Escrito por Dejan Kukic
«>Egipto fue sacudido ayer [domingo 9 de abril, NdT] por atentados suicidas en importantes ciudades que dieron como resultado, al menos, 45 muertos y más de 100 heridos. En la segunda ciudad del país, Alejandría, tuvo lugar un ataque en la entrada de la catedral de San Marcos con el resultado de 16 personas muertas. Dos horas antes en Tanta, una ciudad en el delta del Nilo, un atentado con bomba en una iglesia mató a 29. Hay informes no confirmados de más ataques a iglesias en todo el país.
El Estado Islámico (EI) ha reivindicado los ataques, lo que coincidió con las celebraciones del Domingo de Ramos de los cristianos coptos de Egipto. Esto sucede después de un ataque suicida en diciembre pasado en la Iglesia de San Pedro y San Pablo en El Cairo donde murieron 29 personas, y tras la difusión de un video publicado en febrero –por un grupo con sede en la provincia de Sinaí que se consideraba afiliado al EI– que se juramentaba para atacar a los coptos en todo Egipto.
El presidente Sisi ha declarado el estado de emergencia durante de tres meses en Egipto y ha anunciado que habrá un aumento de la presencia del ejército en las ciudades para “asegurar las instituciones del Estado”.
Estos actos de barbarie de terror sin sentido cometidos contra egipcios de a pie que disfrutaban de una fiesta de celebración, deben ser condenados en los términos más enérgicos posibles. Pero también debemos hacer la pregunta: ¿Por qué ocurren? Es cierto que los atentados se han producido en un contexto de escalada de la violencia contra los coptos en el Sinaí por los seguidores del EI. Los coptos residentes en El-Arish están siendo atacados en sus casas, a menudo torturados y asesinados, y refugiados que llegan de Ismailia informan que tienen que huir por las amenazas de muerte. Sin embargo, los objetivos y las acciones de la reacción fundamentalista monstruosa de ninguna manera nos dan un cuadro completo de los acontecimientos de ayer, ni de su relación con la situación actual de Egipto en su conjunto.
A menudo los egipcios señalan que, debido a su historia de regímenes represivos y de violencia sectaria, están insensibilizados a cosas tales como los atentados de ayer. Sin embargo, en el distrito de Alejandría donde se produjo el ataque a la catedral, en el centro de la ciudad vieja, se ha afianzado un estado de ánimo sombrío. Las tiendas y negocios fueron cerrados ayer, y los que continuaron abiertos el resto del día lo hicieron en silencio. Los residentes fueron advertidos del tráfico pesado y de una fuerte presencia militar por toda la ciudad, pero tampoco se materializó. Parece que, de manera inusual para la ciudad, muchas personas están buscando refugio en el interior de sus casas, como una manera de disipar el grave trauma. Cuando se les pregunta por el ataque, sin embargo, la mayoría señala con el dedo directamente al gobierno.
Lo que es más, en contraste con el silencio inquietante en torno a la mayor parte de la ciudad, una protesta espontánea de 3.000 jóvenes procedentes de entornos tanto musulmanes como cristianos estalló fuera de la catedral poco después del ataque. A la vista de los blindados de la policía y de una fuerte presencia militar, los manifestantes corearon abiertamente “¡Contra Sisi! ¡Contra la policía!” y “cristianos y musulmanes somos una misma mano” – haciéndose eco de la consigna ‘una misma mano’ de la revolución egipcia.
Las conclusiones avanzadas que mucha gente sacó contra el Estado egipcio en respuesta a estos ataques terroristas se ven confirmadas por los hechos. La incompetencia absoluta del ejército y de la policía para hacer frente a estos incidentes, y su impotencia frente a la guerra de guerrillas del EI en el Sinaí, ha generado una ira generalizada en todo el país. La única cosa que dio credibilidad a Sisi por encima de todo en los primeros meses de su régimen era la supuesta capacidad del Estado para proteger a la gente de la reacción islámica. Ahora el régimen está constantemente desacreditado por no mantener su promesa más básica.
En el caso de ayer, la evidencia es irrefutable. Había una gran presencia policial guardando la catedral, que es la sede más antigua de la Iglesia copta y que hospedó al Papa copto en su momento. Esta presencia estaba destinada precisamente para impedir el tipo de ataque que se llevó a cabo ayer. Sin embargo, las imágenes de la cadena CCTV muestran cómo se permite el ataque a través de uno de los laterales de la catedral a pesar de que sonó la alarma del escanner de control antes de la detonación del chaleco suicida frente a una de las entradas. El ataque de Tanta se llevó a cabo en la misma iglesia donde la policía había tenido que llevar a cabo una explosión controlada el 29 de marzo. Gladys Haddad, una testigo ocular, describió cómo la posición de los escombros sugiere que quienes llevaron a cabo el ataque deben haber alcanzado la primera fila de los bancos de la iglesia, y se preguntó cómo habían sido autorizados a penetrar en el lugar con tanta facilidad.
La debilidad del Estado no se limita sin embargo a su incapacidad para impedir estos ataques. La fuerza de la pequeña manifestación frente a la catedral de Alejandría ilustra el verdadero alcance de su impotencia. Aunque había una significativa presencia armada antes del ataque, esta presencia se multiplicó después del inicio de la manifestación, a por lo menos 50 vehículos blindados y cientos de agentes de seguridad armados. Cuatro personas fueron detenidas y golpeadas en frente de los manifestantes en un intento de dispersar la protesta. Pero la represión no logró intimidar a los manifestantes, ya que la manifestación continuó hasta bien entrada la noche, la policía demostró ser incapaz de actuar ante los cantos de provocación en su contra.
Hay algunos en Egipto, que sugieren que el papel del régimen se extiende más allá de la mera incompetencia e impotencia, apuntando a una teoría de la conspiración en relación a los ataques. No hay necesidad de tales teorías para demostrar el papel pernicioso del estado egipcio en ayudar e instigar la proliferación de reacción islamista como una herramienta con la que dividir a las masas en líneas sectarias. Es evidente para la mayoría de la gente ver la respuesta totalmente inadecuada del régimen en la lucha contra esta aflicción que pesa sobre el pueblo egipcio. Sisi y su banda de matones están más que dispuestos a usar la amenaza de los Hermanos Musulmanes como una cobertura para lanzar a miles de revolucionarios honestos a la cárcel, sin embargo, cuando se trata de la más negra reacción fundamentalista no tienen poder para impedir ataques terroristas. De hecho, en su llamada guerra contra el terrorismo en el Sinaí, muchas personas comunes han sido asesinadas o sus medios de vida destruidos, mientras que la organización del ISIS parece haber escapado relativamente indemne. No olvidemos, también, el papel del imperialismo occidental en la creación del Estado Islámico que inspiró estos ataques, con el bombardeo de Irak y luego el apoyo a las milicias islamistas en Siria en un intento de promover sus propios intereses. El flagelo al que se enfrenta Egipto es el mismo flagelo al que se enfrentan la mayoría de los países del mundo hoy en día, como resultado de éstas política imperialista reaccionaria.
El régimen de Sisi está en una crisis profunda. Muchos han previsto su desaparición inminente, por lo tanto está claro que este ataque será utilizado cínicamente para estabilizarlo temporalmente. A juzgar por los ejemplos de Francia y Gran Bretaña, el estado de emergencia declarado por el presidente egipcio ayer será utilizado como pretexto para acabar con una amenaza a su régimen mucho más grande que un ataque terrorista: la juventud revolucionaria y la clase obrera. De esta manera, está claro que el fundamentalismo islámico y el brutal régimen –que aparecen como enemigos jurados –están tratando de apoyarse uno en otro.
Este ha sido el método de Sisi todo el tiempo. La región del Sinaí ha estado bajo un continuo estado de emergencia durante varios años, y el gobierno de Sisi ya ha utilizado esto como una excusa para forzar la aprobación de leyes contrarrevolucionarias y sofocar huelgas y manifestaciones en el resto de Egipto. No hay duda de que Sisi usará este ataque como excusa para intensificar la represión a otro nivel.
Dada la falta de credibilidad del gobierno, las capas más avanzadas de la sociedad egipcia, y muchas otras más allá de ellas, ya han deducido que los actos de violencia reaccionaria se cometen porque Egipto está gobernado por un régimen en colapso inminente que necesita ser reemplazado. Hay que añadir que el monstruo de esta violencia reaccionaria fue producido por un sistema capitalista global, la base para el régimen egipcio presente, y así el capitalismo debe ser destruido para que otro gobierno tenga éxito en abordar este problema.
Como se demostró ayer, la juventud revolucionaria egipcia carece de miedo en su deseo de deshacerse del régimen. Pero, como un activista local señaló, no tiene ningún programa para hacerlo. También contrastaba su celo revolucionario con las reivindicaciones de transición planteadas por las enfermeras del hospital que habían estado protestando la semana anterior, y sugirió que la falta de conexión entre ambos era una barrera importante, que la revolución egipcia tendría que superar para tener éxito en el futuro.
La falta de una perspectiva revolucionaria con un plan claro para derribar el capitalismo egipcio fue la razón principal por la que, a pesar de la energía revolucionaria y el poder de las insurrecciones de masas en las revoluciones de 2011 y 2013, simplemente se le quitó el poder a una parte de la clase dominante para entregárselo a otra. Fundamentalmente, nada ha cambiado. La misma gente permaneció al frente del Estado y de la economía. Al ver poco o ningún cambio después de muchos esfuerzos heroicos, la revolución no está avanzando. Las masas están cansadas y desorientadas. Es en estas condiciones que las criaturas reaccionarias como el régimen de Sisi y los fundamentalistas en Sinaí pueden levantar sus feas cabezas. La triste verdad es que el estancamiento de la revolución egipcia dará lugar a horrores como los atentados de ayer. La única manera de lavar las manchas de sangre del fundamentalismo reaccionario es derrocando el régimen débil que se confabula con aquél y con el sistema podrido que da lugar al mismo.
Por supuesto, la revolución egipcia no ha terminado. Las masas se han retirado temporalmente, pero la clase dominante sigue siendo muy débil. Es incapaz de resolver los problemas más fundamentales de la sociedad. La pobreza está aumentando vertiginosamente y la insatisfacción se detecta en todas partes. En algún momento, las masas volverán a entrar en la escena. Pero la única manera de asegurar una victoria completa y una sociedad capaz de garantizar la seguridad y la libertad de los egipcios de a pie, será llevar el movimiento a su conclusión final, poniendo fin al sistema en sí.