El nuevo partido de Jeremy Corbyn: ¿qué significa y qué actitud deben adoptar los comunistas?
Alan Woods
El anuncio de Jeremy Corbyn y Zarah Sultana sobre la creación de un nuevo partido el jueves ha provocado una fuerte ola de apoyo y entusiasmo.
En sí mismo, esto no era sorprendente. Las políticas reaccionarias aplicadas por el gobierno de Starmer habían sido una bofetada en la cara para millones de personas que votaron al Partido Laborista con la esperanza de un cambio.
En un espacio de tiempo extraordinariamente corto, tras haber obtenido una victoria electoral aplastante, Starmer se ha convertido en el primer ministro más impopular de todos los tiempos.
Es especialmente detestado por la izquierda, que lo considera, con razón, un traidor prácticamente indistinguible de los conservadores y los liberales.
A la izquierda del Partido Laborista se ha abierto un abismo, un enorme vacío político que, tarde o temprano, tenía que llenarse.
Dada la debilidad de las fuerzas del marxismo genuino en la actualidad, ese vacío solo podía ser llenado por algún tipo de alternativa reformista de izquierda.
Por lo tanto, era bastante natural que lo llenara el exlíder laborista y reformista de izquierda Jeremy Corbyn.
Para cualquiera que tenga el más mínimo conocimiento de la política británica actual, este resultado no podía ser una sorpresa. De hecho, era totalmente predecible.
En cuestión de horas, miles de personas se inscribieron para unirse al nuevo partido. Dada la total falta de alternativas viables, esto tampoco era de extrañar.
Estado de ánimo pesimista
Durante mucho tiempo, la llamada izquierda en Gran Bretaña y a nivel internacional ha estado paralizada por un estado de ánimo de abatimiento y pesimismo.
Solo veían reacción por todas partes. Al carecer de cualquier conocimiento de la dialéctica, solo podían ver la superficie de los acontecimientos, pero eran ciegos a los procesos reales de radicalización que están teniendo lugar. Esto se aplica a Jeremy Corbyn tanto como a cualquier otra persona.
Aunque aplaudimos su decisión de lanzar finalmente un nuevo partido, debemos añadir que este avance se vio frenado durante mucho tiempo por sus constantes vacilaciones y su renuencia a dar este paso decisivo.
Pero mientras la izquierda se hundía en un profundo pesimismo, entre las masas crecía un sentimiento de ira, frustración y desesperación que se intensifica cada vez más.
Mires donde mires, encuentras la misma sensación de ira ardiente. Existe en todos los países en la actualidad. La idea de que quienes están en el poder no nos representan está ganando terreno rápidamente.
Este es un paso colosal hacia una transformación revolucionaria.
La situación a la que se enfrentan millones de personas es cada vez más desesperada.
En su desesperación, buscan una salida a la crisis, recurriendo primero a una opción, luego a otra.
Una tras otra, las organizaciones y los dirigentes son puestos a prueba, se descubre que son inútiles —y peor que inútiles— y son descartados.
Demagogos de derecha como Trump pueden surgir de repente y alcanzar cierto éxito durante un tiempo.
Los imbéciles sectarios y los reformistas de izquierda que no ven más allá de sus narices interpretan esto como el auge de la reacción fascista. No es así. Es una expresión de extrema volatilidad en el plano electoral, caracterizada por violentos vaivenes.
Estos demagogos de derecha se enfrentan inevitablemente a las contradicciones del capitalismo, para las que no tienen respuesta. Colapsarán tan repentinamente como aparecieron, preparando el camino para un giro aún más violento hacia la izquierda.
Esta volatilidad representa una grave amenaza para el orden establecido. Esto explica el pánico, rayano en la histeria, con el que los estrategas del capital ven la situación actual.
Cambios repentinos
Los cambios repentinos e inesperados están implícitos en toda la situación, incluyendo, sobre todo, cambios repentinos y rápidos en la conciencia.
Hay poderosas fuerzas centrífugas en acción, empujando a las clases a un estado de guerra abierta. La razón por la que esto no da lugar inmediatamente a desarrollos revolucionarios es la falta de una alternativa viable en la izquierda.
En ausencia de tal alternativa, veremos inevitablemente giros violentos en el plano electoral, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha.
Pero el movimiento hacia la revolución socialista no es mecánico.
Dada la bancarrota absoluta de la llamada izquierda, la frustración de las masas encuentra su expresión en todo tipo de formaciones políticas peculiares.
La debilidad del factor subjetivo significa inevitablemente que, en el próximo período, la radicalización de las masas se expresará en el auge y la caída de nuevas formaciones y líderes reformistas de izquierda.
Algunos de ellos utilizarán un lenguaje muy radical, pero todos se enfrentarán a las limitaciones básicas del reformismo: su incapacidad para plantear la cuestión fundamental del derrocamiento del sistema capitalista y la llegada al poder de la clase obrera.
El anuncio de un nuevo partido de izquierda en Gran Bretaña abre sin duda nuevas posibilidades para los comunistas. Este hecho representa el aspecto más importante de la situación actual.
Es evidente que existen muchas oportunidades para el Partido Comunista Revolucionario en Gran Bretaña en este momento. Por lo tanto, debemos considerarlo cuidadosamente y decidir cuál debe ser nuestra actitud.
El historial del reformismo de izquierda
El lanzamiento del nuevo partido abre un nuevo y potencialmente fructífero campo de trabajo para nosotros. Pero el éxito o el fracaso dependen de que elaboremos la táctica correcta.
Cualquier persona sensata debe tener claro que la táctica del Partido Comunista Revolucionario no puede determinarse por el entusiasmo momentáneo de las masas, que bien puede ser efímero.
Debemos mantener la cabeza fría en todo momento y no ceder a impulsos repentinos. Especialmente en el campo de la táctica, es necesario reflexionar y considerar cuidadosamente el asunto, analizando los pros y los contras antes de dar cualquier paso decisivo.
La precipitación, en política como en la guerra, siempre es mala consejera.
En particular, debemos tener muy presentes las lecciones del pasado en relación con el reformismo de izquierda.
Tenemos la experiencia de Tsipras en Grecia, Podemos en España, Sanders en Estados Unidos y, por último, pero no por ello menos importante, Jeremy Corbyn en Gran Bretaña.
En todos los casos, estos líderes surgieron de repente y lograron un enorme nivel de apoyo y entusiasmo basándose en la presentación de una política radical, al menos en palabras.
Todos ellos gozaron de un considerable nivel de entusiasmo al principio. Pero al final, todo terminó en lágrimas, porque finalmente capitularon ante el establishment.
En el caso de Gran Bretaña, Jeremy Corbyn apareció de la nada y fue catapultado a la dirección del Partido Laborista, simplemente porque presentó un programa reformista bastante moderado.
Su éxito no se debió en absoluto a su personalidad, sus convicciones políticas o su capacidad de planificación. Se debió enteramente al hecho de que el descontento generalizado que existía en la sociedad buscaba un punto de referencia y lo encontró en su persona.
Es cierto que el nuevo partido, antes incluso de haber sido lanzado propiamente dicho, ya ha conseguido cientos de miles de firmas. Se trata, por supuesto, de un síntoma muy significativo que demuestra que existe ahora el mismo descontento que existía entonces.
De hecho, la respuesta que tuvo en aquel momento fue posiblemente incluso mayor que el apoyo que está recibiendo ahora. Se encontraba en una posición que le permitía transformar toda la situación en Gran Bretaña.
Pero se enfrentó inmediatamente con la oposición de la derecha del Partido Laborista parlamentario, que le declaró la guerra de inmediato, con el respaldo de los medios de comunicación de derecha.
Corbyn podría haber resuelto el problema muy fácilmente haciendo lo que le pedíamos urgentemente en aquel momento: movilizar la base de masas con la que contaba para aplastar al Partido Laborista parlamentario, deseleccionando a los diputados laboristas de derecha.
Sin embargo, Corbyn se negó a hacerlo. Los reformistas de izquierda siempre se aferran a los reformistas de derecha, por miedo a una escisión. Por su parte, los reformistas de derecha, que son agentes abiertos de la gran empresa en las filas del Partido Laborista, no tenían tales escrúpulos.
Continuaron con su sabotaje y finalmente lograron derrotar a Corbyn, que no estaba preparado para llevar la lucha hasta el final. Su derrota era, por lo tanto, absolutamente inevitable, y fue el resultado directo de sus propias políticas reformistas de izquierda.
Es absolutamente necesario tener esto muy presente en este momento y no permitir que nuestro juicio se vea nublado por el entusiasmo que ha generado el anuncio de un nuevo partido.
Como explicó Trotsky, nuestro enfoque es «no distorsionar, no seleccionar tendenciosamente, no embellecer, no endulzar, sino decir honestamente lo que es».
¿Cómo debemos abordar el nuevo partido?
¿Cuál es la tarea principal de los comunistas en el período actual? Es participar, codo con codo con las masas de la clase obrera, y conectar el programa acabado de la revolución socialista con el anhelo inconcluso de los elementos más avanzados por un cambio revolucionario fundamental.
¿Debemos apoyar al nuevo partido? Esta pregunta es fácil de responder. Los comunistas acogemos con todo nuestro entusiasmo la creación de un nuevo partido de izquierda en Gran Bretaña.
Es demasiado pronto para decir cuál será la fisonomía real del nuevo partido. Se encuentra en una fase muy embrionaria. Las primeras indicaciones apuntan, como era de esperar, a que defenderá una serie de reformas radicales en ámbitos como la sanidad, la vivienda y otros ámbitos de vital interés para la clase obrera, por los que también luchamos nosotros.
Pero la cuestión crucial es si la dirección de este partido defiende realmente una transformación fundamental de la sociedad. Con esto nos referimos a la abolición del capitalismo y la toma del poder por la clase trabajadora.
No podemos responder a esta pregunta por adelantado, pero con toda probabilidad, el carácter reformista de izquierda de la dirección les inclinará hacia la posición de que es posible resolver los problemas de la clase obrera sin una ruptura radical con el capitalismo y la propiedad privada de los medios de producción. Así lo indica el hecho de que la declaración inicial se limite a exigir impuestos a los ricos.
Si ese es el caso, todas las reformas prometidas serán insignificantes en la práctica. Aquí tenemos la línea divisoria fundamental entre las políticas socialistas genuinas defendidas por los comunistas y el programa vago y ambiguo del reformismo de izquierda.
¿Significa eso que queda descartada una colaboración honesta y fraternal entre el PCR y el partido? No, no significa eso.
El PCR se basa en el programa de la revolución socialista, pero también entendemos que sin la lucha cotidiana por avances bajo el capitalismo, la revolución socialista sería una utopía imposible.
La diferencia entre nosotros y los reformistas no es que no defendamos las reformas. Al contrario, defendemos la acción más militante para luchar por cualquier reforma significativa que sirva a los intereses de la clase obrera.
Nuestra crítica a los reformistas de derecha es precisamente que no luchan eficazmente por las reformas. Se oponen sistemáticamente a las huelgas y otras acciones de los trabajadores para obtener mejoras en sus condiciones de vida. E inevitablemente capitulan ante las presiones de los capitalistas y llevan a cabo políticas de supuesta austeridad, es decir, recortes brutales en el nivel de vida, contrarreformas.
La diferencia entre los reformistas de izquierda y los reformistas de derecha es que estos últimos defienden abiertamente los intereses de los banqueros y los capitalistas, mientras que los primeros creen que es posible lograr reformas ambiciosas y mejoras en el nivel de vida dentro de los límites del sistema capitalista. Sin embargo, esto es imposible.
Por lo tanto, nuestro apoyo al nuevo partido no puede ser incondicional. Debemos mantener en todo momento una posición de principios, defendiendo firmemente el programa de una transformación radical de la sociedad: la revolución socialista.
Tendemos una mano amiga a los miembros del partido. Dado que somos demasiado débiles para presentar candidatos a las elecciones, trabajaremos codo con codo con sus miembros para la elección de sus candidatos. Y lo defenderemos contra los ataques de la prensa reaccionaria, que inevitablemente se levantará contra él.
Pero nuestro apoyo nunca puede ser acrítico. De hecho, la condición previa para una colaboración fructífera y honesta con los reformistas de izquierda es trazar líneas claras de demarcación desde el principio.
Siempre que Jeremy Corbyn dé un paso en la dirección correcta, lo apoyaremos. Pero siempre que dé un paso atrás, siempre que muestre ambigüedades y vacilaciones (como ha hecho en muchas ocasiones), nos reservamos el derecho de criticarlo de manera firme pero camaraderil.
Solo así podremos preservar nuestra independencia política, defender las políticas genuinas del comunismo y entablar un diálogo fructífero con los miembros del nuevo partido.
Hemos pedido a nuestros miembros que apoyen al partido y que participen activamente en él y en torno a él, en la medida de nuestras posibilidades.
Pero no podemos aceptar ninguna limitación a nuestra libertad de agitar a favor del comunismo y del programa revolucionario. No queremos impedir que los reformistas de izquierda defiendan sus posiciones de forma abierta y honesta, y esperamos el mismo respeto por su parte.
Hay que dejar una cosa absolutamente clara. No se plantea en absoluto la liquidación del Partido Comunista Revolucionario, la única garantía real de que se mantenga el auténtico programa del socialismo.
En esta cuestión no puede haber ningún compromiso.
Potencial revolucionario
La entusiasta respuesta a la declaración de Corbyn es solo un pequeño indicio del estado de ánimo real de la sociedad.
Bajo la aparente calma, se están gestando violentas tormentas.
La brecha entre ricos y pobres ha alcanzado un extremo que no se veía desde hace 100 años.
Los recientes acontecimientos en Gran Bretaña y otros países muestran que la conciencia está empezando a madurar, pero para encontrar el verdadero camino hacia la victoria habrá muchos falsos comienzos.
La situación objetiva está cada vez más madura para la revolución. Pero el factor subjetivo va muy por detrás de los acontecimientos.
De la solución de esta contradicción dependerá todo el curso de la historia futura.
Londres, 26 de julio de 2025.