España: 2 millones en las calles contra el genocidio en Gaza dicen ¡Basta ya!
David Rey (Organización Comunista Revolucionaria)
Una enorme marea humana inundó este fin de semana las calles del Estado español en protesta contra el genocidio sionista en Gaza, y contra el asalto a la Flotilla que pretendía romper el bloqueo de ayuda humanitaria a la masacrada población palestina de este territorio.
Ayer sábado, 4 de octubre, 400.000 personas se manifestaron en Madrid, 300.000 en Barcelona, 100.000 en Valencia, 50.000 en Pamplona, y decenas de miles más en casi un centenar de ciudades. A esto deben sumarse los 100.000 estudiantes secundarios que salieron a protestar el jueves 2 de octubre por la mañana y cerca de medio millón de personas que salieron esa misma tarde en protesta por el asalto a la Flotilla; además de otras decenas de miles de estudiantes y profesores universitarios que salieron a las calles el viernes 3 de octubre. Hoy mismo, domingo 5 de octubre, otras 200.000 personas salieron a las calles de Santiago (Galicia), Cádiz, Jaén, Palma (Islas Baleares), Gijón, Tenerife, Salamanca, y otros lugares. De esta manera, cerca de 2 millones de personas han salido a protestar en estos cuatro días de movilizaciones incesantes.
Esta ha sido la mayor protesta popular en apoyo a Gaza desde el inicio de la masacre, hace dos años. Esta entusiasta respuesta por parte de la clase obrera y la juventud española ya venía gestándose desde semanas anteriores, a partir de un hecho aparentemente banal y secundario, como fue la protesta contra la participación de un equipo ciclista israelí en la tradicional Vuelta Ciclista a España, que tuvo lugar entre fines de agosto y la primera quincena de septiembre. Lo que comenzó con una protesta improvisada de 5 personas, en los márgenes de una carretera, en el inicio de la competición a su paso por la localidad catalana de Figueres, culminó en una concentración de 100.000 personas en Madrid, el día de la finalización de la Vuelta, que tuvo que ser finalmente suspendida cuando la gente se precipitó por el recorrido impidiendo la continuación de la carrera.
La derecha española, a su modo, contribuyó a crispar el ambiente en los días siguientes de este hecho, al entrar en pánico y reaccionar de la manera más histérica posible ante esta entrada de las masas de clase obrera y la juventud en los acontecimientos. Podían sentir el soplo de la revolución, viendo cómo las masas de trabajadores y jóvenes dejaban de ser observadoras pasivas y se lanzaban a la lucha para tomar su destino en sus manos y cambiar las cosas a través de la acción directa. Los dirigentes del PP y de Vox de Madrid, que tienen sólidos vínculos económicos y mediáticos con el capital sionista, calificaron de “hordas” y “chusma” a las decenas de miles de jóvenes y trabajadores que boicotearon la Vuelta, culpando al gobierno de Sánchez de haberlos alentado, otorgándole a éste un protagonismo inmerecido en el boicot a la Vuelta. Conforme han pasado los días y semanas, de una manera estúpida, la derecha se ha comprometido más y más en el apoyo al genocida Netanyahu, quedando ampliamente desacreditada ante la población, incluido un sector vacilante de sus votantes. La actuación de los dirigentes del PP en Madrid ha sido particularmente necia. La presidenta del gobierno regional de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llegó a prohibir los actos de solidaridad de profesores y alumnos con Palestina, y hasta la presencia misma de la bandera palestina, en las escuelas de Madrid. En respuesta, 1200 asociaciones de padres de alumnos de la región de Madrid han desafiado esta prohibición de Díaz de Ayuso, calentando aún más el ambiente, y permitiendo al gobierno de Sánchez aparecer como un héroe que se enfrenta a la derecha y a Israel, y bloquea (de boquilla) el envío de armas a este país.
Todo esto ha reforzado aún más la decisión de las masas de la población de salir a la calle. Además de lo anterior, por supuesto, hay que destacar el impacto del movimiento generado semanas atrás con la salida de la Flotilla desde los puertos de Barcelona y Génova, el impacto de las declaraciones de los portuarios de Génova de bloquear el comercio con Israel si atacan la Flotilla, y las extraordinarias movilizaciones de la clase obrera y la juventud italianas en la semana previa, que han entusiasmado a cientos de miles reforzando su determinación de mostrar su repudio al genocidio de Gaza.
Hay que decir que el pánico de la clase dominante a una “italianización” de la protesta española se transmitió al mismo gobierno de Pedro Sánchez al final de las manifestaciones masivas del jueves 2 de octubre, cuando se ordenó a la policía en Madrid, Barcelona y Sevilla, las más importantes, reprimirlas a golpe de porra en algunos de sus sectores, sin que hubiera provocación previa alguna de los manifestantes. Buscaban mandar una señal: que el pueblo no se venga arriba, que no se crea su fuerza; en suma, reflejaba el miedo a una explosión social. Pero esto no tuvo ningún impacto en amedrantar a la gente, que triplicó y cuadriplicó su número en las manifestaciones del sábado 4 de octubre en estas ciudades.
Para decir toda la verdad, esta extraordinaria respuesta que hemos visto en las calles españolas se ha producido en medio de una total orfandad de dirección, sea sindical, política o de cualquier otro tipo, independientemente de que en el caso de las manifestaciones grupos que nadie sigue ni conoce fijaran una fecha, un lugar y una hora para salir a la calle. Cada paso adelante del movimiento se ha producido de manera espontánea o semiespontánea, siguiendo su propio instinto.
“¡Basta de palabras!” “¡Queremos hechos!”
Un elemento distintivo ha caracterizado estas protestas respecto a las producidas en los dos años precedentes, y ha sido extender la culpabilidad y complicidad a los gobiernos occidentales y europeos en el genocidio sionista, que no han hecho nada para impedir la masacre. Han señalado correctamente su responsabilidad en el suministro de armamento a Israel, de ahí que una de las consignas principales haya sido la exigencia a Sánchez de un embargo total de armas a Israel y la ruptura de todo tipo de relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con la entidad sionista, algo que el gobierno se resiste a hacer. Es por ello que la conclusión más importante de estas movilizaciones ha sido la de ¡ya basta de palabras! ¡Queremos acciones! De ahí que otra de las consignas más importantes haya sido, siguiendo ejemplo italiano, la de exigir la convocatoria de una huelga general, que los acobardadas direcciones sindicales, sin distinción entre sindicatos grandes y pequeños, estatales o nacionalistas, han postergado ¡para el 15 de octubre!, bien lejos en el tiempo y con la “esperanza” de que en ese momento se haya firmado algún tipo de acuerdo y no haga falta movilizar sus aparatos para hacer ese esfuerzo.
Apoyo abrumador a la causa palestina
Pero este ambiente masivo de furia contra el genocidio israelí y de apoyo al pueblo palestino no nació hace unas semanas. Por no remontarnos más atrás, una encuesta efectuada en mayo por el Real Instituto Elcano, una institución derechista de análisis nada sospechosa de simpatías palestinas, revelaba que el 82% de la población española calificaba de “genocidio” la actuación israelí en Gaza, con un 78% a favor de un Estado palestino y sólo un 23% de apoyo al Estado de Israel. Independientemente de la fiabilidad de esta encuesta, es claro que el apoyo a los palestinos y el rechazo a Israel no ha hecho más que aumentar desde que se realizó la misma. En realidad, la simpatía y apoyo al pueblo palestino por parte de la clase trabajadora española viene de décadas, y ahora el genocidio en Gaza ha permitido sacarlo a la luz con toda su fuerza.
La actuación del gobierno de Sánchez
Toda la actuación del gobierno de Sánchez, en los planos nacional e internacional, presentándose como un adalid de la causa palestina, no es más que un intento de acomodarse ante este ambiente que existe en el seno de la clase para apuntalar su apoyo popular ante su debilidad política en casa, donde mantiene una mayoría parlamentaria muy débil y vacilante. De cualquier modo, independientemente de sus deseos subjetivos, objetivamente, esta actitud formalmente beligerante contra el gobierno israelí, ha ayudado a darle amplitud al movimiento propalestino.
Ahora, el gobierno ha aprobado un decreto-ley para consolidar, dice, el embargo al comercio de armas con Israel que su gobierno aprobó el 20 de octubre de 2023, pero los hechos dicen que, solo hasta mediados del año pasado, el gobierno español había comprado armas a Israel por valor de 1.000 millones de euros desde octubre de 2023, y solo entre junio y agosto de este año ha vendido armas a Israel por un valor, al menos, de 1 millón de euros, según la propia autoridad israelí de aduanas. Realmente, el gobierno nunca ha atacado los intereses fundamentales del capital sionista en el Estado español, con el que ha mantenido hasta ahora una dependencia en materia militar y en sistemas de espionaje y seguridad, como muchos otros países occidentales. Sánchez dice que esa desconexión militar ya se ha producido o está a punto de producirse. En cualquier caso, la prohibición de tránsito por los puertos españoles de armas y combustible para uso militar hacia Israel, que el gobierno también ha aprobado, está sujeta a la verificación de la carga declarada por esos barcos, pero si esos barcos no declaran esa carga no son inspeccionados, lo que es una vía para burlar esa prohibición. Lo mismo ocurre con los aviones y navíos de EEUU que recalan en sus bases militares españolas de Rota y Morón donde, según el convenio establecido en 1988, España no puede revisar el contenido de su carga. De esta manera, EEUU podría seguir usando estas bases militares para desplazar armamento hacia Israel.
Recientemente, hubo una reunión en Génova de representantes de los trabajadores portuarios de toda Europa, incluidos representantes de puertos españoles, donde se comprometían a impedir la carga y descarga de todo pertrecho militar. De lo que se trata es de pasar de las palabras a los hechos, en estrecha colaboración con las organizaciones que promueven las protestas a favor del pueblo palestino. Solo la clase obrera organizada puede hacer efectivo un embargo real al comercio de armas con Israel y no leyes escritas en un papel.
El papel lamentable de las direcciones sindicales
Desde el 23 de septiembre, tras el impacto de la primera huelga general en Italia convocada por un pequeño sindicato, la USB, comenzó a desarrollarse un ambiente hirviente y muy claro a favor de que en el Estado español se tomaran iniciativas similares. Las direcciones de los mayores sindicatos, UGT y CCOO, acosadas por este ambiente, insinuaron que convocarían “movilizaciones” ¡para el 15 de octubre!, 3 semanas más tarde. Estaba claro que estos dirigentes tenían más pánico incluso que la clase dominante, a desatar un movimiento que escapara a todo control. Sin confesarlo abiertamente, esperaban que para esa fecha se alcanzara algún tipo de acuerdo en Gaza para no tener la obligación de organizar nada en absoluto. Pero, igualmente de lamentable ha sido la actitud de los demás sindicatos más pequeños y “combativos” como CGT y los sindicatos nacionalistas vascos (ELA y LAB) y gallego (CIG), que tienen una posición hegemónica en estas regiones y que siempre han criticado a UGT y CCOO por su pasividad. Uno de nuestros compañeros, delegado sindical, intervino el pasado 23 de septiembre en una asamblea del sindicato LAB de la provincia vasca de Álava, con cerca de 200 delegados sindicales presentes, donde propuso que LAB tomara la iniciativa de proponer una huelga general al resto de organizaciones sindicales del País Vasco y del resto de España, en el momento que se atacara la Flotilla. Los dirigentes de LAB desecharon la propuesta con argumentos insólitos como que no estaban seguros de que los trabajadores iban a responder, que es difícil llegar a acuerdos para salir juntos a luchar, etc. Unos días más tarde, el sindicato vasco ELA propuso a LAB hacer una huelga separada en el País Vasco ¡para el 13 de octubre! con argumentos divisionistas y chovinistas diciendo que en el País Vasco la lucha popular contra el genocidio está más avanzada que en el resto de España, lo cual no es el caso como han demostrado los hechos. Una huelga general separada en el País Vasco si podría haber jugado un papel positivo y progresista si se hubiera convocado, como en el caso de Italia, para el 2 o 3 de octubre, lo que habría metido una presión insostenible a las direcciones burocráticas de UGT y CCOO para obligarlas a sumarse o para adelantar su convocatoria de lucha, que finalmente serán 2 horas de “paro” el 15 de octubre. Finalmente, todos estos sindicatos (CGT, ELA, LAB, CIG) han terminado sumándose a la fecha del 15 de octubre con la convocatoria de paros generales en el caso del País Vasco, Galicia y Catalunya (aunque solo CGT aquí), y de dos horas en el resto del país. De esta manera esperan haber salvado su cara, aunque en la práctica han desertado de la lucha en el momento decisivo: el ambiente de lucha enérgica está siendo ahora, el desconcierto de los gobiernos occidentales y su descrédito popular está sucediendo ahora, el pueblo pobre de Gaza no puede esperar nada del acuerdo trampa de Trump-Netanyahu, y en dos semanas podemos ver un reflujo del movimiento. Una huelga general en el Estado español se sumaría al impacto de las huelgas en Italia y abriría la perspectiva de un desarrollo similar en Francia, Bélgica, Escandinavia, Gran Bretaña, e incluso Austria y Alemania, y a su vez en las masas explotadas del mundo árabe, Sólo el miedo a una explosión revolucionaria en todo el arco mediterráneo, o esta explosión misma, puede derrotar el genocidio sionista en Palestina. Por eso ¡el momento es ahora! y todo lo demás son pantallas de humo que reflejan la enorme distancia que separan a las masas de la clase obrera de sus direcciones oficiales.
Un ambiente explosivo
Está claro que el ambiente enormemente radicalizado y combativo que estamos viendo en el Estado español no tiene que ver solo con el rechazo a la barbarie que está presenciando en Gaza. Indirectamente, es un reflejo también del hartazgo con las condiciones de vida que impone el capitalismo: los salarios que no alcanzan, el aumento de precios, la vivienda inasequible, la precariedad laboral, las listas de espera en la sanidad, la imposibilidad para los jóvenes de tener un proyecto estable de vida. Hoy día, los salarios de los trabajadores españoles menores de 35 años están por debajo de la jubilación media, la edad de emancipación familiar supera los 30 años, el 70% de los trabajadores menores de 30 años vive con sus padres por no poder afrontar el alquiler de una vivienda o compartir un piso, el 70% de los contratos laborales tiene algún grado de precariedad (temporal, tiempo parcial, etc.).
Este ambiente de malestar, pese al crecimiento económico de la economía española, estaba siendo rentabilizado por la derecha, desviando la atención de los problemas sociales con una campaña de mentiras y distorsiones sobre la inmigración (delincuencia, ayudas sociales, etc.) y algunos asuntos judiciales que afectan al entorno del presidente español, Pedro Sánchez. Las encuestas, al comienzo del verano, parecían dar una mayoría sólida a la derecha y la ultraderecha de PP-Vox, aunque con la previsión de una gran abstención. Pero, justamente, la irrupción repentina de millones de trabajadores y jóvenes comunes en la lucha ha barrido el ambiente corrompido de estancamiento y desidia, y por primera vez ha arrinconado a la derecha y a la ultraderecha, obligándolas a pasar a la defensiva.
Implicaciones revolucionarias
La cuestión palestina ha dado una bandera y una aspiración por la que luchar a millones de trabajadores y jóvenes, que no encuentran en la fosilizada y adocenada izquierda oficial, incluso en la que hasta hace poco aparecía como “radical”. Al final, las condiciones materiales de vida han dado una expresión de clase a tanta frustración, colocando a cada uno en su sitio. La reserva última de la sensibilidad, de la solidaridad, de conmoverse por el sufrimiento humano, está en la clase obrera. Frente a esto, millones han podido apreciar la barbarie y la mentalidad desalmada de las clases propietarias –es decir, de quienes tienen algo que ganar explotando u oprimiendo a otros– que son quienes han manifestado su apoyo al genocidio sionista o han tratado de justificarlo de alguna manera.
Las implicaciones revolucionarias del impacto de la barbarie en Gaza y de la lucha de masas contra ella son ahora evidentes, en España y en todo el mundo. Comenzando por las capas avanzadas y siguiendo por franjas más amplias de la clase obrera y de la juventud, se empieza a sacar la conclusión de que el genocidio de los palestinos en Gaza no responde a la maldad de un hombre o de un gobierno sentado en Tel Aviv, sino que es una expresión del dominio imperialista en Oriente Medio, asentado en los intereses capitalistas occidentales en esta zona del globo. Por eso, la sangre derramada por decenas de miles niños, mujeres y hombres en Gaza no está cayendo en tierra baldía, está germinando ya y lo seguirá haciendo por mucho tiempo. Germina en miles de nuevos combatientes contra el imperialismo, el capitalismo y la injusticia, germina en un movimiento masivo e imparable de indignación contra lo viejo y de esperanza por el mundo nuevo que a nuestra generación le toca construir. Parafraseando al gran revolucionario Buenaventura Durruti, no tenemos miedo a las ruinas que nos deje la burguesía y sus cómplices imperialistas, sea en Gaza o en otras partes del mundo, los trabajadores también sabemos construir –¿no es acaso nuestra esencia?–. Reconstruiremos el mundo, y será mejor que antes. Y concluía Durruti: “La burguesía puede destruir y arruinar su mundo antes de abandonar la escena de la historia. Nosotros, los trabajadores, llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Este mundo crece minuto a minuto”.