El proceso de aprobación del presupuesto gubernamental ha culminado este 10 de noviembre sin
contratiempos. La oposición no tuvo ni número de votos ni argumentos para evitar que se
convirtiera en ley. Sin embargo, en términos generales, económicamente, el actual mantiene el
mismo dogma económico que se ha impuesto en todos los presupuestos: la idea de que el
gobierno debe alejarse de todo protagonismo en el impulso al crecimiento económico y que en lo
único que debe concentrarse es en cubrir los requerimientos básicos para que el gobierno
funcione. La única diferencia sustancial es el énfasis especial en los aspectos de gasto social
destinados al consumo vital de los sectores más desprotegidos.
El presupuesto ejercido en este 2022 será aproximadamente del 22.7% del PIB, la diferencia
respecto del presupuesto de 2023, en términos reales, es una disminución de un poco más de un
0.9%.
En cuanto a la política fiscal ésta se mantiene sin cambios significativos, prácticamente se trata del
mismo paquete del año pasado. Se prevé un crecimiento del 3.5%, un tipo de cambio de 20.8
pesos por dólar y un precio del barril de poco más de 60 dólares. Hay que tomar en cuenta que el
precio promedio en este año fue de 90 dólares y que a partir de la profunda recesión europea es
probable que la estimación de 60 dólares por barril sea correcta.
La previsión de inflación no es muy clara, la cual, en estos momentos, se estima entre un 8 y 9% y
se propone se quede en poco más del 3%. Para lograr este objetivo se está forzando a una
disminución de la actividad económica por medio del incremento de las tasas de interés. Según
nuestra opinión, el actual gobierno seguirá la orientación que haga la reserva federal, tal y como
se demostró también en días pasados cuando ante un incremento de la tasa de interés en los
Estados Unidos a un 4%, el Banco de México llevó su tasa a un 10%. Si esto se sostiene, es
probable que se logre una disminución de la inflación a costa de contraer la economía, esperando
que empresas vinculadas con el mercado norteamericano con sede en Europa o China se trasladen
a México y salven un poco la situación.
Sobre el tipo de cambio, que se estima en un $20.8 por dólar, se trata de una estimación bastante
factible, actualmente se cambia en promedio a $19.50 aunque hay casas de cambio que sólo dan
$19 por dólar. Como hemos comentado en artículos anteriores, en la actualidad el tipo de cambio
se establece en función de las necesidades de la economía norteamericana. Contar con un peso
fuerte es lo más conveniente para beneficiar a las cadenas de producción que deben trasladar
productos semielaborados a México con destino final al mercado norteamericano.
En general, tanto la política cambiaria como las tasas de interés ya no se definen en México. El
Banco de México ha desplazado esta atribución a la reserva federal, la cual en general también
domina las decisiones en Europa occidental y en la región de Asia que controlan Japón y Corea del
sur; una región, bajo el control del imperialismo norteamericano, inferior a la de hace un par de
décadas pero que aún sigue siendo la más importante del mundo.
Los Estados Unidos, al menos momentáneamente, han logrado revertir un poco la tendencia de
decrecimiento exportando su crisis a Europa, obligándola a comprar petróleo y gas caro; así como
a abrirle el mercado europeo a la producción gringa con el pretexto de contrarrestar a China. En
suma, Estados Unidos se sostiene poniendo las botas en los hombros de los europeos. La guerra
de Ucrania ha sido una tabla de salvación para la maltrecha economía norteamericana y no tiene
motivos para cambiar de política al respecto. La guerra seguirá por algún tiempo porque es un
gran negocio para Norteamérica.
La situación internacional, con las necesidades de desplazamiento de la producción de regiones de
China y Europa a México llevaría a un escenario de expansión económica sin precedentes. De
hecho, de noviembre de 2021 a noviembre de 2022 hemos visto, aún con altas tasas de interés, el
crecimiento económico mexicano ronda el 4%, no obstante la elevada tasa de interés llevará a una
contracción del mercado interno y de las inversiones locales. Ello dará más espacio a la inversión
extranjera que se apuntalará como fuente principal de crecimiento.
México mantendrá en el año que viene una situación de crecimiento moderado, pero sin una
perspectiva inmediata de crisis. Lo paradójico de la situación es que el bajo crecimiento es una
elección consciente para no estimular la inflación, todo atendiendo las necesidades de la
economía norteamericana, ante la cual el país se ha convertido en una especie de antesala.
Respecto a la política de egresos aprobada, estos se sitúan un 13% por encima de los del 2022.
Resalta el incremento al sector turismo, más del 100%, a bienestar un 32% y a la Semarnat un
80%, energía un 22%, etc. Todo ello vinculado con una estrategia de cobijar la inversión extranjera
por un lado y a mantener la política de los subsidios al consumo de los sectores más vulnerables,
lo que ilustra la estrategia que ya hemos señalado y que se podría resumir en “neoliberalismo con
subsidios”.
Destaca la ausencia de proyectos de inversión o desarrollo de amplio alcance para fortalecer el
sector social, no se invierte en nuevos hospitales o en escuelas, ferrocarriles, caminos, etc. En
educación, por ejemplo, se prefiere dar una beca de transporte que contratar profesores, nuevos
laboratorios o dar mantenimiento mayor a las instalaciones educativas, algunas de las cuales ya se
caen de viejas. La única excepción ha sido la continuación del proyecto del tren maya, el cual tiene
un gasto de más de 140 mil millones de pesos, dos veces el presupuesto de la UNAM y el IPN
juntos.
Para continuar con el tema educativo, el incremento nominal es del 7%, pero la inflación fue del
8%, en términos reales se trata de una contracción del gasto. Una excepción ha sido la final
aprobación de un apartado especial de 350 millones de pesos destinados específicamente para la
infraestructura educativa de la UNAM y de la Unidad profesional de Zacatenco del IPN. Esto se
explica como resultado de la presión del movimiento estudiantil que ha protagonizado una ola de
paros.
El presupuesto aprobado es explicito en ese sentido:
“así como el reforzamiento de infraestructura de la Universidad Autónoma Metropolitana campus
Iztapalapa y el mantenimiento mayor en la Unidad Zacatenco y Sede Sur del Cinvestav”.
Otro aspecto importante, que también responde al reclamo del movimiento estudiantil, es el
monto asignado para la creación de nuevas plazas para la educación pública que asciende a 185
millones de pesos. Esto es significativo dado que el año anterior estaba congelado pero que no es
nada frente a los casi 2 mil 500 millones de pesos que se destinaran para ejercito y marina.
Conclusiones
En general el problema sigue siendo el mismo, se trata de un presupuesto destinado a asegurar los
negocios de los ricos a costa de mantener a la población trabajadora en los límites apenas
necesarios para seguir trabajando.
Al mismo tiempo se corrobora que la política monetaria del país ya no se dicta en el banco de
México sino en la reserva federal y que la supuesta autonomía es sólo una cobertura de la
dictadura que el gobierno norteamericano ejerce ante su cada vez más reducida esfera de
influencia.
En un escenario de crisis mundial México crecerá, aunque poco. No obstante, dado el esquema de
acumulación actual esto sólo servirá para enriquecer a los Slim, Azcárraga, etc.
Si esto es todo lo que puede ofrecer el reformismo del actual gobierno, habría que decir que es
importante ir más allá, hacia una política auténticamente de izquierdas y revolucionaria. La
organización política de los trabajadores es clave para lograrlo.