Por: Adam Booth
Después de tres años de dilaciones, a Theresa May finalmente se le ha agotado el margen de maniobra. En medio de un lacrimógeno discurso frente al número 10 de Dawning Street, la Primera Ministra anunció que dimitiría el 7 de junio. La carrera para sucederla se iniciará la semana que viene. Entonces comenzará realmente el espectáculo.
Colapso Tory
La renuncia de May es el último capítulo del colapso histórico del Partido Conservador. Los conservadores fueron una vez considerados la envidia de las clases dominantes de todo el mundo. Pero un siglo de declive del capitalismo británico encuentra ahora su encarnación definitiva en la espectacular implosión del partido cuya entera razón de ser fue defender y sostener este sistema.
León Trotsky comentó una vez que los líderes tories, que antes formaban parte de la aristocracia, pensaban en términos de décadas y siglos cuando se trataba de los intereses del capitalismo británico. Para la época de Thatcher, la hija de un comerciante, esta visión a largo plazo había sido arrojada por la ventana, reemplazada por un insaciable apetito por las ganancias inmediatas, el parasitismo y las privatizaciones.
En los últimos tiempos, después de años de crisis, austeridad, desindustrialización y creciente desigualdad, la clase dominante se ha visto obligada cada vez más a apoyarse en la xenofobia y en el ondear de banderas para mantener una apariencia de control. Pero al hacerlo, han creado un monstruo de Frankenstein que ha escapado a todo control.
«Los actuaciones de circo y los charlatanes han tomado el control, en la forma de Boris Johnson y Jacob Rees-Mogg», señaló recientemente el diario The Economist, «y la gente sensata ha sido encerrada en la Torre de Londres».
Pero la metamorfosis de los conservadores, de estadistas responsables a ‘locos de manicomio’, no ha ocurrido de la noche a la mañana. El tema de Europa ha consumido al Partido Tory y a sus líderes durante décadas.
Tanto Margaret Thatcher como John Major fueron finalmente desgastados por el ala euroescéptica de su grupo. La votación del referéndum del Brexit en 2016 marcó el final del camino para el exprimer ministro conservador, David Cameron. Ahora se ha cobrado otra cabellera.
Cáliz envenenado
Cameron originalmente convocó el referéndum sobre la UE con la esperanza de evitar la creciente amenaza del partido xenófobo y anti-UE, UKIP, tras las elecciones generales de 2015. Resultó ser una apuesta arrogante, que fracasó dramáticamente y explotó en la cara del ex primer ministro.
Desde entonces, el cumplimiento del Brexit ha sido un cáliz envenenado para la sucesora de Cameron. Desde el primer día, la nueva líder tory ha estado atrapada entre la roca del «Remain» (permanecer en la UE), exigida por la clase capitalista, y el Brexit duro (salir de la UE a cualquier precio) que reclaman la base y los diputados de su partido.
Tras el resultado del referéndum de la UE, Nigel Farage –es dirigente de UKIP– señaló que la tarea de su vida se había cumplido. El ex líder del UKIP podría retirarse, con la certeza de que los conservadores se vestirían con el manto del Brexit.
Ahora la historia se repite. Farage está de vuelta, y el hecho de que May no haya cumplido su promesa de hacer efectivo el Brexit (la salida de Gran Bretaña de la UE) ha impulsado el surgimiento del Partido del Brexit, encabezado por Farage. Esto ha acelerado el colapso Conservador, con la nueva formación de Farage absorbiendo el apoyo de los conservadores y su ya envejecida y disminuida militancia. Esto, a su vez, ha ayudado a aumentar la presión sobre May para que se fuera.
Señal de advertencia
La decisión arrogante de convocar un adelanto de elecciones en 2017 fue el principio del fin de May. Ella creía que la elección le daría una mayoría más grande, disminuyendo el peso de los parlamentarios extremistas Brexiters dentro del partido y matando al laborismo de Corbyn, de un solo golpe. En cambio, ocurrió lo contrario, y la líder tory se encontró a sí misma sentada sobre un barril de pólvora.
Obligada a confiar en el apoyo parlamentario del ultra reaccionario DUP (unionistas norirlandeses) para apuntalar a su gobierno minoritario, la Primera Ministra se ha encontrado atrapada desde entonces. Cada giro y contorsión política solo confirmaba cuán «débil y temblorosa» era su posición. El colapso de la puesta en escena durante su discurso de la conferencia del Partido Tory en 2017 fue la metáfora perfecta de su frágil presidencia y gobierno.
Era lo que se veía venir en los siguientes meses para la Primera Ministra. En particular, la histórica derrota de su precioso acuerdo con la UE sobre el Brexit, en enero de este año, marcó el punto de no retorno. A pesar de los repetidos intentos de impulsar su acuerdo negociado en el Parlamento, a partir de este punto quedó claro que los «hombres de traje gris» del Comité 1922 de Diputados Conservadores finalmente irían a por su líder.
Terca hasta el final, Theresa May, a principios de esta semana, anunció que buscaría otra votación para su malogrado acuerdo. Pero su oferta de «concesiones» solo actuó para enfurecer aún más a sus críticos. Encajonada por todos los lados, ya que no quedaba ningún lugar para maniobrar, el bote de May finalmente se hundió.
Incluso entonces, como señaló Gus O’Donnell, antiguo jefe de la administración pública, las eminencias de los Conservadores «apuntaban con un revólver a la cabeza de la primera ministra» para forzar la renuncia de May.
¿Quién sigue?
Además de acelerar la salida de la Primera Ministra del número 10, el otro gran impacto del éxito del Partido del Brexit en estas elecciones europeas será empujar a los conservadores más a la derecha, en un intento por detener la hemorragia de los votantes al nuevo equipo de Farage.
Como resultado, el sucesor de May casi seguramente será del ala dura Brexiter del Partido. Entre los 15 o más nombres sugeridos hasta ahora, ninguno está a favor de un Brexit blando o de un segundo referéndum.
Pero sea quien sea el que se sitúe en la cima de los tories se enfrentará al mismo dilema insoluble que ha plagado a su predecesora. El parlamento está paralizado. No hay mayoría para un acuerdo de Brexit, sobre el que los líderes europeos insisten en que es la oferta final, ni para ninguna otra alternativa. Esto ha sido confirmado innumerables veces en las votaciones de la Cámara de los Comunes.
La única mayoría que los parlamentarios pueden comandar es la oposición a un Brexit sin acuerdo. Pero esta es la opción por defecto si no se llega a un acuerdo antes de la última fecha límite del 31 de octubre. Y los líderes de la UE no pareen dispuestos a conceder otro plazo.
Esta amenaza de un Brexit al filo de un acantilado es el espectro que ahora atormenta a Westminster. Y, sin embargo, su probabilidad se ha incrementado por la renuncia de May. De hecho, los principales contendientes al trono Tory, como Boris Johnson y Dominic Raab, incluso han amenazado con adelantar el reloj para provocar una salida anticipada de la UE sin acuerdo.
Aunque amado por la base fanatizada del Partido Conservador, la elección de Boris como líder y, por tanto, terrorífica, como Primer Ministro también intensificaría aún más la guerra civil Tory.
Si bien podría contener la marea en términos de votantes que se marchan al Partido del Brexit, aceleraría las divisiones en el otro lado. Al enfrentarse a un ultra como líder, el ala anti-Brexit de los tories se marcharía para unirse a sus amigos de Change UK, también llamado Grupo Independiente, una coalición heterogénea de diputados liberal-demócratas, laboristas de derechas y conservadores moderados.
A su vez, la mayor parte del Partido Tory se movería aún más hacia la derecha, posiblemente fusionándose con el Partido del Brexit de Farage y con los restos del UKIP en el camino. El producto resultante sería un bastión de la reacción nacionalista, envuelto en la Union Jack, la bandera británica, y golpeando el tambor en defensa de ‘la Reina y del País’.
Al mismo tiempo, enfrentado el estancamiento en el Parlamento, habrá nuevas presiones sobre el nuevo líder tory para que convoque elecciones generales. Pero después de una disputa por la dirección tan irritada y amargada, en una pelea sin guantes, los conservadores no estarán en posición de luchar con éxito en una campaña electoral de este tipo.
Si el Partido del Brexit decide postularse, el voto de la derecha se dividirá. Incluso si Farage se queda en casa, el Laborismo de Corbyn estará en una posición privilegiada para ganar.
Con la perspectiva de un gobierno laborista al alcance, habría un entusiasmo enorme entre los trabajadores y los jóvenes. Esto podría ser canalizado y alimentado aún más por una campaña masiva en las calles, de mítines, manifestaciones y visitas casa a casa.
Al movilizar un movimiento en torno a políticas socialistas audaces, Corbyn podría sacudir la alfombra de debajo de los pies de reaccionarios como Boris y Farage. El líder laborista ya ha enfatizado correctamente los problemas de clase (vivienda, salud y empleos) para tratar de unir a los trabajadores y reducir la brecha entre los partidarios de abandonar o quedarse en la UE.
¡Echar a los tories! ¡Echar al capitalismo!
Con la excepción de Theresa May, nadie derramará una lágrima ante la noticia de la renuncia de la líder conservadora (excepto, quizás, lágrimas de alegría).
Además de quedar en los libros de historia como quizás la peor primer ministro de la historia por su malogrado Brexit, también debemos recordar a May por las políticas reaccionarias que ella ha impulsado en nombre de la clase capitalista.
Su reinado como Primera Ministra ha visto la continuación de una austeridad y ataques brutales que han afectado a las comunidades obreras. Ella no ha mostrado ningún remordimiento por las víctimas del asesino desastre de la Torre de Grenfell, el incendio de todo un edificio en Londres cuyas víctimas hasta el día de hoy no han visto justicia. Y, como ministra del interior, anteriormente, fue la arquitecta de la infame estrategia de «ambiente hostil», que ha provocado el racismo y agresiones continuas contra los migrantes.
Por estas razones, y muchas más, nos complace ver el final de May. Pero en última instancia, ella es sólo otra representante tory de un sistema capitalista agotado. La tarea por delante para el movimiento obrero, por lo tanto, debe ser expulsar a todos los conservadores, y expulsar al capitalismo.