Por: Adam Booth
La primera ministra ha ganado algo de tiempo con otra prórroga del plazo de Brexit. Pero los trabajadores y los jóvenes no pueden permitirse el lujo de seguir sufriendo este caos ¡Necesitamos ya unas elecciones generales y un gobierno laborista socialista! Según los partidarios del Brexit, se suponía que Gran Bretaña debía de estar cabalgando sobre las olas de la soberanía y la independencia, habiéndose liberado del Leviatán de la Unión Europea. En cambio, Theresa May y su gobierno se encuentran sin rumbo, a la deriva y sin esperanza de solución en el horizonte.
Pero mientras el gobierno de May rebota de una calamidad a otra, la clase obrera se ve obligada a sufrir la tortura de esta farsa sin fin.
Con este circo del Brexit consumiendo Westminster, las crisis que sacuden a la sociedad británica siguen creciendo. La clase obrera, ya arrasada por décadas de desindustrialización y años de medidas de austeridad, no puede permitirse que este caos se prolongue. Necesitamos unas elecciones generales y la llegada al poder de un gobierno laborista socialista.
La dolorosa realidad
El Brexit ha sido una revelación para la arrogante élite gobernante británica, y no en el buen sentido. Ha destruido cualquier ilusión de que el Reino Unido pueda seguir siendo un actor importante en la escena mundial. En cambio, ha expuesto la cruda realidad: que Gran Bretaña es, en el mejor de los casos, una potencia de tercera categoría, ahora ampliamente considerada el hazmerreír por sus rivales.
«En toda Europa, y de hecho en todo el mundo, no se entiende que un país conocido por su estabilidad y moderación parezca decidido a desgarrarse a sí mismo», señala Gideon Rachman en el Financial Times.
Esta es la nueva normalidad de la política británica. De ser uno de los países más estables del mundo, el Reino Unido es ahora una de las mayores fuentes de inestabilidad para un sistema capitalista ya frágil. Y así lo explica el autor del FT, ofreciendo una palabra de advertencia al poder establecido:
«Pase lo que pase… la probabilidad es que el Reino Unido se vuelva más inestable e impredecible en los próximos dos años. Esa inestabilidad tendrá consecuencias alarmantes para el resto de Europa, para la alianza occidental y para el orden internacional liberal».
Las negociaciones con la Unión Europea han sido una humillación para la primera ministra y su partido patriotero de principio a fin (si es que alguna vez hay un fin). Después de trazar una serie supuestas «líneas rojas» antes de las negociaciones con sus homólogos europeos, la líder conservadora se ha visto obligada a dar marcha atrás desde el primer día.
La última concesión marca otra derrota infame para la primera ministra. Antes de la cumbre europea del 10 de abril, Theresa May había asegurado a sus colegas conservadores que cualquier retraso del Brexit se aceptaría a lo más tardar hasta el 30 de junio. Pero la primera ministra británica no estaba en condiciones de ofrecer tales promesas: la decisión estaba totalmente en manos de sus homólogos europeos, que han llegado al límite de su paciencia a la hora de negociar con Downing Street.
Por lo tanto la primera ministra se vio obligada por los líderes europeos a aceptar el trago amargo de una larga prórroga del artículo 50. La nueva fecha límite es el 31 de octubre, con la posibilidad de que Gran Bretaña se vaya antes si consiguen llegar a un acuerdo.
Pero esto no está del todo claro. Al fin y al cabo, el parlamento ha tenido casi tres años para encontrar una solución, sin éxito. Y Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, dejó claro en su último «mensaje a los amigos británicos» que no podía haber renegociación sobre la retirada del acuerdo. «Por favor, no desperdicien este tiempo», dijo Tusk firmemente a May.
Un espectro se cierne sobre los conservadores
Es muy adecuado que la nueva fecha del Brexit haya sido agendada para el día de Halloween. Un espectro se cierne sobre los partidarios del Brexit, el espectro del “Remain”, permanecer en la Unión Europea. Las peores pesadillas de los euroescépticos conservadores parecen haberse hecho realidad.
Con cada vuelta atrás, May ha provocado un silbido histérico de sus diputados pro-Brexit, que la acusan de llevarlos a un callejón sin salida de traición y de sumisión. Esta última capitulación de su comandante es potencialmente la peor hasta ahora.
Si no se aprueba un acuerdo en el parlamento antes del 1 de junio, el Reino Unido tendrá que participar en las próximas elecciones europeas. Los conservadores pro-Brexit están inquietos por que esta sea la puerta trasera a través de la cual se impulse una vuelta atrás en el Brexit.
El amado sueño del Brexit se les escapa de las manos. Temen acabar, en el mejor de los casos, con un Brexit que exista sólo nominalmente; y en el peor de los casos, lo impensable: que no haya ningún Brexit.
Para empeorar las cosas, los partidarios conservadores del Brexit se han horrorizado al descubrir que la líder de su partido parece estar decidida a formar una alianza con la oposición -el conocido simpatizante terrorista, el títere moscovita, revolucionario antisemita y marxista, Jeremy Corbyn- con el objetivo de negociar un acuerdo potencialmente aceptable. ¡Doble traición!
Como consecuencia, las conversaciones con el partido Laborista parecen haber llegado a un punto muerto, y la dirigente conservadora no está dispuesta a ceder ante una relación más estrecha con la UE a través de una unión aduanera permanente, por temor a que esto sea la gota que colme el vaso para sus críticos conservadores. Pero un Brexit “blando” es el único acuerdo plausiblemente aceptable dentro de los límites de la actual aritmética parlamentaria. Una vez más, punto muerto.
El Brexit de Schrödinger
Por lo tanto, Theresa May se encuentra atrapada por todos lados. Su querido acuerdo ha sido rechazado por los diputados -en derrotas históricas- en tres ocasiones. Ella es vilipendiada dentro de su propio partido, con aspirantes al trono conspirando abiertamente para reemplazarla. E incluso su gabinete está dividido, dejando a la primera ministra «a la cabeza del gobierno pero no del poder».
Cada votación en el parlamento sólo confirma la parálisis, ya que los diputados no pueden encontrar una mayoría a favor de ninguna propuesta, ya sea blanda o dura. Una prórroga del plazo no resuelve nada, sino que simplemente posterga el problema. Los líderes europeos lo saben, pero están deseosos de evitar una salida sin acuerdo, dados los peligros que una frontera dura supondría para Irlanda.
Por lo tanto, Gran Bretaña se encuentra atrapada en el limbo del Brexit de Schrödinger – ni dentro ni fuera de la UE. Esto constituye el purgatorio tanto para los ultras conservadores como para los ardientes partidarios de quedarse en la UE.
«Por favor, sacadnos de nuestra miseria», exclamó un conservador pro-Brexit, rogando a los políticos de Bruselas y Berlín antes de la cumbre del 10 de abril para que rechazaran una prórroga y obligaran a una salida sin acuerdo. Por otro lado, Dominic Grieve, un destacado conservador, advirtió que el Reino Unido no podía «seguir tambaleándose de un precipicio a otro».
¡Elecciones generales ya!
Gracias al nuevo aplazamiento del día del juicio, los diputados conservadores rebeldes detectan ahora la oportunidad de expulsar a su desafortunada líder. Hablar de un desafío de liderazgo es común. Pero tener a un dedicado líder pro-Brexit al mando de los conservadores (por ejemplo, Boris Johnson) no resolvería nada. Al contrario, abriría un nuevo capítulo turbulento en este ya caótico drama.
Por lo tanto, muchos de los miembros de la clase dirigente se están dando cuenta con pocas ganas de que sólo unas elecciones generales pueden sacar al Reino Unido del punto muerto en el que se encuentra con el Brexit. Pero esto lo consideran únicamente como último recurso.
Después de todo, con los conservadores librando una guerra civil autodestructiva, y con los laboristas a la cabeza en las encuestas de opinión, hay muchas posibilidades de que unas elecciones rápidas arrojen un resultado aún peor que un Brexit sin acuerdo (desde la perspectiva de la clase capitalista), es decir, poner a Jeremy Corbyn a la cabeza del gobierno y a un gobierno laborista de izquierda en el poder.
«Gran Bretaña se ha encaminado en una situación profunda de radicalización y de polarización», concluye Rachman en el artículo mencionado. «Será difícil dar marcha atrás.»
Efectivamente, el Brexit ha abierto una caja de Pandora con respecto a la clase dominante. Ha puesto a descubierto toda la rabia y el descontento que se han ido acumulando bajo la superficie de la sociedad británica, no sólo durante años, sino durante décadas.
Pero esta decisión imposible entre el Brexit de los conservadores y el “Remain” del gran capital no ofrece ninguna verdadera alternativa a la clase obrera. Que sea dentro o fuera de la Unión Europea, mientras que se siga basando en el sistema capitalista, los trabajadores y la juventud va a seguir enfrentándose a recortes y a crisis.
Únicamente la elección de un gobierno laborista socialista, con un compromiso audaz de nacionalizar los bancos y los grandes monopolios, tal como lo dictan las palabras de la cláusula IV original de los Estatutos del partido, puede ofrecer un camino para adelante.