Desde el comienzo del movimiento de los chalecos amarillos, muchas mujeres están en primera línea en los cortes de carretera y las manifestaciones. Su presencia masiva dice mucho de la naturaleza de este movimiento.
Durante años, más bien décadas, se han acumulado la rabia y las frustraciones frente a un sistema profundamente desigual e injusto. Este sentimiento se ha visto reforzado por el desmantelamiento de los servicios públicos, de las estructuras de cohesión social y de los restos del «Estado social», el último dique de contención de la pobreza extrema. Así, las mujeres se han visto especialmente afectadas.
Doble opresión
Bajo el capitalismo, la mujer trabajadora sufre una doble opresión. En primer lugar, ellas asumen la mayor parte del trabajo «doméstico», ese trabajo invisible, desvalorizado, no remunerado, pero que sin embargo es uno de los pilares del sistema capitalista. Entre las familias más pobres de Francia, el 25% son familias monoparentales, y el 85% de estas están formadas por madres solas con uno o más hijos.
En segundo lugar, las mujeres trabajadoras están más expuestas que los hombres al trabajo precario, a tiempo parcial (el 78% de los contratos a tiempo parcial en Francia corresponden a mujeres) y al acoso en el puesto de trabajo. Las mujeres son mayoría en los sectores de cuidados, limpieza, trabajo social, sanidad, educación, que en su conjunto forman otro pilar del sistema capitalista. El 70% de los contratos temporales y de los interinos están ocupados por las mujeres.
Son precisamente las trabajadoras de estos sectores las que se movilizan por millares en las calles y en las barricadas. Además, estos últimos años han estallado movimientos huelguísticos en estos sectores, especialmente en las EHPAD (residencias de mayores) o en las empresas de limpieza. Sin embargo, el movimiento de los chalecos amarillos agrega también a trabajadoras aisladas, como las de ayuda a domicilio, que normalmente están menos movilizadas (por el hecho de su aislamiento), así como a trabajadoras pobres de diferentes sectores.
Su entrada en la arena de la lucha de clases es una ilustración clara de la profundidad de la crisis actual. Sectores de los trabajadores, y de las capas medias, que hasta ahora no expresaban su rabia en las calles, han pasado a la ofensiva.
La politización de estos sectores, hasta ahora abandonados o defraudados por las centrales sindicales y los partidos de izquierdas, es sintomática del periodo político que se abre. La toma de conciencia del lugar que ocupa la clase trabajadora en la producción y de la fuerza que representa terminará por desarrollarse. Con su entrada masiva en el mercado de trabajo y su concentración en sectores clave de la economía, las trabajadoras están llamadas a ocupar un lugar decisivo en las grandes luchas que vienen. Los sectores de trabajadores que han soportado más privaciones, sufrimientos, vejaciones, y que hasta hace poco no se contaban entre los más combativos, de un día para otro se vuelven los más determinados y los más combativos, arrastrando tras de sí al resto del movimiento obrero.
La igualdad hombre-mujer
La presencia masiva de mujeres en las manifestaciones de los chalecos amarillos vale más que todos los discursos sobre la igualdad de la secretaria de igualdad del gobierno francés. En este aspecto, el único logro del gobierno no hay que buscarlo en los salarios (a igual trabajo a tiempo completo, las mujeres siempre ganan un 18,6% menos que los hombres), sino sobre todo en la violencia policial y la represión, que golpean «equitativamente» a los manifestantes, sin distinción de sexo.
Contrariamente a lo que afirman los grandes medios de comunicación, la presencia de elementos reaccionarios, sexistas y racistas, es muy marginal en el movimiento de los chalecos amarillos. Pese a ello, hay militantes de izquierdas que siguen poniéndose exquisitos: las reivindicaciones no serían muy claras, tampoco muy feministas ni muy antirracistas, etc. Si los chalecos amarillos no plantean de forma explícita reivindicaciones de las mujeres, estas están implícitas en las reivindicaciones de fondo que reflejan una aspiración a «cambiarlo todo». En un movimiento tan profundo, todos los aspectos de la vida social son puestos en cuestión, o acabarán por estarlo. Las preocupaciones que conciernen particularmente a las mujeres no serán una excepción. Las manifestaciones de mujeres chalecos amarillos muestran el comienzo de una movilización específica de estas, y subrayan que es en la lucha práctica donde se forja la conciencia de los oprimidos.
En todas las grandes revoluciones de la historia, las mujeres han jugado un papel decisivo. Éste fue el caso de la gran Revolución francesa. El 5 de octubre de 1789, por ejemplo, fueron las mujeres del pueblo las que tomaron la iniciativa de marchar sobre Versalles para obligar a Luís XVI a permanecer en París. Fueron las obreras de Petrogrado las que, en febrero de 1917, comenzaron la Revolución rusa. Las mujeres estuvieron en primera línea en las revoluciones árabes de 2011. Padeciendo aún más sufrimientos que los hombres, ellas están a menudo más dispuestas que ellos a llegar hasta el final. ¡Y hará falta determinación para hacer caer a Macron y su mundo!