Escrito por Carlos Hernán
Las elecciones en Chile del 19 de noviembre produjeron una serie de resultados significativos. El candidato de la derecha no sacó el resultado que esperaba, pero sobretodo presenciamos la irrupción en el panorama político nacional del Frente Amplio, cuya candidata logró un sorpresivo 20%. Con sus limitaciones políticas y de su propia composición, el Frente Amplio expresa los deseos de cambios radicales de un significativo sector de la sociedad que se ha movilizado en las calles en los últimos años.
El domingo 19 de noviembre Chile vivió una ocupada jornada de elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales. En números relativos la abstención que alcanzó el 53% sigue prevaleciendo como la primera mayoría (3 puntos más alto con respecto a la primera vuelta del 2013), y el comentario obligado fue sobre la participación de los jóvenes en estas elecciones. Desde hace ya varios años la irrupción de la juventud como actor político ha remecido las bases de los partidos políticos tradicionales.
La ex-Concertación, hoy “Nueva Mayoría”, ha intentado cooptar las demandas de los movimientos sociales a través de reformas, apoyándose en su pie izquierdo, el Partido Comunista que se incluye en la coalición de gobierno desde el 2014. Esto abrió un importante espacio a izquierda, que ocuparon primero la llamada “bancada estudiantil” que agrupa a jóvenes de distintos grupos políticos que presionaban en la tramitación de las leyes en el Congreso. Por un camino de alianzas y quiebres, más de 10 organizaciones forman actualmente el Frente Amplio, que fue consolidando una fuerza que “incidía” en el debate parlamentario, en la administración pública y a nivel local. Por su parte, la derecha ha venido galvanizando un núcleo reaccionario contra las reformas impulsadas por el gobierno y con una agenda represiva contra las movilizaciones y el pueblo Mapuche. El panorama presentado pone abiertamente en jaque las mínimas reformas y avances que se han logrado en torno a gratuidad en la educación, fin del sistema privatizado de pensiones, derechos reproductivos de la mujer, etc. Estas son demandas que los trabajadores, estudiantes y mujeres han venido desplegando por años, con movilizaciones masivas que han cambiado el paisaje del Chile post-dictatorial.
Las encuestas daban una votación de alrededor del 10% para Beatriz Sánchez, candidata del Frente Amplio y reconocida periodista política. Mientras al ex-presidente empresario Sebastián Piñera, principal candidato de la derecha, lo proyectaban sobre el 40%. Estas encuestas manejadas por sus propios grupos de interés daban aires triunfalistas a la derecha. La derecha muestra todavía una variante más ultra en la candidatura de José Antonio Kast, que explota una línea más dura, en sintonía con las derechas más rancias que aparecen en la escena internacional.
Por otro lado, las fricciones y distanciamientos en la Nueva Mayoría se impusieron hace varios meses desde la proclamación del candidato Alejandro Guillier, que desplazaba a una antigua figura de la Concertación y ex-presidente Ricardo Lagos Escobar. Guillier es un periodista, sociólogo, masón y senador independiente cercano al Partido Radical Social Demócrata. Se intentaba escapar de los perfiles de los políticos profesionales y el oficialismo, para acercar a un personaje del mundo social y gremial, ya que fue presidente del Colegio de Periodistas por un período. Representa la continuidad del programa de reformas de Bachelet y cuenta con el apoyo del Partido Comunista. El diálogo con la Democracia Cristiana, se vio dificultado por el grupo que impulsó la candidatura de Carolina Goic.
El candidato Sebastián Piñera, presidente durante el período pasado, posee un nutrido prontuario de delitos económicos y otros retorcidos medios de evadir impuestos y obtener ganancias al margen de la ley. Fue bajo su gobierno que se vivieron las históricas movilizaciones estudiantiles del 2011, que impactaron por la dureza de la represión y la arrogancia de sus funcionarios. Piñera afirmó que la educación es un “bien de consumo”, en abierto antagonismo con la histórica demanda de los estudiantes: Educación gratuita, de calidad y financiada por el Estado.
Finalmente los resultados dieron un 36,6% para Piñera, lejos de las perspectivas que daban las encuestas y con las que el empresario se vestía de seguro ganador; mientras el ultraderechista Kast sorprendió con un 7,9%. Si se avanza un programa con tintes reaccionarios, se desaguan votos hacia el más consecuentemente reaccionario, aunque también hay un elemento de “outsider” en la campaña de Kast. Sebastián Piñera alcanza la primera mayoría, pero queda por debajo de las expectativas de su comando y no pudo salir a celebrar como hubiera querido. El otro gran perdedor es la Democracia Cristiana, que tuvo su peor desempeño electoral en décadas. Aislada de varias figuras del conglomerado la candidata Carolina Goic obtiene un 5,9%. Al día siguiente de las elecciones manifiesta su apoyo a Alejandro Guillier y renuncia a la presidencia del partido. Otro candidato que queda malogrado es Marco Enríquez-Ominami, que de haber dado quebraderos de cabeza con su 20% en las presidenciales del 2009, ahora obtuvo un 5,7% y nadie habla de él.
Lo más novedoso ha sido el 20% alcanzado por la candidata del Frente Amplio. La votación recibida por Beatriz Sánchez comenzó a resaltar tempranamente en los titulares, al conocerse algunos resultados del voto de chilenos residentes en el exterior, que pudieron participar por primera vez a través de los consulados. A medida que se realizaba el conteo de votos a nivel nacional, Beatriz Sánchez por momentos disputaba palmo a palmo el segundo lugar con Alejandro Guillier, que obtuvo un 22,7% en total. Tuvo un apoyo sorprendente en las dos comunas más populosas de la capital; primera mayoría en Puente Alto, y quedó en segundo lugar en Maipú, a poco más de mil votos de superar a Piñera. El Frente Amplio se coloca así en una posición más favorable para negociar con el oficialismo, sobretodo por el incremento en su número de diputados. Además de la re-elección de Gabriel Boric (Movimiento Autonomista), Giorgio Jackson (Revolución Democrática) y Vlado Mirosevic (Partido Liberal), se suman a estos tres, otros 17 diputados y diputadas, y un senador. Algunos baluartes emblemáticos de la Concertación y de la oposición fueron desplazados en estas elecciones parlamentarias. La pregunta que queda planteada es hasta qué punto los votantes de Beatriz Sánchez acudirían a votar por Guillier en la segunda vuelta contra Piñera. Otra problemática es saber de qué manera la amplia gama de organizaciones en su seno se pondrán de acuerdo en este escenario.
La Nueva Mayoría salta ahora a decir que ellos encarnan la continuidad del proyecto de reformas que Chile quiere y necesita. Sacadas algunas cuentas, la presidencia de Bachelet puede aprovechar esta coyuntura para fortalecer su posición y el acento en las reformas graduales que algunos califican a “izquierda”. Estas reformas son producto de luchas levantadas mediante un arduo trabajo de organización y movilización por demandas democráticas que se encontró como respuesta la represión policial y el desprecio de autoridades de gobierno. La Concertación y otras direcciones auxiliares en el movimiento sindical y estudiantil han demorado durante años a las fuerzas sociales más progresivas del país, ya sea mediante el engaño, la represión o el desgaste. La presidenta Bachelet, ya publicado un resultado oficial de la jornada electoral, mediante cadena nacional intentó convocar la voluntad de cambios estructurales expresada en las urnas, hacia su gobierno y la candidatura de Alejandro Guillier.
Los resultados para la segunda vuelta son inciertos y probablemente se disputará la presidencia voto a voto. Lo que queda es el Frente Amplio que se consolida como una plataforma que expresa los deseos de cambios radicales en un significativo sector de la sociedad. Gabriel Boric, uno de sus líderes, ha tenido acercamientos con Pablo Iglesias de Podemos en el Estado Español. Como este y tantos otros fenómenos emergentes del reformismo de izquierda, expresan en el campo electoral la polarización que desde el comienzo de la crisis financiera del 2008 empieza a tomar forma en la conciencia de la juventud y la clase trabajadora, que sufre el embate del programa de austeridad. En Grecia, la coalición de izquierda Syriza, nacida luego de la bancarrota de los partidos tradicionales, provocó grandes ilusiones en las transformaciones que podía desarrollar. Pero el primer ministro Alexis Tsipras terminó cediendo y aplicando los ajustes que impuso la UE, desconociendo el mandato directo que le diera el pueblo griego en el referéndum. Los ajustes y recortes también han sido aplicados por los gobiernos de corte más progresista en la región sudamericana, y han significado la caída de su apoyo popular para abrir la puerta a la derecha. En momentos de crisis económica mundial como el actual no es posible aplicar las más modestas reformas en favor del pueblo y los trabajadores, sin romper de frente con el sistema capitalista.
Son los límites propios del reformismo, los que el Frente Amplio no logra superar ni en su discurso ni en su práctica. En su rol de dirección del movimiento estudiantil, los vimos desviar hacia la acción parlamentaria, buscando una vía de cambio institucional, mientras los sectores más combativos y decididos se desgastaban. En los primeros debates tuvieron dificultades para referirse a la cuestión de la revolución cubana, que expropió a los capitalistas para poder vencer, ni supo denunciar la oposición golpista en Venezuela que conspira contra el proceso revolucionario defendido por las masas venezolanas. La propia composición del Frente Amplio refleja ese eclecticismo, incluyendo a partidos que no se pueden de ninguna manera considerar como de izquierdas, como es el caso del Partido Liberal. Incluso desde un punto meramente numérico el PL aporta apenas un 5% de los votos del FA para diputados, pero sin embargo su presencia en la formación sí tiene un papel importante a la hora de determinar un programa político más moderado, sin un perfil claro de izquierdas. Una dirección así de conciliadora sólo anuncia futuras concesiones y vacilaciones en favor de los capitalistas. Una dirección propiamente revolucionaria debe desarrollar la confianza del movimiento en sus propias fuerzas. Una pequeñísima muestra de estas fuerzas, ha sido este fenómeno electoral que ha cargado la balanza más a izquierda para la segunda vuelta. La derecha ha sufrido un tropezón y efectivamente está preocupada, pero está lejos de estar derrotada. El capital especulativo y financiero ya muestra sus medios recurrentes del terror y la mentira; el IPSA, el indicador bursátil más importante de Chile, caía 5,9% luego de conocerse los resultados de las elecciones, el peor desempeño desde Agosto del 2011. Es necesario tomar clara conciencia de las reales dimensiones de la lucha de clases en Chile y en la región.
Hace años estamos presenciando el desfondamiento del llamado centro político producto de las nuevas condiciones objetivas que se presentan a nivel mundial. Aquellos que sigan hablando de moderación del programa para conectar con las mayorías terminarán de hundirse. Mientras tanto seguiremos viendo fenómenos reformistas que con algunas demandas radicales entusiasman tanto a una nueva generación, como a generaciones más experimentadas. Pero este camino también está signado por futuras desilusiones y derrotas, el Frente Amplio puede terminar siendo una nueva pata izquierda del gobierno, y ahora sí terminar de desviar y desmoralizar a los sectores que plantean cuestionamientos de fondo al sistema capitalista. Hay que dar la batalla en el Frente Amplio para construir una poderosa fuerza política que agrupe las experiencias recientes de luchas antiburocráticas en el movimiento sindical, del movimiento de mujeres, de la combatividad de la juventud trabajadora y estudiantil, de los inmigrantes, del sector público, de las huelgas en los sectores estratégicos de la economía, en fin, de la clase trabajadora que produce día a día. Deben avanzarse claramente las demandas por la nacionalización del cobre, del litio y otros recursos estratégicos, bajo control de los trabajadores, para financiar la educación gratuita, por derogar la corrupta Ley de Pesca, acabar con el sistema privatizado de pensiones, por aborto libre, seguro y gratuito. Hay que fortalecer la conciencia y la organización de la clase obrera. Esta es la única fuerza social que en su amplia diversidad se puede unificar para disputar hasta el final el poder a los empresarios que en Chile hacen negocios con la educación, la salud, las pensiones y los recursos naturales.