Los resultados electorales de la primera vuelta dejan un escenario que pintaba improbable antes de las votaciones, pero que estaba consolidándose. Por primera vez una coalición de izquierda logra una votación histórica (prácticamente el doble de la de 2018 en primera vuelta) y ganar la primera ronda. La dupla Petro-Márquez parecía marcar el tono. Pero el segundo lugar desajustó totalmente las expectativas con Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga.
Rodolfo Hernández ha llegado a la segunda vuelta montando una ola de desencanto con el establecimiento. Las encuestas de la primera vuelta lo mostraban empatando con Petro y las encuestas que se han publicado en la segunda vuelta lo tienen ganando pero con márgenes de errores que invitan a la duda. Esta dinámica ha puesto en alerta roja a la militancia del Pacto Histórico, y con razón. La demagogia de Hernandez ha puesto en claro que el candidato tiene un “programa” populista de derechas y que no tiene soluciones para los problemas económicos y políticos del país.
La tarea de los marxistas dentro del Pacto Histórico será desenmascarar la verdadera naturaleza de su programa y exponer las diferencias entre el cambio que propone el Pacto Historico y el cambio que propone el otrora Alcalde de Bucaramanga. El mejor método para hacer esto es juzgar al candidato no por sus discursos, sino por sus acciones.
¿Quién es Rodolfo Hernandez?
Hernández, de 77 años, cuya vida ha sido enteramente desarrollada en Santander y específicamente Bucaramanga, saltó a la “fama” en 2019 cuando se viralizó un clip que mostraba un altercado con un concejal al que le propina un coscorrón. A partir de esta “pulla” empezó una mediatización nacional, que sin embargo no le era ajena. Durante su campaña a la alcaldía utilizó de manera intensiva grupos de Facebook y Whatsapp para “activar” su mensaje, haciendo valer mucho el adagio de que vale más el espectáculo que los argumentos.
Su plataforma es sencilla: El problema son los políticos y la corrupción, por tanto hay que ejercer el derecho popular para desenmascararlos y ponerlos en evidencia mientras se crea una “eficaz” administración de los recursos. Sobre todo, la campaña de Hernandez difunde el mensaje de que al ser un “hombre hecho a sí mismo” con recursos, entonces no necesitaba robar del erario. Este mensaje populista, de orden y administración es la clave de su popularidad. Hernández fue de los pocos actores políticos que no condenó enteramente al Paro Nacional a pesar de no pertenecer a la izquierda. Incluso justificó la “ira popular” y es en ese punto de quiebre que aparentemente nace su intención de lograr la presidencia. Cómo ha plasmado en todas sus entrevistas el mensaje es el mismo: “acabar con la robadera”.
Claro que para Hernandez es conveniente ignorar el hecho de que está imputado por un caso de corrupción y nepotismo en donde estaba dispuesto a ofrecerle un contrato de 30 años por 570.000 millones de pesos a un contratista elegido por su hijo (quién recibiría una coima de 1.5 millones de dólares, equivalente a 56.000 millones de pesos). Un caso con evidencia contundente de correos y audios demostrando la complicidad del candidato. No solo esto, su red de aliados incluye a personajes como el ex gobernador Mario Camacho Prada, condenado por corrupción en 2008 y a la familia de Bernabé Celis, ex-senador de Cambio Radical y ficha de Germán Vargas Lleras.
Igual de preocupante es “el programa” de Hernandez. Es bastante diciente que llegó a la segunda vuelta sin un programa y que ha pegado bandazos en varios puntos. Por ejemplo, su hilo anunciando su nuevo programa lo tiene como anti-fracking, pero en una entrevista grabada con La Silla Vacía dice que haría “fracking controlado” (?). Sin embargo, solo hay que remontarse a sus antecedentes y orígenes como empresario para saber de qué lado caerá. Después de todo, este es un hombre conocido por ufanarse de enriquecerse a través de las hipotecas de los edificios que construye, a modo de latifundista. La idea de este hombre a cargo de la reactivación del campo es risible.
A la postre, no se puede ignorar su historial de comentarios xenófobos y sexistas, desde su comentario con respecto a las mujeres venezolanas (como fábrica de chinitas pobres) hasta su desdén por las trabajadoras sexuales de Puerto Wilches. Estos comentarios reflejan su perspectiva como empresario codicioso y refleja exactamente a qué clase representa: una clase dominante que vive de la especulación y el trabajo de la clase obrera, mientras que se jacta de la miseria que el sistema que lo enriquece le causa a las personas del común.
El ascenso de Hernandez:
La aparición de un populista de derecha (por más que él mismo rechace la etiqueta) refleja la descomposición del sistema político colombiano. La “democracia más antigua de América Latina” agoniza ante los embates de la crisis económica y de la desigualdad. Una clase trabajadora cada día más depauperada, que ya no encuentra un canal de representación en la clase “tradicional” vuelca entonces sus esperanzas hacia algo que represente “cambio”.
Pero el “cambio” en un populista demagogo, que en sus pensamientos realmente no representa a la mayoría de la población, que ha dicho que el lugar de las mujeres era el hogar, que “admiraba” a Hitler (aunque luego aclaraba que se quería referir a Einstein), que muestra un comportamiento grosero y totalmente chabacano, es un “misterio” para la izquierda progresista y los elementos más “tradicionales” de los comentaristas de la prensa burguesa. Es aquí donde debemos apuntalar el análisis marxista, mostrando que este ascenso coincide con las condiciones materiales actuales del país. Si señalamos el salto cualitativo y cuantitativo de la lucha de clases con la desconfianza a las instituciones democráticas liberales, esto no quiere decir que este radicalismo mecánicamente se transmita hacia vertientes progresistas.
El llamado al orden, y sobre todo de acabar con la corrupción, pero desde un personaje totalmente identificable para gran parte de la población como el patrón, llena el vacío dejado por el caudillo uribista (que no hay que olvidar representó el mismo discurso en el ya lejano 2002). Todos los rasgos que lo hacen cuestionable, son perdonados ante la idea de “normalidad” que promete y de castigo al sistema.
Tampoco ayuda que la política de alianzas y adhesiones del Pacto Histórico ha incluido a personajes como Roy Barreras, Armando Benedetti, Zulema Jattin y Alfonso Prada (fichas antiguas del Santismo, con vínculos a la parapolítica en algunos casos) , enmarcadas en la idea de un “Frente Amplio”. Esto termina alentando el mensaje de Hernández (“todos los políticos son lo mismo” y “solo piensan en robar”), alienando a cierta capa de trabajadores y campesinos que podría haberse atraído al mensaje de Petro.
Con esto regresamos a la situación de hace dos semanas, y vemos nítidamente que la estrategia de Hernández consistió precisamente en eso. Movilizar en redes el mensaje de “los mismos” y sobre todo ensañandose con Gutiérrez, a quien incluso le acusó (sin mucha evidencia) sobre una vinculación a la corrupción en el derrumbe de un edificio en Medellín en la década del 90, mientras que fomentaba la idea de Petro como un “mal administrador”.
Cómo exponer al ingeniero
La situación para la segunda vuelta entonces es compleja para el Pacto Histórico, con las redes sociales de hecho reflejando un pesimismo bastante alto en algunos militantes. Pero la realidad es que la competencia será dura. Y es porque a pesar de su estrategia, Hernández está empezando a recolectar todos los apoyos del establecimiento que recuerda nítidamente la vieja relación en tiempos turbulentos entre los intereses de la burguesía con los personajes populistas, demagogos y bonapartistas.
La humillante procesión de videos, trinos y declaraciones a medios de los representantes de la derecha (desde el mismo Federico Gutiérrez luego de la elección, senadores del Centro Democrático como María Fernanda Cabal, y representantes de la oligarquía tradicional como Enrique Gómez y Enrique Peñalosa) endosando su apoyo a Hernández, a quien hasta hacía 3 semanas consideraban un “individuo folclórico”, refleja el hecho de que el status quo, antes de aceptar un cambio que amenace sus privilegios (aún el programa liberal del Pacto Histórico), cerrará filas y preferirá un verdadero salto al vacío con este personaje. La campaña de Hernández empieza a enfilarse con su mensaje simple y apelando a la emoción popular.
Sin embargo, este abrazo envenenado del status quo empieza a generar ya anticuerpos en elementos que habían apoyado al “ingeniero”. Personajes como el senador “JotaPe” Hernandez que abiertamente apoyó a Hernández en primera vuelta, ante esto declaró públicamente su rompimiento. Por tanto, para el Pacto Histórico solo le queda redoblar esfuerzos.
No se puede caer en la trampa de querer pintarse como la opción institucional. La falsa dicotomía de “cambio ordenado” con “suicidio” que Petro pinto en su discurso victorioso es ceder la iniciativa a Hernández que fácilmente podrá colocar el campo a su favor. Las propuestas del PH deben orientarse a la “Colombia Profunda” la misma que votó al “No” en el plebiscito, desconfía de cualquier cambio y sobretodo sufre la represión del paramilitarismo y gamonalismo producto del abandono estatal (como pudo verse con el paro armado del Clan del Golfo).
Es importante entender que el paso de Hernandez a la segunda vuelta no significa que todo el contingente detrás de él sea irredimible. Muchos de estos elementos son personas que están buscando una opción genuina de cambio y quieren hacerle daño a la clase dominante que vive en Bogotá y se ríe de ellos por su ignorancia percibida. Muchas de estas personas, si son expuestas de manera paciente y consistente a un análisis marxista del candidato imputado, entenderán a largo plazo las falencias del ingeniero. Pero solo será en la medida en que la explicación de los marxistas sea consistente y se mantenga dentro de los hechos, evitando los insultos y el desdén, que nos podremos ganar a aquellos que de verdad estén luchando por el cambio y no estén buscando simplemente proteger sus privilegios y riquezas de una presidencia de Petro.
Es enteramente posible derrotar al Ingeniero en estas elecciones, pero será ante todo consolidando los 8 millones votantes que Petro ha obtenido sin hacer concesiones al mismo centro que ha intentado tomar control de la campaña de Rodolfo Hernandez como un atajo al poder. Será solo en la medida en la que Petro podrá mantener su programa que podrá atraer a aquellos que se abstuvieron de votar en la primera vuelta ya que no veían en ninguno de los candidatos una verdadera ruptura con el establecimiento. También será importante exponer a Rodolfo Hernandez precisamente por lo que es: un demagogo de derecha que usa el lenguaje anti-establecimiento para ocultar sus vínculos con la clase dominante y su propio interés en enriquecerse.
La única manera de que estos hechos logren virar las elecciones a través de la izquierda progresista será precisamente manteniendo una perspectiva crítica con respecto al Pacto Histórico, que no se esconda de sus falencias pero que también defienda de manera férrea la necesidad de luchar por reformas que se le han negado a las masas de nuestros país a través de la violencia y la represión y que esté dispuesta a ir más lejos de esas reformas para ponerle fin a la clase que ha producido a personajes crueles y abusivos como Rodolfo Hernandez.