En los últimos meses hemos sido recluidos, hemos sido obligados a cambiar en un tiempo récord nuestros hábitos alimenticios, sociales, familiares y laborales. Los que están dando la pelea afuera, lo hacen sin protagonismo, sin reconocimiento público; los que se quedan en sus hogares también luchan desde su trinchera por mantener la calma y seguir sirviendo lo mejor posible en la actividad que desempeñan; mamás y papás también han asumido con valentía y abnegación la crisis.
Políticos y autoridades, han promulgado medidas para controlar la epidemia, y recientemente han dado indicios de cómo creen que superaremos esta emergencia. No podemos reprochar que no hayamos sido informados. No pongo en duda que estos funcionarios, si de un momento a otro les dijeran que, debido a la crisis, van a recortar presupuesto (y esto implica que les quiten prestaciones, incluido el servicio médico); o si les dieran la orden de prolongar indefinidamente sus labores, costeando con sus propios recursos la adaptación de despachar sus asuntos “a distancia”, seguirían sirviendo al pueblo. Tampoco se negarían a asumir labores para las cuales no fueron electos, incluso si de un día a otro ya no tuvieran forma de solventar sus gastos. Seguramente asumirían increíblemente la labor de médicos, ingenieros, científicos, periodistas, cocineros, obreros, agricultores y docentes, sobre todo de éstos, porque “cualquiera puede dar clases”.
Es evidente que entre todos los oficios y profesiones que existen, dos son absolutamente prescindibles: los investigadores -sobre todo los humanistas-y los maestros, porque el resultado de su trabajo (si lo hay) no impacta inmediatamente en la sociedad. Por tanto, sus condiciones laborales o de vida, no son prioridad nacional. Si la ciencia y la investigación no son prioritarias, mucho menos son necesarios maestros que hagan la función de comprender dichos conocimientos y enseñarlos a los futuros profesionistas útiles, cuyo trabajo sí es tangible e inmediato. Los humanistas, los docentes ¿qué le han dado a México? Nada, visiblemente, nada; por esta inutilidad, al pasar junto a los que gritan “Basificación Ya”, es obligatorio ignorarlos.
¿Quiénes son esos pseudo docentes? ¡Raza de privilegiados! Seguramente tienen cuentas de banco en Suiza; seguramente sus hijos estudian en el extranjero y ellos mismos han realizado sus especializaciones en Oxford, Harvard o la Ibero; seguramente viven sin preocupación burlándose de la situación nacional, ajenos al dicho “vivir al día” que aqueja a sus alumnos, familiares y amigos, a la sociedad en general.
¿Qué es lo que piden, de qué méritos gozan? Si nuestras autoridades que están luchando por sacar adelante al país (me imagino, que lo hacen) sin cobrar un solo peso, ¿ellos por qué exigen que se les atienda si apenas ha pasado un par de años desde que se les dijo que “ya pronto” sus demandas laborales hallarían solución? ¡Qué inconsciencia exigir basificación en medio de la pandemia! ¿No tienen criterio estos “docentes”?
Sí, se les pidió seguir dando clases a distancia, ajustarse y prepararse para asumir el reto de la educación “en línea” en un brevísimo tiempo, con sus propios medios, rebasando incluso el tiempo de atención para el cual se les paga, fracturando su intimidad, irrespetando sus horas de sueño, pero ¿qué maestros no lo hicieron? Todos, entonces ¿cuál es la diferencia entre éstos y los demás? La diferencia es mínima: el resto, tienen contratos estables, los “Asesores” (porque no llegan a docentes) del Sistema Semi Escolarizado del IEMS, NO.
Deben seguir colaborando porque “así debe ser”, porque hay otras necesidades. Total ¿qué importan sus resultados, qué importan los miles de alumnos certificados, de estudiantes de calidad que hoy día son profesionistas egresados de las mejores universidades públicas? ¿Por qué salen a gritar? Evidentemente no es contra la Capital ni queriendo dañar a sus habitantes a quien ellos sirven, y por quienes arriesgan su propia salud. Salen a demandar el trato justo y la dignidad laboral con la que cualquier mexicano debe vivir, y que lamentablemente, hoy día, es un bien escaso. Salen a pedir, a voz en cuello, ser escuchados por aquellos quienes están obligados (porque son funcionarios públicos electos) a atender sus demandas, a juzgar si son justas o no, y con base en eso, resolver su caso.
¿Por qué deberían ser escuchados? Tal vez, simplemente, porque esos “Asesores”, como otros mexicanos, están sacando la cara, están siendo solidarios, empáticos y obedientes, no porque “así debe ser”, ni siquiera porque “se les está pagando”, sino porque por amor a sus alumnos, que son el futuro de la Capital, han estado realizando su labor con disciplina, fervor, nobleza y lealtad, virtudes tan distintivas de la Ciudad de México…
¡BASIFICACIÓN DIGNA, YA!
Carmen Sonia Mondragón Moreno,
Docente Semiescolar.