Escrito por: M. Olvera, integrante del Sindicato Mexicano de Electricistas
Por fin ha llegado Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia. Es el ejecutivo federal más votado de la historia de México. Las expresiones de afecto y cariño son muy visibles. Para muchos representa ver lo que por años se les había negado; la oportunidad de construir una vida democrática en el país.
El primero de diciembre en el palacio legislativo enmarcó las características políticas de lo que piensa ser su administración como presidente de la república. AMLO ha señalado que esto no es sólo un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen; a la que ha bautizado como la CUARTA TRANSFORMACIÓN de la vida pública del país. 1
Es aún temprano para encontrar los significados concretos de la “cuarta transformación”. ¿Será capaz la cuarta transformación de cambiar las estructuras económicas, políticas y sociales del país? ¿Será capaz de revertir los 30 años de neoliberalismo? ¿Será capaz de cumplir las demandas más sentidas del pueblo mexicano? ¿Será capaz de empujar al pueblo trabajador para construir una nueva sociedad? Eso aún está por verse.
Yo propongo que observemos a la “cuarta transformación”, no como un hecho definido, sino que lo observemos como una posibilidad.
La “cuarta transformación” ha modificado los relieves políticos del país, es en todo caso, un nuevo contexto. Todas las posiciones políticas –de izquierda a derecha- se vienen definiendo entorno al proyecto de AMLO, ya sea como antagónicos, como críticos o como fieles simpatizantes.
El contexto está cambiando, sin ese nuevo contexto,¿hubiese sido posible cancelar el aeropuerto en Texcoco?¿Se hubiera permitido una comisión de la verdad en el caso Ayotzinapa? ¿Carmen Aristegui hubiera regresado a la radio abierta? ¿Los maestros hubieran escuchado la propuesta de cancelación de la mal llamada Reforma Educativa? ¿Hubieran salido ya varios presos políticos? Pienso que existen aires de posibilidad, que deben ser aprovechados para el fortalecimiento de la lucha de los trabajadores. Sin dejar de cuestionar, lo cuestionable. Y sin obviar, lo predecible.
Al movimiento social le corresponde incorporar, nutrir, determinar, criticar el sentido de la “cuarta transformación”. No puede verse como un hecho consumado, sino como un proceso abierto de disputa por su significado. ¿Qué rumbo tomará? El que le impriman sus participantes y lo que las condiciones permitan en el camino.
No puede ser un proceso que someta políticamente a los grupos sociales con una perspectiva política mucho más avanzada. Sino todo lo contrario, que el ánimo de “cuarta transformación” se contamine de las expresiones más claras, más justas y avanzadas del movimiento social en general. Rompiendo así, el pragmatismo reformista que nos propone AMLO como horizonte para concretar la trasformación del país. Para eso se requiere dialogo ycontraste; romper las barreras del sectarismo político –que nos propone el aislamiento y la amargura como proyecto político – pero también, barrer la lógica acrítica del fanatismo –que nos propone la subordinación ideológica y política al proyecto de AMLO sin haber pasado por un proceso de reflexión crítica- con el fin de encontrarnos en un proceso mucho más profundo de maduración política que haga avanzar la discusión de los trabajadores en su conjunto. Es por eso que propongo lo siguiente:
La cuartatrasformación y el sindicalismo
Hace unos meses un grupo de compañeros electricistas asistieron a la casa de campaña AMLO, en a la colonia Roma, para proponerle cuatro puntos. En uno de sus puntos, se colocaba en términos muy generales, la idea de democratizar los sindicatos.2 La respuesta a los puntos, y en especial al que se está mencionando, no ha sido contestadade manera directa, sólo se ha mencionado por parte de AMLO de manera indirecta en sus discursos; en reiteradas ocasiones AMLO ha declarado que él no va meter las manos en los sindicatos, incluso en el discurso del Zócalo capitalino el primero de diciembre declaró que: “la única línea es que no hay línea.” Que respetará la “autonomía sindical” y que habrá “democracia en los sindicatos”. Que se traduce en un “yo no voy a meter las manos, eso estarea de los trabajadores”.
Esta “cuarta transformación” debe incluir al mundo del sindicalismo en México.3 Si se plantea un cambio de régimen debe involucrar el tema de los sindicatos, el de su autonomía y el de su democracia. El régimen autoritario del México post-revolucionario incluía, y sigue incluyendo, aunque con menor fuerza producto de la reconfiguración laboral en el modelo neoliberal, al sindicalismo corporativo como unos de sus pilares, que estableció las relaciones de control y subordinación de la clase trabajadora. Una complicidad de favores – líderes sindicales y gobernantes- tutelados por el Estado. En ese sentido, es importante señalar la democracia y la autonomía sindical como elemento clave en un proceso transformador, incluso como un elemento democrático si es que se quiere cambiar el régimen en este país.
Pero no puede existir un sindicalismo democrático decretado desde arriba. Eso incluso sería un contrasentido. Para que exista sindicalismo democrático, se requiere trabajadores democráticos. Trabajadores organizados desde sus centros de trabajo luchando para que sus organizaciones defiendan sus derechos. Que sean estructuras realmente representativas. No basta la NO intervención del Estado en los procesos internos. Porque en el microcosmos del sindicalismose va seguir reproduciendo las mismas prácticas autoritarias de los líderestradicionales amparadas en el concepto de “autonomía sindical, (que se traducirá en feudos intocables) y la “democracia sindical” se convertirá en una ficción, en una simulación donde los mismos siempre ganen. Por eso, se requiere romperlo con la participación de los propios trabajadores, con la politización de los sindicalistas, hacer emerger las discusiones más ricas del sindicalismo reivindicativo. Aunque eso nos implique más paciencia para la construcción de cuadros sindicales al servicio de los trabajadores. Para que haga estallar el “charrísimo sindical”, “el sindicalismo corporativo”, o la ficción de los “sindicatos blancos”. Eso sería aprovechando el contexto de “cuarta transformación”, pero también más allá de la coyuntura de la “cuarta transformación”.
Claro que no podemos obviar la estrecha relación entre líderes charros y el Estado. Y mucho menos de los líderes charros y los empresarios. Los cuales construyeron todas las condiciones para domesticar cualquier elemento reivindicativo de los trabajadores en sus sindicatos, dejándolos –en el mejor de los casos- como simples gestores de los derechos de los trabajadores. Por ello, lo mínimo que se le pide a esta “cuarta transformación”; es que se deje de proteger a líderes charros. Y que se castigue cualquier acto de corrupción. Si se castiga la corrupción, no se protege a ningún líder sindical y se dan condiciones legales para una vida democrática en el sindicalismo, se creara un contexto favorable para organización de los trabajadores. Sin embargo, la tarea más importante para democratizar a los sindicatos recae en las espaldas de los propios trabajadores sindicalizados.
Pero los trabajadores necesitan construir sus herramientas políticas para lograr una transformación en sus sindicatos. Sería importante que los trabajadores de base –impulsados por este nuevo contexto- fueran capaces de construir una plataforma política que ponga en el centro de la discusión la democratización real de sus sindicatos. Una especie de encuentro inter-sindical de las disidencias democráticas de todo el país. Donde los trabajadores sean capaces de compartir y fortalecer sus experiencias. Y que encuentren en una plataforma, esa herramienta que les permita visibilizar su lucha y amplificar su voz. Un esfuerzo organizativo, para construir los cimientos de un sindicalismo democrático y combativo de gran peso en la vida política de este país.
Todos los que han tenido la experiencia de luchar contra mafias sindicales o estructuras burocráticas saben las difíciles condiciones en las que se hace el trabajo político: no solo por la persecución, el hostigamiento, el aislamiento, sino por lo complicado que es hacer escuchar su voz. Bajo la lógica de una plataforma, se permitiría, por un lado, romper esa lógica tan gremialista que existe en la lucha sindical, pero por otro lado, el de fortalecer los procesos de lucha a lo interno de los sindicatos, aunado de un reforzamiento ideológico.
SME y la cuarta transformación
En el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) existe una legítima aspiración de parte de muchos trabajadores para que se castigue –desde arriba- a la actual dirección del SME, debido a la participación de diversas irregularidades existentes ya expuestas en los primeros escritos.4 Pero eso no va ser posible si no se construye una ruta política que implique la participación de los trabajadores para poder diseñar un proceso democrático que barra, de una vez por todas, con la mafia sindical que actualmente ocupa la secretaria general.
A Martin no le quitan la toma de nota AMLO, esa se la debe quitar la base, o no se la quita nadie.
En ese sentido, debemos prepáranos para dar una lucha por construir mayorías a lo interno del SME. Tendremos que luchar contra la lógica de fragmentación de sus agremiados. De un grupo son capaces de desprenderse tres. La atomización de sus fuerzas, producto de las circunstancias particulares que creo la extinción de Luz y Fuerza del Centro, permite que grupos poco representativos –como la que encabeza Martin Esparza- sean capaces de hacerse del control político, económico y simbólico de la organización. Que en el caso de Esparza los ha utilizado para sus espurios intereses, para enriquecerse y despedazar las mejores tradiciones del sindicato de los electricistas. Pero además, romper la lógica pragmática de sus agremiados.
Se ha avanzado mucho en la estrategia de la denuncia, que consiste en visibilizar toda una serie de atropellos a la base electricista del SME por la actual dirección. El grado de penetración de grupos de denuncia como “para todos, todo” o “Animal Dañero: la crítica del obrero” es cada vez mayor. Sin embargo, es hora de pasar a una nueva etapa de reconstrucción de las fuerzas, de organizar la alternativa política que sustituya a la corrompida dirección; que elabore un programa de reinserción laboral y que luche por la renacionalización de la industria eléctrica: y eso no lo va hacer AMLO.
Pero la tarea de construcción no es un proceso sencillo, nos encontrábamos ante un escenario de protección y colusión de la dirección del SME con el gobierno de Peña Nieto y donde se le suma una transnacional como lo es Mota Engil (una de las empresas preferidas del peñismo). Sin embargo hay posibilidades en este nuevo sexenio. Para ello necesitamos organizarnos y exigir que el nuevo gobierno no meta las manos. Pero sobre todo, tendremos democratizar nuestra mirada, tendremos que poner el acento en la organización desde abajo de los trabajadores, sumarnos a los ánimos transformadores, no se puede tener trabajadores pobres, dirigentes ricos. Tendremos que aprovechar esta coyuntura como electricistas, porque me atrevo a decir, es la última oportunidad. Porque no se va poder democratizar el país, sino se democratizan nuestros espacios cotidianos, y eso incluye, al Sindicato Mexicano de Electricistas.
Conclusión
Los tres artículos “SME: una ruta a la salvación”, intentan poner en la discusión una ruta que recupere al Sindicato Mexicano de Electricistas y que se ponga a disposición de sus agremiados. Los trabajadores electricistas del SME merecen justicia. Pero la justica requiere un esfuerzo político para que se concrete. Si un trabajador electricista está leyendo esto; sólo me quedaría decirle que luche por volver a regresar a trabajar con Contrato Colectivo de Trabajo, que luche por recuperar su organización sindical, que siga luchando por la industria eléctrica nacionalizada. Que se lo merece, que no se rinda, que no claudique. Ese tridente es parte de ideario político, de lo que lo constituye con “smeita”. Que la ruta a la salvación, es sólo eso, una ruta que debe ser construida y que en estos tiempos, que parecen nuevos, deben participar los electricistas del SME. Todo esto, por su hermoso lema: “Por el derecho y la justicia del trabajador”
Notas
1 La primera gran transformación para AMLO es la Independencia de México; la segunda, la lucha de Reforma; la tercera, la Revolución mexicana; dejando la cuarta transformación al periodo que él ha de inaugurar.
2Los puntos señalados son los siguientes:
1) Concretar una salida al trabajo de miles de electricistas y jubilaciones dignas a compañeros que al decreto hayan tenido 20 años de antigüedad
2) Desclasificar todo documento que corresponda a la liquidación de LyFC.
3) Autonomía sindical: que no se proteja ningún acto de corrupción de líderes sindicales y se respete la democracia sindical.
4) Renacionalización de la industria eléctrica. https://www.facebook.com/150145565180817/photos/pcb.831395340389166/831395183722515/?type=3&theater
3El problema del sindicalismo en México tiene dimensiones estructurales, la tasa de afiliación es un muy baja, según cifras (que varían según la metodología) existen aproximadamente 4.5 millones de sindicalizados, que representaría el 8.23% de la población económicamente activa, ocupada. Lo que nos representaría una lucha paralela, no sólo por la “democratización de los sindicatos”, controlados en su mayoría por líderes charros, sino también por aumentar la tasa de sindicalización en México, sustituyendo los “arreglos informales”, por la contratación colectiva. https://www.sinembargo.mx/11-12-2018/3508970
4Aunado del reacomodo político que busca Martin Esparza con la actual administración. Que busca desesperadamente un acercamiento con AMLO después de haber apostado por un arreglo político en Peña Nieto. Que lo perdone y lo deje continuar. Para proteger sus intereses y los de sus socios como Mota Engil y poder hacer viable su proyecto político a lo interno del SME.