Escrito por: Nikas Albil Svensson
Kim Jong-un, el hasta hace muy poco hombre malo de la prensa internacional, se ha convertido de repente en un santo. La nueva ofensiva diplomática tomó por sorpresa a la «comunidad internacional», la perspectiva del final de un conflicto de 70 años. Aunque Trump intenta disfrutar del fulgurante éxito, el último giro, en realidad, demuestra el relativo debilitamiento del imperialismo estadounidense.
Trump está en modo de celebración, elogiando a su ex némesis. «Little rocket man» [“El hombre del cohetito” en inglés, NdT] se ha convertido en «muy sensato y muy honorable». Trump dice que ahora tienen la oportunidad de lograr «algo muy especial». Hace un mes, los surcoreanos, obligados por Trump a hacer concesiones serias en el comercio, también se deshicieron en elogios al presidente, sugiriendo que lo nominarían para el Premio Nobel de la Paz (y rápidamente recibieron los apoyos de los congresistas Republicanos). La prensa internacional, normalmente muy crítica con Trump, de repente no se detuvo ante las alabanzas sobre su logro.
¿Una guerra mundial?
El giro aparente de 180 grados por parte de Corea del Norte llega apenas nueve meses después del intercambio de insultos y amenazas de guerra, lo que provocó que se hablara mucho de una tercera guerra mundial. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.
En primer lugar, la amenaza de guerra nunca fue seria. Fue claramente una gran fanfarronada. Trump nunca tuvo la intención de atacar a Corea del Norte, debido al desastre que habría supuesto para Corea del Sur, que habría llevado la peor parte de cualquier respuesta norcoreana. Millones de vidas surcoreanas, así como decenas de miles de soldados estadounidenses, estarían en riesgo inmediato.
En segundo lugar, mientras que en el pasado, China estaba dispuesta a defender a Corea del Norte, las relaciones entre ambos países se han deteriorado, y China parece considerar al régimen de Corea del Norte como una vergüenza que obstaculiza sus esfuerzos diplomáticos con Occidente, en particular con Europa, cuyo apoyo China busca en contra de los EE. UU. Nadie hubiera intervenido del lado de los norcoreanos si los EE. UU. hubieran decidido atacar. Tanto Kim Jong-un como Trump son aficionados al juego diplomático infantil quién-parpadea-primero pierde. A Trump le gusta hacer mucho ruido y luego llegar a un acuerdo. El régimen de Corea del Norte ha estado tratando de impulsar al máximo posible su programa nuclear antes de llegar a un acuerdo. Kim no es diferente. Las pruebas de misiles balísticos intercontinentales tenían la intención de demostrar al mundo que disponían la capacidad de lanzar misiles muy lejos, y potencialmente de llevar a cabo un ataque nuclear contra los EE. UU y Europa. Esto significaría que tendrían que ser tratados con un nivel de respeto que nunca tuvieron en el pasado, cuando China y Rusia lo consideraban como el pariente pobre.
El golpe de Corea del Norte
Posiblemente inadvertidamente, Trump les ha dado a los norcoreanos exactamente lo que querían. La invitación personal estaba claramente calculada para jugar con la vanidad de Trump y su hiperbólico ego. «Little Rocket Man» ahora se va a reunir con el Presidente de los Estados Unidos. Este es un honor que presidentes anteriores habían evitado dar deliberadamente a los norcoreanos. A cambio, Kim Jong-un ha hecho promesas de muy pocas consecuencias. Va a detener las pruebas de misiles y cerrar los campos de prueba, y está planteando la posibilidad de unirse a varios tratados internacionales sobre el tema, como cualquier otra potencia nuclear en el planeta. Incluso ha sugerido que está a favor del desarme nuclear, una vez más como cualquier otra potencia nuclear en el planeta. En el juego de la diplomacia internacional, Kim no ha prometido nada. Es comprensible que la comunidad diplomática de EE. UU. se sienta frustrada con la diplomacia de Twitter de Trump. Acaba de dar a los coreanos una victoria importante con poco a cambio.
La posición del imperialismo estadounidense sobre las armas nucleares apesta a hipocresía. Estados Unidos tiene el poder de aniquilar a toda la civilización de la tierra varias veces. También son la única potencia que alguna vez ha utilizado armas nucleares. También se reservan su derecho a intervenir en cualquier parte del mundo, donde sus intereses estén amenazados. Lo mismo ocurre con sus aliados con armas nucleares en Europa, e Israel por supuesto. Su intento de acabar con el programa de armas nucleares de Corea del Norte no se deriva del deseo de un mundo libre de armas nucleares o de salvar al mundo de un desastre nuclear. El hecho es que las armas nucleares de los estados más pequeños son una amenaza para la capacidad de los Estados Unidos de inmiscuirse en los asuntos de esos estados. El fracaso del imperialismo estadounidense para evitar que Corea del Norte adquiera armas nucleares expone su debilidad, como lo hizo el fiasco en Siria.
Otra gran pregunta es el impacto en el acuerdo nuclear iraní. Si Corea del Norte repentinamente es tratada así después de adquirir armas nucleares, ¿qué mensaje le envía a Irán? Trump e Israel son firmes en que el acuerdo iraní debe ser eliminado (o renegociado). Seguramente, el régimen iraní ahora observará cualquier acuerdo con Corea del Norte y pensará que el camino sería seguir adelante a toda velocidad posible hasta conseguir sus propias armas nucleares. Todo el asunto equivale a algo así como un golpe por parte del Norte y, hasta cierto punto, de los surcoreanos. Sorprendieron a todas las potencias con la rapidez de sus esfuerzos diplomáticos, desde estar al borde de la guerra hasta abrazos y apretones de manos en el espacio de unos pocos meses. China, a pesar de estar a favor de la dirección general del régimen norcoreano, puso todo su esfuerzo en consolidar estos movimientos y envió a su ministro de Relaciones Exteriores a Corea para asegurarse de que no fracasasen las conversaciones. Los japoneses se apresuraron a convencer a Estados Unidos de que sus intereses no debían olvidarse en una reunión entre Trump y Shinzo Abe. La promesa surcoreana de la nominación al Premio Nobel de la Paz estaba jugando de forma similar con la vanidad de Trump, pensada para garantizar que prestara atención a sus intereses en las próximas negociaciones.
Planes imperialistas para Corea del Norte
Gran parte de las actuales conversaciones están relacionadas con los misiles. A los Estados Unidos les gustaría que se retiraran los misiles de largo alcance de Corea del Norte y a Japón le gustaría que se retiraran los misiles de alcance medio de Corea del Norte. El que obtengan lo que quieren, depende de las negociaciones. Para Corea del Sur, los misiles no son una gran preocupación, dado que Corea del Norte tiene suficiente artillería convencional para reducir Seúl a escombros. Para el Sur, las preocupaciones más acuciantes son lograr estabilidad y garantías para la propiedad privada. También desean que el Norte permanezca fuera de la órbita de China y Japón.
En el sur, la lucha de clases ha eliminado uno de los mayores obstáculos en el camino hacia un acuerdo de paz. Los trabajadores de Corea del Sur están cansados del conflicto y la división. El gobierno de Park que cayó a fines de 2016 representaba el ala más reaccionaria de la clase dominante del Sur. El nuevo gobierno ve la paz como una promesa comparativamente barata de cumplir. En lugar de revertir las políticas internas reaccionarias de Park, con el fin de distraer la atención de sus propios problemas internos, prefiere ganar algo de credibilidad llegando a un acuerdo con el norte. No obstante, cualquier aplazamiento de la lucha de clases derivado de tal acuerdo será temporal. No hará nada para resolver la situación económica en el sur.
Para la clase dominante en el Sur, el acuerdo de ‘paz’ es una distracción valiosa.
De este modo, las potencias ahora riñen por llegar a un acuerdo con Kim y Corea del Norte. En lugar de enfrentarse a un frente unido de las otras cinco potencias interesadas (Corea del Sur, Japón, China, EE. UU. y Rusia), Corea del Norte puede, hasta cierto punto, enfrentarlas una contra la otra. En particular, el fortalecimiento de los lazos con el Sur podría permitirle al Norte aumentar su capacidad de negociar sin la dependencia de China.
Para Corea del Norte, esta podría ser la última jugada que le permita normalizar las relaciones con el resto del mundo. El país necesita desesperadamente desarrollar su economía. Su productividad se está quedando muy atrás de sus vecinos. No existen estadísticas realmente fiables, pero las estimaciones rondan los 1.300 dólares per cápita, que es 1/20 de la del sur y 1/7 de China y Rusia.
Lo que queda de la economía planificada no ha logrado ningún progreso tangible en las últimas décadas. El motivo es que se planifica burocráticamente sin control y gestión de los trabajadores, y el aislamiento de un país muy pequeño y relativamente subdesarrollado. Debido a los defectos de este sistema, la burocracia comenzó hace algún tiempo a mirar el camino chino hacia el capitalismo. Busca inversión extranjera para traer dinero en efectivo y maquinaria moderna. Al mismo tiempo, quiere mantener el control del proceso, tal como hizo la burocracia china.
Un conflicto con China
Como resultado de las sanciones lideradas por Estados Unidos, la economía depende por completo de China, que recibió el 87 por ciento de las exportaciones de Corea del Norte en 2016. Las exportaciones consistieron en 60 por ciento de materias primas sin procesar, en particular carbón. La cifra comparable es del 15 por ciento para el sur. El comercio con China ha llevado a la economía de Corea del Norte hacia una mono-economía cuyo único papel es suministrar materias primas a las industrias chinas.
Aunque Corea del Norte depende de China, su principal socio comercial, sus relaciones se han deteriorado.
La influencia china es consecuentemente enorme, pero en algún momento esto comenzó a preocupar a la burocracia norcoreana, que estaba cansada de ser absorbida en la órbita de China. Por lo tanto, está buscando encontrar apoyo en otros lugares. Aparentemente, el apoyo de Pekín a un complot que involucraba al tío y al hermano de Kim Jong-un hizo que las relaciones se deterioraran. El tío fue ejecutado en diciembre de 2013 y el hermano fue asesinado públicamente al regresar de China en febrero de 2017. Esto fue lo más cercano a un osado insulto a China. En respuesta, China comenzó a aplicar las sanciones que ya había acordado hace algún tiempo, y tuvieron un efecto. Los precios de la gasolina en Corea del Norte se duplicaron en la segunda mitad de 2017 y las exportaciones a China cayeron al punto más bajo desde 2011 (alrededor de 1/3). Esto claramente proporcionó un impulso para que Corea del Norte realizara tantas pruebas como fuera posible antes de que las sanciones se volvieran insoportables.
Desde el punto de vista de los países imperialistas, Corea del Norte tiene un potencial enorme. No sólo Corea del Norte tiene muchos recursos mineros muy cerca del taller del mundo, sino que también tiene una fuerza laboral bien educada (y muy barata). Antes de que la última ronda de sanciones golpeara en 2016, las compañías surcoreanas empleaban a 53.000 trabajadores en la Región Industrial de Kaesong, al otro lado de la frontera en Corea del Norte, a un costo de $ 90 millones por año, o alrededor de $ 1.700 por trabajador. Como comparación, los salarios en China son de promedio de $ 10.000 y en Corea del Sur de $ 36.000 por año. Para la burguesía de los países vecinos, esta es una gran oportunidad para obtener ganancias si pueden obtener algunas garantías sobre la seguridad de su inversión (Corea del Norte ha tomado en varias ocasiones compañías extranjeras sin compensación). Por supuesto, todo eso sería a expensas de los trabajadores del norte.
Unificación coreana
La cuestión de la reunificación de Corea se ha planteado en relación con el reciente acercamiento en las relaciones entre las dos Coreas. Pero eso sería imposible ahora, dada la extrema disparidad entre las dos economías. El costo de llevar a Corea del Norte al nivel del Sur sería tremendo. Algunos economistas calculan que podría ser tanto como $ 1 billón, pero probablemente sería mucho más alto. La reunificación alemana costó 2 billones de euros y el PIB per cápita de la Alemania oriental era de alrededor de 10.000 euros, que representaba 2/3 del PIB per cápita de Alemania occidental. La burguesía surcoreana no desea emprender una carga tan grande. La reunificación sobre una base capitalista, por lo tanto, no está en la agenda. Su mejor opción es mantener la burocracia del norte en su cargo por el momento pero llegar a un acuerdo para explotar a los trabajadores norcoreanos. En tal escenario, tendrían que lidiar con otras potencias imperialistas que hacen lo mismo, pero inevitablemente las compañías surcoreanas tendrían una ventaja, debido al idioma y la geografía.
La división de la isla fue el resultado de las maniobras contrarrevolucionarias de los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial. Después de la derrota de la Revolución Coreana en el sur con la ayuda del imperialismo estadounidense y japonés, el país se dividió en dos, entre las áreas liberadas por los ejércitos guerrilleros victoriosos (chino-coreanos) y el sur. El intento de los guerrilleros victoriosos de conquistar el sur fue frustrado por una invasión de los Estados Unidos, que amenazaba con tomar el norte. Una intervención decisiva de China casi ganó la guerra, pero las fuerzas estadounidenses (bajo la bandera de la ONU) lograron llevar la guerra a un punto muerto, alrededor de la frontera actual. Se firmó un alto el fuego, pero nunca se llegó a un acuerdo de paz, en parte debido a la intransigencia del régimen reaccionario que había llegado al poder en el sur bajo Syngman Rhi, basándose en el antiguo régimen colonial japonés.
Corea se convirtió en una de las muchas regiones fronterizas de la Guerra Fría. La frontera está fuertemente militarizada, tanto como lo estaba el Muro de Berlín. Se han producido enfrentamientos esporádicos en la Zona Desmilitarizada (DMZ) y sus alrededores, que han matado a unos pocos cientos de soldados desde que se firmó la tregua. En la actualidad, el ejército de Corea del Sur está compuesto por alrededor de 600.000 miembros activos y el norcoreano por alrededor de 1 millón, situando a los dos países entre los 10 primeros por el mayor número de soldados por cada 1.000 habitantes, así como entre los 10 mayores por el tamaño de sus ejércitos. Si se cuentan las reservas, los ejércitos de Corea del Sur y Corea del Norte son los más grandes del mundo en números absolutos (según las cifras de 2017 de IISS).Esto ha sido un lastre tremendo para el desarrollo económico en ambos lados de la frontera. Había cierta lógica en esto durante la Guerra Fría, cuando dos sistemas económicos (la economía planificada del norte y el sur capitalista) se enfrentaban. Pero con el colapso de la Unión Soviética, la transición de China al capitalismo y el intento de Corea del Norte de seguir a China, esta diferencia ya no es decisiva.
El norte emergió de la Guerra Fría mucho más débil que el sur. La economía del sur fue durante mucho tiempo apuntalada por los EE. UU. con una gran aportación de capital, pero ninguna ayuda comparable llegó de China o la Unión Soviética para el norte. El colapso de la Unión Soviética ejerció presión adicional sobre la economía del norte, y en pocos años la economía cayó de 16 a 5 mil millones de dólares. El resultado es que la economía de Corea del Norte es una de las más pobres del mundo.
Fue en esta época que el norte comenzó su programa de armas nucleares en serio. Esto nunca fue pensado para propósitos ofensivos, sino para darle a Corea del Norte un lugar en la mesa de negociaciones. El país ya no puede confiar en el equilibrio entre la Unión Soviética y China, pero debe replantearse su propio camino para evitar depender por completo del apoyo chino. El programa de armas nucleares chino se desarrolló igualmente por la misma razón: para obtener la independencia de la Unión Soviética. En las maniobras cínicas de las burocracias estalinistas, de la misma manera que el imperialismo, los pequeños estados y su independencia son solo pequeñas monedas de cambio. Pero un arsenal de armas nucleares, particularmente con la capacidad para golpear a los EE. UU. hace que sea imposible invadir Corea del Norte.
En los últimos 25 años se han visto y se han roto muchos acuerdos. Clinton llegó a un acuerdo con Corea del Norte en 1994, que duró dos años. Las conversaciones se reanudaron en 1999 y duraron alrededor de un año. Se reanudaron unos años más tarde, pero Corea del Norte reanudó el desarrollo de misiles y bombas nucleares. Las conversaciones finalmente se rompieron en 2009, después de otro misil y una prueba nuclear de Corea del Norte. Las sanciones fueron aplicadas por la ONU y gradualmente aumentaron durante los años siguientes.
Corea del Norte avanza hacia el capitalismo
Durante todo el período, los norcoreanos se abrieron gradualmente a la propiedad privada y al mercado. El monopolio estatal en el comercio exterior fue abandonado hace algún tiempo. La mayoría de la economía permanece en manos del Estado, pero las estadísticas oficiales admiten que el 26 por ciento está ahora en manos privadas y podría ser aún más alto. Es probable que cualquier acuerdo acelere rápidamente el ritmo de desarrollo hacia el capitalismo, y sería un capitalismo que no tocaría el régimen autoritario, sin sindicatos y con la explotación más despiadada.
Un hecho indiscutible es que ni la burocracia norcoreana, ni las diversas potencias capitalistas que están tratando de abrirse camino en el país, van a defender los intereses de los trabajadores y campesinos norcoreanos. A pesar de todas sus fanfarronadas, los burócratas norcoreanos son una casta privilegiada que está por encima de los trabajadores, y ya están preparando conscientemente el camino para la restauración del capitalismo.
A largo plazo, la inversión interna podría estimular un mayor desarrollo industrial, como lo ha hecho en China. Con esto vendría un fortalecimiento de los trabajadores norcoreanos y eso sería lo único positivo que podría surgir de las maniobras actuales. La solución real a toda la situación radica en la construcción de vínculos entre los trabajadores, del norte y del sur, con la perspectiva de una lucha por un socialismo genuino, que sería la base para una verdadera reunificación del país.