Por: Comité Lucha Estudiantil del Politécnico y la Izquierda Socialista
El IPN fue creado en la época cardenista como un instrumento del estado mexicano de frente a las necesidades de industrialización del país, a partir de su creación se desató una batalla por dotarse de identidad propia, prácticamente todos sus elementos de identidad; ley orgánica, escudo, incluso mascota, han surgido de la iniciativa de la comunidad, especialmente la estudiantil.
El proceso no fue fácil, pero a partir de 1949, fecha en la cual se publica su primera ley orgánica ha vivido una situación peculiar, por un lado, su vida académica tiene una dinámica propia relativamente independiente, sus estudiantes fuertemente sensibles a las causas mas candentes de la sociedad mexicana del momento histórico que les toca vivir, le han impreso al IPN una trascendencia no sólo académica sino política. Por estos motivos el control político del instituto fue un elemento a tomar en cuenta de cada administración priista.
Siempre hubo un vínculo muy profundo entre el Partido Revolucionario Institucional y la burocracia del IPN, salvo el empresario -Alejo Peralta a finales de los cincuentas-, el presidente de la republica seleccionaba al director dentro de la burocracia del IPN, la cual tenia al cargo como un peldaño más. Los directores pasaban después de su periodo de tres o seis años a alguna subdirección en la Secretaria Educación Pública, a algún cargo burocrático en el gobierno.
El director del IPN no era el representante del IPN ante el gobierno o la Secretaria de Educación Pública, era el representante del gobierno a cargo de vigilar que el IPN funcionara y que ni sus estudiantes o profesores se salieran del control. Con este objetivo se mantenía a la organización cuasi paramilitar del porrismo.
Las cosas empezaron a cambiar con la llegada de Vicente Fox, en el año 2000, a partir de entonces una buena parte de la burocracia priista dentro del IPN comenzó a contemplar la posibilidad de crear en el IPN como un refugio donde se podía conservar algo de poder y prestigio, de ahí provenía la aspiración de modificar la ley orgánica separando al IPN de la SEP por medio de una reforma a su ley orgánica, no obstante el proyecto, impulsado por Miguel Ángel Correa Jasso fracaso en aquel momento.
Las sucesivas administraciones, nombradas por el PAN se conformaron con administrar el IPN buscando adaptarse al proyecto que la derecha en el gobierno impulsaba, el IPN ya no era un puntal de un proyecto gubernamental, sino un estorbo, del cual no se deshacían sino porque hacerlo hubiese significado un riesgo superior dejarlo languidecer por medio del ahogo presupuestal.
La propuesta del “nuevo modelo educativo” del IPN tenía como objetivo por parte de los funcionarios afines al PAN como Enrique Villa o Yolloxochitl Bustamante, ofrecer una versión light de la educación superior; técnicos baratos, profesionales de segunda. Para ir justificando la posible separación de la educación media superior de la superior y la privatización del instituto.
La salida del PAN en 2012 y la irrupción del movimiento estudiantil del 2014, rompió con este proyecto. La administración de Peña Nieto volvió a mirar al IPN como un problema político e introdujo a los siguientes directores como la tarea de pagar el fuego, primero al burócrata externo Fernández Fassnath y luego al interno Rodríguez Casas, una con la visión de reprimir y deshacerse de quien se le opusiera cooptando a la Asamblea General Politécnica, el otro tratando de sobrevivir políticamente por medio de la conciliación.
La Comisión Organizadora del Congreso Nacional Politécnico fue el escenario de la disputa de las distintas opciones que se tienen del IPN, unas con un afán de sincera lucha por la democratización del IPN, otras con una franca apuesta al inmovilismo con la esperanza de tiempos mejores, otros francamente con la idea de aprovechar la coyuntura para convertir al IPN en un feudo amparado con una autonomía a modo.
En este proceso Rodríguez Casas optó por permitir la confrontación entre grupos esperando entenderse con el que tuviera en un momento dado la posición de fuerza. Al final fue la pandemia la que termino por aplicar un impasse que perdura hasta los momentos actuales en los cuales se ha ratificado por otros tres años al director en funciones.
La COCNP terminó siendo un foro de denuncias de diversos problemas que vive el instituto, desde la problemática de personal de apoyo y asistencia a la educación, las preocupaciones de los docentes y la situación que aqueja a los estudiantes.
En el sentido resulta evidente que las asignaturas pendientes para la próxima administración están vinculadas con la respuesta puntual y sin pretextos de todas las demandas de los principales sectores y darle cause a los ímpetus democratizadores que recorren a todos los sectores que conforman la comunidad.
En el sentido el Congreso Nacional Politécnico hubiera podido ser una campana de resonancia que, acompañada con una movilización facilitará el rompimiento con la dinámica de las mafias de poder enquistadas dentro del IPN y que solo lo miran con el propósito de medrar con él.
No obstante, también cabía la posibilidad que ante el impasse de la comunidad se aprovechara su realización para avanzar en una privatización disfrazada de autonomía y así asegurar un feudo propio a las mafias ya citadas. Como sea el tema quedará pendiente, no obstante, debe quedar claro que no es el CNP sino la movilización de la comunidad de profesores, trabajadores y estudiantes lo que determinará las verdaderas transformaciones en el IPN.
Así mismo, el director del IPN no es ni será la clave de la transformación del IPN, no lo fue en los pasados tres años, no lo será en los siguientes, la clave esta en la organización y movilización independiente.
El proceder de la gran mayoría de los desdeñados aspirantes a la dirección los retrata de cuerpo entero, adulando al poder y lanzando verdades a medias y mentiras absolutas con el fin de lograr la dirección a como diera lugar.
La comunidad activa del IPN vive en sus organizaciones, en su dinámica académica pero más aún en las luchas de los y las estudiantes por aumento al presupuesto, democracia, calidad educativa y un alto nivel académico y científico. En la acción sindical democrática y combativa en pos de mejores condiciones salariales y de trabajo y en su conjunto una gran reto: romper el tope presupuestal que condena a la supervivencia y no al desarrollo al instituto.
No nos hagamos ilusiones, a transformación del IPN no es posible sin la transformación del País y por tanto es misión de toda la comunidad organizada a sumarse a las mejores causas de los trabajadores, como la lucha por un cambio de rumbo económico con un enfoque en los trabajadores, democracia sindical, etc.
Se ha nombrado a Arturo Reyes Sandoval, un investigador egresado de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, -como ya es costumbre-, y miembro del sistema nacional de investigadores como nuevo director del IPN. Sus vínculos con la directora del CONACyT María Elena Álvarez-Bulla fueron al parecer determinantes en la elección.
Es muy seguro que Reyes Sandoval sea un hombre probado en el terreno de la investigación, pero ello no significa que sea al mismo tiempo un buen administrador o que sea capaz de atender adecuadamente el universo politécnico que es en sí mismo una bomba de dinamita que puede estallar en cualquier momento. No dudamos de su buena voluntad, no obstante, ello no implica que tenga la capacidad de enfrentar los retos que e avecinan. Serán los hechos y no los dichos los que de den o le quiten su legitimidad ante la comunidad.
El nombramiento con alguien de ese perfil y que no tiene ningún vínculo inmediato con el IPN, puede a su vez obedecer al actual lamentable de los diversos grupos de autoridades del IPN que cada 3 años realizan un espectáculo lamentable en la lucha por la sucesión, sin rumbo, sin propuesta, su interés es solamente el cargo como un fin en si mismo.
Por el momento es lo que otros antes que el han sido: un representante del gobierno federal para administrar al IPN, ya veremos si es capaz de canalizar y dar respuestas a las demandas de una educación pública, gratuita, científica y de calidad con orientación a los trabajadores del campo y la ciudad.
De Arturo Reyes Sandoval no tenemos esperanzas, no confiamos y no creemos en promesas, solo exigimos que se atiendan puntualmente a las demandas de la comunidad advirtiendo que toda agresión o represión tendrá consecuencias enérgicas y contundentes.
Ninguna confianza en la dirección general. La transformación del IPN será a partir de estudiantes, docentes y trabajadores unidos o no será.
Unidos y organizados venceremos