La lucha por el referéndum del 1-O llega a su momento decisivo. Las fuerzas de la reacción han arrojado todo el peso del Estado sobre el plato de la balanza. Millones de catalanes se disponen a inclinar el fiel de la balanza hacia el otro lado. Como todo acontecimiento relevante de la historia, su desenlace final se decidirá en las calles.
¡Extender los Comités de Defensa del Referéndum por toda Catalunya!
¡Contra la represión y por el respeto a la voluntad popular, todos a la huelga general del 3 de octubre!
¡Por la república socialista catalana, primera etapa de la revolución ibérica!
El Estado español no ha escatimado medios, ni gastos, para amordazar al pueblo de Catalunya. Ha enviado 7.000 policías y guardias civiles, que se suman a los 6.000 ya existentes en esta comunidad, incluidos 2.000 de los 2.700 miembros del cuerpo de Antidisturbios que existen en el Estado. A esto deben añadirse los 16.700 mossos d’esquadra que, formalmente, han quedado bajo el mando del ministerio del interior y que también pretende utilizarlos para acordonar los colegios electorales e impedir físicamente la votación. Se ha enviado el único “camión-botijo” de que dispone la policía en todo el país, cuya “efectividad” está por ver y que costó 350.000 euros hace 3 años. El gobierno, a través del aparato judicial, ha puesto sobre la mesa la orden de detención del presidente de la Generalitat, Puigdemont, y de varios miembros del gobierno y del Parlament, así como de dirigentes de asociaciones civiles, como Òmnium Cultural o la Asamblea Nacional Catalana, todos ellos bajo acusaciones varias de prevaricación, malversación de fondos o sedición.
El Estado español, que dice actuar en nombre de la democracia, ha pisoteado sin disimulo los procedimientos legales más básicos: entrada de la policía sin orden judicial en imprentas y sedes de partidos y asociaciones, atribución de las funciones de juez por el fiscal del Estado en las citaciones de alcaldes favorables a la consulta, etc. Más de 20 páginas webs han sido cerradas con la excusa de hacer propaganda del Referéndum, ¡incluida la de las asociaciones de castellers!
La autonomía catalana está virtualmente intervenida, con la incautación de sus cuentas, y el control estatal de la policía autonómica, sin haber invocado siquiera el artículo 155 de la Constitución.
En su histeria, han catalogado como sedición la manifestación popular de 40.000 personas del 20 de septiembre, en la que permanecieron encerrados 16 guardias civiles durante 20 horas a dentro de la Consellería d’Economía de la Generalitat, porque tenía el objetivo de “romper la forma de Estado” monárquica por la republicana.
Fuera de Catalunya se han prohibido actos de apoyo al Referéndum en Madrid, Vitoria, Zaragoza, Sevilla, y otras ciudades, por realizarse en edificios públicos como universidades, locales municipales, etc.
A los millones de papeletas y carteles incautados, y urnas, con detenciones arbitrarias, se suman las amenazas a directores de colegios y de otros centros y entidades públicas, que podrían servir de lugares de votación, bajo amenazas de arresto y acusaciones de sedición si colaboran en la votación. Ayer, en la huelga de estudiantes secundarios la fiscalía del Estado instruyó a los directores de colegio a que identificaran a los estudiantes que acudieran a la manifestación por su carácter sedicioso, cosa que desoyeron completamente.
Una maravillosa respuesta popular
La movilización popular y la creatividad de las masas han contrarrestado en parte la represión y la inoperatividad en que ha quedado el Govern. Millones de papeletas han sido impresas en casas particulares, en las universidades ocupadas por los estudiantes, o de manera clandestina en muchas imprentas. Piquetes formados por hasta cientos e incluso mil personas han empapelado cada pueblo, barrio y ciudad de Catalunya con propaganda del Referéndum, ante la impotencia de policías y fiscales.
Activistas informáticos han ayudado a replicar muchas de las páginas webs cerradas.
Lo más importante de todo, al calor de la represión se han formado decenas de comités de defensa del referéndum en barrios y pueblos, dispuestos a encargarse de la logística de la votación, informar a los vecinos de dónde votar, empapelar las calles, vigilar y alertar de la presencia policial y proteger físicamente los lugares de votación. Esto es extraordinario porque son el germen del poder popular, la auto organización de las masas para tomar su destino en sus manos y sustituir el papel del Estado en esta jornada de votación. Es un indicativo del potencial revolucionario que alberga el movimiento por la autodeterminación.
En los principales barrios de Barcelona se han formado estos comités, así como en muchas otras ciudades y pueblos. Ayer, en la ciudad industrial de Sabadell (200.000 habitantes) se celebraron 7 asambleas de masas simultáneas en los diferentes barrios para organizar y proteger la votación del 1-O, convocadas por el Comité de Defensa del Referéndum.
Una nota de El Confidencial Digital, comentaba:
«El Confidencial Digital ha podido comprobar que estos “comités de defensa” se están extendiendo de forma acelerada por toda Cataluña en esta semana previa al referéndum. Se han constituido tanto en numerosos distritos de la ciudad de Barcelona como en ciudades, pueblos y comarcas de las provincias de Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona. (…)
De hecho, uno de los objetivos que se han puesto es poder coordinarse para, dentro de sus barrios, reaccionar ante la posible acción de las Fuerzas de Seguridad. Están ya dando a entender que saldrán a las calles, como ocurrió con las detenciones y registros de la Guardia Civil ante los preparativos del referéndum, para impedir el despliegue policial que se pueda producir estos días.»
Hay también comités en las universidades y colegios. 50.000 maestros, padres y alumnos se han organizado en las llamadas “escuelas abiertas” (https://escolesobertes.eu/) para asegurar la votación en sus colegios y centros de estudio. El Sindicato de Directores, presionados por el Estado, ha pedido al Gobierno catalán ser suspendidos temporalmente de sus funciones para poder participar más libremente en la preparación de la votación.
La presión popular se está sintiendo también en la policía catalana, los Mossos. Este es un punto clave. En una gran parte de la base policial hay furia por la humillación de haber sido intervenidos desde Madrid, y sienten la presión constante de vecinos que les increpan.
Una nota emitida por la jefatura de los Mossos decía ayer que “no cerrarán los centros de votación durante el referéndum independentista ilegal del 1 de octubre si hay riesgo de desórdenes públicos”. Los mossos están llamados a hacer el trabajo sucio principal que es confrontar directamente con los vecinos a la hora de votar. Bastaría con que en una ciudad como Barcelona, si hay una aglomeración suficiente, se rompiera uno de los cordones de seguridad en torno a un centro de votación en un barrio, para que dé lugar a una reacción en cadena y se extienda a otras partes, no sólo de la ciudad, sino en muchas otras poblaciones, y adquirir así un carácter general.
Cierto es que, aunque la mayoría de los que irán a votar portarán su papeleta, el aspecto logístico más complicado es cómo hacerse con las urnas que, aparentemente, es lo más difícil de fabricar y ocultar. Pero una vez desatada la movilización popular nadie ha podido nunca poner puertas al campo de su ingenio y creatividad. No sería distinto esta vez cuando se plantee la manera de almacenar los votos una vez que la gente conquiste la posibilidad de votar.
A lo largo de esta semana han continuado las movilizaciones populares. Las universidades han estado ocupadas una semana. Miércoles y jueves hubo huelgas y manifestaciones estudiantiles en secundaria y universidad. Unos 80.000 estudiantes desfilaron ayer por la mañana en Barcelona. Al comienzo de la manifestación, un miembro de Arran (la organización juvenil vinculada a la CUP) hizo un llamamiento para construir unos «Països Catalans libres, comunistas y feministas», mientras que un representante de la juventud de ERC pidió un «República al servicio del pueblo», y un tercer orador declaró » vamos a votar para aplastar el régimen fascista de 1978″.
El apoyo al referéndum ha dado un giro en su apoyo popular al centrarse en consignas sociales y democráticas amplias, vinculándolo, incluso entre los partidarios del voto SI, a la libertad, la democracia, la república, y también a referencias vagas a la justicia y al cambio social. Las referencias más nacionalistas han pasado a un segundo plano. Incluso Catalunya en Comú, el bloque electoral cuyo principal referente es la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y una de las fuerzas de izquierda que mostraron más tibieza hacia el referéndum, también está pegando carteles contra la represión y llamando a participar en la votación. Al mismo tiempo, el vicepresidente catalán Junqueras, de ERC, hizo un llamamiento en un mitin a los demócratas españoles para que luchen por los derechos de los catalanes y aprovechen esta oportunidad para luchar por el cambio político en el resto de España, exclamando: «¡Viva la España democrática!».
El llamamiento a una huelga general se está intensificando. La rama catalana de Podemos, Podem, ha lanzado un llamamiento a las grandes federaciones sindicales, CCOO y UGT, para que se unan a la huelga el 3 de octubre. También el llamamiento a una huelga general se ha convertido en un elemento clave en la propaganda de la CUP. La huelga sólo está convocada por la CGT y otros sindicatos menores, pero no por CCOO ni UGT; pero aunque la CGT es más pequeña, es influyente en sectores importantes en Cataluña y en un contexto de extrema tensión social la huelga podría tener un gran seguimiento.
Conforme el movimiento de masas está ganando tracción en las calles y las masas incrementan su audacia, la Generalitat está perdiendo terreno bajo sus pies. El PDeCAT está manteniendo una actitud ambigua y contradictoria sobre la secesión unilateral después del 1 de octubre. Puigdemont ahora está diciendo que la secesión unilateral no está sobre la mesa. Sectores del gobierno catalán, especialmente de PDeCAT, se están preparando para la capitulación. Ellos están buscando una manera de retroceder, pero se enfrentan a una enorme presión desde abajo.
Hay varias indicaciones de esto. La asamblea de payeses (campesinos) también se ha movilizado en los últimos días y ha pedido a todos los agricultores que salgan con sus tractores y los lleven a los centros de votación hoy viernes, dos días antes del referéndum, para evitar los intentos policiales de sellar los centros de votación. Los bomberos se han unido a la lucha. Participaron ayer en la manifestación estudiantil, y la asamblea de Bomberos de Barcelona, desafiando instrucciones del ayuntamiento, se ha comprometido a garantizar la seguridad de las movilizaciones de estos días, incluyendo la del referéndum.Los estibadores de Barcelona y Tarragona mantienen su negativa a atender los tres cruceros que alojan a varios miles de policías y guardia civiles.
Se está organizando un movimiento masivo de maestros, padres y estudiantes para ocupar escuelas desde el viernes por la noche para impedir su cierre por la policía.
En las condiciones actuales esto podría generar una situación insurreccional, especialmente si las fuerzas de seguridad del Estado reaccionan excesivamente y hay una represión violenta en las calles.
La impronta franquista de la represión
Poco a poco está quedando claro para una mayor cantidad de personas la “impronta” franquista de la represión contra el referéndum catalán. La burguesía española y su aparato de Estado no pueden renunciar ser fieles a sí mismos, a su historia y a sus raíces. Son los hijos y nietos de los jerifaltes franquistas, los de la “España Una, Grande y Libre”. A su arrogancia han acudido en ayuda los franquistas “de nuevo cuño” de Ciudadanos y la cobarde dirección del PSOE que ha asumido, sobre todo el ala más proburguesa de Susana Díaz y de los dinosaurios de Felipe, Guerra e Ibarra, el mismo rancio nacionalismo español que aquéllos. Guerra e Ibarra han llamado desvergonzadamente a la formación de un gobierno PP-PSOE. Pero están jugando con fuego. Creen que a la clase obrera española se la puede manipular con discursos españolistas y que ha olvidado sus tradiciones revolucionarias. Están muy equivocados. Se está acumulando un enorme resentimiento. Mientras más asome la patita franquista, más quedará claro el carácter de clase y autoritario de la represión. Están estimulando la arrogancia de los minúsculos grupos fascistas, como los que acosaron a la Asamblea de parlamentarios y alcaldes impulsada por Unidos Podemos en Zaragoza, y tendencias golpistas en el ejército y la guardia civil. Por supuesto no hay que menospreciar los peligros de estos sectores, pero sería un error sobreestimar su fuerza social y subestimar la potencia de ira de la clase obrera española.
El aparato de Estado español es fiel a sí mismo en su mentalidad de cuartel y en su tradicional carácter atrasado, ignorante y patético hasta el esperpento, como el que ha protagonizado con el alquiler del crucero de “piolín y el coyote” anclado frente al puerto de Barcelona, que ha sido motivo de ridículo general, y de risotadas y bromas por doquier. En la misma senda, hemos tenido un esperpento no menor con la “despedida” de efectivos de la Guardia Civil y de la policía en Andalucía, Castilla-La Mancha y otros lugares con decenas de militantes derechistas agitando banderas españolas al grito de “A por ellos, oé”. Es la mentalidad caciquil, opresora e inquisitorial de esta gentuza, que se imaginaba estar despidiendo a soldados que van a combatir a un ejército extranjero. De esta manera consiguen que la bandera roja y gualda sea aún más odiada, no sólo en Catalunya, y que se asocie con más fuerza si cabe al franquismo y a la decadencia de un régimen putrefacto.
La derecha y la degenerada dirección del PSOE sólo tienen a su favor, temporalmente, la confusión reinante en amplias capas de la clase trabajadora española por la falta de una explicación coherente de lo que pasa en Catalunya y del significado de la opresión nacional. Y también por el fetichismo reinante hacia el Estado, al respeto a las leyes y al democratismo formal, que supuestamente ha violado el Parlament de Catalunya.
Pero estos factores tienen una influencia superficial. Por debajo de la superficie misma, millones de trabajadores y jóvenes están reflexionando e instintivamente empiezan a comprender que algo no anda bien en este maridaje de la derecha franquista y los socialistas. La experiencia les irá haciendo ver que toda la fachada “democrática” es falsa e hipócrita. Una represión violenta del movimiento en Catalunya podría acelerar esa experiencia y el ejemplo valiente del pueblo catalán, sobre todo de su clase obrera, si es capaz de ponerse al frente del movimiento y de vincular la lucha por la república con la lucha por la justicia social, puede prender rápidamente en el conjunto del Estado.
Un balance de Unidos Podemos
Debemos reconocer a Unidos Podemos, y en particular a los dirigentes de Podemos, algo muy importante y que enmienda en gran medida la traición política de las direcciones del PSOE y el PCE en los 70, como ha sido la defensa valiente del derecho de autodeterminación para las nacionalidades históricas, que ha educado a una capa sustancial de trabajadores y jóvenes del Estado español en el respeto y comprensión de los derechos democrático-nacionales de Catalunya, Euskadi y Galicia. Sin duda, Unidos Podemos, que está enfrentándose valientemente a la máquina mafiosa del capitalismo español, es la organización más decente y con mayor autoridad moral de que dispone la clase trabajadora y la juventud española.
Sin embargo, se han quedado a mitad de camino. No han sido capaces de aplicar la demanda del derecho de autodeterminación a las condiciones concretas que se desarrollan en Catalunya.
Errejón, Monedero, Iglesias y los demás compañeros han hablado mucho estos años –sobre todo los dos primeros– de “empoderar al pueblo”, “romper el candado del régimen del 78”, “abrir un proceso constituyente”, “construir pueblo”, etc. pero cuando se han enfrentado a un pueblo real, de carne y hueso, como el catalán, dispuesto a llevar estas consignas hasta las últimas consecuencias, se han echado para atrás y han entrado en un cierto pánico, cediendo a la presión del régimen al que pretenden combatir.
Su falla principal, en este aspecto, es que siguen buscando infructuosamente una salida a esta cuestión dentro del régimen del 78, cuando sólo se puede alcanzar planteando una ruptura completa con él, por temor a colocarse en la “ilegalidad”. Pero frente a la “ilegalidad” y el acoso del régimen tenían a su favor la apelación a sus bases y a los millones que les siguen para movilizarlos en su defensa, y la respuesta habría sido masiva, poniendo en aprietos al régimen, al que claramente pueden vincular con el franquismo y la herencia de la dictadura.
Ni el PP ni la actual dirección del PSOE aceptarán jamás un referéndum de autodeterminación negociado y pactado, porque están imbuidos de una ideología españolista opresora. Este camino no conduce a nada y le hace perder credibilidad a Unidos Podemos y a sus confluencias en Catalunya y Euskadi. Deberían haber apoyado incondicionalmente el referéndum del 1-O y haber llamado abiertamente a participar y votar desde un principio. Los ataques que hubieran recibido, y la incomprensión inicial de un sector de la izquierda y de la clase trabajadora confusos en este tema, lo habrían rentabilizado con creces más tarde cuando se disipara la atmósfera malsana del nacionalismo españolista, lo que puede suceder más temprano que tarde.
Lo que se ha demostrado son los límites de una política reformista frente a una tarea, como está demostrando el pueblo catalán, que sólo puede conseguirse por la vía de un desafío al orden establecido y con métodos revolucionarios.
En un momento donde sectores de la clase trabajadora y de la juventud están aprendiendo rápidamente, redescubriendo la memoria histórica de la lucha contra el franquismo durante la Transición, se revela ahora el tiempo que ha perdido Podemos en estos años en elevar el nivel de conciencia de los millones que miraron a esta organización en busca de una guía y una alternativa por un cambio radical. Ahora, las bases de la reacción en España serían mucho más débiles. Pero nunca es tarde para revertir los errores.
Toda la supuesta política “inteligente” del llamado “populismo”, que encontró en Íñigo Errejón su principal heraldo, ha revelado su falsedad. El problema ideológico de Podemos es que ha tratado de rehuir una explicación coherente y verdadera de las bases sobre las que se sustenta el sistema capitalista, por desconfianza hacia la capacidad de comprensión de la población y de la clase trabajadora en particular.
El compañero Errejón y sus amigos se rieron durante mucho tiempo de la “antigualla” del análisis marxista, pero son ahora sus posiciones las que han quedado desacreditadas, y es el marxismo el que ha demostrado una vez más su enorme vitalidad y realismo.
Deberían haber explicado en estos años que el conjunto del aparato del Estado sirve a la clase dominante, que se recluta de ella, que no es reformable, que no es un problema del PP; sino que la forma de gobierno del PP es la que se adecúa a las necesidades del capitalismo español en una época de aguda crisis social y política. Deberían haber llamado a desconfiar de la justicia burguesa y de sus jueces, y denunciar lo que no es más que un sumidero de franquistas embozados. Lejos de lanzar vivas a las fuerzas policiales, deberían haber llamado a desconfiar de las mismas, plagadas como están de fascistas y reaccionarios, como los que participaron en el acoso de Zaragoza, y llamar a su depuración.
Debían haber levantado claramente la bandera de la república frente a la cada vez más desprestigiada monarquía borbónica. No hay bandera que pueda movilizar hoy más a la juventud española y a capas cada vez más amplias de las masas, incluidas las socialistas, que la bandera republicana.
Sobre todo, ha quedado desacreditado el discurso “patriótico” de los dirigentes de Podemos. Hemos señalado innumerables veces que reclamar el concepto “patria” en el Estado español carece de cualquier contenido progresista, que causa desconfianza y rechazo en amplias capas de la clase obrera que, muy correctamente, lo ubican en la trinchera del franquismo y de la opresión nacional, como está quedando claro en el caso de Catalunya. Deberían haber explicado que la soberanía nacional no es establecer un imposible control estatal sobre las grandes corporaciones y empresas del país, sino nacionalizar las mismas bajo el control democrático de la población, comenzando por los trabajadores que las ponen a producir.
La necesidad de una corriente marxista en el Estado español, por tanto, se hace más necesaria que nunca para proveer el análisis y del programa necesario, dentro del movimiento vivo de la clase trabajadora y de la juventud, y en sus organizaciones.
Por el triunfo del 1-O
Las cartas están sobre la mesa. Todo el país está pendiente del 1-O y de la movilización popular. Una encuesta de hoy de eldiario.es, con todas las limitaciones y distorsiones generadas por la represión estatal y el método de encuesta, declara que un 63,3% de los catalanes está dispuesto a votar en este referéndum “ilegal”, con cerca de un 10% indecisos. Sin tomar en cuenta siquiera el porcentaje de abstención técnica (alrededor de un 10%) esta es una mayoría sustancial y representativa del pueblo de Catalunya, alrededor de 3,5 millones de personas. Sin las condiciones de intimidación y terrorismo mediático ese porcentaje sería muy superior. La gran mayoría se decanta por el SI. Impedir por la fuerza esta enorme voluntad de los catalanes para votar muestra el carácter autoritario del régimen español.
Pase lo que pase el 1-O, la voz mando debe ser la organización popular, extender los comités populares por toda Catalunya, incluyendo las grandes empresas, como la expresión más genuina de la voluntad popular, participar en la preparación de la huelga general del 3-O y asegurar su triunfo, y llamar a la convocatoria de una asamblea nacional de comités populares que asuma la verdadera representación popular ante la intervención de facto del gobierno catalán y la amenaza de su destitución por el gobierno central. La clase trabajadora catalana debe plantearse la tarea de asumir la dirección del proceso y vincular la lucha por la república catalana con una democracia socialista, y hacer un llamamiento a la clase trabajadora del resto del Estado a que se les una. La república socialista catalana, sería así la chispa que encendería la revolución por toda la península, y más allá