El llamado “bloque progresista” ha resistido el envite de la derecha, cuya derrota ha sido posible por la movilización agónica, en los últimos días, del voto de izquierdas. El ajustado resultado electoral también envía al gobierno una última advertencia: su política de gestión de la crisis capitalista no resuelve los problemas acuciantes de las familias obreras. El “que viene el lobo” de la ultraderecha podría no funcionar la próxima vez.
Dicho lo anterior, comprendemos perfectamente el sentimiento de clase honesto de alivio de millones de trabajadores y jóvenes al ver morder el polvo a las derechas reaccionarias. Sin duda, esto incrementará la confianza de las capas más movilizadas de la clase obrera en sus propias fuerzas, y a corto plazo se infringe una desmoralización a las fuerzas oscuras de la reacción. Pero ese sentimiento de confianza y fuerza debería dirigirse, ahora más que nunca, a luchar contra la explotación laboral, por la dignificación de los barrios obreros, y contra el maltrato y la violencia machista; pero también contra las políticas proimperialistas del gobierno (armamentismo, implicación en la guerra de Ucrania, traición al pueblo saharaui, etc) y por la derogación completa de la reforma laboral del PP y de su represiva ley mordaza, que el “gobierno progresista” ha mantenido intactas, pese a gozar de mayoría absoluta parlamentaria en la pasada legislatura.
Un resultado muy polarizado
Así, las cosas ¿Qué balance podemos hacer del 23J y qué perspectivas se abren?
PP-Vox y sus aliados sumaron 171 diputados, y el llamado “bloque de la investidura” que sostuvo al gobierno PSOE-Unidas Podemos en la legislatura pasada, sumó 172 diputados. La polarización entre ambos bloques es extrema. Los 7 diputados restantes, hasta completar los 350 diputados del Congreso de los Diputados, corresponden a los independentistas catalanes de Junts, el partido de Puigdemont, exiliado en Bélgica y reclamado por la justicia española.
Aparentemente, PSOE y SUMAR podrían fácilmente renovar su gobierno de coalición, con gran disgusto para la derecha. Ahora bien, tal posibilidad depende de la decisión de los independentistas catalanes de Junts, cuya abstención en la investidura del nuevo gobierno sería suficiente. Sin embargo, esto es algo que, a día de hoy, no está en absoluto asegurado. Por lo pronto, Junts ha exigido a Sánchez, como condición para su abstención y no votar en contra, la amnistía para todos los activistas independentistas condenados por las movilizaciones del referéndum independentista catalán del 1 de octubre de 2017 y por las luchas posteriores contra la represión del Estado. Y, además, ha exigido la convocatoria de un referéndum de autodeterminación para Catalunya, vinculante para el Estado español. Esto último es una “línea roja” que Sánchez jamás traspasará porque supondría un desafío total al régimen político reaccionario sobre el que se sustenta el capitalismo español. Así las cosas, sólo podremos saber qué ocurrirá con la investidura de Sánchez en el transcurrir de las próximas semanas.
La participación electoral fue bastante mayor de lo que se esperaba, al superar el 70%. Este porcentaje, aunque no es elevado, destaca por lo inesperado que fue el adelanto electoral, por el desánimo previo que existía en la izquierda, y por lo avanzado de las fechas veraniegas y vacacionales. Esta participación, dadas estas circunstancias, refleja la movilización desatada en los últimos días en el campo de la izquierda para frenar la llegada al gobierno de una alianza PP-Vox, con sus políticas ultrarreaccionarias.
El bloque de la derecha españolista (PP y Vox) con sus aliados regionales (Coalición Canaria y los navarristas de UPN) ha conseguido el 46,11% de los votos (11,29 millones). El bloque PSOE-SUMAR consiguió el 44,01% (10,78 millones), pero sus aliados de la investidura en la pasada legislatura –básicamente, los nacionalistas e independentistas catalanes, vascos y gallegos, con la excepción de Junts– consiguieron el 4,99% (1,22 millones), lo que da a PSOE-SUMAR y a sus aliados el 49% de los votos, 12 millones. Incluso desgajando al PNV de este “bloque”, siendo el partido de la burguesía vasca, el voto combinado de las izquierdas oficiales española (PSOE y SUMAR), vasca (EH Bildu), catalana (ERC) y gallega (BNG) suma el 47,88% y 11,73 millones, batiendo igualmente al bloque de la derecha.
Respecto a las anteriores elecciones generales de noviembre de 2019, el bloque de la derecha españolista ha aumentado sus votos en 700.000, mientras que el bloque del gobierno y sus aliados ha perdido 140.000 votos. Sin embargo, para poner las cifras en contexto, la derecha españolista y sus aliados ya sumaron esta misma cantidad de votos en las elecciones generales de abril de 2019: 11,30 millones. Y también perdieron entonces.
Lo que ocurre es que la derecha mantiene una alta movilización electoral de sus bases, mientras que la base electoral del bloque oficial de izquierdas acusa la falta de motivación por las políticas del gobierno que no resuelven los problemas fundamentales de la clase obrera al no cuestionar los intereses patronales, como explicamos al principio.
Los resultados del bloque PSOE-SUMAR y de sus aliados
Este bloque, en conjunto, pierde menos votos de los que se esperaba, aunque este sí ha sido claramente el caso de SUMAR (Unidas Podemos, Más País, Compromís, Mareas), que ha conseguido 3 millones de votos (el 12,31%) y 31 diputados, perdiendo 700.000 votos respecto a noviembre de 2019 y 7 diputados. Por el contrario, el PSOE ha conseguido 7,76 millones (el 31,7%) y 122 diputados, cuando en noviembre de 2019 obtuvo 6,8 millones (el 28%) y 120 diputados. Vemos así quién ha rentabilizado políticamente el gobierno de coalición y quién ha agrupado el llamado “voto útil” contra la derecha.
La caída de apoyos a SUMAR confirma su papel subordinado al partido socialdemócrata mayor, el PSOE. Ha pagado caro su falta de independencia política y programática, aceptando todas las traiciones al programa original del gobierno, bastante moderado de entrada, y las cesiones del PSOE a la clase dominante y al imperialismo de la UE y de EEUU, en materia exterior. SUMAR queda como una coalición heterogénea mal avenida de una docena de grupos, casi todos regionales, con una base militante casi inexistente, con la excepción de IU. Podemos ha quedado reducido a un grupo marginal dentro de SUMAR con 5 diputados, confirmando su declive irreversible.
En el campo de los nacionalismos vasco y catalán ha habido cambios significativos, respecto a noviembre de 2019. Catalunya ha sido uno de los pocos territorios donde aumentó la abstención (350.000 votantes menos), que se ha centrado en las zonas más nacionalistas e independentistas, y que expresa el desánimo en este campo ante lo que consideran una traición de ERC con su vuelta al autonomismo, pero también la falta de una alternativa real por parte de Junts y la CUP, quien ha perdido sus dos diputados. Así, los partidos independentistas pasaron de 1,67 millones en noviembre de 2019 a apenas 954.000 votos. Una parte de ese voto, sobre todo de ERC, era un voto obrero que ha vuelto al PSC-PSOE, quien ha aumentado sus votos en Catalunya en más de 400.000, siendo el partido más votado aquí con 1,21 millones de votos, y también le ha arrebatado casi 100.000 votos a los Comunes de Colau, también integrados en SUMAR.
Pese al traspiés independentista (ERC y Junts han pasado de 21 diputados a 14, 7 cada uno), Catalunya ha sido el territorio clave, junto con Euskal Herria, para asegurar la derrota de la derecha a nivel estatal. Aquí los partidos que sostienen al gobierno central han conseguido 33 diputados frente a 8 de la derecha españolista, que ha perdido más de 5.000 votos respecto a noviembre de 2019. En conjunto, la izquierda oficial española (PSOE y SUMAR) y catalana (ERC y CUP) consiguió en Catalunya un 64,50% de los votos.
En el caso de Euskal Herria (Euskadi y Nafarroa), el PSE-PSOE fue el partido más votado y EH Bildu desplazó al PNV como primera fuerza en el campo nacionalista vasco. La suma de las izquierdas española (PSOE y SUMAR) y vasca (EH Bildu) alcanzó el 60% de los votos en Euskadi y el 56% en Navarra. Aquí, los partidos que sostienen al gobierno central consiguieron 19 diputados frente a 4 de la derecha españolista.
Es importante resaltar que entre Catalunya y Euskal Herria el llamado “bloque progresista” sacó una diferencia de ¡40 diputados! al bloque de PP-Vox. Sin la aportación vital de ambos territorios, el bloque PP-Vox habría resultado victorioso en el conjunto del Estado. Habiendo señalado la derecha española al independentismo, y en general a los nacionalismos catalán y vasco, como el “enemigo público nº 1”, qué duda cabe el papel clave que representa aquí la cuestión nacional para radicalizar y movilizar masivamente el voto en ambos territorios frente a las amenazas de la derecha, aun siendo zonas con una elevada proporción de clase obrera industrial y donde el voto obrero es un factor de primer orden. Esto prueba el carácter progresista, democrático y revolucionario que juega la lucha por los derechos democrático-nacionales, y en particular el derecho de autodeterminación en ambas zonas, que deben ser defendidos incondicionalmente por el conjunto de la clase obrera española, como parte de su lucha contra la derecha franquista, la monarquía corrupta y el atrasado capitalismo español.
Los resultados de la derecha
Aunque el PP se jacte de haber conseguido 3 millones de votos más, hasta los 8 millones (el 33% del total), partía de un suelo electoral históricamente bajo tras su pésimo resultado en las elecciones generales de 2019. Como era de esperar, el PP absorbió el voto residual que dejó Ciudadanos en noviembre de 2019, algo más de 1,6 millones de votos, más otros 600.000 votos que le arrebató a Vox, y recuperó otros 800.000 votos de la derecha que habían ido a la abstención en las elecciones de noviembre de 2019.
El gran perdedor de las elecciones fue la ultraderecha de Vox. Fue el partido que perdió más votos y diputados: 600.000 y 19, respectivamente. Significativamente, pese al declive de las fuerzas que forman SUMAR, Vox apenas le sacó 19.000 votos de diferencia, en lo que fue prácticamente un empate en la tercera posición, en torno al 12,4%.
El claro retroceso de Vox corta el discurso de ciertos sectores en la izquierda que hablaban del “avance del fascismo”. Es imposible que las posiciones lunáticas y groseras de Vox puedan nunca alcanzar una posición hegemónica en la sociedad, donde la clase trabajadora es la mayoría aplastante de la población. Su discurso y programa tiene una base social muy estrecha: la de los pequeños y medianos propietarios histéricos y reaccionarios, y el aparato del Estado neofranquista de jueces, policías, guardias civiles y militares, que puede arrastrar ocasionalmente a capas periféricas muy atrasadas de la clase trabajadora.
Indudablemente, la derecha ha sufrido un importante traspiés. Borracha de arrogancia se ha mostrado con sus verdaderos colores ultrarreaccionarios ante la sociedad durante la campaña electoral, con discursos violentos y mentiras descaradas, amenazando con derogar algunas de reformas sociales progresistas del gobierno PSOE-Unidas Podemos, mofándose de la violencia machista en el caso de Vox, o prohibiendo actuaciones musicales y obras de teatro por motivos ideológicos en algunas ciudades y pueblos donde acaban de ganar la alcaldía. Esto ha despertado el instinto de clase y democrático de sectores de la izquierda desmotivados, que reaccionaron en el último momento para impedir una victoria de PP y Vox.
En realidad, la base social de la derecha es muy heterogénea. Están desde reaccionarios pequeñoburgueses enloquecidos y embrutecidos, capas periféricas y privilegiadas de trabajadores con mentalidad pequeñoburguesa, sectores obreros atrasados y desesperados, y hasta capas honestas de la población despolitizadas, abrumadas por la inestabilidad y la falta de alternativas, y que desean probar nuevos gestores sociales que las conduzcan, aunque engañadas, hacia una salida. Si vieran un gobierno de izquierdas con mano firme que acometiera con convicción la solución a los problemas de una manera radical, sería posible escindir a los elementos más sanos y honestos de la pequeña burguesía y de trabajadores políticamente atrasados, de las capas privilegiadas de la pequeña y mediana burguesía acomodada y del resto de chusma reaccionaria, gritona pero impotente en la lucha social.
Mientras que la lucha social, cuando alcanza a las familias obreras, puede llevar a cientos de miles a las calles por un mismo objetivo, como vimos en las magníficas luchas por la sanidad pública en Madrid, la derecha española apenas ha podido congregar, en el mejor de los casos, a decenas de miles en la capital del Estado, cuando ha tratado de hacer una exhibición de fuerza. Eso nos dice todo de la verdadera correlación de fuerzas sociales que existe en la sociedad española hoy mismo. Otra cosa diferente es que esas magníficas fuerzas sociales de combate de nuestra clase se muestren pasivas, desmotivadas y frustradas por las políticas del gobierno y de los grandes sindicatos que, en los asuntos decisivos, terminan aceptando los términos de la patronal y de los poderosos.
Ahora bien, no nos engañemos. La derecha ha estado muy cerca de alcanzar una mayoría suficiente para formar gobierno. Y esto ha sido responsabilidad toda de la incapacidad del actual gobierno de ofrecer una alternativa al caos capitalista, empujando a los brazos de la derecha a capas bajas de la pequeña burguesía y a sectores atrasados políticamente y desesperados de la clase obrera.
Mucha gente honesta empieza a cuestionar ahora la posición increíblemente cobarde y criminal de la dirección del PSOE, con el silencio cómplice de Yolanda Díaz, al aliarse con la derecha en la ley “Sólo sí es sí” para dar como cierto que dicha ley soltaba a violadores a la calle, cuando eso fue el producto de una aplicación interesada de esta ley por los jueces más reaccionarios y machistas, en cuya naturaleza está mostrarse comprensivos con violadores y maltratadores de mujeres. Eso ayudó a PP y Vox a movilizar de manera repugnante a su base social y asegurarle cientos de miles de votos.
La manera cobarde y acomplejada con que el gobierno defendió sus pactos con los independentistas catalanes y vascos, ayudó al nacionalismo español reaccionario, e introdujo prejuicios en capas de trabajadores atrasados Y no lo decimos porque defendamos el contenido de esos pactos que, en general, son políticas socialdemócratas moderadas y, en el mejor de los casos, sólo consiguen algunas migajas arrancadas a los ricos; sino porque la derecha utilizó este hecho para estigmatizar los derechos democráticos y nacionales de catalanes y vascos ante la mayoría de la población, llevando agua a su molino, como se vio durante la campaña electoral.
Conclusiones
Como dijimos al principio, se equivocan Sánchez y Yolanda Díaz si piensan que los cerca de 11 millones de votos recibidos por ellos indican un “OK” a su política. La juventud, sobre todo, es completamente escéptica hacia este gobierno. Hay descontento, impaciencia y malestar contenido ante la pérdida de poder adquisitivo, por la imposibilidad de acceder a una vivienda digna y conseguir un empleo estable y bien remunerado, y en general por la incertidumbre ante el futuro. Se acepta de mala gana y con los dientes apretados la vinculación cada vez mayor hacia las políticas militaristas de la OTAN y del imperialismo norteamericano, o la traición a las promesas incumplidas como derogar la reforma laboral del PP y su ley mordaza, así como tolerar el chantaje de los jueces reaccionarios, entre otros asuntos.
Cientos de miles de personas, de las capas más avanzadas .de la clase obrera y de la juventud, han hecho un esfuerzo supremo en molestarse para ir a votar sólo movidos por un sentimiento de clase muy agudo para frenar una vez más a la derecha reaccionaria española, pero como una última advertencia al gobierno si no da un giro claro a su política, para que deje atrás las pequeñas migajas y anuncios efectistas y acometa seriamente la resolución de los verdaderos problemas que los acosan diariamente. Pero esto implica enfrentarse valientemente a los grandes capitalistas, al aparato reaccionario de Estado, y dejar atrás las políticas proimperialistas aplicadas hasta la fecha. Pero es, justamente esto, lo que el gobierno PSOE-SUMAR ha dejado claro que no va a hacer. De hecho, ante la crisis capitalista global que vuelve a cernirse, y la elevada deuda pública que atenaza a todas las economías nacionales, el gobierno se verá obligado a aplicar una política de recortes y ataques antisociales, como ya viene exigiendo la Comisión Europea, el gobierno de la UE en Bruselas. Por eso estamos obligados a advertir por adelantado. Si, llegado el caso, se validara la investidura de un nuevo gobierno de Sánchez, que sería más débil y con una mayoría muchísimo más precaria que en la anterior legislatura, inevitablemente frustrará las expectativas populares, lo que conducirá a su gobierno a crisis, inestabilidad y a un seguro fracaso.
La clase dominante española se enfrenta a la peor de las situaciones. Ante el panorama que se avecina, necesita un gobierno fuerte que no dude en aplicar la política más favorable para sus intereses, pero no lo va a tener ni con un gobierno PSOE-SUMAR ni, eventualmente, con un gobierno PP-Vox, también con una mayoría inestable, en caso de que resulten vencedores en una repetición electoral en los próximos meses, donde sí habría una abstención elevada por el cansancio y desánimo acumulados. En este último caso, un gobierno de la derecha sería visto además, desde el primer minuto, con enorme disgusto, odio y desconfianza por las masas de la clase obrera.
Todo anuncia una época de inestabilidad, convulsiones y agudización de la lucha de clases en el Estado español. Ante el fracaso de una socialdemocracia en crisis, incapaz de otorgar reformas significativas y cediendo en lo fundamental a los intereses de la clase dominante, se necesita más que nunca preparar una alternativa comunista, que aglutine a los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud y se inserte en los movimientos de masas para llevar estas ideas a las más amplias capas de la clase trabajadora ¡Únete a la CMI para participar con nosotros en esta tarea!