David Harvey es profesor de universidad y geógrafo que se define como marxista. Su serie de vídeos sobre El Capital han sido vistos por cientos de miles de jóvenes pertenecientes a una generación que se interesó por el marxismo a raíz de la crisis de 2008. Por esta razón sus recientes declaraciones contra el derrocamiento revolucionario del capitalismo han generado un importante revuelo.
Se podrían hacer muchas críticas a las ideas de Harvey. Por ejemplo, su teoría de la “acumulación por desposesión” tiene muchos problemas desde un punto de vista teórico pero también por las conclusiones prácticas que se pueden deducir de ella. Sus seminarios sobre El Capital representan una introducción decente en general, pero también contienen algunos errores serios. En este artículo, sin embargo, me centraré en sus recientes comentarios contra la revolución, porque no creo que nunca haya planteado su opinión de manera tan clara, y porque sus afirmaciones reflejan un problema común entre académicos y reformistas.
Harvey, el reformista
El marxismo no es sólo una perspectiva académica o una herramienta de análisis. Marx se dispuso a analizar y entender el mundo para transformarlo, como explicó de manera tan brillante en sus Tesis sobre Feuerbach. Para Marx, la práctica revolucionaria no era un mero extra, sino el núcleo de su actividad política, la consecuencia de sus análisis y su motivación. En su carta a Weydemeyer, dijo:
…Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases…
Así pues, ¿qué dijo Harvey sobre la revolución, y en qué contexto lo dijo? Los comentarios son de diciembre de 2019 en un episodio de Las Crónicas Anticapitalistas llamado “Malestar mundial” que trataba sobre los alzamientos revolucionarios que estaban teniendo lugar en ese momento en Ecuador, Chile, el Líbano, etc. El vídeo completo está disponible online, así como una transcripción de sus palabras. Esto es mejor que basarse en las breves citas sacadas de contexto que circulan en las redes sociales. Yo le citaré extensamente para no dar cabidas a distorsiones o malinterpretaciones de sus ideas.
Veamos:
La otra parte del problema es esta: que en la época de Marx si hubiese un colapso repentino del capitalismo la mayor parte de la gente podría seguir alimentándose y reproduciéndose. Debido a que la mayor parte de la gente era autosuficiente en sus regiones y producía todo lo que necesitaban para vivir – en otras palabras, la gente tendría un desayuno en su mesa cada mañana independientemente de lo que ocurriera en la economía mundial. Ahora ese ya no es el caso. La mayor parte de la gente en los Estados Unidos pero también cada vez más, claro, en Europa, en Japón y también cada vez más en China, en la India, en Indonesia, y en todas partes, dependen enteramente de que les provean de alimentos, obteniendo así sus medios de vida de la circulación del capital. Ahora bien, como decía, a diferencia de los tiempos de Marx ahora estamos en una situación en la que alrededor de un 70% o un 80% de la población del mundo depende de la circulación de capital para asegurar que les llega comida, para proveerse del combustible que les permite moverse, y de los medios de subsistencia que les permiten vivir en su día a día.
¡Este es un argumento increíble contra la revolución que no tiene ninguna base en la realidad! Está equivocado en muchos sentidos. En primer lugar, en tiempos de Marx los obreros también obtenían sus medios de subsistencia en el mercado capitalista. Trabajaban por un salario y con éste iban a la tienda a comprar comida. Igual que ahora. Tal vez hubiera algunos obreros en los años 50 del siglo XIX con pequeñas parcelas de tierra para cultivar (aunque esto ciertamente no era aplicable a los poblados chabolistas de las grandes ciudades industriales de la época), pero ese no era un factor que hiciese a la revolución especialmente favorable en ese momento. El hecho de que hoy “un 70 o un 80% de la población del mundo depende de la circulación de capital” para obtener su comida y cubrir sus necesidades básicas ¡es ciertamente un factor positivo en relación a la posibilidad de una revolución! Significa que el campesinado ha sido socavado a escala mundial y que la agricultura de subsistencia ha sido desplazada por los grandes cultivos capitalistas. Esto significa que el peso específico de la clase obrera en la sociedad nunca ha sido tan grande. Marx explica que, bajo el capitalismo, la clase obrera es la única clase revolucionaria. Su crecimiento numérico y su fuerza potencial son sin duda positivos para que haya una revolución socialista, algo que Harvey es absolutamente incapaz de ver.
Además, la idea de un “colapso repentino del capitalismo” en el que, parece ser, según Harvey, toda la producción se detendría no tiene nada que ver con una revolución. Una revolución socialista es cuando los obreros toman el poder político y con él se hacen con el control y con la propiedad de la producción para que los obreros mismos la gestionen para satisfacer las necesidades de la sociedad.
El capitalismo: ¿demasiado grande para caer?
Harvey insiste en imaginar una revolución como una detención repentina de toda la actividad productiva, algo que sería un desastre:
Así que yo creo que la situación se puede resumir de la manera siguiente: que el capital ahora mismo es demasiado grande para que caiga. No podemos imaginar una situación en la que detenemos el flujo de capital, porque si hacemos esto un 80% de la población mundial se moriría de hambre, no podría moverse, no podría reproducirse de forma efectiva. (Énfasis mío)
Este es un ejemplo claro de la incapacidad de los académicos de entender el poder creativo de la clase obrera. Un análisis rápido de las revoluciones de los últimos cien años muestra lo contrario de lo que predice Harvey. Cualquier gran proceso revolucionario muestra que la clase obrera siempre avanza hacia la toma del control de las fábricas, de la producción de alimentos, etc. por sí sola en su desafío al poder de la clase capitalista. Durante la revolución chilena de 1971-1973, haciendo frente a una huelga reaccionaria de camioneros, los barrios obreros establecieron Juntas de Abastecimiento Popular para asegurar la distribución de alimentos. Durante la Revolución española, las organizaciones obreras se encargaron de la gestión de las fábricas, repartieron la tierra y organizaron la distribución de alimentos, cuando los capitalistas escaparon al bando fascista. En la huelga general francesa de mayo de 1968, en la que diez millones de obreros fueron a la huelga y ocuparon las fábricas, los campesinos organizaron el suministro de las ciudades bajo el control de comités obreros. En Venezuela, el paro patronal de 2002-2003 fue desbaratado por la acción de los propios obreros, que ocuparon las instalaciones de la empresa petrolera y la operaron bajo su control, además de desatar una ola de ocupaciones de fabricas y de control obrero. Estos son ejemplos del poder creativo y la capacidad de organización de la clase obrera cuando se trata de transformar la sociedad.
Harvey no deja espacio para la duda. En su opinión, destruir el capitalismo y construir una nueva sociedad es una fantasía pasada de moda:
No podemos permitirnos un ataque sostenido contra la acumulación de capital. Así que la fantasía que uno podría tener – los socialistas o comunistas, la fantasía que podrían haber podido tener en 1850, que era que sí, que está bien, podemos destruir este sistema capitalista y construir algo totalmente diferente – eso es imposible hoy día. Tenemos que asegurarnos de que el capital sigue moviéndose, tiene que seguir en movimiento, porque si no hacemos eso podemos vernos en una situación en la que, como dije, la mayoría de nosotros moriríamos de hambre. (Énfasis mío)
Ahí lo tenemos: el capitalismo no funciona, admite, pero al mismo tiempo no puede ser destruido. A eso se reduce la impotente sabiduría de su marxismo académico. Al menos Harvey es lo bastante honesto como para sacar las conclusiones que emanan de su propio enfoque. Si el capitalismo no puede ser destruido lo único que queda es reformarlo:
Y esto quiere decir que el capital en general es demasiado grande para caer. Es demasiado dominante, y es demasiado necesario para nosotros, tanto que no podemos dejar que caiga. Tenemos que pasar un tiempo sosteniéndolo, tratando de reorganizarlo, y modificarlo muy lentamente y a lo largo de muchos años hasta que adopte una configuración diferente. Pero un derrocamiento revolucionario de ese sistema económico capitalista no es posible en este momento. No pasará, no puede pasar, y tenemos que asegurarnos de que no pase. (Énfasis mío)
Harvey no es un mal crítico del capitalismo, y ha escrito muchos libros criticándolo y ha dado muchas charlas explicando por qué es un sistema explotador que no beneficia a la mayoría de la sociedad. Pero a fin de cuentas está firmemente en contra de derrocarlo mediante una revolución y su argumento es que el capitalismo debe ser “sostenido” (!) por nosotros (imagino que aquí alude a la izquierda o al movimiento obrero), y suavemente escorado hacia una “configuración distinta”.
Su enfoque profundamente reformista queda aún más claro en su conclusión:
Por lo tanto, un programa socialista o anticapitalista del tipo que yo querría trataría de gestionar este sistema capitalista de la manera en que evitemos que sea demasiado monstruoso para que podamos sobrevivir, y al mismo tiempo trataría de organizar el capitalismo para que se hiciera menos dependiente de los beneficios y más organizado para que provea de los valores de uso necesarios a toda la población – para que toda la población pueda reproducirse en paz y tranquilidad, y no como está sucediendo ahora, que no genera paz ni tranquilidad sino erupciones. (Énfasis mío)
Así que esto es lo que defiende David Harvey, la idea totalmente utópica de que el capitalismo puede ser reformado, y no sólo eso, que sea reformado para que en vez de buscar el beneficio provea a la población de los valores de uso que necesita (!). Claramente, Harvey no ha aprendido nada de leer El Capital, y este análisis del capitalismo no tiene nada en común con el marxismo, y menos aún con la lucha de clases. El capitalismo se basa precisamente en la búsqueda incesante del beneficio. Los capitalistas no están interesados en producir valores de uso, sino valores de cambio para que puedan materializar sus beneficios y reproducir el capital a una escala aún mayor. El sistema capitalista no puede ser “gestionado” para que vaya en contra de su propia naturaleza, de la misma manera que uno no puede “gestionar” a un depredador carnívoro para que se haga vegetariano, y cualquiera que lo intente se convertirá en su merienda. Correctamente, Harvey ha criticado a los burgueses que abogan por un “capitalismo de accionistas”, pero al final su propuesta es exactamente la misma.
Aún peor, dice que gestionar el capitalismo crearía un oasis de “paz y tranquilidad” en vez de las “erupciones” que tenemos ahora. No sólo niega la posibilidad de las revoluciones, sino que ve los movimientos revolucionarios, como los que sacudieron Chile y Ecuador hace unos meses, como nocivas “erupciones” que son un incordio para la “paz y la tranquilidad”.
Esta charla de Harvey tiene dos premisas básicas que son correctas y con las que podemos estar de acuerdo. En primer lugar, que en aquel momento, en diciembre de 2019, estábamos presenciando un estallido global de movimientos de protesta. “Así que si miras la situación y dices, bueno, están sucediendo cosas que apuntan hacia una oleada de protestas masivas de distinto tipo.” Yo añadiría que un rasgo importante de estos movimientos es que tenían características insurreccionales, pero en cualquier caso estaríamos de acuerdo en que no eran hechos aislados de tal o cual país. Harvey empieza con el alzamiento en Chile, luego habla de las revueltas en Ecuador en octubre de 2019, sobre el Líbano, Irak y los chalecos amarillos de Francia.
Inexplicablemente, también añade el golpe de Estado en Bolivia a su lista:
Al mismo tiempo, y en una dirección un tanto diferente, hubo protestas en Bolivia. Había habido unas elecciones. Existía la sospecha de que Morales, el presidente, no tenía tantos votos como decía. Y lo que vimos a continuación fueron, en cierto modo, manifestaciones de masas de la derecha. Y el presidente y su gobierno tuvieron que abandonar el país e ir a México a pedir asilo, que les fue concedido. Y de nuevo pues movimientos de masas en las calles, grupos entrando en conflicto y enfrentándose.
Reconoce que el movimiento “iba en otra dirección” y que eran “manifestaciones de masas de la derecha”, pero se le olvida lo importante: Evo Morales fue depuesto por un golpe de Estado, en el cual los militares salieron en televisión a darle un ultimátum. Este no es un mero detalle, y ciertamente ningún marxista podría poner en el mismo saco a movimiento revolucionarios y contrarrevolucionarios, e intentar analizarlos juntos, como si tuvieran la misma causa.
Pero sigamos. El segundo argumento con el que podemos estar de acuerdo es cuando dice que el problema no es el neoliberalismo, sino el propio capitalismo:
Hay dos formas en las que puedes pensar en la base económica de lo que está sucediendo. La primera es decir, esto es un problema de la forma particular de acumulación de capital, la forma particular del capitalismo, que en general llamamos neoliberalismo – y la otra forma es pensar que el problema no es el capitalismo como tal sino su forma neoliberal… existe ese punto de vista. Yo no lo comparto.
En vez de eso, según Harvey:
El sistema económico, el modelo económico, no funciona, y el modelo económico es el capitalismo. Así que nos enfrentamos a una cuestión muy real y muy seria. Y ahora nos estamos dando cuenta de ello. Nos estamos haciendo conscientes.
Hasta aquí ningún problema.
Una vez ha llegado a la conclusión de que el problema es el capitalismo como tal y que esto es lo que inspira las protestas en todo el mundo pasa a advertirnos de que el capitalismo ni puede ni debe ser abolido. Sus argumentos no tienen ningún sentido y no se basan en los hechos.
No creo que hasta ahora Harvey se haya expresado tan claramente contra la idea de la revolución, pero las ideas de esta charla no caen del cielo y son el resultado de todo su método. En una entrevista con Leo Panitch hablaba sobre la “reforma imposible y la revolución improbable”. Ahora sale en contra de la revolución y pide reformas lentas y cuidadosas.
Se apoya en conceptos como “la inexistencia de la clase obrera clásica en el mundo actual” o que “el neoliberalismo ha conquistado nuestras mentes”, y por ello es absolutamente incapaz de ver lo que está pasando ante sus ojos. Los alzamientos en Chile y Ecuador en octubre y noviembre de 2019 pusieron de relieve, por un lado, la crisis del capitalismo, que es incapaz de satisfacer las reivindicaciones más básicas, y, por otra parte, el enorme poder que tienen los trabajadores cuando empiezan a moverse. En ambos casos, enormes movimientos insurreccionales desafiaron al poder de la clase dominante y, al menos de forma embrionaria, plantearon elementos de doble poder. La Asamblea Popular y la Guardia Indígena en Ecuador, los Cabildos Abiertos, los comités de defensa de Primera Línea y las asambleas populares en Chile, eran formas incipientes de poder obrero, la bases para nuevas instituciones, para una sociedad nueva.
Es cierto, aquellos movimientos no condujeron a la victoria. La clase obrera no tomó el poder, el capitalismo no fue derrocado. Pero eso no se debía a ninguna de las razones que plantea David Harvey. No se debió al hecho de que “el capitalismo sea demasiado grande para caer”, ni era porque “la revolución es imposible”. Lo que faltó fue una dirección marxista capaz de ganarse a la mayoría del movimiento y llevarlo a la victoria. Eso queda por construir, en Ecuador, en Chile y en otros lugares. Será establecida sobre la base de un estudio serio de Marx y de otros marxistas. David Harvey y su impotencia académica reformista, derrotista y desmoralizada no prestarán ninguna ayuda en esta tarea, por desgracia.
No puedes ser “marxista académico” y marxista
Cuando le preguntaron directamente en una entrevista para la revista Jacobin si era marxista, Harvey respondió de la siguiente manera:
Yo sugerí a algunos estudiantes de posgrado que quizás deberíamos leer a Marx. Así que empecé a leerlo, y me pareció que era más y más relevante. En cierto sentido, fue una elección intelectual más que política. Pero tras citar favorablemente a Marx un par de veces, la gente empezó a decir que yo era marxista. Yo no sabía qué quería decir eso, pero al cabo de un tiempo dejé de negarlo y dije, vale, sí, soy marxista, aunque no sé qué quiere decir eso – y aún hoy en día no sé qué quiere decir. Claramente tiene una carga política, es una crítica al capital. (Énfasis mío)
Esto es todo muy confuso, y ciertamente no es marxismo. El marxismo no es sencillamente una crítica al capital, el marxismo es una doctrina revolucionaria para derrocar al capitalismo.
Como dijo Lenin en El Estado y la Revolución:
Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para «consolar» y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante «arreglo» del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario.