Crisis climática e infraestructura colapsada: una amenaza para la clase trabajadora
Diego “Otzi” Aguilar
El día 13 de septiembre del año en curso, en la alcaldía Iztapalapa en la Ciudad de México, un camión de carga de una empresa refresquera fue tragado por un socavón que cada día se agranda cada vez más, volviéndose una amenaza latente para los vecinos de la colonia Renovación.
Los socavones en México no son acontecimientos extraños, por ejemplo, hace 3 años en Puebla un hundimiento de aproximadamente 120 metros de perímetro y 12 metros de profundidad, se viralizó, sin embargo, estos fenómenos recientemente se han incrementado de manera drástica, sobre todo en la Ciudad de México; tan solo en este año se han registrado alrededor de 150 socavones en las vialidades de la CDMX (Viaducto Miguel Alemán, Insurgentes, Periférico, Tlalpan, etc.), y concretamente, la alcaldía de Gustavo A. Madero que ha sido la más afectada. El número mencionado asume cualquier tipo de agujero y hoyo que haya en la calle, pero no toma en cuenta aquellos hoyos que no son reportados, además, muchos son considerados como “baches”, y la respuesta del gobierno de la CDMX ha sido rápida y aparentemente eficaz, se elaboró un plan para aliviar el peligro no solo para los vehículos personales, sino también para el transporte público, así como el bienestar de los trabajadores de la Ciudad.
No obstante, reparar los baches de las diversas vialidades de la ciudad solo son una solución temporal, si la calle sigue igual en su totalidad, el bache se volverá a abrir e incluso existe el riesgo de que el resto de la calle pueda sufrir algún otro hundimiento, además, el socavón de Iztapalapa pone en evidencia un problema aún mayor, el cual el gobierno no tiene algún interés por arreglar la infraestructura de procesamiento pluvial, así como la infraestructura de las redes de drenaje.
El aumento en la frecuencia de socavones está emparejado con las brutales lluvias que han azotado el centro del país, el promedio de precipitación en este año solamente ha sido casi el doble en comparación a los últimos 40 años, siendo éste el año con más lluvias, tanto por frecuencia como por la cantidad de agua. El incremento en precipitaciones es un síntoma del cambio climático, así como la deforestación y exterminio de zonas verdes, tan solo en la Ciudad de México en los últimos años se han impulsado proyectos que afectan el medio ambiente,como la expansión del Estadio Azteca, la creación del centro comercial Mitikah, la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, y el más reciente, la creación de una “Utopía” en la unidad deportiva de la alcaldía Xochimilco. En el resto del territorio nacional, por ejemplo, la creación y el impulso del “Tren Maya” generó una pérdida de vida enorme y provocó un desbalance natural que a día de hoy genera estragos, un ejemplo de esto es la pérdida de aproximadamente 2500 hectáreas de selva, provocando la pérdida del hábitat natural de la fauna, y la contaminación del manto acuífero de Quintana Roo; la pérdida de áreas verdes genera ambientes más hostiles, ya que se interrumpe el proceso de filtración natural del agua y el proceso natural del carbono, provocando lo que es conocido como “efecto invernadero”; el efecto invernadero es una acumulación de gases naturales de manera artificial o asistida en la atmósfera, los cuales, en grandes cantidades, acumulan, almacenan y aglutinan los rayos solares así como el calor, evitando que se disperse y, por consecuencia, el calor aumenta.
Todo lo anterior provoca que enormes cantidades de agua sean evaporadas y, relacionado a los fenómenos y accidentes geográficos como la Sierra Madre Oriental y otros cuerpos montañosos que por su naturaleza provocan grandes cantidades de vapor de agua y condensación, provocan al final del ciclo del agua lluvias enormes como las que se han vivido en el centro del país. Estas lluvias tienen que ser procesadas y manejadas una vez que tocan el suelo, y aquí es donde entra la negligencia del gobierno; en lo que se refiere al drenaje y plomería de la ciudad.
Las instalaciones de la ciudad son anticuadas e incapaces de soportar la magnitud de agua que corre por sus tuberías y canales, no necesariamente por su calidad, sino por su capacidad la cual es sobrepasada por toda el agua, creando así fugas y erosión; ambos factores previamente mencionados, los cuales han sido constantes desde la creación de las redes de drenaje y de agua potable, provocan que el suelo y el subsuelo de la Ciudad de México –el cual es de por sí húmedo y frágil por factores ambientales– se vuelven aún más frágiles y, debido a todo el peso del concreto, cemento, pavimento y tránsito, terminan por derrumbarse. En otros casos, la plomería y la infraestructura urbana hostil han provocado inundaciones en varios puntos de la ciudad, lo cual ha significado riesgos y pérdidas materiales para los trabajadores capitalinos; debido a las inundaciones, las personas que acuden al transporte público, de por sí peligroso y muchas veces poco confiable, deben de esperar mucho más tiempo de lo usual puesto que los camiones, metros o metrobuses, presentan retardos significativos por la interrupción del flujo vehicular, las personas que caminan deben evitar la mayoría de calles, puesto que corren el riesgo de caer en algún agujero o coladera abierta que se ha invisibilizado por los encharcamientos, o desean evitar tener que caminar a través de 30 centímetros de agua (o más), o no ser salpicados por algún transporte que pase; y para las personas con transporte particular, implica el riesgo de perder su automóvil o moto en un “ahogamiento”, además del añadido tiempo de recorrido a sus destinos.
El gobierno de México otorgó un presupuesto de 30 mil millones de pesos a la CONAGUA y, el año pasado, otorgó 13 mil millones de pesos al entonces SACMEX, hoy llamado SEGIAGUA; aunque son presupuestos elevados –de los cuales no se cuentan con desgloses transparentes de sus gastos-, son presupuestos que, juntos, son 3 veces menos que el presupuesto otorgado a las fuerzas armadas opresivas de la nación, siendo este presupuesto de 151 mil millones de pesos. El dinero invertido por el gobierno a los diversos sectores demuestra algo muy claro: al gobierno burgués no le interesa arreglar las condiciones materiales de las personas que le han demostrado su apoyo justamente por sus promesas claramente vacías de generar un cambio. Mientras los trabajadores del país arriesgan diariamente su vida por generar riqueza, no solo al Estado, sino también a sus jefes burgueses, el gobierno negocia con empresas y magnates armamentísticos.
La respuesta es clara, solo un gobierno de la clase trabajadora puede brindar respuestas reales a los problemas que solo nosotros vivimos, y un gobierno obrero no ocurrirá a menos que nos organizemos y luchemos por uno.
¡Lucha por una ciudad digna para los obreros!
¡Por condiciones laborales y de vida dignas!
¡Por un partido obrero y proletario!
¡Construye el Partido Comunista Revolucionario!