La lucha de las mujeres en México ha tomado una bandera muy específica y es la de combatir la violencia de género y los feminicidios, acompañada de una serie de reivindicaciones por nuestros derechos como la legalización del aborto y romper con la brecha salarial que en el sector laboral margina a las mujeres.
En los últimos 5 años se ha visto un avance en la organización de mujeres en los barrios y en las universidades, este último espacio ha sido trinchera de mujeres jóvenes, hijas de la clase trabajadora, donde la violencia machista y de género se combate día a día. El feminicidio de Lesvy Osorio fue el detonante de una serie de acontecimientos a lo interno de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue el impulso de la organización de colectivas que se asumen como feministas, organizaciones políticas y grupos de estudiantes que buscan frenar el acoso en sus escuelas.
En promedio al mes se hacen 23 denuncias de acoso en la UNAM. En agosto del 2016 se implementó el protocolo para la atención de casos de violencia de género y de enero del 2017 a agosto del 2019 se han registrado 703 denuncias por acoso, más del 50% de estas provienen de alumnas de nivel superior de las diferentes facultades.
Hasta ahora hay 917 acusados de agresiones sexuales de los cuales solo hay 790 procesos iniciados.
El combate contra el acoso sexual se encrudeció pues las autoridades universitarias en primer momento buscan la conciliación entre las dos partes, cambian de plantel a los acusados o de salón a las estudiantes, lo que para nada fesuelve el problema.
Mujeres de la Facultad de Filosofía y Letras tomaron, en noviembre del 2019, la escuela para exigir el cese al acoso sexual y una solución pronta de las denuncias realizadas así como una renovación del protocolo de género. Seguido de esto, la preparatoria 9 fue tomada y una serie de paros se desató a inicios del 2020, donde las escuelas fueron tomadas por grupos minoritarios de mujeres, donde, si bien la reivindicación de lucha es justa, la falta de métodos democráticos y colectivos para con la comunidad estudiantil volvió insostenible los paros, se han convertido en el fin y no en el medio. Los datos y casos en la UNAM se replican por todas las universidades del país
Esta lucha universitaria se suma al ambiente nacional que se vive en torno a la inseguridad y la violencia institucional del sistema capitalista. El 8M lo reflejó brutalmente, más de 100 mil mujeres marcharon y tomaron las calles para exigir justicia, un mar de color morado cubría las calles; consignas como: “¡No fue suicidio, fue feminicidio!”, “¡Ni una más!, “Mujeres contra el machismo y el terrorismo neoliberal” eran los ecos en la ciudad. No faltaron las pintas y uno que otro vidrio roto que reflejan la rabia y el miedo por la situación que vivimos las mujeres día con día. Jamás nos cansaremos de decir que matan a 10 de nosotras diariamente y de maneras brutales, como a Ingrid Escamilla que 7 meses antes de ser victima de feminicidio ya había denunciado a su agresor y la autoridad no hizo nada o como Fátima, la pequeña que fue secuestrada.
Estos dos casos nos dejaban un nudo en el alma, la presión social hizo que el poder judicial encontrara y capturara a los culpables y se iniciara un proceso para darles castigo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, nunca llega la justicia y ni siquiera se abre una carpeta de investigación con perspectiva de género para aplicar los protocolos.
Poderosa y de carácter revolucionario fue la marcha 8M pues lo más significativo fue ver a mujeres proletarias, como meseras y mucamas, expresando su solidaridad dado que por y para ellas es la lucha. Esta marcha dio un aire de fe y de necesidad de organizar la lucha de una forma colectiva, que exija la trasnformación social para frenar la violencia producto de un sistema capitalista enfermo.
Así se impulsa el 9M con un llamado a huelga nacional de mujeres, sin embargo la connotación que los grupos feministas le dieron fue el de uno muy simbólico: “Un día sin nosotras”. Quiso reflejar qué pasaría si las mujeres de repente desaparecieran ya que somos la mitad de la población mundial. En las calles de la CdMx sí se vivió esa ausencia, aunque en realidad éste paro fue muy simbólico porque no significó pérdidas a las grandes empresas. A pesar de que las mujeres pudieron tomarse el día, los directivos de las entidades del Estado y las universidades se sumaron a este llamado, aunque su actuar no fue de solidaridad sino de hipocresía y desmovilización. Algunas empresas dieron permisos a mujeres, pero no fueron de buena voluntad pues después les harían reponer las horas que no laboraron.
Nosotras, la Liga de Mujeres Revolucionarias, salimos a la calle de nueva cuenta el 9M, pues creemos que un paro debe ser una acción organizada de masas que signifique la parálisis total de la industria, de los centros culturales, oficinas, escuelas y las calles para organizar la toma de los espacio públicos, luchar por la socialización de los bancos, etc.; un paro donde las mujeres seriamos la vanguardia, como hasta ahora, pero demostrando que nosotras jugamos un papel determinante en el sector productivo en la sociedad, en lugar de perpetuar nuestro aislamiento a lo doméstico.
Justamente la tarea principal de todo este periodo de lucha está en consolidar una organización nacional contra la violencia a la mujer, redes de lucha y apoyo, comités de mujeres (y hombres dispuestos a defender nuestras demandas) en las escuelas y centros de trabajo y así continuar con las tareas del movimiento.
La contingencia que se desató a nivel internacional por el COVID-19, sin embargo, llevó al gobierno federal a impulsar una cuarentena social, lo que ha significado un periodo con poca o muy nula actividad, políticamente hablando. La contingencia no frena la violencia ni los feminicidios, a pesar de esto, mujeres que tienen tomadas las diferentes escuelas de la UNAM sacaron comunicados señalando que ni la contingencia frenaría su lucha y haciendo responsable a la rectoría de cualquier consecuencia de salud física.
Queremos señalar algunas cosas en este momento:
1) Hace 5 meses inició la primera toma reivindicando el método del separatismo que muchos grupos feministas utilizan para la lucha y han decidido la permanencia en la facultad sin realizar ninguna asamblea.
2) Los paros en la UNAM no tienen ningún respaldo de la comunidad estudiantil de manera activa, el sectarismo de esta acción ha alejado y eliminado el interés de la comunidad estudiantil.
3) Las activistas que mantienen las escuelas tomadas no han hecho ningún llamado a la comunidad a discutir y reorganizar las tareas de la lucha.
4) Se ha tomado el paro como un fin y no como un medio y método de presión, lo que ha provocado su aislamiento total. Es preocupante que con la contingencia los paros terminen por pudrirse desde adentro.
5) Esto ha abierto una puerta para que los grupos anarquistas y feministas izquierdistas destruyan las escuelas, inmobiliario e infraestructura como si esa acción frenara el acoso sexual que se vive en la universidad. Por el contrario, la rectoría utilizará éstos hechos para golpear en algún momento las tomas.
6) La presión de la cuarentena hará insoportable las tomas, el contagio aumenta y muy pronto quienes ayudaban con víveres no podrán salir más. Desde nuestra posición deberían dejarse las escuelas, reorganizar fuerzas durante la cuarentena, pensar de nuevo la táctica de lucha que se debe impulsar y al regresar hacer llamados a asambleas mixtas en las diferentes escuelas, para realizar un balance profundo de este periodo de lucha y hacer participe a la comunidad estudiantil en la toma de decisiones y acciones que empujen la lucha hacia una victoria.
El actuar de la autoridad ha sido un chiste y una burla. Aunque decretaron el acoso sexual como un delito universitario sólo han criminalizado la protesta diciendo que quien tiene tomadas las escuelas no son estudiantes, rechazando cualquier propuesta que ha surgido de la comunidad para resolver el problema. La única responsable de lo que sucede en la UNAM es de la rectoría y el consejo universitario.
La comunidad estudiantil ha tenido que tomar en sus manos el destino del movimiento, un caso ejemplar fue el del Colegio de Ciencias y Humanidades Vallejo, que impulsaron una asamblea para discutir el problema del acoso. Adolecentes tomaron el micrófono y encararon a los maestros que han tenido desde comentarios machistas hasta los que han ejercido violencia sexual. El único propósito de la asamblea era resolver qué hacer con maestros que en numerosas veces fueron señalados como agresores. No existió ningún tipo de escrache o linchamiento, sino más bien una decisión colectiva de qué hacer. Así se obtuvo la renuncia de un maestro acosador. Pero incluso su expulsión no resuelve ni frena el acoso, pero es un importante antecedente, necesitamos profundizar en la transformación social.
En el IPN la cosa no es diferente, el acoso sexual existe y también se tiene a un Director General que cree que despidiendo a maestros y trabajadores logrará eliminar la violencia. Esto más bien fue una política para apagar el fuego que en el Politécnico estaba esparciendo sobre madero seco. CECyT 14 o CECyT 10 fueron ejemplos de asambleas mixtas y de exigencia en la dirección para frenar el acoso sexual.
La lucha contra el acoso abarcó a las más diversas escuelas, desde secundarias, colegios de bachilleres, otras universidades y preparatorias de la ciudad y el país.
Los siguientes días serán complicados, es claro el sectarismo que mantiene los paros mientras la rectoría está utilizando las clases en línea para reforzar su autoridad buscando que en algún momento sean los estudiantes los que levanten las tomas, si no es que se liberan antes por medidas sanitarias.
La violencia no se frena por el coronavirus, existe y en momentos de crisis como la actual llega a ser más dura, aun así, la lucha debe continuar y es un buen momento para empezar un proceso de educación política, ésta es una de las principales tareas del movimiento de mujeres. Existe un sinfín de alternativas teóricas dentro del marxismo que podrían orientar de una manera acertada qué hacer. Necesitamos fortalecer las organizaciones estudiantiles y hacer vínculos con el movimiento social y de los trabajadores, para que cuando se regrese a clases, se hagan llamados a reuniones públicas, círculos de discusión y asambleas.
La lucha contra el acoso sexual y la violencia de género y en contra de los feminicidios es una lucha revolucionaria pues un sistema capitalista y patriarcal mantiene una violencia sistemática como cáncer en todas las instituciones del Estado, así que podremos tener muchos protocolos de género cada vez mejores que los anteriores, pero si no tenemos en la mira la destrucción de este sistema enfermo, los avances serán mínimos e invisibles de cara a nuestra visión de un mundo sin opresión.
*Organizadora de la Liga de Mujeres Revolucionarias