En términos mediáticos y protocolarios, AMLO resultó bien parado en la Cumbre de Líderes de América del Norte. Biden aterrizó en la «Central Avionera» —como despectivamente llama la oposición al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles— pero, de ser ésta el fiasco que dice la derecha, el servicio secreto del gobierno estadounidense no hubiera aceptado que se aterrizará allí. Todo fue sonrisas, abrazos y amistad —la «cumbre de los tres amigos»—. En términos relativos, AMLO dio el discurso más a la izquierda que ningún presidente anterior haya dado nunca frente al presidente de los Estados Unidos. Es evidente que hay un gran diferencia entre la forma humillante en que Peña Nieto o Calderón se comportaban frente a los gobiernos extranjeros. Pero no nos dejemos engañar por las formas. Lenin decía que los trabajadores debemos saber reconocer los verdaderos intereses que se ocultan detrás de las frases democráticas y, cuando se habla de democracia, preguntar siempre: ¿democracia para qué clase?
Biden concede la forma para ganar el contenido; todo el mundo sabe que el imperialismo gringo no tiene amigos sino intereses. En primer lugar, México está aceptando recibir a los inmigrantes que EE. UU. expulse, sirviendo de guardafronteras y, a cambio de ello, Estados Unidos y Canada ofrecerán algunas visas de trabajo en un pacto desigual. También se habla de ordenar la migración a través de una aplicación que evite el tráfico de personas, pero es ingenuo pensar que trabajadores en desesperación esperarán por meses un trámite burocrático mientras su entorno se descompone por violencia, hambre y falta de expectativas.
Sobre el tráfico de drogas, especialmente el fentanilo, es verdad que el gobierno mexicano parece haber roto el pacto que los gobiernos pasados habían mantenido con el narco. La detención de Ovidio Guzmán seguramente fue un gesto de buena voluntad frente al gobierno estadounidense. Pero el problema de fondo es que mientras el narcotráfico sea un gran negocio —y lo será mientras subsista el capitalismo— y exista una demanda generada por la necesidad de evadirse de una realidad sin salida no puede haber solución a este problema. Lo mismo sucede con el tráfico de armas y con la poderosa industria armamentística que financia las campañas y las carreras de los políticos en Estados Unidos.
Además, Biden concede una formalidad que favorece a AMLO puesto que AMLO garantiza a Biden estabilidad en los marcos del capitalismo y, al mismo tiempo, el imperialismo no deja de financiar las plataformas civiles de la oposición de derecha. Por razones similares, Biden respaldó a Lula frente a los intentos golpistas, pero, al mismo tiempo, apoyó el golpe en Perú, pues Pedro Castillo encabezaba un gobierno en crisis permanente. Cuando el gobierno de la 4T entre en crisis, probablemente en futuras administraciones, el gobierno gringo cantará otra melodía.
AMLO insistió en que para frenar la migración es necesario atender las causas que la generan: la pobreza y falta de oportunidades. En esto tiene toda la razón, pero se equivoca al pensar que puede haber justicia y fin de la pobreza en los marcos del capitalismo. Debido a esto, la comisión tripartita creada para convencer a los empresarios de que financien o inviertan en infraestructura y bienestar no llegarán a gran cosa. ¿Por qué? Los gobiernos principalmente cuentan con el presupuesto que obtienen de los impuestos y éstos los obtienen de los trabajadores, de las capas medias o de los empresarios. Ya el hecho mismo de que la comisión esté encargada de “convencer” a empresarios privados de que pongan su dinero es una confesión de que no se cuenta con el presupuesto estatal para impulsar el desarrollo. Es cierto que la actual crisis del capitalismo se manifiesta en aumentos del proteccionismo y las guerras comerciales, pero es difícil saber cómo se va a reconfigurar la división mundial del trabajo y el tiempo que tomará dicha recomposición. Una cosa es segura: esa reconfiguración no se va a dar en beneficio del pueblo trabajador y el gobierno norteamericano va a priorizar su propio mercado y no el de México o Centro América, que seguirán siendo el patio trasero del gran capital.
Estamos en un contexto de un capitalismo en crisis, al borde de una recesión donde el capital productivo encuentra pocos sectores para invertir y los grandes capitales prefieren el sector especulativo o el narcotráfico, mucho más lucrativos. Poco o ningún capital va a invertir en desarrollo, ni en México, ni en Centro América, ni en ninguna parte, simplemente porque no es negocio. Imaginemos que alguna planta industrial de cualquier cosa se instala en México a raíz de esas mesas de trabajo, ¿alguien cree seriamente que las condiciones de trabajo serán diferentes a las de las maquiladoras del norte del país? Entonces, mientras AMLO sueña con un capitalismo con rostro humano, Biden le concede la forma, mientras cumple sus objetivos en lo fundamental.
Finalmente, la idea de que Biden es un gobernante de izquierda y que ésta fue una cumbre «progresista» es, por decir lo menos, sumamente ingenua. Trudeau —más allá de su discurso progre en temas secundarios— representa a las mineras canadienses depredadoras y explotadoras. Jorge Santayana dijo con razón que en Estados Unidos hay un solo partido burgués con dos alas de derecha. Biden y Trump defienden los mismos intereses, aunque de forma diferente, el primero con una fea sonrisa de reptil y el segundo enseñando brutalmente los dientes.
AMLO ha insistido en que Biden es amigo de México. En esto se equivoca y se autoengaña, producto de su política reformista. Los amigos del pueblo mexicano están en otra parte. Son los trabajadores y campesinos, los indígenas pobres de Perú en lucha, es el pueblo trabajador de Estados Unidos y Canadá. Un gobierno de izquierda debería apoyarse en el pueblo trabajador en vez de apoyarse en los representantes de la gran burguesía. Los trabajadores sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas y organización. Poniendo la economía bajo control de los trabajadores y del pueblo sería posible crear un plan para generar bienestar y acabar con la migración forzada y todas las lacras y barbarie del capitalismo. El sueño de Bolivar de una América unida sólo puede cumplirse bajo un gobierno de los trabajadores y la formación de una federación socialista de América.