. El partido nació como un movimiento con amplia base social, al llegar al gobierno, la burocracia impuso procesos antidemocráticos en la selección de candidatos y dirigentes. Las “encuestas” a modo han sustituido la deliberación y decisión legítima de las bases. En cada elección abundan denuncias de imposiciones y fraudes internos. La base social crítica ha sido cooptada, asimilada o marginada y atomizada. Basta asistir a un mitín masivo para constatar cómo las prácticas corporativas se han incrustado en el corazón de la 4T.
La burocracia de Morena centraliza el control, subordinando al partido a los grupos internos y al capital. A pesar de contar con la presidencia y la mayoría legislativa, pierde terreno en los municipios frente a la derecha, que se encuentra incluso debilitada y claudicante ante el imperialismo. Esto demuestra tanto el creciente alejamiento de Morena respecto a sus bases, como su incapacidad para diferenciarse a nivel local —y muchas veces a nivel nacional— de la vieja política corrupta.
Ese creciente alejamiento del pueblo trabajador también se refleja en el estilo de vida de sus dirigentes. Viajes costosos, ropa ostentosa, residencias exclusivas y banquetes en restaurantes fuera del alcance de cualquier obrero contrastan con la austeridad republicana que dicen defender. Los reformistas proclaman mejorar las condiciones de vida del pueblo, pero comienzan por mejorar las suyas propias.
El alejamiento de las luchas populares: el caso de la CNTE
Mientras tanto, las luchas reales de los trabajadores y oprimidos avanzan por fuera de Morena. Un ejemplo reciente lo dio la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que recientemente encabezó una combativa movilización contra la reforma a la Ley del ISSSTE. Miles de maestras y maestros salieron a las calles exigiendo que se fuera consecuente y se abrogara la reforma de 2007 y, por tanto, se nacionalizaran las Afores.
En lugar de respaldar la lucha legítima de la CNTE, Morena se escondió tras excusas de “falta de condiciones” y en algunos casos intentó criminalizar la protesta. La derecha interna de la 4T, con personajes como Mario Delgado, defensor de la reaccionaria reforma educativa, y Ricardo Monreal, expriísta oportunista que prioriza al capital sobre los trabajadores, ya era de sobra conocida. Pero ahora supuestos izquierdistas como Fernández Noroña atacaron a los maestros por salir a las calles, sacrificando sus demandas para no incomodar a la cúpula bancaria. Así se revela que la cúpula de Morena se ha convertido en un instrumento de conciliación de clases y, por tanto, de defensa del capital.
La dirección de Morena no se posicionó con los maestros, pues no quiso romper con los banqueros. La CNTE demostró que la fuerza organizada de la clase obrera puede desafiar al Estado, mientras que Morena se mostró como un engranaje más de este.
El caso Adán Augusto y “La Barredora”
En la filtración de Guacamaya Leaks se evidenció que durante la gestión de Adán Augusto en Tabasco, su jefe de seguridad, Hernán Bermúdez, conocido como Comandante H, estaba vinculado a una célula local del crimen organizado: “La Barredora”. Hoy enfrenta acusaciones por narcotráfico.
Es difícil creer que Adán Augusto ignorara lo que ocurría. En el Congreso de Morena se cerraron filas y aunque se afirmó que nadie sería protegido y que las autoridades debían investigar, Adán no ha sido sometido a investigación ni ha clarificado su inocencia; ni siquiera se ha apartado de sus cargos, pese a todas las dudas que quedan sobre él. Por su parte, Noroña, que durante años se presentó como el ala izquierda radical, declaró en su informe al frente del Senado: “Se enojan, pero es cierto, somos hermanitos, mi hermanito Adán Augusto López Hernández, presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Senadores”.
Esas palabras suenan a camarilla, a que la alta burocracia se cuida mutuamente las espaldas sin importar los principios.
Morena y la 4T no han logrado frenar la violencia ni la infiltración del crimen organizado en ciertas estructuras del Estado. Algunos de sus principales dirigentes, como Adán Augusto, dejan su honorabilidad en entredicho. Incluso, en el hipotético caso de que él no estuviera implicado con el crimen organizado, sus colaboradores más cercanos, colocados por él en altos cargos, sí lo estuvieron. ¿Cómo podemos confiar en el Estado? Por eso, vemos casos donde las masas no encuentran alternativas en la 4T y deben actuar confiando en su propia fuerza. Mientras escribimos este artículo, 13 compañeros fueron asesinados por el crimen organizado en una comunidad de la Costa Chica de Guerrero, provocando un levantamiento armado de policías comunitarios de 85 colonias y comunidades.
Si tratas de salvar al sistema te hundirás junto con él
Es cierto que Morena y la 4T enfrentan el acoso de la reacción; basta recordar el asesinato de los colaboradores más cercanos de Clara Brugada. El gobierno está bajo ataques de los imperialistas. Sin embargo, la conclusión que se extrae dentro de este movimiento suele ser que las críticas deben guardarse para después. Esto genera paranoia: se perciben las luchas sociales como provocaciones de fuerzas externas que buscan desestabilizar al gobierno de la 4T. Como consecuencia, incluso sectores honestos terminan alejándose de las luchas de los trabajadores, las mujeres y la juventud, arrastrados por esta política. Sabemos que hay miles de luchadores honestos en las bases de este movimiento, pero deben mantenerse en una línea de principios centrada sobre los intereses del pueblo trabajador. Gobierne quien gobierne los derechos se defienden.
Morena, en lugar de crear un nuevo orden, fortalece al Estado capitalista creyendo que limar algunos de sus filos más violentos cambiará su carácter reaccionario. Rescata un sistema decadente, con la ilusión de que es posible un capitalismo estable, capaz de generar ganancias para el gran capital y ofrecer una vida digna a las masas. Vivimos una falsa estabilidad: bajo la superficie de las relaciones internacionales se acumulan fuerzas tectónicas que pronto sacudirán a México y desatarán un terremoto de lucha de clases abierta. No podemos salvar un sistema que se derrumbará y que querrá arrastrarnos en su caída; debemos construir un Partido Comunista Revolucionario que lo destruya de raíz.