Escrito por David García Colín Carrillo
El 19 de junio el SME inició un plantón en Bucareli para exigir el cumplimiento de los acuerdos firmados con el gobierno federal en julio de 2015. Se exige, entre otros puntos, “retomar la entrega de las fabricas y talleres de LyFC convenidas que nos hacen falta, a efectuar los pagos pendientes a los compañeros de renta vitalicia y por la entrega del contrato de compra venta de energía que haga viable la construcción de un ciclo combinado hasta por 1700 MW en los predios que antes ocupara la Central Termoeléctrica Jorge Luque en Lechería, Estado de México. Así mismo, se incluyó en nuestra plataforma de lucha la asignación de obras públicas para la cooperativa LF del Centro”. [http://radiosme2.blogspot.mx/2017/07/la-jornada-de-lucha-por-el-cumplimiento.html]
Por supuesto que nos solidarizamos con las movilizaciones del SME para el cumplimiento de los acuerdos; sin embargo, debemos señalar nuestras objeciones con respecto a la ruta y estrategia que conllevan los acuerdos firmados en 2015, puesto que éstos implicaron la aceptación de la privatización del sector energético, atan a la dirección a los intereses de una empresa trasnacional -fortaleciendo a una capa sindical privilegiada- sin que, por otra parte, brinden una alternativa viable para los cerca de 15 mil trabajadores que no aceptaron la liquidación. Además de que -tal como preveíamos en un artículo anterior (creemos que ese artículo ha pasado la prueba de los acontecimientos) [http://www.laizquierdasocialista.org/sme-triunfo-del-movimiento-callejon-sin-salida/]- los conflictos internos se han querido resolver por medios burocráticos y amenazas de expulsión que en nada ayudan a resolver los problemas. Las diferencias políticas no se pueden resolver con medidas administrativas. Pretendemos proponer una alternativa política de solución que contribuya al debate. Comprendemos perfectamente que este conflicto se resolverá, de una forma u otra, con la participación activa de las bases del SME y que a éstas les corresponde –ante todo- resolverlo y debatirlo; aún reconociendo esto, la trayectoria del SME, su posición estratégica –en el núcleo de la industria privatizada- y su peso político entre el sindicalismo democrático ameritan extraer lecciones útiles para todos los trabajadores. Un sindicato centenario no puede sustraerse a la crítica compañera de otros trabajadores.
Antes señalemos algunos datos pertinentes para entender el acuerdo de 2015 y el sentido de nuestra crítica. A finales de 2014 el gobierno de Peña Nieto entrega al SME una propuesta de “reinserción laboral” en el que se contempla la entrega de 34 plantas de generación eléctrica que el SME explotará por medio de la “Sociedad Generadora Fenix” -registrada en septiembre de 2015-, sociedad compuesta por el SME (con el 49 % de las acciones) y la trasnacional portuguesa Mota-Engil (con el 51% de las acciones). Con esta sociedad el SME firma un nuevo Contrato Colectivo de Trabajo -mismo que se puede consultar completo en el siguiente link: http://www.stps.gob.mx/bp/secciones/junta_federal/secciones/servicios/contratos.html-, CCT que sólo ampara a 541 trabajadores -menos del 4% de los trabajadores en resistencia- con un clausulado que se limita a 65 cláusulas de las 120 que contaba originalmente. Entre la clausulas contractuales eliminadas están el reconocimiento del riesgo eléctrico, con vacaciones disminuidas; las medidas preventivas de la antigua cláusula 6 desaparecen, todo lo relativo a turnos en trabajos de carácter continuo -imprescindibles en esta industria- desapareció, los derechos que se habían obtenido -por encima de la ley- en materia de maternidad y lactancia se esfumaron , el derecho a jubilación se sustituyó por el esquema de retiro voluntario, la atención médica especializada en riesgos de trabajo no existe más, etc. Y de las 34 plantas prometidas originalmente al final sólo quedaron 14.
El plantón demanda -entre otras cosas- que se firme el contrato que permitirá a la Generadora Fenix -sociedad del SME y Mota-Engil- la explotación del sector eléctrico privatizado.
Por otra parte, el 7 de actubre de 2015, se suscribió un convenio con el gobierno para la transferencia de 40 predios de fábricas y talleres para su explotación por parte de la Cooperativa Luz y Fuerza -entregadas en préstamo por 30 años- que pretenden absorber -según afirma la dirección del SME- a casi la totalidad de 15 mil trabajadores (es decir, la mayoría de trabajadores que no fue absorbido por Mota-Engil). Sin embargo dichos predios -que el plantón demanda se entreguen en su totalidad- no están en condiciones de ser habilitados como centros de trabajo en el corto plazo. En realidad de los cerca de 80 mil millones de pesos que el gobierno debía a los trabajadores, por el concepto de “pasivo laboral”, según cálculos optimistas, apenas la cooperativa recupera el 10% con dichos predios.
Es cierto que estas condiciones adversas son producto del golpe artero del gobierno, de la privatización de la industria eléctrica de la cual el SME y sus trabajadores fueron víctimas. Sin embargo la dirección del SME ha insistido en decretar la victoria en repetidas ocasiones y dar por finalizado el conflicto– por ejemplo, el 10 de diciembre de 2015 (en el marco del 101 aniversario) donde la dirección llama a “celebrar la victoria”- en una situación por demás adversa que no puede ser catalogada de esa forma.
Una dirección obrera debe hablar con la verdad, pues sólo sobre esta base el movimiento puede continuar, no debe privilegiarse el prestigio que da un supuesto triunfo sobre la evaluación sobria de lo obtenido. No habría nada de reprensible en mirar la verdad de frente y llamar las cosas por su nombre: los trabajadores smeitas siguen en resistencia, las condiciones son difíciles, los acuerdos insuficientes o erróneos. Si se plantearan así las cosas muchos trabajadores ahora enojados y desmoralizados podrían aceptar los sacrificios puesto que se sabe lo que se espera y se tiene conciencia de la ruta, pero el problema de fondo –además de las falsas expectativas- es que las penas y sacrificios de la resistencia no se reparten por igual: el Comité Central del SME pasó a formar parte de la nómina de Generadora Fenix y de su Consejo de Administración, las condiciones de este grupo en nada se asemejan a las de los 15 mil trabajadores que han resistido como han podido. Desde octubre de 2015 la dirección del SME tiene registrado ante el IMSS -como salario de cotización- 1,826 pesos diarios lo que implica percepciones individuales de más de 55 mil pesos al mes. [véase: https://issuu.com/almazan/docs/los_ingresos_de_los__sacrificados_d] Esto sin contar los recursos derivados de la renta de los bienes del sindicato -salones de fiesta, albercas, deportivo, purificadora, etc.- de los cuales no existen certeza sobre su uso y destino.
Esta condición de claros privilegios en el marco de la explotación conjunta de la energía eléctrica con una trasnacional -todo, por supuesto, en el marco del mercado capitalista- crea y recreará en escala creciente focos de corrupción, contradicciones de clase insolubles e irreconciliables entre la dirección y la base, entre los sindicalizados y los empresarios -confundidos en la punta de la pirámide en uno solo- entre la cooperativa y la trasnacional, etc. De hecho las nuevas relaciones implican no sólo la aceptación de la privatización sino el usufructo del despojo. Martín Esparza, Secretario General del SME, ha aceptado el marco de la privatización, por ejemplo en febrero de 2016:
“La negociación alcanzada con el gobierno federal para la entrega en comodato de fábricas, instalaciones y plantas de generación, a cambio del adeuedo de nuestro pasivo laboral, nos llevó a plantearnos nuevas rutas sindicales en el marco de la reforma energética, razón por la cual hemos acordado una innovadora asociación con la empresa portuguesa Mota-Engil […] Hoy con una renovada visión nacionalista y dentro de un inédito esquema laboral y empresarial […]” [declaración completa: Revista Contralínea 14/02/2016]. Se acepta, pues, la privatización como un hecho incuestionable y definitivo.
Estas contradicciones se resolverán de una forma u otra: ¿En caso de huelga de los trabajadores, de qué lado y a quién representará su dirección sindical, siendo parte del consejo de administración de la empresa? ¿Representan a la empresa o a los trabajadores? ¿La rentabilidad de la Generadora Fenix -que une al SME y a Mota Engil- puede conciliarse con el respeto de los derechos de los trabajadores?-evidentemente la teoría marxista nos demuestra que no es posible- ¿Es factible continuar la batalla contra las reformas estructurales cuando, al menos desde la cúpula sindical, se es beneficiario de ellas? Si se lucra como parte de la industria privada se abandona de facto la lucha por la renacionalización.
Lo anterior nos dibuja un callejón sin salida producido por una visión estrechamente gremialista y economicista -a decir verdad, común en el sindicalismo- que ha confundido las líneas de clase que todo sindicato combativo debe cuidar como su bien más preciado. Si bien es cierto que una cooperativa, en un contexto de aplastante dominio del capitalismo, puede ser un medio de lucha válido, no es la panacea, ni un fin en si mismo -sólo un medio de lucha más contra el dominio del capital- pero en el caso del SME el asunto se enturbia porque los intereses de la cooperativa están comprometidos por el enlace de destinos e intereses con Mota-Engil. La situación de tensión interna se agrava por el hecho de que los acuerdos con el gobierno -aun cumplimentados al 100%- son por demás insuficientes para dar alternativas viables y realistas de reinserción laboral para los 15 mil trabajadores -las plantas de ciclo combinado, por ejemplo, no requieren el empleo de numerosa mano de obra-. Incluso en el mejor de los casos esos predios y fábricas sin infraestructura adecuada deberán emplear la mano de obra en condiciones de sobreexplotación y bajos salarios, si se quiere competir en el mercado.
¿Pero existe alternativa? Creemos que sí: retomar el camino del sindicalismo independiente en la lucha por un cambio de régimen -como primer paso en la lucha por un programa anticapitalista y socialista-, que recupere la industria privatizada para que todos los trabajadores se reintegren a sus labores con plenos derechos -en este marco la cooperativa podría verse como un medio auxiliar, subordinado al objetivo principal-. Esta alternativa pareció utópica a la dirigencia del SME y se impuso en su visión el camino que parecía más “corto” y “práctico” -mirada estrecha que siempre lleva al desastre- pero ahora el ambiente de cambio rumbo a las elecciones del 2018 es más fuerte que nunca y el gobierno de Peña Nieto está más desprestigiado que nunca. Atar el destino del SME al gobierno y a las trasnacionales es un suicidio político. Desde una postura independiente, el SME -con el apoyo del sindicalismo combativo aglutinado en la Nueva Central y otros referentes como la CNTE- podría levantar la bandera política de la renacionalización de los bienes privatizados, consigna que contaría con la simpatía de amplias capas de la población y situaría al SME en una ruta de movilización masiva y conjunta con el resto del pueblo. Además, situaría a esta centenaria organización en el debate por un programa alternativo de nación desde una postura clasista, en la ruta de la construcción de una alternativa política para los trabajadores -tristemente, hasta el momento la OPT se ha limitado a ser un instrumento de presión para la negociación con el gobierno-. Esta es una estrategia de lucha que pondría en sintonía al SME con la coyuntura electoral y en el debate abierto en las filas de la candidatura indígena del CNI y la periferia de Morena, un camino de discusión fraterna y construcción de organización de clase.
Sin embargo, al parecer, la situación de privilegio de la cúpula del SME, las relaciones de compadrazgo, los favores y el chambismo se convierten en un obstáculo para recomponer el camino. La dirección ha combinado una estrategia contradictoria de represión a lo interno -incluso con agresiones físicas y amenazas directas- y pactos con el gobierno de Peña Nieto- por un lado- con una política radical a lo externo -por otro lado- que le permita mantener alianzas y fuerza, tratando de conciliar lo inconciliable. No debe omitirse, sin embargo, que en su política externa el SME -y la Nueva Central en la que el sindicato tiene un peso muy importante- ha perfilado una política solidaria para todos los movimientos sociales; esto, sin duda, es el lado combativo del SME que debe prevalecer en todos los frentes.
Una cosa lleva a la otra: un debate honesto sobre la ruta a seguir exigiría de la dirección del SME la renuncia a los métodos de persecución y amenazas de expulsiones frente a aquellos compañeros que de forma correcta y honesta han señalado sus discrepancias con la línea política que aquí hemos criticado también [se puede leer un resumen de esas diferencias políticas -críticas correctas- que la dirección del SME ha querido criminalizar en este link: https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=651651571696878&id=150145565180817&substory_index=0]. Estos métodos incorrectos han llevado a ensuciar el plantón del SME con una campaña de linchamiento público a compañeros como Antonio Almazán y Mario Benitez mediante mantas que claramente fueron mandadas a hacer a granel por la dirigencia -mientras que no existe en los mismos denuncia alguna contra Peña Nieto (una vez más impera el cálculo gremialista y estrecho, las alianzas sin principios)-. Estos métodos tienden a exacerbar el ambiente de división y crispación, desmoralizando a propios y extraños en detrimento de la lucha colectiva. Con acciones intimidatorias y burocráticas el sindicato irá de una crisis a otra. Suponemos que nadie desea eso para el SME. La salida al callejón es política y aún hay tiempo para retomar el camino.
A pesar de todo, las tradiciones de lucha del SME siguen vivas, su ejemplo como organización democrática combativa no ha muerto. Sigue en disputa qué tipo de sindicato y qué intereses de clase se impondrán finalmente. La última palabra la tendrán las bases combativas del SME. Esperamos que se rectifique el camino.
¡Prohibido rendirse!
¡Viva el SME democrático, independiente y combativo!
¡Por la renacionalización del sector eléctrico!
¡Por la caída del régimen!
¡Por un programa socialista!
Recomendamos ampliamente la lectura del libro “La Otra Historia” del compañero Mario Flavio Benítez Chávez -del que hemos tomado parte de la información para el presente artículo- que repasa desde un punto de vista crítico, con todas las referencias y documentación pertinentes (sobre todo a partir de los dichos registrados de la dirección del SME), la historia de este sindicato desde la liquidación de Luz y Fuerza hasta su encrucijada actual.