Boris Johnson se salvó por poco el lunes pasado en la moción de confianza sobre su liderazgo en el gobierno. Esto prepara el escenario para una amarga guerra civil dentro del Partido Conservador, profundizando la crisis para el establishment, y para el capitalismo británico. Explosiones revolucionarias están implícitas en la situación.
Boris Johnson era conocido como el Tory “de teflón”, aparentemente capaz de deslizarse por todo tipo de errores a lo largo de los años. Parecía un superhéroe de cómic, capaz de escapar de los apuros más difíciles: “Y con un poderoso salto, se liberó».
Pero ahora Boris se ha quedado sin margen de maniobra.
La semana pasada, los ministros conservadores insistieron en que no habría un voto de confianza en el Primer Ministro. Entonces, justo cuando pensaba que se había librado, se produjo una dramática escalada, confirmando el comentario de Harold Wilson de que una semana es mucho tiempo en política.
En el momento de las celebraciones por el Jubileo de la Reina del fin de semana pasado, 54 mortíferas cartas de diputados conservadores -el 15% del grupo parlamentario- habían llegado a la mesa de Sir Graham Brady, jefe del Grupo 1922 (diputados conservadores sin cargos en el gobierno). Esto forzó la votación del lunes sobre el futuro de Boris.
El hecho de que Johnson fuera abucheado con pancartas por los monárquicos en la catedral de Saint Paul fue un presagio de lo que iba a ocurrir. Era sólo cuestión de tiempo.
“El poderoso ha caído”
Para el pobre Boris, estos días no llueve, sino que diluvia.
Su «victoria» en la votación del lunes -por 211 a 148, en una votación secreta de los diputados tories- le dejó malherido.
Sobre todo, la votación puso de manifiesto las profundas divisiones y la hostilidad dentro del propio partido de Johnson. El veneno y la bilis se desbordaron. Theresa May, por ejemplo, se presentó alegremente con un vestido de baile y zapatos brillantes, saboreando claramente la ocasión. Nada sabe tan dulce como la venganza.
El número de votos para deshacerse de Johnson equivale a una pérdida de apoyo para el líder conservador de la friolera de dos quintos de sus colegas parlamentarios. Su salvador en 2019, es ahora un collar de plomo alrededor de sus cuellos. ¡Cómo ha caído el poderoso!
Como sabemos, no hay honor entre ladrones. Estos diputados conservadores están aterrorizados de perder sus escaños. Sienten que el suelo se mueve bajo sus pies. Esperan que, sacrificando a Johnson, puedan salvarse. Pero se están engañando a sí mismos. La podredumbre ha ido demasiado lejos.
Los rebeldes tenían más posibilidades de destituir a Boris si hubieran esperado hasta después de las dos próximas elecciones parciales del 23 de junio, en las que se espera que los tories pierdan. Pero parece que no podían esperar. Johnson tenía que irse. Sus carreras parlamentarias dependen de ello.
Pato cojo
Ahora empezará la verdadera diversión, ya que se está tramando un complot tras otro contra este primer ministro cojo y mutilado. Johnson y su gobierno serán arrojados a un lado a otro por los acontecimientos.
«Tenemos que pensar en grande, mucho, mucho más grande», se jactó el rebelde diputado tory Tobias Ellwood, ex ministro de Defensa.
¿Y cuál es la gran idea de Ellwood? «Si te interesa bajar el costo de los alimentos, entonces apoyémonos en Ucrania y mantengamos abierto el puerto de Odesa», dijo. «Allí hay un hueco en el mercado para el liderazgo internacional».
¿Imagina a los británicos irrumpiendo en Odesa, con la ministra de Asuntos Exteriores Liz Truss ondeando la bandera del Reino Unido? Qué gran idea para resolver los problemas de Boris: ¡empezar la Tercera Guerra Mundial! Qué idea más MAD – ¡Destrucción Mutua Asegurada! [MAD, acrónimo en inglés de Mutual Assured Destruction, significa también LOCO/A, NdT]
Bases rabiosas
Sin duda, Johnson ha presidido el gobierno más inepto de la historia británica. Ha encabezado la pandilla más miope, estúpida y arrogante de charlatanes y sinvergüenzas jamás producida por el Partido Tory.
Boris fue el payaso que dirigió esta corte de degenerados y mentirosos, sólo interesado en una cosa: él mismo. No tiene principios, y está dispuesto a dar un giro de 180 grados a cualquier asunto para salvar su pellejo.
Un proverbio griego dice que «a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco». Pero Boris y compañía ya están locos de remate.
Johnson no fue ciertamente la elección de la clase dirigente. En cambio, la elección recayó -y sigue recayendo- en las bases aún más locas y rabiosas del Partido Conservador.
El mayor error que cometió la clase dirigente fue permitir la introducción de la democracia en el partido, dando el voto a estos «locos de ojos saltones» (en palabras del ex-Primer Ministro David Cameron).
Mucho mejor eran los «hombres de las batas grises», que aparecían misteriosamente y hacían los cambios necesarios a puerta cerrada, un método mucho más fiable para elegir a la persona adecuada para el trabajo.
Ahora todo se ha vuelto en su contra.
El problema de la clase dominante
El problema al que se enfrenta la clase dirigente es: ¿quién podría sustituir a Boris? La elección es muy limitada, con algunas opciones aún peores y más preocupantes. Como dice el viejo refrán, ten cuidado con lo que deseas.
La clase dirigente podría acabar con alguien como Liz Truss. Rishi Sunak era la opción obvia, pero lo echó a perder al defender el estatus de no-domiciliado de su millonaria esposa.
Anoche, Boris obtuvo el apoyo del 59% de sus diputados. En diciembre de 2018, Theresa May obtuvo el 63% de los votos, y se fue en meses. En 1990, una Thatcher herida se fue en pocos días.
Pero Boris está decidido a seguir tambaleándose, haga el tiempo que haga, negándose a irse voluntariamente. La única manera de que se vaya pateando y gritando es si se le obliga a hacerlo. Tendrían que arrastrarlo fuera de Downing Street por los pies, con las marcas de sus uñas impresas en la puerta del Número 10.
Según las normas del Partido Conservador, no puede haber otro voto de confianza durante doce meses. En teoría, por tanto, Johnson está a salvo hasta entonces. Pero si la crisis se agrava, los diputados tories siempre pueden cambiar las reglas para permitir una impugnación más temprana.
Sangre en la alfombra
¿Se le ha acabado la suerte a Boris? Todos los periódicos tories dicen que es un hombre muerto, y que tendrá que irse.
«Es poco probable que la victoria de Boris Johnson en la votación del lunes resuelva sus problemas, ni los del partido ni los del país», declaró Paul Goodman, editor del sitio web ConservativeHome y antiguo diputado.
«Hay difíciles elecciones parciales por venir, acusaciones pendientes y la investigación, en otoño, de la comisión de los Comunes «, añadió Goodman.
Goodman señaló que la votación pondría de manifiesto las fisuras en el grupo parlamentario, y en el conjunto de los miembros tories.
«Se discute si hay una base leal a Johnson en los Comunes, pero ciertamente la hay en el país», continúa Goodman. «Causarán problemas a cualquier sucesor si surge el mito de la puñalada por la espalda».
Pase lo que pase, no hay un candidato único que pueda unir a las facciones enfrentadas del Partido Conservador. Como afirmó un ministro: «Quien piense que esto va a trazar una línea clara en la arena se equivoca. Toda la gente que estaba descontenta con Boris seguirá estando descontenta. Sólo hace que parezcamos divididos, que es como estamos».
«Ya hay sangre por toda la alfombra», continuó la fuente anónima del gobierno. «Y no puedo ver que haya alguien dispuesto a tomar el control del partido ahora mismo cuando hay una guerra civil y hay sangre por todas partes».
Explosiones revolucionarias
A pesar de su mayoría de 80 o más escaños, este gobierno tory seguirá siendo un gobierno en crisis.
La crisis del Partido Tory es en el fondo un reflejo de la enfermedad y la decadencia del capitalismo británico. La rebelión tory es sólo un reflejo del período turbulento en el que hemos entrado. Y va a ser mucho más tormentoso, con la «estanflación» en ciernes y la lucha de clases agudizándose.
Sir Keir Starmer, el líder laborista, se jacta de la situación de Boris. Pero su principal crítica al líder tory es que sus acciones están desprestigiando a todo el establishment británico.
Starmer, a su vez, se presenta como el verdadero campeón del establishment capitalista, un hombre en el que la clase dominante puede confiar.
Cualquiera que sea el resultado de estas luchas en la cúpula, la crisis cada vez más profunda del capitalismo británico -y mundial- está preparando enormes batallas de clase por delante, a medida que la acumulación de ira y descontento dentro de la clase trabajadora alcanza niveles explosivos.
En lugar de buscar una reforma o un parche para el capitalismo, las demandas serán cada vez más fuertes para el derrocamiento de todo este podrido sistema.
La división de la clase dominante es sólo la primera condición para la revolución. Las otras condiciones están madurando en Gran Bretaña, como en otras partes.
La más importante es el factor subjetivo: la presencia de una dirección revolucionaria audaz que pueda mostrar el camino a seguir. Proporcionar esto –construir las fuerzas del marxismo– es la tarea urgente que tenemos por delante.