El candidato de ultraderecha Jose Antonio Kast, pasa a segunda vuelta con una primera mayoría de 28%. Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad (coalición del Frente Amplio con el Partido Comunista) obtuvo el 26%, una diferencia de 150,000 votos.
Esto a dos años del estallido del 18 de octubre del 2019, y a sólo un año del plebiscito por la nueva constitución donde la opción Apruebo arrasó con un 78% frente al 22% del Rechazo, defendido por Kast. En la primera vuelta del domingo el voto por el candidato pinochetista, logra aumentar unos 300,000 votos por sobre su base de apoyo más dura del rechazo. Kast se impone sobretodo en regiones, mientras Boric gana en grandes ciudades como Santiago y Valparaíso.
La participación fue de un 47%, menor que para el plebiscito, y aún más baja en comunas obreras (por ejemplo en La Pintana apenas un 40% fue a votar). La mayoría de los votantes no siente que estas elecciones fueran algo importante que afectaría sus vidas. Pero la participación aumentó en comunas del “rechazo” (llegando al 69% en Vitacura). Gana con más ventaja en la región de la Araucanía, donde está cobrando lo que por años han construido, un bastión reaccionario con una política racista y de militarización del Wallmapu. En la llamada “macrozona sur” las elecciones se hicieron bajo estado de excepción. Un escándalo ante la supuesta fiesta democrática de estas elecciones, pero también ante el proceso constituyente.
Lo nuevo es que con el discurso antiinmigración también ahora la derecha levanta cabeza en el Norte. Pero aquí el candidato de derecha Franco Parisi es quien sorprende en tercer lugar a nivel nacional, pero con primera mayoría en las regiones afectadas por el aumento de la inmigración en los últimos años. Además, su partido recién formado se ubica en una cómoda posición de bisagra en la cámara de diputados, ante el virtual empate y fragmentación de las principales fuerzas políticas.
¿Por qué puede crecer la derecha?
En primer lugar hay que poner las cosas en su justa proporción. El candidato de la ultraderecha Kast, obtiene el 27% de los votos del 47% que fue a votar, es decir, apenas el 13% del total de los inscritos.
La derecha come ahí donde hay miedo e incertidumbre. La Convención Constitucional está hoy dominada por el Frente Amplio luego de la debacle de la Lista del Pueblo, que terminaron reproduciendo los vicios de la política tradicional concertacionista. Esto ciertamente ha generado apatía y desmoralización en amplios sectores. Además de su base Pinochetista y fanática, Kast gana a sectores medios desconcertados con la grave situación social. Con un discurso de orden y paz, pueden arrastrar a sectores populares y de trabajadores que desean estabilidad. Esto en el contexto de incertidumbre económica y política, y una crisis social que viene de antes de la pandemia, y con esta misma se agravó.
Pero hay que señalar también que eso solo es posible ante la ausencia de una alternativa revolucionaria por la izquierda que representara políticamente el levantamiento de 2019. Un candidato como Boric, con un programa timorato de conciliación, fue totalmente incapaz de movilizar a los cientos de miles de trabajadores, jóvenes, mujeres, que se levantaron contra todo el régimen.
Kast es un político reaccionario y ultra conservador. Pero de momento no logra liderar bandas fascistas en el sentido clásico del fenómeno político. Es decir, fascismo como un fenómeno de masas, de civiles armados para aniquilar físicamente las organizaciones de la clase trabajadora. Por esto, el fascismo implica además una derrota histórica de los trabajadores. En todo caso, establecer que Kast no representa en lo inmediato un momento fascista, no quita el hecho de que sí presenta un grave peligro para las mujeres, minorías, activistas de izquierda y la clase trabajadora en general. Su avance electoral y posible victoria envalentona a individuos o grupos reaccionarios organizados para actuar. Hay quizás un par de eventos que muestran un desarrollo en esta dirección: La manifestación en Curacautín que agrupó a cientos de racistas atacando a mapuche, y la movilización en Iquique contra la inmigración que termina con un ataque a un campamento de inmigrantes.
Pero la fuerza que mostró el movimiento de masas desplegado en octubre y durante la pandemia podría aplastar a las bandas fascistas si así se lo propusieran las organizaciones de trabajadores. Es esta relación real de fuerzas, en relación a la sucesión de eventos revolucionarios en toda la región y en perspectiva mundial, la que es importante tener en cuenta para definir cualquier situación política general, y en particular al fascismo como fenómeno político. La hora es grave, pero el régimen todavía no puede estar tan seguro de haber derrotado el ánimo combativo de la rebelión de octubre.
El programa de Kast más bien quiere profundizar el régimen policial y militar actual, defendiendo el legado de la dictadura. Promueve un apoyo irrestricto a los militares y carabineros. Se trata del “dominio de la espada”, representaría un bonapartismo de carácter ultra reaccionario, que pretende venir a salvar el entuerto en que se encuentra la lucha de clases.
Pero para implementar un régimen de ese tipo, no basta con la voluntad de Kast, ni el apoyo de un sector de la clase dominante. La elección de Bolsonaro en Brasil en 2018 también fue presentada por algunos como “la llegada del fascismo al poder”. Sin embargo, a pesar de ganar las elecciones con un 55% del voto y tener una popularidad del 67% en el momento de su juramentación, su gobierno fue en realidad débil, dividido en numerosas fracciones e incapaz de aplicar su propio programa. A los pocos meses de su presidencia se enfrentó con un movimiento masivo de la juventud contra los recortes al presupuesto universitario y después a una serie de huelgas generales contra la reforma de las pensiones que movilizaron a millones de trabajadores. La consigna “Fora Bolsonaro” se convirtió en el grito de las masas. En ese contexto su popularidad colapsó y no se ha vuelto a recuperar. Hay diferencias entre Bolsonaro y Kast, pero una eventual victoria de Kast y la aplicación de su programa reaccionario, provocaría, tarde o temprano, una nueva explosión de luchas.
Recordemos que la rebelión de octubre del 2019, fue aquel movimiento de masas con carácter insurreccional que denunció al régimen de los 30 años de “transición democrática”, que después de la dictadura profundizó el poder de los principales grupos económicos y dejó intactas las fuerzas armadas. El movimiento contaba con una fuerza extraordinaria, su punto más alto fue la huelga general del 12 de noviembre, que precipitó el acuerdo del 15 de noviembre entre los partidos del régimen para salvar al gobierno. En esa instancia, el actual candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, tuvo un rol crucial para forjar el acuerdo, lo cual produjo serias diferencias dentro del Frente Amplio y otras organizaciones sociales que miraban con sospecha el sentido contrarrevolucionario y las bases antidemocráticas con que se firmó el llamado “Acuerdo por la paz y una nueva constitución”. Se salvó al gobierno en el momento que las calles y las iniciativas de autoorganización, autodefensa y acción directa, se encontraban en su punto más alto en la huelga general, cuando existían posibilidades de construir un poder por fuera de la institucionalidad burguesa.
¿Cómo enfrentar a Kast?
Kast es un pinochetista salido del riñón de la dictadura, fundador de la UDI. Entre otras cosas, quiere aumentar las ya elevadas pensiones de las fuerzas armadas, derogar la ley de aborto en 3 causales, aumentar la edad de jubilacion, y perseguir a activistas de izquierda. Su programa habla incluso de centros de detención secretos. Además que piensa que la flora y fauna nativa deben “pagar por su derecho a existir”. Evidentemente amplios sectores de la clase trabajadora ahora buscan instintivamente votar unidos contra la posibilidad de un gobierno de Kast que ataca derechamente las libertades democráticas. Y traen razón.
Es cierto que la ex-Concertación jugó un rol en mantener el aparato represivo, especialmente en el territorio ancestral mapuche. Pero sería errado igualar sin más la derecha a la política concertacionista, o a un eventual gobierno de Boric y Apruebo Dignidad.
Un gobierno de Boric también se apoyaría en las fuerzas armadas y la represión para contener la fuerza de un movimiento de masas, pero se apoya especialmente en su sello más característico que es el desvío institucional. Pero el proceso constituyente no logra salvar completamente el impasse. En realidad, la crisis económica y social no tendrá solución en los marcos de esta institucionalidad burguesa. La institucionalización de la rebelión no puede cuajar sólo sobre cambios formales, los cambios dentro de los límites del capitalismo en crisis no van a solucionar los problemas de fondo que provocaron el estallido. Y así la derecha sólo puede seguir comiendo.
Detener al reaccionario Kast incluye votar contra él en la segunda vuelta. Se hace entonces también imprescindible subrayar la necesidad de una política de clase independiente. Después de la dictadura, a las nuevas generaciones se las convenció de censurarse de cualquier idea de transformación radical de la sociedad, por temor a despertar al monstruo fascista. Hoy vemos un chantaje parecido, donde algunos quieren obligarnos a una unidad sin principios, con el territorio ancestral mapuche militarizado y con presos políticos.
Hemos tratado de explicar que si la derecha hoy puede levantar cabeza, es precisamente por una política irresuelta y conciliadora del tipo de Gabriel Boric. Hoy él mismo toma en sus manos el discurso contra la inmigración y de seguridad pública. Esta concesión a la derecha sólo desaguará más votos al programa más consecuentemente reaccionario. Toda la orientación de Boric de cara a la segunda vuelta va a estar orientada en dos ejes: ganar el voto de los “sectores moderados”, oponer “la democracia al fascismo”. Seguir en esta dirección no va detener el crecimiento de una derecha galvanizada, en medio de un contexto general de incertidumbre económica y política.
La única manera en que se podría derrotar a Kast en el terreno electoral sería dar señales contundentes que convoquen a los apáticos y desmoralizados con la política, a los que se abstuvieron de votar, pero sí apoyarían un programa radical que afecte sustancialmente sus vidas, que mejore sus condiciones materiales.
La oposición abstracta de “democracia vs. fascismo” no representa nada para cientos de miles que se levantaron hace dos años justamente contra esta “democracia”. Hemos advertido que el proceso constituyente era un desvío de la lucha, un desvío por cauces institucionales. Un acuerdo entre los partidos del régimen, que dio lugar a una asamblea constituyente donde terminan dirigiendo abogados constitucionalistas, técnicos y expertos, secundados por personajes públicos y otros excéntricos. Esto sembró la apatía y la incertidumbre, mientras las perspectivas laboral y económica se complica. El Wallmapu se militariza, y se nos quiere vender una fiesta democrática que no otorga soluciones concretas a las necesidades de la clase trabajadora.
Pero además es necesario decir claramente que a la ultra-derecha no se la puede detener solamente en el terreno electoral. Movilizaciones de masas en las calles de la clase obrera, la juventud, las mujeres, todos los sectores que serían más directamente afectados por un gobierno del reaccionario Kast, podrían cambiar decisivamente la correlación de fuerzas.
Dado el empate y fragmentación en las cámaras, un eventual gobierno de Apruebo Dignidad estará obligado a profundizar aún más la política de los acuerdos. O, menos probable, decidir en apoyarse decididamente en el movimiento en las calles, en las organizaciones sociales y de trabajadores, que con su fuerza impongan una agenda de transformaciones que supere los marcos del capitalismo.
Lo que se necesita es una dirección resuelta a realizar las demandas profundas de la rebelión de octubre. La constituyente era sentida como un medio de obtener solución a cuestiones en torno a las pensiones, educación, salud, trabajo, etc. Debe tenerse certeza y claridad estratégica ante el complejo momento que se vive, no una dirección insegura que se levanta y se acuesta pidiendo disculpas por todo. Se necesita una corriente política dispuesta a desarrollar toda la fuerza e inteligencia de la clase trabajadora. Para luchar contra la derecha dinosauria debemos apoyarnos en la organización de todas las fuerzas saludables de la sociedad, la juventud, las mujeres, los trabajadores. Necesitamos una dirección que en vez de negociar para salvar al gobierno, haya buscado coordinar a nivel regional y nacional todas las iniciativas de auto organización.
En esta hora urgente, los sectores movilizados deben conectarse con las mejores tradiciones revolucionarias de la clase trabajadora chilena, de Luis Emilio Recabarren, de los Cordones Industriales, de la lucha contra la dictadura, y de la rebelión de octubre. Hay que levantar la bandera de la lucha por el socialismo, que sea la clase trabajadora la que gobierne, barriendo con el régimen capitalista.