Desde el comienzo de la crisis de 2008, los partidos y movimientos anti-inmigración han avanzado en Europa y los Estados Unidos. Incluso han logrado ganar a ciertas capas de la clase trabajadora para su programa. Esto ha llevado a un sector del movimiento obrero a adaptarse a estas ideas, pidiendo controles fronterizos más estrictos, justificando su posición con citas de Marx. Tales políticas miopes no tienen nada que ver con Marx ni con las tradiciones de la Primera, la Segunda o la Tercera Internacional, como demostraremos.
Marx sobre el Bréxit
Uno de los principales campos en los que se ha desarrollado esta discusión ha sido sobre la cuestión del Bréxit. En particular, los políticos de derecha han llegado a la conclusión de que la razón detrás del voto a favor del Bréxit era que los trabajadores británicos eran racistas y, por lo tanto, tenemos que «escuchar sus preocupaciones». Esto también afectó al movimiento sindical, donde varios dirigentes sindicales importantes se han manifestado de una manera u otra por más restricciones a la inmigración.
El 19 de diciembre, el líder del sindicato Unite the Union, Len McCluskey, escribió un artículo titulado «Un segundo referéndum sobre el Bréxit se arriesga a destrozar nuestra sociedad». En general, el artículo es una crítica sensata al movimiento por un segundo referéndum, que de hecho amenaza con desgarrar al Partido Laborista. Sin embargo, en el artículo, McCluskey vuelve al tema de los controles de las fronteras. Pide que se ponga fin a la mano de obra importada por agencias de empleo, ya que socava los acuerdos y condiciones locales:
“El principio es simple: asegurar que todos reciban el salario que les corresponde por su trabajo; que los acuerdos sindicales prevalezcan y que se ponga fin al escándalo de la agencias de empleo importado a cargo de compañías sin escrúpulos simplemente porque eso es más barato que contratar mano de obra local. Los trabajadores migrantes no tienen la culpa de esto, sino el sistema que permite a los patrones codiciosos abusar de todos los trabajadores. May guarda silencio sobre esto».
Esto es correcto. El movimiento obrero debe luchar contra cualquier intento de socavar las posiciones que ya ha conquistado. Esto incluye la Directiva de la UE Sobre el Desplazamiento de Trabajadores, que ha abierto las puertas a lo que efectivamente es la importación de rompehuelgas de otras partes de Europa. Sin embargo, luego continúa, y aquí es donde rebasa una línea desde lo que es una posición correcta a otra peligrosa:
“El movimiento de la clase trabajadora siempre luchará contra el racismo y la explotación también. Y cualquier sindicalista sabrá que nuestra fuerza siempre debe estar respaldada por el control del suministro de la mano de obra, un mercado libre desregulado para la fuerza de trabajo funciona igual de mal que en cualquier otro aspecto de la vida».
Esta retórica de sentido común esconde una demanda bastante perniciosa: que debemos permitir que los capitalistas determinen el suministro de la mano de obra. Se sugiere que de alguna manera los sindicatos puedan controlar la oferta laboral, pero ni siquiera McCluskey lo explica, porque sabe que eso no está en el orden del día. Él se refiere a que debe ser el Estado burgués quien debe controlar la inmigración, al frente del cual, en Gran Bretaña, hay en este momento un gobierno muy antisindical. En realidad, este es un llamamiento para que la burguesía limite la inmigración, no para que el movimiento obrero controle la inmigración. Si él estaba argumentando a favor de las closed shop, donde sólo pueden trabajar los afiliados a un sindicato, un marxista no encontrará ninguna razón para objetarlo, pero eso no es lo que está diciendo aquí.
Por supuesto, se podría argumentar que si el Partido Laborista llegara al poder las cosas cambiarían. Sin embargo, no cambiaría nada fundamentalmente. El Estado seguiría siendo un Estado burgués y el sistema económico seguiría siendo capitalista. La idea de que la administración pública, en gran parte controlada por la derecha, confeccionaría una propuesta para que los niveles de inmigración beneficien al movimiento obrero, en lugar de a las grandes empresas, es ingenua. En realidad, McCluskey sabe que está en un terreno inestable, por lo que intenta usar la retórica anticapitalista y a Marx para defender su posición.
El arte de las citas selectivas
El 24 de diciembre de 2016, McCluskey publicó un artículo en el periódico del Partido Comunista Británico, The Morning Star, como parte de su campaña de reelección al frente del sindicato. El artículo estaba claramente dirigido hacia su oponente de izquierda, Ian Allinson, quien escribió un artículo unos días antes apoyando los derechos de los trabajadores a moverse libremente.
Entre otros argumentos, Allinson cita el ejemplo de las mujeres en los centros de trabajo, y es una buena analogía. La demanda de que las mujeres permanecieran fuera de los centros de trabajo y de los sindicatos era una demanda reaccionaria y divisionista, y ayudó a los patrones a crear diferencias salariales para mujeres y hombres y, por lo tanto, para utilizar a las mujeres para socavar el salario y las condiciones de los trabajadores. Todas las objeciones que se hacen hoy contra la presencia de trabajadores migrantes se hicieron en el pasado contra las trabajadoras. No hay razón para tratar a los inmigrantes de manera diferente.
Para defender su posición, McCluskey cita el discurso de Marx de la Primera Internacional en la preparación del Congreso de Lausana:
«Un estudio de la lucha emprendida por la clase obrera inglesa revela que, para oponerse a sus trabajadores, los empresarios traen trabajadores del extranjero o transfieren las manufacturas a países donde hay una mano de obra barata».
A partir de este pequeño fragmento, McCluskey está intentando inferir que Marx apoyó los controles fronterizos. Pero si leemos el párrafo completo, obtenemos una imagen bastante diferente:
“El poder del individuo humano ha desaparecido ante el poder del capital; en la fábrica, el trabajador ahora no es más que un engranaje de la máquina. Para recuperar su individualidad, el trabajador ha tenido que unirse a otros y crear asociaciones para defender su salario y su vida. Hasta hoy, estas asociaciones se habían mantenido en esferas puramente locales, mientras que el poder del capital, gracias a los nuevos inventos industriales, aumenta día a día. Además, en muchos casos, las asociaciones nacionales se han vuelto impotentes: un estudio de la lucha emprendida por la clase obrera inglesa revela que, para oponerse a sus trabajadores, los empresarios traen trabajadores del extranjero o transfieren las manufacturas a países donde existe una mano de obra barata. Dado este estado de cosas, si la clase obrera desea continuar su lucha con alguna posibilidad de éxito, las organizaciones nacionales deben convertirse en internacionales». (Marx, Sobre el Congreso de Lausana)
Marx reconoce el problema: que los empresarios utilizan divisiones y fronteras nacionales para enfrentar a la clase trabajadora contra sí misma. Sin embargo, su solución no es la «migración gestionada», sino la organización internacional. Marx pide una mayor cooperación entre los movimientos obreros por encima de las fronteras. De hecho, el pasaje particular citado proviene del Congreso de Lausana de la Asociación Internacional de Trabajadores (la Primera Internacional), que Marx se dedicó a construir.
La propuesta real que McCluskey cita en su artículo (prohibir a los empresarios importar mano de obra al margen de los acuerdos de negociación colectiva) en realidad no significa mucho, pero la retórica empleada sugiere mucho más que eso. En realidad, el artículo es un intento de establecer una cobertura de izquierda para la «migración gestionada», lo que significa claramente una migración reducida. Esta ha sido la frase clave de la política migratoria del Partido Laborista durante al menos dos décadas, desde los centros de detención de Tony Blair, hasta el eslogan de Gordon Brown: «Empleos británicos para trabajadores británicos» (lanzado en una conferencia sindical en 2007), y del charlatán de Ed Miliband: «Controles sobre la inmigración».
Lo que sería una demanda correcta, que McClusky planteó en su artículo el 19 de diciembre de este año, es prohibir que los patrones empleen trabajadores extranjeros con un salario más bajo que los trabajadores ya establecidos. Esto sí era parte de un programa aprobado por Marx.
Un ejemplo, de la historia del propio sindicato de McCluskey, son las huelgas que adquirieron gran notoriedad de la refinería de petróleo de Lindsey, donde los trabajadores lucharon precisamente contra los términos y condiciones de precarización de la Directiva sobre el Desplazamiento de Trabajadores de la UE. En esta huelga, los delegados sindicales locales lucharon para mantener un punto de vista internacionalista contra los racistas del establishment, que trataron sin éxito de controlar la huelga. Los delegados exigían que todos los trabajadores, independientemente de su nacionalidad, estuvieran sujetos a las mismas condiciones. La lucha se ganó después de ganar a los trabajadores extranjeros a favor de la huelga, algo que nunca podría haberse logrado si hubiera habido una onza de xenofobia en la campaña.
El tipo de retórica que emplea McCluskey hubiera hecho más difícil ganarse a los trabajadores extranjeros frente a las reivindicaciones de los trabajadores británicos. La burocracia sindical en ese momento, por cierto, fue susceptible a la consigna xenófoba de los periódicos sensacionalistas (tomada de Gordon Brown): «Empleos británicos para trabajadores británicos». Esta consigna fue retomada por el entonces líder sindical Derek Simpson, quien se suponía que era un izquierdista radical. Claramente, los trabajadores, a través de su lucha, pudieron desarrollar una posición mucho mejor sobre esta cuestión que los líderes de los sindicatos.
Por cierto, un sector de la izquierda, siempre ansiosa por encontrar evidencia de racismo entre la clase trabajadora, calificó la huelga de racista y se opuso a ella. Tal estupidez ultraizquierdista sirve sólo a los intereses de los patrones, y habría empujado a los trabajadores menos conscientes de la clase a las manos de los racistas.
En esta disputa, los trabajadores tenían razón y los líderes sindicales estaban completamente equivocados. Esto no es un accidente. Los trabajadores en lucha descubrirán la necesidad de unirse con sus hermanos y hermanas de otros países. Es la mentalidad reformista de mente estrecha lo que lleva a los líderes sindicales a encontrar siempre una solución aceptable para los capitalistas.
Se podría agregar que, a fines del siglo XIX y principios del XX, los rompehuelgas a menudo se importaban de otros países. Cuando Marx creó la Primera Internacional, una de sus principales tareas era combatir tales prácticas. ¿Cómo se hizo esto? Ganando a los trabajadores migrantes al sindicato y estableciendo vínculos entre los trabajadores de diferentes países a través de la Internacional.
El éxito de la Primera Internacional había demostrado a los trabajadores, particularmente en Gran Bretaña, la importancia del internacionalismo. Los mismos métodos fueron empleados por la Segunda Internacional, con mucho éxito. No habría pasado por la mente de Marx hacer campaña por los controles fronterizos. Existe una gran diferencia entre argumentar que todos los trabajadores en Gran Bretaña deberían trabajar con el mismo salario y las mismas condiciones, y defender una prohibición o un límite para los trabajadores extranjeros. El primero sirve para unir a la clase obrera, el segundo para dividirla.
El problema ético-político de Zizek
El filósofo y comentarista político Slavo Zizek siempre disfruta cortejando la controversia. A veces defiende puntos válidos, pero su capacidad para ver la hipocresía y las contradicciones en el pensamiento de otras personas es mucho mayor que su capacidad para proponer una alternativa. Esto también ha sido así en la cuestión de la inmigración.
Por alguna razón, Zizek se desvía de la cuestión de la inmigración y los refugiados al escribir un artículo sobre los chalecos amarillos franceses:
“Lo mismo vale para nuestro gran problema ético-político: ¿cómo lidiar con el flujo de refugiados? La solución no es simplemente abrir las fronteras a todos los que quieran entrar y fundamentar esta apertura en nuestra culpa generalizada («nuestra colonización es nuestro mayor crimen que tendremos que pagar para siempre»). Si permanecemos en este nivel, servimos perfectamente a los intereses de aquellos en el poder que fomentan el conflicto entre los inmigrantes y la clase trabajadora local (que se siente amenazada por ellos) aunque conservemos nuestra postura moral superior.»
El análisis es sólo superficial. Por supuesto, hay una moralización pequeñoburguesa cuando se trata de los refugiados. A muchas organizaciones benéficas les encanta comprometerse con los refugiados, especialmente cuando están lejos en algún otro continente. Sin embargo, es bastante insuficiente señalar esto y contradecirlo con la cuestión de la lucha de clases. En realidad, existe un gran sentido de solidaridad entre las personas de la clase trabajadora de diferentes orígenes, y esto fue más importante en el movimiento Refugee Welcome (Refugiados Bienvenidos) que cualquier tipo de consideraciones éticas o sentimiento de culpa.
Al igual que muchos intelectuales de clase media, Zizek básicamente concibe a los trabajadores como desinteresados con la solidaridad internacional o con los aspectos teóricos de la lucha de clases, y que sólo están interesados en recibir su salario. En su tratamiento de este tema, tales intelectuales revelan su baja opinión de la clase trabajadora. Es, por una razón relacionada, también incorrecto plantear la cuestión como fundamentalmente ética, y declararla una distracción, como lo hace en estas líneas:
“En el momento en que uno comienza a pensar en esta dirección, la izquierda políticamente correcta al instante grita fascismo: vean los feroces ataques contra Angela Nagle por su destacado ensayo ‘El caso de la izquierda contra las fronteras abiertas’. Una vez más, la «contradicción» entre los defensores de las fronteras abiertas y los antinmigrantes populistas es una falsa «contradicción secundaria», cuya función última es ofuscar la necesidad de cambiar el sistema mismo: todo el sistema económico internacional que, en su forma actual, da origen a los refugiados».
Por supuesto, Zizek tiene razón en que, fundamentalmente, la lucha principal debe ser cambiar la sociedad. Pero en esta lucha, el tema de los refugiados y la inmigración solo se volverá confuso si la cuestión se plantea de manera incorrecta. En cierto sentido, eso es precisamente lo que hace su propio artículo. La inmigración y los refugiados son un asunto muy importante que debe abordarse, pero la cuestión debe recibir una respuesta socialista, no ética.
Marx y la cuestión nacional irlandesa
Zizek se refiere a un artículo de Angela Nagle en el diario conservador American Affairs de noviembre, titulado «El caso de la izquierda contra las fronteras abiertas», que ha recibido muchas críticas y algunos elogios de la izquierda. Es digno de mención porque, nuevamente, intenta usar a Marx para justificar la oposición a la inmigración. El pasaje que Nagle ha elegido es una carta de Marx a dos miembros estadounidenses de la Primera Internacional:
“Debido a la concentración cada vez mayor de los arrendamientos, Irlanda envía constantemente su propio excedente al mercado laboral inglés, y por lo tanto reduce los salarios y reduce la posición moral y material de la clase trabajadora inglesa.
“¡Y lo más importante de todo! Cada centro industrial y comercial en Inglaterra posee ahora una clase obrera dividida en dos campos hostiles, los proletarios ingleses y los proletarios irlandeses. El trabajador inglés común odia al trabajador irlandés como un competidor que reduce su nivel de vida. En relación con el trabajador irlandés, se considera a sí mismo como un miembro de la nación dominante y, en consecuencia, se convierte en una herramienta de los aristócratas y capitalistas ingleses contra Irlanda, fortaleciendo el dominio de aquéllos sobre él mismo. Él mantiene prejuicios religiosos, sociales y nacionales contra el trabajador irlandés. Su actitud hacia éste es muy parecida a la de los «blancos pobres» hacia los negros en los antiguos estados esclavistas de los EE. UU. El irlandés le devuelve el dinero con intereses. Ve en el trabajador inglés tanto el cómplice como la herramienta estúpida de los gobernantes ingleses en Irlanda.
“Este antagonismo se mantiene vivo e intensificado artificialmente por la prensa, el púlpito, los periódicos de historietas, en definitiva, por todos los medios a disposición de las clases dominantes. Este antagonismo es el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa, a pesar de su organización. Es el secreto por el cual la clase capitalista mantiene su poder. Y esta última es bastante consciente de esto».
Este es un análisis muy claro en el que Marx señala que los inmigrantes irlandeses estaban enfrentados a los trabajadores ingleses en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX y que esta división fue en detrimento de la lucha de clases en Inglaterra. El hecho de que Marx lo haya señalado no debería sorprender a nadie. Lo que debería interesarnos aquí no son las habilidades de observación de Marx, sino la solución que propone, algo que Nagle no considera adecuado incluir:
“Inglaterra, la metrópolis del capital, el poder que hasta ahora ha gobernado el mercado mundial, es actualmente el país más importante para la revolución obrera y, además, el único país en el que las condiciones materiales para esta revolución han alcanzado un cierto grado de madurez. Por consiguiente, el objetivo más importante de la Asociación Internacional de los Trabajadores es acelerar la revolución social en Inglaterra. El único medio de apresurarlo es hacer que Irlanda sea independiente. Por lo tanto, es tarea de la Internacional en todas partes poner el conflicto entre Inglaterra e Irlanda en primer plano, y en todas partes manifestarse abiertamente al lado de Irlanda. «La tarea especial del Consejo Central en Londres es hacer que los trabajadores ingleses se den cuenta de que para ellos la emancipación nacional de Irlanda no es una cuestión de justicia abstracta o sentimiento humanitario, sino la primera condición de su propia emancipación social”. (Énfasis en el original)
Esto realmente llega al corazón del asunto. Marx defiende que los trabajadores ingleses se unan a los trabajadores irlandeses apoyando su causa de independencia y que la Primera Internacional asuma esta causa. De este modo, los trabajadores ingleses e irlandeses se unirían en la lucha contra el capital inglés y el imperialismo inglés. También se debe tener en cuenta que recae en los trabajadores ingleses la responsabilidad de atender esta llamada, con el fin de ganar a los trabajadores irlandeses a su lado. Esto es completamente diferente a argumentar a favor de los controles fronterizos.
Parece que Nagle simplemente copió la cita de un artículo de David L Wilson en el Monthly Review. En este artículo, argumenta que sería incorrecto menospreciar a aquellos que están preocupados por el papel de la inmigración en los salarios bajos, lo que es correcto en la medida en que sucede. Sin embargo, este argumento, sin más aclaraciones, podría utilizarse fácilmente para justificar algo bastante reaccionario. Wilson no hace eso. En su lugar, utiliza la cita de manera apropiada, para defender la unidad de los trabajadores por encima de las fronteras nacionales: que debemos asumir la oposición a la política exterior de los Estados Unidos y unir a los trabajadores migrantes y no migrantes. Esto es correcto. También argumenta en contra de un par de políticas particularmente perniciosas del gobierno de los Estados Unidos contra los trabajadores migrantes. Sin embargo, deja sin resolver la cuestión teórica fundamental de las fronteras.
Tal falta de claridad abre la puerta a otras interpretaciones. Angela Nagle sigue a Wilson al defender una acción contra las «causas fundamentales de la migración», que encuentra en la política exterior de Estados Unidos, las empresas multinacionales y la pobreza. Sin embargo, mientras que Wilson discute contra los controles de inmigración como perjudiciales para la unidad de los trabajadores migrantes y no migrantes, Nagle toma la posición opuesta.
Para Nagle, parece que la mera afirmación de que existe un conflicto entre trabajadores migrantes y no migrantes es un argumento para los controles de inmigración, mientras que en realidad es un argumento para lo contrario. En un giro peculiar, Nagle usa la cita en la que Marx insta a la defensa de los derechos democráticos de los trabajadores irlandeses para defender medidas más punitivas contra los migrantes:
“Con respecto a la inmigración ilegal, la izquierda debe apoyar los esfuerzos para hacer que E-Verify [1] sea obligatorio y presionar a favor de sanciones severas contra los empresarios que no cumplan. Los empresarios, no los inmigrantes, deben ser el foco principal de los esfuerzos de cumplimiento. Estos empresarios se aprovechan de los inmigrantes que carecen de protecciones legales ordinarias para perpetuar una tendencia hacia la baja en los salarios al tiempo que evaden los impuestos sobre la nómina y la provisión de otros beneficios. Dichos incentivos deben eliminarse para que los trabajadores sean tratados de manera justa.
“[…]
«Al igual que la situación que Marx describió en la Inglaterra de su época, los políticos como Trump agrupan su base al alentar el sentimiento anti inmigratorio, pero rara vez abordan la explotación estructural, ya sea en el país o en el extranjero, que es la causa fundamental de migración en masa. A menudo, empeoran estos problemas, expandiendo el poder de los empresarios y del capital contra los trabajadores, al tiempo que enfurecen a sus partidarios, a menudo víctimas de estas fuerzas, contra otras víctimas, los inmigrantes. Pero para todos los fanáticos antiinmigrantes de Trump, su administración no ha hecho prácticamente nada para expandir la implementación de E-Verify, prefiriendo en cambio presumir de un muro fronterizo que parece no materializarse. «Mientras que las familias están separadas en la frontera, la administración ha cerrado los ojos a los empresarios que usan a los inmigrantes como peones en un juego de arbitraje laboral».
Aquí, Nagle trata de presentarse al lado de los trabajadores, pidiéndoles que multen a los empresarios. Pero en realidad, como señala Wilson en su artículo, este tipo de multas y requisitos solo hace que los trabajadores migrantes sean aún más vulnerables a la explotación por parte de los empresarios. La creación de una subclase de migrantes súper explotados es precisamente lo que logran la legislación y la policía. Los empresarios usan subcontratistas despreciables para sortear tales medidas. Estas propuestas no resolverán nada y, en realidad, equivalen fundamentalmente a la misma posición reaccionaria que las antiguas leyes anti chinas de 1882, que Nagle cita casi con aprobación cuando se analizan los capítulos sin gloria del pasado de la central sindical norteamericana, la AFL.
Nagle está aquí, dejando en manos de la clase capitalista, la cuestión del control del flujo de trabajadores. Si la clase capitalista determina que debe ingresar más fuerza laboral, legal o ilegalmente, la dejará entrar, si no, no lo hará. La idea de que esto fortalecerá la posición de negociación de la clase obrera es miope por decir poco menos. Esto refleja la esperanza de la burocracia sindical en una vida fácil.
Dicha política generaría una brecha entre los trabajadores legales e ilegales y probablemente crearía una fuerza laboral aún más fragmentada, donde algunos tienen más derechos que otros. En las últimas décadas, la central sindical norteamericana AFL-CIO, para mérito suyo, ha hecho campaña contra las leyes de migración y en favor del acceso a la ciudadanía y del derecho a permanecer en suelo norteamericano para los migrantes. Esto es correcto, y se corresponde con el programa adoptado por la Segunda Internacional, precisamente porque surge de la necesidad del movimiento obrero de hacer confluir los derechos de la clase obrera para unirse.
Sin embargo, Trumka y otros líderes de la AFL-CIO insisten continuamente en la ficción de abolir la migración «ilegal», que es más o menos lo que Nagle también defiende. Prestan demasiada atención a la retórica de la burguesía y no lo suficiente a lo que realmente está haciendo. Todo el propósito de otorgar derechos diferenciados a los migrantes ya sea para que permanezcan en el país sólo bajo ciertas condiciones o en la completa ilegalidad, es reducir los salarios y las condiciones laborales, y crear un sector súper explotado de la clase trabajadora. Precisamente por esa razón, no podemos esperar que la clase capitalista, o su aparato estatal, creen un sistema de migración a favor de los trabajadores.
El mito de la burguesía liberal
Para cubrir su propio oportunismo, muchos defensores de izquierda de los controles de inmigración profesan su oposición al liberalismo. Para intentar justificar sus políticas divisionistas, invocan una fraseología de clase y de oposición a las «élites liberales». En realidad, estas elites liberales no existen.
Nagle cita la campaña de Mark Zuckenberg, «Fwd.us», como supuestamente alineada con los defensores de la izquierda de una frontera abierta, pero en realidad, su programa no es para fronteras abiertas, sino para otras más «humanitarias» y eficientes. Por ejemplo, Fwd.us, junto con el Instituto Cato, argumentan que las detenciones son demasiado costosas y, con aprobación, citan el uso de «monitores electrónicos de tobillo, chequeos telefónicos que utilizan software de reconocimiento de voz biométrico, visitas a domicilio sin previo aviso, verificación del empresario e informes en persona para supervisar a los participantes» (Las alternativas a la detención son más baratas que la detención universal, Instituto Cato). La fase dos de este programa comenzó en 2010, dos años después de la administración de Obama. No es una mala ilustración de las diferencias entre la política de los Republicanos y los Demócratas. Los primeros son defensores de los centros de detención, los últimos abogan por el etiquetado electrónico, porque es más barato.
El 22 de noviembre, Hillary Clinton insistió en que Europa debe frenar su migración:
«Admiro los enfoques muy generosos y compasivos que tomaron particularmente líderes como Angela Merkel, pero creo que es justo decir que Europa ha hecho su parte y que debe enviar un mensaje muy claro: ‘no vamos a poder continuar brindando refugio y apoyo’, porque si no nos ocupamos del tema de la migración, continuará arruinando el cuerpo político». (Hillary Clinton: Europa debe frenar la inmigración para detener a los populistas de derecha)
En otras palabras, tenemos que derrotar a la extrema derecha adoptando su programa.
Otro personaje famoso de la clase dirigente, Tony Blair, dice estar de acuerdo:
«Tienes que lidiar con las quejas legítimas y responderlas, por lo que hoy en Europa no puedes presentarte a las elecciones a menos que tengas una posición firme sobre la inmigración porque la gente está preocupada por eso …»Tienes que responder a esos problemas. Si no los contestas, entonces … dejas un gran espacio que los populistas pueden ocupar». (Clinton, Blair, Renzi: por qué perdimos y cómo contraatacar)
Blair, siendo un político burgués experto, nunca dice nada con claridad sobre estas cuestiones, sino que sólo deja pistas. Necesitamos «una posición fuerte sobre la inmigración», pero él no dice cuál sería. Debe recordarse que la política de inmigración de Blair, “migración gestionada”, involucró la creación de centros de detención privados donde los inmigrantes recibían un trato peor que los delincuentes. Su partido solía repartir folletos en los que se jactaba de las reducciones en el número de solicitantes de asilo, etc. Gran parte del llamado entorno hostil que pide a los médicos, maestros, profesores, bancos y propietarios controlar la inmigración existió en forma embrionaria durante los años de Blair. Así que uno puede suponer que propone más de lo mismo.
La comprensión de Blair de la cuestión electoral es algo limitada. El manifiesto electoral del año pasado fue el más pro-migrante en muchos años con su oposición al «ambiente hostil» y a las detenciones indefinidas. Esto, a pesar de su apoyo a lo que parece ser un sistema de inmigración basado en puntos, fue una clara desviación del coqueteo con la xenofobia, ligeramente velada, durante la época de Blair, Brown y Miliband. Sobre la base de este manifiesto, el Partido Laborista de Corbyn tuvo su mejor resultado electoral desde 1997.
Merkel es a menudo promocionada como una amiga de los inmigrantes, pero en realidad no es nada de eso. Es cierto que, durante la crisis de refugiados, permitió que ingresaran más refugiados en Alemania que en cualquier otro lugar, pero eso no fue una aprobación general de la inmigración. En realidad, ella intentaba evitar que las directivas de la UE sobre Libertad de Movimiento de las personas se derrumbara por completo en la Unión Europea. Se estaban erigiendo fronteras entre los estados miembros y esta era una forma de aliviar la presión mientras ella trabajaba para detener el flujo de refugiados. Al final, se llegó a un acuerdo con Erdogan, donde éste aceptó 6.000 millones de euros para mantener a los refugiados, a punta de pistola, en Turquía. Tal es el gran humanitarismo de la Unión Europea.
Una cobertura de izquierda para la burguesía
El mito de la burguesía liberal existe tanto en la izquierda proinmigrante como en la antiinmigrante. Paul Mason, dirigente del Partido Laborista, aunque ha cambiado su posición varias veces, en 2016 argumentó que el Partido Laborista debe formar una alianza con el «sector globalista de la élite» para obtener un Bréxit suave. También se puede encontrar esta actitud en toda la izquierda británica pro-UE. Se refieren constantemente a la UE como algún tipo de institución progresista y, aunque no usen la misma frase que Mason, defienden precisamente lo mismo: una alianza de clase cruzada entre los trabajadores y los banqueros de la City de Londres, la gran mayoría de los cuales apoyan la permanencia en la UE.
En los Estados Unidos, este frente popular toma la forma de apoyo a los Demócratas. Sin embargo, los Demócratas, aunque no tan a la derecha como Trump, siguen defendiendo la mayor parte de su programa .Su principal crítica es que él hace que tal política anti-inmigratoria se vea mal. Para ellos, la ICE (Inmigración y Control de Aduanas) está bien, pero los niños deben ser deportados junto con sus padres, no por separado. En la misma entrevista citada anteriormente, Hillary Clinton dice: primero, deportas criminales, los que amenazan a la seguridad nacional y a los «malos actores», y luego le proporcionas a los que han estado en los EE. UU. un proceso adecuado y una cola para esperar. «A las personas que luego siguen viniendo, se las devuelve, a menos que cumplan los requisitos para el asilo». Sólo se puede suponer que se está refiriendo aquí a la caravana de migrantes que actualmente se agrupa en las fronteras con México. No es casualidad que, en la primera reunión del Caucus “Progresista” de los Demócratas después de las elecciones de noviembre, los congresistas reunidos no pudieron dar una respuesta directa a cuál era su posición sobre la ICE, y en realidad abandonaron su oposición a la ICE en el verano.
Pretender que la burguesía puede ser de alguna manera amiga de los trabajadores migrantes o un aliado de aquellos que quieren luchar contra el racismo y la xenofobia es brindar un servicio útil a la burguesía, dándoles una cobertura de izquierda, «progresista». Como marxistas, nuestro papel es desenmascarar las motivaciones reaccionarias que se esconden tras el sector de la burguesía que oculta sus intereses con colores progresistas y democráticos, y del sector de la burguesía que pretende estar al lado del trabajador nativo contra el extranjero.
Nuestras verdaderas tradiciones
El Congreso de Stuttgart de 1907 fue el congreso más importante de la Segunda Internacional. Se discutió el colonialismo, la guerra, el imperialismo, el sufragio de las mujeres, los sindicatos y la migración. Esto no fue accidental: fue sobre estas cuestiones que el oportunismo dentro de esta organización se mostraba más claramente.
Los oportunistas de derecha en el congreso, principalmente de Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania, se posicionaron a favor de las colonias como una fuerza «civilizadora», y en contra de una línea firme en la guerra, en contra de la inmigración de países «demasiado atrasados en su desarrollo», a favor del sindicalismo «neutral» (es decir, apolítico) y a favor del compromiso sobre la cuestión del sufragio de las mujeres, en particular, priorizando el sufragio masculino sobre las mujeres. Al final, la izquierda ganó el congreso.
Vale la pena entrar en algunos detalles sobre la cuestión de la inmigración, ya que los argumentos planteados durante el debate fueron muy similares a los presentados por Nagle y McCluskey. Trömer, un delegado del Partido Laborista Australiano lo expresó así:
“Los capitalistas, por lo tanto, se esfuerzan por atraer a más trabajadores asiáticos para deprimir los salarios. Los trabajadores blancos entrantes se organizan rápidamente y no lastran las condiciones de los australianos. El Partido Laborista de Australia, por lo tanto, desea excluir a ciertos trabajadores de los que no se espera que adopten las condiciones de los blancos. Esto quiere decir los asiáticos. [Él cree que] estas políticas del Partido Laborista Australiano no contradicen el socialismo. […] Por supuesto, todos queremos una hermandad general de los pueblos, pero hasta que logremos esto debemos cuidar a los trabajadores de nuestro propio país, para que no se ofrezcan a los capitalistas sin resistencia».
El mismo sentimiento fue expresado por el delegado de los Estados Unidos, Hillquit:
“Los capitalistas importan tales fuerzas de trabajo, que por naturaleza deben ser más baratas y, en general, sirven como rompehuelgas involuntarias, y que son una competencia peligrosa para los trabajadores nativos. Hoy en día estas plantillas son chinas y japonesas, la raza amarilla en general. No tenemos absolutamente ningún prejuicio racial contra los chinos, pero debemos afirmar que son completamente inorganizables. Un pueblo sólo puede organizarse para la lucha de clases cuando su desarrollo ya ha avanzado bastante, como es el caso de los belgas e italianos que han emigrado a Francia. Sin embargo, los chinos todavía están muy atrasados en su desarrollo para ser organizados .El socialismo no debe ser mero sentimentalismo. Estamos en medio de una lucha abierta entre el capital y el trabajo. Quien se opone al trabajo organizado es nuestro enemigo. ¿Queremos lograr una especie de privilegio para rompehuelgas extranjeros, contra los cuales los trabajadores nativos tendrán que luchar? Si no tomamos medidas contra la importación de rompehuelgas chinos, entonces haremos retroceder el movimiento de los trabajadores socialistas».
Con la excepción de algunos de los lenguajes utilizados, aquí tenemos exactamente el mismo fenómeno que con Nagle y McCluskey. Al amparo de la fraseología internacionalista y de la lucha de clases, estos delegados abogaban por ataques contra los derechos de un grupo particular de trabajadores. Por supuesto, no los inmigrantes en general (¿dónde estarían los Estados Unidos sin inmigrantes?), sino contra un grupo particular de trabajadores que eran considerados responsables de hundir los salarios.
No es un accidente que el grupo que más preocupaba a los miembros de los Estados Unidos era la migración asiática. Apenas cinco años antes, el Congreso de los Estados Unidos hizo permanente el Acta de Exclusión China de 1882, que no sólo prohibía la inmigración de China, sino que eliminaba una gran cantidad de derechos de los inmigrantes de origen chino. El acto fue vergonzosamente respaldado por la AFL, así como por los sindicatos de la construcción en California, mientras que la Industrial Workers of the Wold (IWW), de izquierda, se opuso activamente a la Ley. En este sentido, los delegados estadounidenses y australianos seguían el liderazgo de la clase dominante estadounidense.
Esta fue la segunda vez, por cierto, que los delegados del Partido Socialista de América (SP) plantearon este tema. En el Congreso de Amsterdam de 1904, Hilquit había presentado una moción similar, pidiendo el fin de la importación de trabajadores de «razas atrasadas”. La resolución fue rechazada por otros delegados del SP en ese momento, y al igual que la resolución de 1907, fue retirada. Sin embargo, la mayoría del SP fue totalmente oportunista en esta cuestión, y había jugado la carta de la inmigración en la campaña presidencial de Debs en 1904, el candidato socialista, a pesar del repudio personal de Debs a la resolución de Stuttgart.
En Stuttgart, delegados del Partido Laborista Socialista de los Estados Unidos (dirigido por Daniel DeLeon) se opusieron a esta política:
«[El orador, Julius Hammer, criticó] en particular el tercer punto de la resolución de Hillquit, que permite un límite potencial para la inmigración de trabajadores chinos y japoneses. Eso es completamente antisocialista. Un límite legal a la inmigración debe ser desechado. Nada para el socialismo se puede lograr a través del camino legislativo en cooperación con los partidos burgueses. [El orador dio varios ejemplos] de cómo el odio racial en Estados Unidos cegó a los trabajadores y los incitó a la violencia. Los japoneses y los chinos se podrían organizar muy bien. No hay trabajadores tan incultos como se ha sugerido. Llegan a entender muy bien el capitalismo y también cómo combatirlo».
Esto fue repetido por los delegados italianos:
“Uno no puede luchar contra los migrantes, sólo contra los abusos que surgen de la emigración. El partido italiano y los sindicatos son siempre conscientes de esto. Estamos en contra de los controles sobre la migración, porque sabemos que el látigo del hambre que se agrieta detrás de los migrantes es más fuerte que cualquier ley hecha por los gobiernos».
Esencialmente, estos argumentos son igualmente de aplicables a la situación actual. La posición adoptada por los oportunistas en esta conferencia es completamente análoga a la posición adoptada por los proponentes de los controles de migración en la actualidad. La resolución acordada en el Congreso de Stuttgart reiteró el mismo punto:
“El congreso no busca un remedio a las consecuencias potencialmente amenazadoras de la inmigración y de la emigración, sobre los trabajadores, en ninguna regla económica o política de exclusión, porque son infructuosas y reaccionarias por naturaleza. Esto es particularmente cierto en lo referido a la restricción al movimiento y a la exclusión de las nacionalidades o razas extranjeras».
En lugar de los controles de migración, que consideraban «reaccionarios por naturaleza», la Segunda Internacional propuso una serie de medidas para fortalecer el movimiento obrero en el país receptor:
«1. Prohibición de exportar e importar a aquellos trabajadores que hayan acordado un contrato que les prive de la libre disposición sobre su fuerza de trabajo y salarios.
«2. Protección legal de los trabajadores para acortar la jornada laboral, introducir un salario mínimo, abolición del trabajo clandestino y regular el trabajo a domicilio.
«3. Abolición de todas las restricciones que impiden que ciertas nacionalidades o razas se queden en un país o que las excluyan de los derechos sociales, políticos y económicos de los nativos o que les impidan ejercer esos derechos. Hacer extensivas las medidas para facilitar la naturalización».
Además, se decidió que el movimiento sindical debe eliminar todas las restricciones para que los migrantes se conviertan en afiliados y hacer todo lo posible para facilitar su participación, así como trabajar para establecer un movimiento sindical internacional y fortalecer el movimiento sindical en el país desde el cual llegaron los migrantes.
Este programa internacionalista contrasta con el provincianismo de los líderes actuales del movimiento obrero.
Está claro que el papel que desempeña la mano de obra migrante en la sociedad capitalista no ha cambiado fundamentalmente. Hay constantes intentos por parte de la clase capitalista hoy, como hace cien años, de utilizar a los migrantes para socavar los salarios y las condiciones laborales. Hasta qué punto son exitosos, siempre se puede discutir, pero incluso si se llega a la conclusión de que los migrantes socavan la fuerza laboral ya establecida, no quiere decir que se deban respaldar los controles de inmigración. Muy por el contrario. El papel de los sindicatos y los partidos políticos debe ser integrar y educar a los trabajadores no sindicalizados para fortalecer el movimiento obrero. Como tal, uno debe luchar contra toda discriminación y el establecimiento de derechos diferentes para migrantes y no migrantes, e incluso a favor de darles a los migrantes el derecho a residir en el país, independientemente de su empleo.
Lenin y la Tercera Internacional
Como era de esperar, Lenin estaba a la izquierda en el Congreso de Stuttgart. Expresó preocupación por la fuerza del oportunismo en el movimiento obrero:
“Este voto sobre la cuestión colonial es de gran importancia. En primer lugar, se mostró de manera sorprendente el oportunismo socialista, que sucumbe a los miedos burgueses. En segundo lugar, reveló un rasgo negativo en el movimiento obrero europeo, uno que puede hacer un poco de daño a la causa proletaria, y por esa razón debería recibir una atención seria».
La resolución sobre la política colonial se había ganado con una mayoría estrecha, donde el voto de los delegados de las naciones más pequeñas contrarrestó al de las naciones coloniales imperialistas. Él atribuyó la fuerza del oportunismo al imperialismo, algo a lo que debía regresar en su libro El imperialismo: la fase superior del capitalismo. Llegó a las mismas conclusiones con respecto a la cuestión de la inmigración:
“Algunas palabras sobre la resolución sobre emigración e inmigración. Aquí, también, en la Comisión hubo un intento de defender intereses estrechos y artesanales, de prohibir la inmigración de trabajadores de países atrasados (culíes, de China, etc.). Este es el mismo espíritu de aristocratismo que se encuentra entre los trabajadores de algunos de los países «civilizados», que obtienen ciertas ventajas de su posición privilegiada y, por lo tanto, tienden a olvidar la necesidad de la solidaridad internacional de clase. Pero nadie en el [pleno del Congreso] defendió esta trampa y la estrechez de miras de la pequeña burguesía. La resolución satisface plenamente las demandas de la socialdemocracia revolucionaria». (El Congreso Internacional Socialista de Stuttgart)
Lenin estuvo de acuerdo con la resolución y asoció la oposición a los derechos de los migrantes con el apoyo al imperialismo. Su actitud ante esta cuestión, como en todas las demás, fue la del internacionalismo. La actitud de una capa de la clase obrera en los países imperialistas era perjudicial para esta unidad. Como lo expresa Lenin, están «inclinados a olvidar la necesidad de la solidaridad de clase internacional».
En su artículo sobre el capitalismo y la inmigración de los trabajadores de 1913, señala algo similar:
“La burguesía incita a los trabajadores de una nación contra los de otra en el esfuerzo por mantenerlos desunidos. “Los trabajadores con conciencia de clase, al darse cuenta de que la ruptura de todas las barreras nacionales por parte del capitalismo es inevitable y progresista, están tratando de ayudar a ilustrar y organizar a sus compañeros de trabajo de los países atrasados».
En 1915 vuelve de nuevo al tema:
«En nuestra lucha por el verdadero internacionalismo y contra el «socialismo-patriotero», citamos siempre en nuestra prensa el ejemplo de los líderes oportunistas del SP en América, que están a favor de las restricciones a la inmigración de trabajadores chinos y japoneses (especialmente después del Congreso de Stuttgart, 1907, y en contra de las decisiones de Stuttgart). Pensamos que no se puede ser internacionalista y al mismo tiempo estar a favor de tales restricciones. Y afirmamos que los socialistas en América, especialmente los socialistas angloparlantes, pertenecientes a la nación dominante y opresora, que no están en contra de las restricciones de inmigración, en contra de la posesión de colonias (Hawai) y por la plena libertad de las colonias, que tales socialistas son en realidad patrioteros». (Carta al secretario de la Liga de Propaganda Socialista)
La posición de Lenin es muy clara. No se puede hablar de discutir sobre restricciones a la inmigración. Tal posición es el «socialismo-patriota» y se opone fundamentalmente a una política internacionalista. Lenin hace una observación adicional sobre los efectos beneficiosos de la inmigración en el artículo de 1913:
“No cabe duda de que la extrema pobreza por sí sola obliga a las personas a abandonar su tierra natal, y que los capitalistas explotan a los trabajadores inmigrantes de la manera más descarada. Pero sólo los reaccionarios pueden cerrar los ojos ante el significado progresivo de esta moderna migración de naciones. La emancipación del yugo del capital es imposible sin un mayor desarrollo del capitalismo y sin la lucha de clases que se basa en ella. Y es a esta lucha a la que el capitalismo está atrayendo a las masas de los trabajadores de todo el mundo, rompiendo los rancios hábitos de la vida local, derribando barreras y prejuicios nacionales, uniendo a trabajadores de todos los países en enormes fábricas y minas en América, Alemania, etc.».
El problema de la migración debe plantearse desde el punto de vista de la clase obrera internacional. La migración, aunque a menudo es profundamente traumática y trágica para quienes se ven obligados a hacerlo, desempeña un papel históricamente progresivo, ya que sirve para derribar barreras, prejuicios y hábitos nacionales. A la larga, tal desarrollo solo servirá para fortalecer el movimiento de la clase trabajadora a nivel nacional e internacional.
La Tercera Internacional también hizo una declaración sobre la cuestión del trabajo migratorio en su cuarto congreso. En las tesis sobre la cuestión de Oriente, se puede leer lo siguiente:
«En vista del peligro amenazador, los partidos comunistas de los países imperialistas (Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña, Australia y Canadá) están obligados a no limitarse a la propaganda contra la guerra, sino también a hacer todo lo posible por eliminar los factores que desorganizan el movimiento obrero en estos países y facilita a los capitalistas el uso de antagonismos nacionales y raciales. Estos factores son las cuestiones de la inmigración y de la mano de obra barata de color.
“El principal método para reclutar trabajadores de color hoy en las plantaciones de azúcar en el sur del Pacífico es el sistema de contratos, que atrae a trabajadores de China e India. Este hecho ha llevado a los trabajadores de los países imperialistas a exigir la aprobación de leyes contra la inmigración y contra los trabajadores de color, tanto en los Estados Unidos como en Australia. Estas leyes profundizan el antagonismo entre los trabajadores de color y los blancos, fragmentando y debilitando la unidad del movimiento obrero.
“Los partidos comunistas de los Estados Unidos, Canadá y Australia deben emprender una vigorosa campaña contra las leyes que restringen la inmigración y explicar a las masas proletarias de estos países que ellos también sufrirán daños debido al odio racial provocado por estas leyes.
“Los capitalistas se oponen a tales leyes contra la inmigración para favorecer la libre importación de mano de obra barata de color como un medio para reducir los salarios de los trabajadores blancos. Solo hay una manera de contrarrestar con éxito la intención de los capitalistas de pasar a la ofensiva: los trabajadores inmigrantes deben ser admitidos en los sindicatos existentes de trabajadores blancos. Al mismo tiempo, debe plantearse la reivindicación de que los salarios de los trabajadores de color se eleven al mismo nivel que el salario de los trabajadores blancos. Ese paso de los partidos comunistas expondrá las intenciones de los capitalistas y también demostrará claramente a los trabajadores de color, que el proletariado internacional no alberga ningún prejuicio racial».
Nuevamente, no se puede cuestionar el hecho de que los capitalistas intentan importar mano de obra para bajar los salarios, pero esto se puede «abordar de una sola manera: los trabajadores inmigrantes deben unirse a las filas de los sindicatos existentes de trabajadores blancos» (énfasis mío). Exigir la nivelación de los salarios de los trabajadores migrantes «expondrá las intenciones de los capitalistas» y, no se puede enfatizar esto lo suficiente, «demostrar gráficamente» que «el proletariado internacional no tiene prejuicios raciales».
¿Antiimperialismo?
Quienes en la izquierda defienden los controles de migración ocasionalmente lo justifican con referencias a la solidaridad internacional. Seguramente la migración es mala para los países donde la gente emigra, ¿no deberíamos estar a favor de mejorar las condiciones allá? Esto suena bastante agradable, pero la pregunta es ¿cómo debemos mejorar las condiciones? Además, dado que la clase trabajadora no está realmente en el poder, ¿qué reivindicaciones servirían para llevarnos a ese punto?
Pese a todas las frases piadosas de los líderes mundiales, éstos siempre cuidan sus propios intereses primero. Trump aboga por las fronteras tanto para las mercancías como para los migrantes. Todo el propósito de las barreras proteccionistas sobre los bienes es exportar el desempleo a otros países. Lo mismo se aplica a los migrantes. Al mantener alejados a los migrantes, la clase dominante de los Estados Unidos está ayudando a evitar la lucha de clases en casa, a expensas, por supuesto, de México y de los países de América Central. Luego, la clase dominante de los EE. UU. intenta usar al Estado mexicano para vigilar los flujos de migrantes que vienen de América Central y establecerlos en México. Esta es también la política, aunque menos explícitamente, de los Demócratas y del llamado establishment liberal. Casi la misma política que tiene la UE hacia Turquía. Así es como funciona el imperialismo.
En una declaración aún más indignante, el Comisionado de Alemania para África, Günter Nooke, propuso que los países europeos arrienden tierras en África para construir ciudades que puedan absorber a los migrantes y desarrollar la economía, es decir, un retorno al colonialismo. Una propuesta similar fue presentada por el reaccionario Presidente Lobos en Honduras. Fundamentalmente, esto sólo sería una expresión más desnuda de lo que ya están haciendo las potencias imperialistas, en las Zonas Económicas Especiales. Pese a todas las frases agradables sobre el desarrollo, tal política no sirve a nadie más que a ellos mismos.
En el imaginario colectivo, por supuesto, las organizaciones caritativas y la ayuda extranjera sirven para ayudar a las masas empobrecidas del mundo. En realidad, las organizaciones benéficas se alinean principalmente con sus propios bolsillos y con los de funcionarios gubernamentales corruptos de todo el mundo. Los trabajadores y los pobres tienen que conformarse con migajas. En el mejor de los casos, las organizaciones de caridad cubren el daño que hacen los ejércitos y los bancos de las naciones imperialistas.
Nagle presenta correctamente las aventuras militares de los EE. UU. como una de las principales impulsoras de las corrientes migratorias. De hecho, la desestabilización de Oriente Medio ha llevado a millones de personas a ser privadas de sus hogares y medios de subsistencia. Sobre esto estamos en pleno acuerdo. Una condición previa debe ser una oposición inequívoca al imperialismo estadounidense.
Pero no es sólo la guerra o la represión política lo que causa la migración. Uno de los factores que contribuyen a la caravana de migrantes es el precio del café. El imperialismo ha hecho que gran parte de Centroamérica dependa del café para la exportación. Como el real brasileño ha caído, los competidores del café de Brasil se han visto muy afectados. Los $ 2 por kilo de granos de café arábigo no cubren los costos de producción. Como no hay otra fuente de empleo, los cortadores de café son empujados a la migración. Al mismo tiempo, compañías como Starbucks venden su café a $ 50 por kilo. Este es el papel que desempeñan las empresas multinacionales en la economía mundial y su contribución al flujo de la migración.
En realidad, no es bueno hablar de cambiar las condiciones en el antiguo mundo colonial sin desafiar al capitalismo y al propio imperialismo. Todo el siglo XX muestra la inutilidad del antiimperialismo sin el anticapitalismo y el socialismo. Precisamente porque el imperialismo está intrínsecamente relacionado con el capitalismo, la lucha contra el imperialismo debe estar vinculada a la lucha contra el capitalismo. Cualquier otra propuesta, particularmente proveniente del movimiento obrero en los países imperialistas, simplemente proporcionaría una cobertura de izquierda al imperialismo. Los trabajadores de los países imperialistas deben unirse con los trabajadores del antiguo mundo colonial luchando contra su propia burguesía imperialista. Esta es la verdadera solidaridad internacional.
Un nuevo periodo
Una de las peculiaridades del período actual es que el movimiento obrero en Occidente está infectado con nostalgia por un período que ha pasado. Bajo la presión de los recortes a los servicios públicos y los ataques a los salarios y las condiciones laborales, muchos trabajadores miran hacia atrás a una era anterior de estabilidad y bienestar. Un momento en el que los capitalistas y los sindicatos llegaron a acuerdos sobre aumentos salariales, y no recortaban salarios, y cuando los partidos políticos prometían, y otorgaban, reformas. Un momento en que la palabra ‘reforma’ significaba mejoras en la condición de la clase trabajadora, no ataques y recortes. Pero ese período se ha ido y no volverá.
La crisis no se debe a los migrantes, ni a las malas ideas (‘neoliberalismo’), sino a los límites del capitalismo en sí. Esto tiene ciertas implicaciones. Los reformistas y los líderes sindicales caen en la trampa de basar su actitud hacia la migración en el número de migrantes que el capitalismo puede permitirse. ¿Cuántos migrantes pueden venir sin causar una presión a la baja sobre los salarios? ¿Cuántos migrantes podemos encajar en escuelas, viviendas y hospitales? Esto era equivocado ya en los años 50 y 60, pero es una lógica desastrosa plantearlo en un período de decadencia capitalista. La respuesta es que el capitalismo no puede permitirse mantener los salarios y las condiciones existentes, ya sean de trabajadores migrantes o no. Cerrar las fronteras, incluso desalojar a los migrantes, no altera fundamentalmente este hecho. Sería como tratar de calmar tu sed con agua salada.
La realidad del capitalismo en el período presente es que existe el dinero para proporcionar vivienda, escuelas, etc. para todos los refugiados del mundo, pero está en manos privadas. Los recursos para proporcionar un nivel de vida digno para todos los habitantes del mundo existen, pero se concentran en las garras de un puñado de multimillonarios y corporaciones multinacionales. Esta desigualdad está empeorando.
Nuestro programa no trata de lograr la estabilidad y la acomodación con la clase capitalista, que sólo sería a expensas de la clase trabajadora, migrante o no. Nuestro programa debe ser el de unir a los trabajadores por encima de las fronteras en defensa de las condiciones de vida, contra los recortes y por una revolución socialista. La resolución presentada por el Congreso de la Segunda Internacional de Stuttgart en realidad contiene los elementos más importantes: la defensa de los acuerdos de negociación colectiva, los acuerdos y condiciones laborales, la lucha por mejorar las condiciones de todos los trabajadores, la concesión de los mismos derechos a los trabajadores migrantes y a los no migrantes, incluida la residencia, la asistencia médica, las prestaciones sociales, la vivienda, etc. Además, debemos insistir en establecer vínculos entre los sindicatos a nivel internacional y en el fortalecimiento de los vínculos entre las organizaciones de la clase trabajadora en todo el mundo. Tal enfoque será la mejor defensa de las condiciones existentes de la clase trabajadora, contra el ataque de la clase dominante, pero también es la mejor preparación para una revolución socialista mundial.
Notas
[1]: E-Verify es un sistema basado en Internet que compara la información ingresada por un empresario a partir del Formulario I-9, Verificación de Elegibilidad de Empleo, de un empleado, con los registros disponibles en el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y la Administración del Seguro Social para confirmar la legalidad de la situación laboral del trabajador. (https://www.e-verify.gov/es/acerca-de-e-verify/que-es-e-verify)