[Este artículo fue publicado el viernes 7 de diciembre antes de la caída final del régimen de Assad, pero su análisis sigue siendo correcto en lo fundamental. Hemos publicado una actualización.]
En otro acontecimiento repentino y brusco, muy característico del periodo de la historia que estamos viviendo, una ofensiva por sorpresa de militantes islamistas sirios está provocando el rápido desmoronamiento de Siria. Las guerras de Israel contra Gaza y Líbano, apoyadas por Occidente, han roto el frágil equilibrio de Oriente Próximo y han tirado de un hilo que ha empezado a desenredar el tejido de la región.
A partir del 27 de noviembre, mientras en el vecino Líbano se estaba aplicando un alto el fuego entre Hezbolá e Israel, la ofensiva lanzada por Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), que controla la provincia noroccidental de Idlib, invadió rápidamente Alepo -la segunda ciudad más grande del país- y, desde ayer, la estratégica ciudad de Hama. La ciudad de Homs, otra ciudad clave, está ahora amenazada y podría caer en cualquier momento. Esto dejaría a las zonas costeras de Latakia, controladas por el régimen, separadas de la capital, Damasco, con una posibilidad directa de colapso total del régimen de Assad. Siria se asoma a un abismo de barbarie.
¡Los «rebeldes» han vuelto!
Si tomamos al pie de la letra lo que dicen los medios de comunicación occidentales, es difícil no sentir simpatía por los grupos armados descritos como «rebeldes sirios», antes conocidos como «rebeldes moderados», que luchan contra el régimen de Assad. Pero este lenguaje aséptico oculta la verdadera naturaleza de estos grupos.
Mientras que Hamás y Hezbolá son descritos habitualmente como «terroristas», el término «rebelde» es utilizado deliberadamente por Occidente para evocar una imagen romántica que sirve para encubrir los orígenes y el carácter reaccionario de grupos como HTS. Al fin y al cabo, un rebelde es alguien que lucha contra la opresión y la injusticia. Sin embargo, en realidad no son más que degolladores yihadistas, creados por el precursor del Estado Islámico y con orígenes en Al Qaeda.
Pero esperen, pensarán, ¿dónde está la indignación? ¿Dónde está la condena de este grupo? ¿Dónde están los llamamientos a la democracia y los derechos humanos? En ninguna parte. En cambio, desde su ofensiva, los medios de comunicación occidentales han ayudado a HTS a lavar su reputación, alabando la «tolerancia» del grupo hacia los cristianos, su enfoque «favorable a la diversidad», ¡incluso su promoción de la recogida de basuras en la ciudad de Alepo, recientemente capturada! Lo que también pasa convenientemente desapercibido es el papel de Occidente a la hora de alimentar a estos bárbaros.
Durante los primeros años de la guerra civil siria, Estados Unidos y sus aliados, entre ellos Turquía y las monarquías del Golfo, aportaron miles de millones de dólares a las milicias islamistas que luchaban contra el régimen de Assad. Esto se hizo en su momento en el marco del programa para Siria de la CIA, de 1.000 millones de dólares, uno de los más costosos de su historia, que canalizó armas y entrenamiento a diversos grupos yihadistas del país. Este programa sólo fue igualado por la anterior «Yihad del dólar» de la agencia en Afganistán, donde el apoyo estadounidense a los muyahidines sentó las bases para el ascenso de los talibanes.
HTS, que está detrás de la reciente ofensiva, evolucionó a partir de Jabhat al-Nusra, la rama siria de al-Qaeda que fue la mayor beneficiaria del programa de la CIA. Su líder es Abu Muhammad al-Jolani, un hombre que ahora intenta presentarse como «moderado» pero que es tan reaccionario como Osama bin Laden y el antiguo líder del EI Abu Bakr al-Baghdadi.
La carrera islamista de Jolani despegó como miembro del Estado Islámico de Irak -uno de los primeros precursores del EI- antes de romper filas con sus homólogos iraquíes para fundar Jabhat al-Nusra bajo el mando directo de Al Qaeda. Más tarde, viendo una oportunidad de atraer apoyo occidental y regional, Jolani propuso romper públicamente los lazos con Al Qaeda, al tiempo que juraba en secreto lealtad a la organización. Se dice que Al Qaeda rechazó esta propuesta, pero nunca podremos saberlo.
Mientras tanto, Jolani siguió adelante con la renovación de la marca de HTS como una entidad siria más centrada en el ámbito nacional, sin ningún deseo de extender su islamismo a otros países. Se trataba de una mera maniobra táctica, que reflejaba una estrategia más amplia para hacer a HTS más aceptable para las potencias occidentales. A medida que Estados Unidos y sus aliados, como Turquía, Arabia Saudí y Qatar, aportaban fondos y armas a Siria, grupos como Jabhat al-Nusra adaptaron su retórica a las necesidades de sus benefactores. Sin embargo, aunque ha renegado públicamente de sus ambiciones más allá de las fronteras sirias, el grupo sigue siendo una organización yihadista comprometida con un régimen teocrático.
Al echar gasolina a las llamas del conflicto sirio, Occidente y sus aliados esparcieron las semillas de la barbarie por toda la región. La estrategia occidental de «caos controlado» no sólo no logró sus objetivos, sino que desató fuerzas que escapaban a su control. El ascenso del ISIS, la proliferación de facciones yihadistas y el desplazamiento masivo de millones de personas son consecuencias directas de esta intervención.
Llegados a 2018, sin embargo, la intervención de Rusia, con su superioridad aérea, y de los grupos alineados con Irán, incluido Hezbolá, había producido un estancamiento, que salvó al régimen sirio y dejó a los grupos yihadistas aislados en la provincia de Idlib, a lo largo de la frontera turca. Al controlar todas las principales vías de suministros dentro y fuera de la provincia, Idlib se convirtió en esencia en un protectorado turco y HTS en un apoderado controlado predominantemente por Turquía.
Junto a Turquía y con su permiso, la CIA habría mantenido innegablemente contactos con ciertos grupos armados de fachada utilizados anteriormente para transferir fondos y armas a HTS. Además, Turquía ha establecido una serie de puestos militares avanzados en la región, defendiéndoles de los ataques de Assad y de las fuerzas iraníes.
Aunque el presidente turco Recep Tayyib Erdogan ha advertido públicamente contra los acontecimientos en Siria, no cabe duda de que la actual ofensiva ha sido preparada y coordinada por Turquía. El moderno armamento, los drones y el apoyo logístico revelan un nivel de organización que sería imposible sin la participación directa de Turquía. Además, la capacidad de Turquía para controlar el comercio transfronterizo y las líneas de suministro garantiza que HTS siga dependiendo de Ankara para su supervivencia.
No es ningún secreto que Erdogan, que nunca ha tenido reparos en coquetear con los fundamentalistas islámicos, lleva mucho tiempo queriendo ampliar su control sobre Siria. Esto forma parte de su gran ambición de un renacimiento otomano que extienda el control turco a todo el norte de Siria y el norte de Irak. Alepo es un elemento clave de este plan, que también incluye Mosul y las zonas kurdas del norte de Irak. Además, desde hace tiempo quiere limpiar étnicamente las zonas kurdas del noreste de Siria, donde una organización kurda vinculada al PKK mantiene el poder. Mientras se escriben estas líneas, ya está en marcha otra ofensiva de los apoderados turcos contra la ciudad kurda de Manbij.
Aunque Turquía está indudablemente detrás de la presente operación, sería absurdo imaginar que la CIA y el Mossad no estuvieran al tanto de los preparativos de una ofensiva. De hecho, es más probable que hayan dado su aprobación a la misma. En los últimos días, las fuerzas israelíes han mantenido la presión sobre Hezbolá en Líbano -un aliado clave de Assad- con más de cien bombardeos contra el grupo, así como atacando la actividad transfronteriza entre Hezbolá y Siria. En esencia, han estado atacando las líneas de suministro del régimen de Assad en apoyo de la embestida de los yihadistas.
El régimen de Assad: un Estado vaciado
Al mismo tiempo, la rápida caída de Alepo y Hama subraya el debilitamiento del régimen de Assad. Revela un régimen totalmente vaciado y que solo puede sostenerse gracias al apoyo exterior de Irán y Rusia. Esta dependencia pone de relieve hasta qué punto Siria ha quedado arruinada por más de una década de guerra.
así como elevados niveles de cultura y bienestar que diferenciaban al país de la mayoría de sus vecinos. Incluso con el retorno del capitalismo en los años 90, muchos de estos logros se mantuvieron. Pero la guerra civil alimentada por Occidente borró todos estos logros y mucho más.
El coste humano del conflicto de Siria es asombroso. Más de medio millón de personas han muerto y millones más se han visto desplazadas. El tejido social sirio se ha desgarrado, con comunidades divididas por sectas y generaciones enteras creciendo a la sombra de la guerra.
El PIB del país se contrajo más de un 60% solo entre 2011 y 2021. El desempleo supera el 50%. Se han destruido infraestructuras como carreteras, escuelas y hospitales. Más del 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, sobreviviendo con menos de 2 dólares al día. La hiperinflación, agravada por las sanciones estadounidenses y la crisis bancaria en el vecino Líbano -también causada por las sanciones estadounidenses-, ha sumido a millones de personas en la indigencia. Según una encuesta de 2023, alrededor del 11% de las familias declararon que sus hijos trabajaban sólo en la zona de Alepo, debido principalmente a la insuficiencia de ingresos familiares.
Para subrayar el nivel de decadencia, la producción de Captagon, una anfetamina muy utilizada durante la guerra, se ha convertido ahora en una de las principales fuentes de ingresos del régimen. La corrupción es galopante y entre la población reina un clima de frustración. De ahí la facilidad con la que los yihadistas han podido entrar en grandes ciudades como Alepo, disputada durante años durante la guerra civil.
Una gran parte de la población simplemente está tan desmoralizada con el régimen que ya no le importa si se queda o se va. Esto es justo lo contrario de lo que ocurrió durante la guerra civil, cuando la mayoría de la población apoyó al régimen de Assad para oponerse a los locos yihadistas. Así, el régimen de Assad se ha convertido hasta cierto punto en un fantasma que depende de sus patrocinadores rusos e iraníes para mantenerse. De particular importancia en este caso es Hezbolá, cuyas unidades de élite desempeñaron un papel clave en la lucha contra la oposición yihadista en Siria. Pero la mayoría de ellas han sido transferidas a Líbano para luchar contra Israel en el último año.
Se rompe el equilibrio
La invasión estadounidense de Irak y la destrucción del ejército iraquí, junto con la fallida intervención estadounidense en Siria, que engendró a grupos como Jabhat al Nusra y el Estado Islámico, condujeron en última instancia a un nuevo statu quo en Oriente Próximo, en el que Irán se convirtió en la potencia regional más fuerte.
Las milicias vinculadas a Irán, como Hezbolá en Líbano, se ganaron el apoyo popular al ser vistas como las únicas que luchaban contra los imperialistas y los yihadistas. Desde Irak, pasando por Siria, hasta Líbano, estos milicianos curtidos en mil batallas, que se cuentan por cientos de miles, se convirtieron en una fuerza a tener en cuenta. De hecho, en la lucha contra el Estado Islámico en Irak, se convirtieron en la fuerza más viable en la que podía confiar Occidente.
En Siria, los guardias revolucionarios iraníes, las milicias iraquíes y Hezbolá acudieron en ayuda del régimen de Assad. Su posición se consolidó aún más después de que Rusia entrara de su lado en la guerra civil siria. La alianza ruso-iraní consiguió finalmente derrotar a la oposición yihadista y, por consiguiente, la intervención occidental en Siria.
Turquía, por su parte, jugó a dos bandas en el conflicto. Viendo hacia dónde soplaba el viento en la guerra civil siria, Turquía -que en su día fue un actor clave en la intervención estadounidense- cambió de bando, forjando una alianza con Irán y Rusia, alianza que vio cómo Estados Unidos quedaba aún más diezmado.
Para Rusia, Siria se convirtió en la principal cabeza de puente hacia la región y un punto crítico de influencia en el Mediterráneo Oriental. Para Irán, el país pasó a ser un eslabón vital de su «Eje de Resistencia», conectando Teherán con Hezbolá en Líbano.
Así, entre los escombros que dejaron tras de sí las intervenciones occidentales en Irak y Siria, Irán y sus aliados establecieron un nuevo equilibrio en la región y salieron victoriosos. El imperialismo estadounidense tuvo que aceptar a regañadientes el nuevo estado de cosas a medida que su propio poder e influencia disminuían. Esto era algo que los aliados de Estados Unidos, y en particular Israel, no podían permitirse.
Sin embargo, con el relativo debilitamiento de Hezbolá por la guerra de Israel, esto se está poniendo patas arriba. Y es aquí donde Israel acude en ayuda de los yihadistas.
En The Times of Israel, un revelador artículo titulado «Syrian rebels appear to credit Israeli strikes on Hezbollah with helping shock advance» («Los rebeldes sirios parecen atribuir a los ataques israelíes contra Hezbolá la ayuda para el avance de las fuerzas de choque») nos trae la verdad de primera mano:
“Nadie sabe si Irán y el régimen se habrían debilitado sin los recientes ataques israelíes en Siria, que nos han permitido regresar y liberar las tierras y el país», dijo un hombre descrito como activista de la oposición de la zona de Alepo a la emisora pública Kan de Israel en comentarios emitidos el domingo. Israel lleva mucho tiempo llevando a cabo ataques periódicos contra objetivos iraníes y transferencias de armas en Siria.
«Otra figura rebelde de la zona de Idlib que habló con la cadena dio las gracias a Jerusalén y dijo que la oposición estaba ‘muy satisfecha’ con las acciones de Israel contra Hezbolá y otros actores respaldados por Irán. Hezbolá se ha comprometido abiertamente a destruir Israel.
«‘Nos acusan de cooperar con vosotros porque estábamos muy contentos cuando atacasteis a Hezbolá, realmente contentos, y nos alegramos de que ganarais’, dijo la fuente».
Las guerras de Israel contra Gaza y Líbano, respaldadas por Occidente, junto con el intento desesperado del imperialismo estadounidense de mantener su predominio en Oriente Próximo, han creado de hecho el terreno fértil para que los islamistas levanten de nuevo sus feas cabezas.
Como consecuencia, toda la basura reaccionaria que se mantuvo bajo control por el equilibrio también está volviendo. Al ver a Irán distraído en el Líbano y a Rusia distraída en Ucrania, Erdogan vio su oportunidad de establecer nuevos «hechos sobre el terreno», apoyando a HTS para que se alzara en armas una vez más contra el régimen de Assad. Su marcha hacia Damasco está cambiando rápidamente la configuración de la región, con consecuencias de largo alcance.
Es una prueba del asqueroso cinismo del imperialismo israelí y occidental que apoyen de nuevo tácitamente la embestida de las bandas yihadistas porque lo ven como un golpe contra su principal enemigo, Irán. Sin tener en cuenta que, mientras tanto, esto podría desmantelar Siria y desestabilizar toda la región.
Nuevo orden mundial
Con Estados Unidos e Israel alineados detrás de los islamistas, Rusia e Irán se afanan por salvar lo que pueden del régimen y de sus propios intereses en el país. China también ha declarado su apoyo a Assad. Se están dibujando los contornos de otro conflicto más, con el imperialismo estadounidense y sus aliados de un lado, y el bloque de Rusia, China y sus aliados del otro.
El orden mundial postsoviético, con Estados Unidos como única superpotencia del planeta, se está desmoronando, y Washington está siendo desafiado por los hombres del Kremlin y de Pekín. Pero este nuevo equilibrio de fuerzas también está abriendo el camino para que otros países, como Turquía, se sitúen entre estos dos bloques para ganar más margen de maniobra.
Turquía es miembro de la OTAN. Sin embargo, en los últimos años se ha acercado a Rusia a nivel internacional y a Irán a nivel regional. Mientras Occidente ha sancionado a Rusia, Turquía se ha beneficiado de acuerdos comerciales con Moscú, incluidos acuerdos que ayudarían a los rusos a eludir las sanciones occidentales. Tras la guerra civil en Siria, los turcos acordaron con rusos e iraníes expulsar a Occidente en un esfuerzo conjunto. Ahora, sin embargo, el péndulo vuelve a oscilar en sentido contrario. Viendo su oportunidad, Erdogan está extrayendo concesiones de Estados Unidos en forma de apoyo a su campaña para hacerse con una mayor tajada de Siria.
Socialismo o barbarie
Durante décadas, los imperialistas han asolado Oriente Próximo, y a cada paso lo han empujado más por el camino de la barbarie. Han convertido esta otrora floreciente cuna de la civilización en un páramo estéril lleno de dolor, horror y sufrimiento. Las guerras de Israel no son una excepción. Ahora amenazan con desbordarse y desestabilizar un país tras otro, abriendo las puertas a una conflagración regional de las más devastadoras consecuencias.
La idea que se difunde en Occidente es que Oriente Próximo necesita la intervención civilizadora de las potencias occidentales, para no caer en el fundamentalismo islámico fanático. En realidad, el imperialismo occidental y sus aliados son los responsables de toda la miseria que las masas de Oriente Medio se ven obligadas a soportar. Si no fuera por el apoyo occidental, los rabiosos perros yihadistas no habrían sobrevivido ni un solo día.
Lo que destaca más claramente en esta región es la esencia del capitalismo: el estrecho interés de unos pocos capitalistas en la cúspide de la sociedad, por encima del interés de la masa de la humanidad. Revela una clase que no sólo no es apta para gobernar, sino cuyo gobierno es diametralmente opuesto a la vida civilizada.