Desde el mes pasado se han producido protestas masivas en toda Europa contra las medidas coercitivas y discriminatorias de los gobiernos para contener una nueva ola de la pandemia. Se han visto protestas en Alemania, Austria, Suiza, la República Checa, Eslovaquia, Croacia, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Bulgaria, por nombrar algunos países. También se han visto acontecimientos similares en otros países capitalistas avanzados, incluidos Estados Unidos y Australia.
Estas medidas muestran el fracaso por parte de la clase dominante a la hora de hacer frente a la pandemia. Se ha manejado mal de principio a fin. Después de tomar medidas contradictorias que antepusieron los beneficios económicos por delante de las vidas humanas, se proponen ahora apuntar a los no vacunados, responsabilizándolos de la crisis sanitaria en curso. Rechazamos rotundamente este intento de desviar la culpa de los verdaderos criminales que han provocado esta crisis: la propia clase dominante.
Los gobiernos capitalistas esperaban haber superado lo peor de la pandemia, al menos en los países más ricos del mundo. En Austria, el canciller Kurz incluso anunció que “la pandemia social había terminado”. Se está demostrando claramente que no es el caso: se avecina una quinta ola en Europa cada vez más cerca, con la amenaza de la variante Ómicron en sí misma producto del acaparamiento de vacunas por parte de los países ricos. Y, sin embargo, estos mismos gobiernos se niegan a aplicar medidas que interrumpan la ‘recuperación’ económica (léase: ‘ganancias’).Han optado, así, por poner todo el énfasis en los no vacunados con políticas de certificados covid y obligación de vacunarse. Los mismos gobiernos también intuyen el potencial de estas medidas para provocar división dentro de la clase trabajadora: entre los vacunados y los no vacunados, desviando la responsabilidad lejos de la patronal.
Desde el principio, la responsabilidad de la propagación de la pandemia se hizo recaer en la gente. No en la falta de EPIS o sistemas adecuados de pruebas y rastreos (responsabilidad de los gobiernos y empresas); ni tampoco en el hecho de que se minimizara durante mucho tiempo la importancia del virus para mantener abiertas las empresas; ni en las condiciones laborales de los trabajadores; ni en la incompetencia que llevó a la chapuza de los esfuerzos de vacunación. No, se buscan responsables individuales.
Se ha señalado con el dedo a quienes no llevan mascarillas. O a aquellos que no mantienen una distancia de dos metros en los supermercados. A los jóvenes haciendo fiesta durante el verano. A las familias que se reúnen en Navidad. A los inmigrantes que no comprenden las restricciones debido a la falta de dominio del idioma nativo. La clase dominante ha responsabilizado todos los sectores posibles.
Ahora están culpando a los no vacunados. No hace falta decir que estamos 100% a favor de la vacunación masiva. Pero, como explicaron recientemente nuestros compañeros en Austria: una sociedad que no puede convencer a la gente de que proteja su propia vida y la de sus seres queridos vacunándose está enferma hasta la médula.
Las protestas que han estallado en todo el continente son extremadamente heterogéneas y muy confusas. Es evidente que los grupos de extrema derecha se han instalado en su núcleo y que son estos grupos los que marcan la pauta políticamente. Sin embargo, también está claro que, al igual que las protestas del Capitolio en EE. UU. a principios de 2021, estas protestas expresan un malestar profundo, aunque a menudo incoherente y desesperado.
Millones de personas han sacrificado todo en los últimos 18 meses cuando este virus arrasó el mundo.Al mismo tiempo, los multimillonarios se han vuelto mucho más ricos. Con prisa por restablecer el funcionamiento normal del sistema capitalista y, por lo tanto, las ganancias capitalistas, los gobiernos de toda Europa dijeron que la pandemia había terminado, celebraron el “día de la libertad” y levantaron todas o la mayoría de las restricciones. Ahora, se vuelven a imponer restricciones. En la mayoría de los países donde han estallado protestas o disturbios, la gran mayoría de la clase trabajadora apoya la vacunación. No obstante, para otro estrato, está claro que la oposición a las últimas medidas se ha convertido, de manera mixta y confusa, en un punto focal para la indignación acumulada más generalizada hacia el establishment.
Cuestión de ganancias, en lugar de vidas
Hay una cosa que para nosotros es muy clara: los certificados de vacunas y otras restricciones y obligaciones, como la vacunación obligatoria, se está haciendo, en primer lugar, para proteger las ganancias de las grandes empresas.
En Italia, el ‘pase verde’ (prueba de vacunación, recuperación o test negativo de coronavirus) es un requisito vigente desde el 6 de agosto de este año para los lugares públicos. El pase también se ha extendido al transporte público, y algunos empresarios lo están utilizando para discriminar a los empleados no vacunados, amenazando con aislarlos en los lugares de trabajo, prohibirles la entrada a los comedores o simplemente enviarlos a casa sin paga.
Las medidas han provocado una serie de manifestaciones, que involucran a una minoría de la población que se opone al pase verde, que se han llevado a cabo cada sábado desde que se introdujeron las medidas en las principales ciudades del país. Llevan así diecinueve semanas de protestas.
Mientras tanto, la federación de la patronal, Confindustria, está instando al gobierno a tomar medidas mucho más duras, incluidas medidas de vacunación obligatoria como las introducidas en Austria. ¿Por qué? Como dijo un presidente regional de dicha federación en una reunión reciente:
“Si esto es una guerra, [los no vacunados] son desertores. No vamos a fusilar a nadie (!), pero debemos asegurarnos de que sientan su deserción como una carga. No habrá tiempo para relajarse cuando regresemos a la situación anterior [es decir, al confinamiento]porque no habrá más dinero».(nuestro énfasis)
Ahí está bien claro: la patronal está exigiendo vacunas obligatorias porque de lo contrario “no habrá más dinero”, y no como una medida de protección sanitaria de la población.
¡Pero recordemos que esta es exactamente la misma patronal que, a principios de 2020, se opuso a la introducción de restricciones de confinamiento! De hecho, cuando el virus se extendió por Italia en febrero y marzo de 2020, el presidente de Confindustria solicitó al gobierno de Conte que mantuviera abiertas las industrias no esenciales.
Estos empresarios son directamente responsables del horror que vivió el país el año pasado, cuando los ataúdes de los muertos se amontonaban en áreas industriales como Bérgamo, y la patronal utilizaba a los trabajadores como carne de cañón para sus ganancias.
Y, por supuesto, Italia no es un caso atípico.
En los Países Bajos, se introdujo un ‘pase coronavirus’ el 25 de septiembre, que requiere prueba de vacunación completa a los usuarios de servicios públicos, hostelería y entretenimiento, y el 13 de noviembre entró en vigor un toque de queda. El resultado ha sido un estallido de protestas en Ámsterdam, Rotterdam, Groningen y otras ciudades, que a menudo terminan en violencia.
Sin embargo, en la primavera de 2020, el mismo gobierno de Mark Rutte tomó la vía del gobierno de Boris Johnson en Gran Bretaña y siguió una política de inmunidad de rebaño. El resultado fue devastador: en un pequeño país de 17 millones de personas, contrajeron el virus 2,68 millones y casi 20.000 han muerto. Y, respondiendo nuevamente a las demandas de las empresas, en el verano de este año el gobierno de Rutte eliminó todas las restricciones, justo cuando la variante Delta comenzaba a arrasar en Europa.
Después de minimizar las consecuencias del virus y provocar confusión sobre el peligro que éste representa, tanto el gobierno holandés, como el gobierno italiano y otros muchos gobiernos europeos, y fuera de Europa, presentan propuestas de pases anticovid para mantener abiertas las empresas. Pero es precisamente su mala gestión y sus mensajes contradictorios durante el transcurso de la pandemia lo que ha hecho que una minoría significativa de la población desconfíe de sus últimas medidas.
Si bien el mensaje proveniente de los gobiernos capitalistas ha sido confuso, engendrando desorientación y escepticismo, ha tenido una constante: proteger a toda costa los beneficios privados.
Desconfianza generalizada
La vacunación masiva es fundamental para para salir de esta pandemia. Entonces, ¿por qué ha habido tanta vacilación e incluso hostilidad hacia la vacuna, como reflejan algunos bajos niveles de aceptación. En Austria, donde el gobierno ha anunciado recientemente su intención de exigir las vacunas obligatorias a partir de febrero, solo el 62% de la población está completamente vacunada. En Alemania, donde se propone un confinamiento para los no vacunados y donde el ministro de Salud advirtió recientemente que al final del invierno todos estarán «vacunados, recuperados o muertos», solo el 68% de los ciudadanos ha recibido ambas dosis.
La baja aceptación refleja una desconfianza generalizada hacia los gobiernos, las empresas farmacéuticas y el sistema.
Pero, ¿quién no mostraría recelo por un sistema que una y otra vez ha demostrado su indiferencia por la atención médica de la gente común. Los gobiernos capitalistas han sometido los presupuestos sanitarios a la austeridad durante décadas. Manejaron completamente mal las medidas iniciales de contención contra la propagación del virus. Y en Europa, esto se vio agravado por una torpeza de los esfuerzos iniciales de vacunación de la UE.
La indiferencia de los gobiernos capitalistas hacia la atención médica de la gente ha tenido su anverso en la extrema generosidad mostrada hacia los superricos. Se han destinado enormes cantidades de dinero de estímulo. Desde el comienzo de la pandemia hasta abril de 2021, los multimillonarios de Europa aumentaron su riqueza en un billón de dólares. No es de extrañar que muchos estén considerando las medidas del gobierno con sospecha, preguntándose, «¿quién se beneficia de que me vacunen?»
Un adolescente de la deprimida ciudad portuaria de Vidin, Bulgaria, la nación de la UE con el nivel más bajo de vacunación, solo el 42% de la población está completamente vacunada, hacía este comentario a un periodista del diario Independent: “Dudo que la vacuna que le dan a la gente rica sea la misma que le dan a la gente pobre”.
Después de décadas de deterioro de la sanidad, a millones de personas les resultará imposible creer ahora que estos gobiernos corruptos de repente se preocupan por su salud.
Por otro lado, comparemos la debâcle en el corazón de la Unión Europea con los logros del gobierno cubano, que son asombrosos. El 18 de noviembre, esta pequeña nación insular había logrado vacunar al 89% de su población, que en el caso de la vacuna cubana requiere tres dosis, incluidos niños de tan solo dos años, a pesar de que la vacunación no comenzó hasta mayo de 2021.
La velocidad vertiginosa del desarrollo y lanzamiento de la vacuna cubana se debe fundamentalmente a la economía de planificación centralizada y al sistema de salud universal de Cuba, los dos logros más preciados de la Revolución Cubana. Pero también hay otro factor: que la vacunación se haya realizado sin incurrir en reacciones negativas es producto de una confianza generalizada en un sistema de salud que los cubanos consideran con orgullo.
Confusión y división
Los disturbios en Europa durante las últimas semanas y meses naturalmente han mostrado una gran confusión. Está claro que las protestas en muchos países han atraído a estratos lúmpenes aislados y pequeñoburgueses, así como a todo tipo de “bichos raros”. Pero también está claro que han atraído a una serie de personas comunes que, aunque a menudo están confundidas o no convencidas acerca de las vacunas, desconfían fuertemente de su gobierno y de las medidas que están aplicando.
En Bruselas, las protestas masivas de 35.000 personas el 21 de noviembre incluyeron cánticos de «libertad, libertad, libertad», se vio a gente izar banderas del arco iris y se escucharon los versos de «Bella Ciao», una canción revolucionaria y antifascista italiana, cantada por la multitud; mientras otros (también, extrañamente, cantando ‘Bella Ciao’) llevaban símbolos de extrema derecha. En Viena, en una protesta de tamaño similar el 20 de noviembre, hubo varios bloques, incluido un bloque compuesto por enfermeras en la primera línea de la lucha contra la COVID-19.La protesta fue liderada por un grupo nazi cuyo lema era “controla las fronteras, no a tu gente”.
En general, son estos últimos elementos de derecha -incluidos grupos de fascistas descarados- los que han dado a estas confusas protestas un enfoque reaccionario.
Quizás en ningún otro lugar se haya demostrado más claramente que en Italia, donde la sede sindical de la CGIL en Roma fue asaltada el 9 de octubre por los llamados manifestantes del ‘pase verde’. De hecho, el grupo principal que lideró el asalto al edificio fue la fascista Forza Nuova. Es evidente que los elementos más reaccionarios e, incluso fascistas, se están refugiando y envalentonándose bajo la bandera de estas protestas.
El terreno para estos grupos demagógicos de derecha se lleva preparando desde hace años por el abandono de los trabajadores por parte de los líderes de los partidos tradicionales y sindicatos, que no han hecho nada para darles a los trabajadores una dirección en medio de esta crisis histórica del capitalismo.
En Italia, el único partido parlamentario que se mantuvo al margen del gobierno de Draghi en el período reciente ha sido el partido de extrema derecha Hermanos de Italia. En los Países Bajos, los miembros del ‘Foro por la Democracia’ (FvD) de extrema derecha acudieron en masa a las protestas, un partido que solo se ha promocionado en los últimos años con falsos aires ‘antisistema’.
Mientras tanto, en Alemania, donde el Partido Socialdemócrata ha gobernado en coalición con los Demócratas Cristianos, y donde DIE LINKE (‘La Izquierda’) ha fracasado abismalmente en proporcionar una alternativa seria, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) ha capturado gran parte del estado de ánimo antisistema que existe. Existe una clara correlación entre las regiones de Alemania con las tasas de vacunación más bajas, los niveles más altos de pobreza y el mayor voto a favor de la AfD. De hecho, una encuesta realizada recientemente a cargo del ministerio de salud alemán concluyó que la mitad de los alemanes no vacunados habían votado por AFD en las últimas elecciones federales.
La única razón por la que estos grupos de extrema derecha pueden gozar de prominencia y cierto grado de credibilidad como fuerzas «antisistema» es por la negligencia de los dirigentes obreros y de la izquierda. Ahora, esos partidos de extrema derecha están, por supuesto, sembrando confusión, ayudando a la clase dominante, que ha lanzado estos ataques contra los no vacunados, a extender la división dentro de la clase trabajadora.
Es, por lo tanto, casi más imperdonable que los líderes socialdemócratas y sindicales en muchos casos estén del lado de esos gobiernos capitalistas que ahora buscan dividir a la clase trabajadora: culpando con desprecio a los trabajadores que aún no se han vacunado de la pandemia en curso.
Han caído directamente en la trampa que les ha tendido la clase dominante. Medidas como las vacunas obligatorias, los pases verdes y los confinamientos discriminatorios para los no vacunados no logran convencer a las personas de que se vacunen, ni tienen la intención de hacerlo. Más bien, aunque tratan de convencer a los no vacunados para que se vacunen, al mismo tiempo provocan división dentro de la clase trabajadora, entre los vacunados y no vacunados, dividiendo a los trabajadores y desviando responsabilidades.
¡No a la división!¡Por el control obrero!
En Letonia, donde menos de dos tercios de la población está completamente vacunada, el gobierno ha otorgado recientemente a la patronal amplios poderes para despedir a los trabajadores no vacunados. En otros países, como Bélgica y Francia, se obliga a sectores específicos de trabajadores de los servicios de salud y de emergencia a ponerse la vacuna bajo sanciones de despido. En Italia, donde está en funcionamiento el pase verde, los trabajadores pueden optar por realizar pruebas periódicas, pero estas pruebas no están disponibles gratuitamente.
Los sindicatos deberían rechazar cualquier amenaza de la patronal a discriminar, multar o despedir a los trabajadores en función de su estado de vacunación. No decimos esto porque estemos en contra de las medidas para contener el virus o contra la vacunación. Reconocemos plenamente que la vacunación completa es clave para resolver la crisis de salud de la COVID-19.Pero el problema no son los que no quieren vacunarse, el problema es la clase dominante, que a cada paso se ha mostrado incapaz de resolver la crisis, al tiempo que echa leña al fuego del escepticismo de las vacunas.
Las últimas medidas son una expresión de la bancarrota de la clase dominante. De hecho, mientras toma medidas contra los no vacunados, 18 meses después de la pandemia, la clase dominante todavía no está tomando las medidas simples y efectivas que podrían ayudar de alguna manera a resolver la pandemia, como proporcionar mascarillas y pruebas gratuitas, en lugar de hacer pagar a los trabajadores por las pruebas; aplicar confinamientos selectivos, respetando el salario completo de los trabajadores involucrados, donde las transmisiones comunitarias se están disparando, etc. Más bien, están participando en el nacionalismo de las vacunas, acumulando vacunas y luchando por mantener el flujo de ganancias.
Por lo tanto, exigimos un programa eficaz para contener el virus y rechazar los intentos de dividir a la clase trabajadora:
- No a las vacunas obligatorias. No a las medidas de discriminación que dividen a la clase trabajadora.
- Control obrero en todos los centros de trabajo para que los trabajadores puedan decidir democráticamente dónde y cuándo aplicar las medidas obligatorias y qué medidas son necesarias. Los argumentos y la presión moral colectiva de los compañeros de trabajo son infinitamente más efectivos que las medidas punitivas de las empresas.
- Cuando se apliquen medidas de confinamiento y cierres selectivos, deben aplicarse de manera no discriminatoria, sin que el salario de los trabajadores se vea afectado.
- La COVID-19 no se puede controlar en países individuales y aislados. Se deben poner las vacunas a disposición de todos. Abolir las patentes y hacer pública la investigación de la COVID-19 y de las vacunas. Nacionalizar las grandes empresas farmacéuticas y el sector sanitario bajo el control de los trabajadores.
- Invertir fuertemente en la mejora de los sistemas de salud que han estado al borde del colapso y en mejorar los salarios de los profesionales sanitarios.
- Poner a disposición test gratuitos y fácilmente disponibles. Quitar los sistemas de prueba y rastreo de las manos de empresas privadas que se han embolsado enormes cantidades de dinero en muchos países.
- Los centros de trabajo y de estudio deben ser más seguros aumentando el espacio por trabajador o estudiante, disminuyendo el tamaño de las clases, invirtiendo en una ventilación adecuada, etc.
- Todas estas medidas pueden permitirse sobre la base de hacer pagar a los ricos. Los multimillonarios de Europa son $ 1 billón más ricos que el año pasado. ¡Aprovechemos esa riqueza ilícita! Nacionalizar los monopolios, los bancos y las compañías de seguros y los activos de los multimillonarios cuya riqueza ha crecido exponencialmente en el transcurso de esta crisis.
Acabar con el sistema capitalista. Abajo la Unión Europea de la patronal. Por unos Estados Unidos Socialistas de Europa. La clase trabajadora confiará en las medidas que se estén tomando para acabar con la pandemia cuando sea ella quien controle su diseño y aplicación.