Escrito por David García Colín Carrillo
Ayer domingo, tras quince días del gasolinazo, hubo movilizaciones en 21 estados del país, marcadamente en el norte y en el sur: Baja California, Sonora, Jalisco, Guerrero y Chiapas. En la Ciudad de México los contingentes fueron más reducidos -algunos miles-, lo llamativo es que parte importante de esta rebelión popular se traslada a lugares inusuales y toma tintes de insurrección.
Así, unas 50 mil personas se concentraron en la Centro Cívico de Mexicali, fue la manifestación más masiva en la historia de Baja California, que demuestra la profundidad de la conmoción política y social que ha significado el gasolinazo, arrastrando al movimiento a sectores nuevos y frescos. La conciencia ha avanzado de golpe y de forma espectacular, las consignas son marcadamente políticas: “Fuera Pena”, “Fuera Kiko” (en alusión al gobernador panista Francisco Vega de Lamadrid) y las acciones tienen un sabor a insurrección: se mantienen tomados el Congreso del estado, el palacio municipal y la oficina de recaudación de rentas estatal; a lo que se agregó la toma de la garita fronteriza de Tijuana, el bloqueo al palacio de gobierno e instalaciones de Pemex.
El movimiento en Baja California, de forma instintiva, está sumando demandas, poniendo el ejemplo: el cumplimiento a las demandas de los jornaleros de San Quintín, el pago a los profesores, el esclarecimiento de los infames feminicidios, el rechazo a la privatización del agua, contra los múltiples impuestos, etc. Pareciera que el San Quitín de los jornaleros se ha generalizado. Aquel San Quintín del 2015 no ha pasado en vano, quedó como germen en la memoria popular y esa semilla está germinando ahora.
Tomas de carreteras, de edificios públicos; un ambiente de unidad sin precedente y de intentos de coordinación, recorren el país.
Mientras era evidente la autenticidad de la rebelión popular en lugares como Baja California o en los diversos mítines y marchas que se realizaron en la Ciudad de México, el PRD intentaba lavarse el rostro del descrédito con un mitin en el Monumento a la Revolución que se veía forzado y lleno de acarreados. Pero para un partido que está colapsando en las preferencias, que aprobó el gasolinazo y el Pacto por México estas acciones son un ejemplo de “demasiado tarde y demasiado poco”. En general, nadie en el movimiento cree en ellos ni los ve como alternativa. Sin embargo, es deber del movimiento mantener una actitud amistosa con los pocos militantes de base que queden en el PRD y que estén dispuestos a luchar.
El gran desafío que tiene el movimiento -del cuya resolución depende que esta coyuntura no se diluya- es concretar la unidad y la coordinación del movimiento rumbo a la caída del gobierno de Peña Nieto. En tanto la dirección burocrática de Morena no ha querido involucrarse de lleno en la canalización de este descontento popular -se ha limitado, en general, a una oposición de terciopelo y de corte parlamentario-, haciendo oídos sordos a sus propias bases y simpatizantes que sí se han sumado de forma decidida, el movimiento debe aprovechar ese vacío para crear una organización realmente representativa de las masas insurrectas: de los trabajadores, amas de casa, de la juventud, de los pequeños comerciantes que se han lanzado a la lucha. Las asambleas deben coordinarse, sumar demandas y golpear de manera conjunta. El llamado a la unidad debe incluir a las organizaciones de masas a las que miles ven como alternativa: Morena, EZLN, los sindicatos.
Un paso adelante muy importante en esta dirección son los acuerdos de organizaciones relevantes de los trabajadores tales como la Nueva Central de Trabajadores, secciones de la CNTE, la UNT -además de la movilización de los trabajadores de Arcelomittal en Michoacán- en el sentido de golpear juntos el próximo 31 de enero, así como también, una serie de acciones -mítines en el marco de la toma de protesta de Trump-, rumbo a una gran asamblea nacional cuya fecha sigue en el aire. Si se concreta esta gran asamblea popular el movimiento dará un paso de gigante.
Lo que es seguro es que tras la coyuntura del gasolinazo ya nada será igual, este país no regresará a la normalidad. Próximos incrementos en los precios aseguran más explosiones, a estas alturas cualquier detonante tendrá grandes repercusiones.