¿A quién sirve realmente el transporte público?
En México, alrededor del 80% de la movilización diaria se realiza en el transporte público, sin embargo, el servicio del mismo, al contrario de mejorar, se encuentra en un estado cada vez peor Diariamente se leen notas sobre el deficiente estado del transporte en todas partes de la república. Son incontables los ejemplos en tiempos recientes de controversias e incidentes: en Guadalajara se han realizado protestas contra la decisión del gobierno de reemplazar la línea 5 del tren ligero por un transporte más ineficiente, el Estado de México prepara su propia movilización, a raíz del incremento planteado en las tarifas del transporte, Nuevo León, Guanajuato, Puebla, y muchos otros estados han sufrido también la cancelación o sustitución de obras, así como incrementos constantes en el precio del transporte que duplican o triplican el gasto del transporte en el presupuesto de las familias de la clase trabajadora mexicana, sumando a las presiones económicas del diario. Sobra mencionar las múltiples tragedias ocurridas a través de los años en el metro de la Ciudad de México.
Para el proletariado, el transporte público es parte del pan de todos los días, y la degradación no empieza ni termina en nuestro lugar de empleo. Diariamente pagamos una cantidad cada vez mayor de nuestro salario por un transporte mediocre, perdiendo todos los días horas de nuestras vidas en trayectos que podrían realizarse más eficazmente, en riesgo de sufrir asaltos, abusos, acosos o incluso ser privados incluso de nuestras vidas, y nos vemos obligados a utilizar este terrible servicio, a falta de cualquier otra alternativa. Esta es la cruda realidad de las vidas de millones de trabajadoras y trabajadores mexicanos, el transporte público, parte irremovible de nuestras vidas, no solo es indigno, es completamente inhumano.
¿A qué se deben todas éstas problemáticas? La respuesta más rápida puede ser culpar a tal o cual figura o partido político por sus acciones, y proclamar que yace ahí la culpa, sin embargo, décadas de experiencia histórica nos dejan observar claramente, que éstas problemáticas han persistido a través de todos los cambios de figuras y partidos. Basta incluso con mirar el panorama actual del país; los gobiernos de MC en Jalisco y Nuevo León, del PAN en Guanajuato y Querétaro, del PRI en Coahuila y Durango, y de MORENA en toda la Zona Metropolitana del Valle de México (por nombrar algunos ejemplos), han demostrado que los límites de sus concesiones hacia la clase trabajadora topa pared cuando son afectados los intereses de los empresarios y del Estado. En lo que corresponde al transporte particularmente, en absolutamente todos los casos bajo todos los gobiernos burgueses, se han presentado los tarifazos y las cancelaciones de proyectos, y ninguno ha tocado de fondo las bases de la inseguridad.
Entonces…¿Vivimos acaso en un país podrido, maldecido a recorrer siempre el camino de la corrupción y el egoísmo? Este planteamiento pesimista es uno que se ha popularizado entre amplias capas de académicos que intentan presentar la realidad mexicana como una de culpa individual y “falta de valores”. Nosotros denunciamos este punto de vista como completamente falso e idealista, el análisis materialista dialéctico, por su parte, comprende los fenómenos tanto por su sentido tangible concreto, como a través de su transformación a través de contradicciones internas y saltos cualitativos.
El estado
Desde el nacimiento de la democracia, ésta se ha planteado como “la voluntad colectiva del pueblo”, el “pináculo de la igualdad, y la libertad individual” y un sistema “donde los ciudadanos tienen voz y voto en las decisiones”. Siguiendo esta lógica, el estado representa la voluntad y los valores del pueblo quién lo elige, sin embargo, esta lógica es idealista, y supone que es a través de las ideas como se cambia y manifiesta la realidad. De conceptualizar así la realidad, perdemos la vista sobre las condiciones materiales reales que forman a las ideas y el pensamiento. En particular, la democracia tanto en México como en el mundo, se nos revela como una farsa. En el capitalismo, los electores del estado no son los trabajadores, ni siquiera los pequeños propietarios, sino la burguesía. Esto no es una característica exclusiva al capitalismo, ni mucho menos al llamado “capitalismo tardío”, sino que es un producto concreto del proceso histórico del surgimiento del estado. El estado no surge en la sociedad humana, sino hasta que surgen las contradicciones de clase gracias a la aparición del excedente en la producción. “En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía” (Engels), y en el caso del capitalismo, la clase dominante defendida incesantemente por el estado, es la burguesía. A su vez, existe una escasez artificial en la sociedad capitalista, contamos con los medios suficientes para que todas las personas en el mundo puedan vivir una vida digna, pero estos son apropiados por un puñado de personas.
Vemos entonces claramente, cómo la burguesía y el estado alimentan mutuamente la existencia, uno del otro. En el caso del transporte, los intereses de la burguesía manifestados en decisiones de política pública, se manifiestan en las incesantes concesiones a empresas negligentes que terminan llevando a prácticas monopólicas, alzas en tarifas para mantener o aumentar las ganancias de por sí enormes, la construcción de ciudades en torno a los automóviles, separación entre zonas dormitorio y centros de trabajo, obras decididas a partir de que sería lo más barato, o conveniente políticamente, y no en su eficiencia, o incluso seguridad, etc. Nosotros somos muy concretos con nuestra demanda: El transporte público no debe verse como una mercancía más, sino como un derecho básico para la población que debe mantenerse con precios justos para la economía de la clase trabajadora.
En cuanto a la inseguridad que vivimos, no solo en el transporte público sino en nuestro día a día en las calles, colonias, centros de trabajo, ésta nace a partir de la misma escasez y enajenación, de las cuales el capitalismo depende para subsistir.
Sabiendo entonces las condiciones bajo las cuales surge el estado actual del transporte, ¿Cómo podemos luchar contra ello?
¿Reforma o Revolución?
Como marxistas, comprendemos el papel que tienen las reformas para mejorar las condiciones inmediatas de la clase obrera, el Partido Comunista Revolucionario estará siempre presente y combativo en toda batalla por reformas que mejoren la vida de la clase proletaria en su conjunto, sin embargo, también reconocemos el límite de los gobiernos reformistas que creen que el capitalismo puede mejorar sin , advertir que, en tiempos de crisis, estas reformas serán nuevamente arrebatadas, o en el caso del transporte, abandonadas a la merced de la fuerza desgastante del tiempo. El proletariado se debe de curtir en la batalla por las reformas en preparación para la batalla por la revolución, revolución que necesariamente requiere de la máxima organización de nuestra clase . Es por ello que te hacemos el llamado lector, ¡organízate, fórmate, y lucha junto a nosotros! y desde el PCR nos pronunciamos
¡NO A LOS TARIFAZOS!
¡NO A LA DESVIACIÓN DE RECURSOS Y CANCELACIÓN DE PROYECTOS!
¡POR UN TRANSPORTE DIGNO, DE LOS TRABAJADORES Y PARA LOS TRABAJADORES!