Escrito por:Escrito por Hamid Alizadeh
Alepo ha caído. Después de cuatro años de sangrienta guerra de desgaste, el que era el centro comercial de Siria en el periodo anterior a la guerra civil y la ciudad más grande del país se halla de nuevo bajo el control total del régimen de Assad. Para los rebeldes y sus partidarios extranjeros esto representa un golpe humillante que tendrá consecuencias importantes tanto a nivel internacional como en el interior del país.
El precio de estos cuatro años de guerra ha sido miles de muertos, decenas de miles de mutilados y cientos de miles de habitantes expulsados de sus hogares. Alepo resume la tragedia de la guerra civil siria. Una ciudad antigua, con un pueblo moderno, con una rica cultura, se convirtió en montones de escombros y polvo sangrientos. El efecto de los crímenes cometidos aquí será sentido por las generaciones futuras.
Desde el mes de agosto, el bastión rebelde de Alepo oriental estaba sitiado de facto. Durante el mes pasado, una operación meticulosamente planeada, dirigida por las milicias sirias, iraníes, libanesas, iraquíes y palestinas ha avanzado constantemente, con el apoyo aéreo de cazas y bombarderos sirios y rusos.
Día tras día nos repiten que los rusos y los sirios están cometiendo crímenes de guerra. Por supuesto, nosotros no tenemos ilusiones ni en Putin ni en Assad. Actúan enteramente por interés propio y con un total desprecio por los intereses del pueblo sirio. Pero al mismo tiempo hay un silencio atronador acerca de la conducta bárbara de los llamados rebeldes y los americanos, saudís y turcos que les apoyan.
Una historia de atrocidades e hipocresía
Para encontrar la verdad sobre esta guerra reaccionaria hay que cavar entre una montaña de mentiras, engaños e hipocresía hediondas. Los líderes del llamado «mundo libre» están todos en lágrimas, mientras los medios de comunicación vierten su desprecio sobre las brutales fuerzas rusas y sirias que han luchado en Alepo. Ellos condenan a Putin y Assad por bombardear, disparar y matar a la gente (en una guerra!). Sin embargo, no tienen problemas con que sus propias milicias «moderadas» hagan exactamente lo mismo, y con métodos en nada más humanos que los de Putin. Mientras que los medios de comunicación quedaron inundados con historias sobre el bombardeo del «último hospital de Alepo» una semana tras otra durante el último año o así, no se ha mencionado el bombardeo constante e indiscriminado de Alepo occidental o del barrio kurdo de Sheikh Maqsood. Sólo queda imaginarse cual sería la escala de horror y destrucción si las milicias de la oposición dispusieran de una fuerza aérea. Parece ser que el asesinato sólo es un crimen cuando es perpetrado por oponentes a las clases gobernantes occidentales.
Los crímenes de guerra del imperialismo occidental a lo largo de la historia son interminables: el asesinato de cientos de miles en Hiroshima y Nagasaki; el bombardeo de la población civil de Dresde en la Segunda Guerra Mundial, con casi 4000 toneladas de bombas matando a más de 25.000 personas; la asesina operación «Rolling Thunder», que mató a cientos de miles de civiles en Vietnam. Estos crímenes se silencian en los libros de historia o incluso se glorifican.
En la actualidad, el comportamiento de estas damas y caballeros en Oriente medio no es en absoluto mejor. Una investigación llevada a cabo por Physicians for Social Responsibility en 2015 concluye que «las guerras han matado, directa o indirectamente, a alrededor de un millón de personas en Irak, 220.000 en Afganistán y 80.000 en Pakistán, es decir, un total de alrededor de 1,3 millones. (…) El número total de muertes en los tres países ante mencionados también podría superar los 2 millones, mientras que una cifra inferior al millón es extremadamente improbable.” En su conjunto, los actos sangrientos de Assad, Putin e incluso de ISIS no alcanzarían los niveles de destrucción desatados por el imperialismo occidental en Oriente medio.
La guerra criminal en Irak, por su parte, desestabilizó completamente el país y la región y desató las fuerzas más atrasadas y reaccionarias. La tragedia va mucho más allá de los números – aunque enormes – de muertos.
Incluso hoy, el asedio y el bombardeo indiscriminado de Yemen por parte de aviones saudíes, apoyados por las fuerzas estadounidenses y británicas, ha dejado a más de la mitad de los 28 millones de habitantes del país en riesgo de hambre. Y sin embargo este desastre humanitario es convenientemente ignorado por los políticos y la prensa en Occidente. Una coordinadora humanitaria de la ONU en Yemen dijo que esta guerra es «probablemente una de las mayores crisis en el mundo, pero es como si fuera una crisis silenciosa, una situación silenciosa y una guerra olvidada»
Tampoco se menciona nada de las bajas civiles causadas por el asedio y ataque a la ciudad de Mosul, que cuenta con muchos más civiles que Alepo oriental. Irónicamente, algunos de los mismos grupos que en Alepo están siendo criticados por Occidente han sido contratados para hacer el trabajo sucio en Mosul con apoyo aéreo de Occidente.
Nuestros queridos líderes están llenos de preocupación por la difícil situación del pueblo sirio. Pero sus acciones cuentan una historia diferente. Un reciente informe interno de la ONU filtrado por The Intercept caracteriza las sanciones occidentales contra Siria como «uno de los regímenes de sanciones más complicado y de mayor alcance jamás impuesto». Informan que las sanciones estadounidenses son excepcionalmente crueles «con respecto a la provisión de ayuda humanitaria». Otra filtración de la ONU en la misma publicación señala estas sanciones como un «factor principal» en la degradación del sistema sanitario.
Además, es profundamente irónico que estos señores y señoras amantes de la paz hayan prometido enviar más armas y dinero a Siria después de la caída de Alepo.
Sí, nuestros queridos amigos demócratas son rápidos a la hora de señalar con el dedo. Pero son iguales de rápidos en olvidar el terror y la barbarie que han desatado y continúan apoyando en toda la región.
Siria
En Alepo, las últimas atrocidades podrían haber sido evitadas si EE.UU. hubiera acordado un alto al fuego con Rusia y el régimen de Assad hace tan sólo un mes. El acuerdo llegó después de que los aviones estadounidenses bombardearan y mataran a un centenar de soldados del régimen sirio que luchaban contra ISIS en el enclave sitiado de Deir Ezzor. Según el Middle East Eye, un informe reciente del mando central estadounidense «demuestra claramente que fueron altos oficiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas (CAOC) de la Base Aérea de Al-Udeid en Qatar, los responsables de la decisión de llevar a cabo el ataque aéreo de septiembre en Deir Ezzor:
«Se engañó a los rusos acerca de dónde Estados Unidos pretendía atacar para que Rusia no pudiera advertir de que el ataque estaba dirigido a las tropas sirias;
«Se ignoró la información y el análisis de inteligencia advirtiendo de que las posiciones que iban a ser atacadas eran del gobierno sirio y no del Estado Islámico;
«Un cambio brusco de un proceso de fijación de objetivos a un ataque inmediato en violación de los procedimientos normales de la Fuerza Aérea»
En inglés: (US strikes on Syrian troops: Report data contradicts ‘mistake’ claims)
El resultado de este ataque no fue sólo el de romper el alto el fuego en Alepo, sino que también representó un golpe importante para las fuerzas sirias que habían estado sitiadas por ISIS por más de dos años.
Tras la ruptura del alto el fuego, la campaña de bombardeos aéreos ruso y sirio sobre Alepo se detuvo por un período de tres semanas, durante el cual se crearon ocho rutas de salida para civiles y militantes para abandonar Alepo oriental y ser transportados a zonas del régimen, donde a los rebeldes se les concedía la amnistía al depositar las armas, o bien hacia las áreas controladas por los rebeldes en Idlib, junto con sus armas ligeras (!). Pero la respuesta de los amigos «moderados» de Occidente en Alepo fue disparar y bombardear a cualquier persona que intentara salir de la zona. Las milicias de la oposición tomaron a todos los habitantes del este de Alepo como rehenes y los convirtieron en escudos humanos.
Sin embargo, los medios occidentales siguen apoyando a estos «rebeldes moderados», presentándolos como luchadores por la libertad que representan al pueblo contra el régimen de Assad. Pero, ¿quiénes son estos grupos moderados? No se mencionan directamente en ninguna parte por su nombre. Pero mirando a los grupos en Alepo, los más importantes eran: Jabhat Fatah Al-Sham (JFS), la rama siria de Al-Qaeda creada originalmente por lo que ahora es ISIS; Ahrar Al-Sham (AAS), que ha estado dirigiendo la gobernación de todo Idlib junto con JFS durante varios años, y con el cual casi se fusiona hace algunos años; y finalmente, el grupo Nour al-din al-zinki, que es un grupo islamista con vínculos estrechos con los Estados Unidos. El verano pasado, el grupo Zinki ganó fama internacional por decapitar a un niño de 14 años. En uno de los muchos videos de la ejecución, los hombres de Zinki se escuchan diciendo «somos peores que ISIS». Por lo tanto es posible que estos grupos sean «moderados», vale, – pero en relación a qué?
El caso es que los «rebeldes», como en muchas otras áreas urbanas de Siria, nunca disfrutaron de mucho apoyo dentro de la ciudad de Alepo, que sólo cayó inicialmente en manos de la oposición después de un ataque procedente del campo. The Guardian, informó en agosto de 2012:
«Sí, es cierto», dijo el jeque Tawfik Abu Sleiman, un comandante rebelde sentado en la planta baja de su cuarto nuevo cuartel general – los otros tres fueron bombardeados. «Alrededor del 70% de la ciudad de Alepo está con el régimen. Siempre ha sido así. El campo está con nosotros y la ciudad está con ellos. Lo que decimos es que sólo estaremos aquí todo el tiempo que sea necesario para acabar el trabajo, para deshacernos de los Assad. Después de eso, nos iremos y podrán construir la ciudad que quieran «.
De hecho, una vez que la revolución inicial comenzó a desintegrarse y a convertirse en un conflicto sectario dominado por grupos islamistas, la inmensa mayoría de la población, muchos de los cuales simpatizaban con el movimiento inicial, volvieron a ponerse del lado del régimen.
Al ver la revolución que desestabilizó el régimen de Assad en 2011, el imperialismo occidental y sus aliados -Arabia Saudí, Turquía, Jordania y los estados del Golfo- comenzaron a canalizar miles de millones de dólares hacia grupos islámicos en Siria. Un informe revelador de la Agencia de Inteligencia de Defensa -la agencia de inteligencia del Pentágono- declaró en 2012: «Internamente, los acontecimientos están tomando una dirección claramente sectaria (…) Los Salafistas, los Hermanos Musulmanes y AQI [Al Qaeda en Irak y precursor de JFS e ISIS] son las principales fuerzas que impulsan la insurgencia en Siria. Occidente, los países del Golfo y Turquía apoyan a la oposición; Mientras que Rusia, China e Irán apoyan al régimen (…) Existe la posibilidad de establecer un principado salafista declarado o no declarado en el este de Siria (Hasaka y Deir Ezzor), y esto es exactamente lo que los poderes que apoyan a la oposición quieren , con el fin de aislar el régimen sirio … «
Inestabilidad
Esta es la verdadera razón que hay detrás de las protestas de Occidente. Todos sus planes para el país se han desmoronado. El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, un diplomático experimentado que mide sus palabras, dijo a los periodistas que estaba «cansado de oír estas quejas de nuestros colegas estadounidenses».
La caída de Alepo es una completa humillación para el imperialismo occidental. Mientras que la anexión de Crimea -en sí una gran humillación para el imperialismo estadounidense– tuvo lugar en el «vecindario» de Rusia, en Alepo vemos la humillación pública y el aplastamiento de los intermediarios de EEUU en medio de lo que Estados Unidos tradicionalmente han considerado como su dominio. Como era evidente en las guerras de Irak y Afganistán, el imperialismo estadounidense siempre ha pensado que podría hacer lo que quisiera en Oriente medio. Pero en Alepo las limitaciones del imperialismo estadounidense han quedado abiertamente expuestas. No es una coincidencia el que las negociaciones más serias que rodean Alepo se hayan dado entre Rusia y Turquía, sin participación estadounidense.
Cuando el Pentágono interrumpió el alto el fuego en octubre, fue desde una posición de arrogancia y desafío hacia Rusia. Pero luego, Rusia, Irán y Siria procedieron a aplastar a los intermediarios de EEUU, literalmente ante las narices de las fuerzas armadas estadounidenses (y turcas) que estaban estacionadas a unas pocas decenas de kilómetros, sin que los Estados Unidos pudieran hacer nada al respecto. Occidente y sus aliados, que están acostumbrados a llevar la voz cantante, quedaron reducidos a meros espectadores en Alepo.
No sólo invirtieron mucho en Alepo, sino que la caída de la ciudad significa que los rebeldes han sido expulsados de todas las principales áreas urbanas de Siria. Si bien la guerra civil podría prolongarse durante años, es evidente que la amenaza al régimen de Assad ha sido destruida. La consiguiente desmoralización entre los rebeldes se sumará a esta consolidación del poder. Todos los planes de las potencias intervencionistas están en ruinas. Esto tendrá graves consecuencias.
La exhibición pública de la impotencia de EE.UU. significa que van a estar bajo la presión de una serie de potencias menores a nivel internacional, que pondrán a prueba los límites del imperialismo estadounidense y su «orden mundial». Estos «aliados» y enemigos comenzarán a asumir un papel que será más independiente de EE.UU. y sus intereses. Esto, a su vez, conducirá a una mayor inestabilidad a nivel internacional.
En Turquía, la caída de Alepo es un duro golpe para los planes neo-otomanos de Erdogan de dominar Oriente medio, dañando gravemente su prestigio y llegando justo en un momento en que la economía turca podría encaminarse a una grave crisis que a su vez podría dar lugar a un desarrollo explosivo de la lucha de clases. En Siria, Erdogan sólo obtiene algo de ayuda por el hecho de que Rusia ha permitido a Turquía una cierta presencia en el norte rural de Alepo – aunque incluso esta bolsa podría estar bajo presión en el próximo período. De hecho, todo lo que queda de la política de Erdogan en Siria es el objetivo utópico de derrotar al enclave kurdo de Rojava. Pero esto en sí podría ser en un determinado momento contraproducente y conducir a la ruptura de Turquía.
El golpe más grande, sin embargo, ha sido para Arabia Saudita, que está viendo como su posición internacional declina rápidamente. El reino reaccionario ya no tiene ninguna moneda de cambio significativa en Siria, con la mayoría de sus intermediarios confinados a su emirato islámico en la gobernación de Idlib donde no representan una amenaza para nadie. El fracaso de las intervenciones sauditas en Siria e Irak y la próxima derrota en Yemen tendrán importantes ramificaciones en el interior del reino, envuelto en una serie de crisis sociales, económicas y políticas.
¿Qué hacer?
Mucha gente está justificadamente indignada por la tragedia en Alepo. «¿Qué podemos hacer?», preguntan aquellos que muestran una preocupación genuina. Algunos proponen que se imponga una zona de exclusión aérea, como si una guerra sin bombarderos fuera de alguna manera más humana. Pero en la práctica la demanda de una zona de exclusión aérea es otra forma de pedir una campaña aérea de Occidente en apoyo de los rebeldes y contra el régimen de Assad. Lejos de ser más humano, significaría proporcionarles un apoyo aéreo a algunas de las fuerzas más reaccionarias del planeta. Tal intervención también aumentaría el apoyo al régimen de Assad entre la población siria.
Una intervención occidental no conduciría a nada progresista en Oriente medio. De hecho, es la raíz de toda la barbarie que vemos hoy en la región. Como lo demuestra la historia de las intervenciones occidentales, estos gobiernos no toman medidas por preocupaciones «humanitarias», sino por sus estrechos intereses imperialistas. Ellos maldicen los crímenes de Putin y Assad, vertiendo lágrimas de cocodrilo sobre la tragedia en Alepo; y al mismo tiempo barren sus propios crímenes de guerra en Yemen debajo de la alfombra.
Las intervenciones en Irak, Afganistán, Libia y Yemen no han conducido a la «democracia» y a la «libertad», sino que han destruido por completo los cimientos de la vida civilizada en esos países. Esto debería ser una indicación clara de lo que podríamos esperar de cualquier intervención occidental en Siria.
Si queremos hacer algo; si queremos hacer algún tipo de cambio, lo primero sería iniciar una lucha seria contra nuestras propias clases capitalistas e imperialistas – que han cometido los crímenes más graves de la historia de Oriente medio.
Lenin comentó una vez que «el capitalismo es horror sin fin «. Detrás de este aforismo hay una verdad profunda. La guerra y la inestabilidad son una parte inherente del capitalismo, un sistema que se basa en el egoísmo anárquico, la competencia y la búsqueda de beneficios, y sobre el cual nadie ejerce ningún control real.
En un período de crisis, cuando se agudiza la lucha de clases, la economía mundial se desestabiliza, y aumenta la competencia entre los distintos estados-nación, los conflictos internos y la inestabilidad general se intensifica. El hecho es que todas las potencias con intereses en Oriente medio quieren estabilidad en la región, pero sólo en sus propios términos, que siempre son antagónicos y en detrimento de las otras potencias. Para defender sus propias posiciones e intereses estrechos, están dispuestos a ahogar toda la región en un mar de sangre. La guerra en Siria, por trágica que sea, no será la última guerra de esta naturaleza. El capitalismo seguirá produciendo más guerras hasta el día en que las masas trabajadoras lo derroquen. Lo único que hay que hacer es preparar una fuerza revolucionaria que pueda acelerar la caída de este podrido sistema internacional.