En la formación y desarrollo del capitalismo mexicano se ubica un periodo muy especial, al cual se le llamó “desarrollo estabilizador”, que va de la década de los 50 hasta finales de los 70, este periodo se caracterizó en el terreno económico por mantener un ingreso del Producto Interno Bruto (PIB) constante de un 6.8%-7%. Eso trajo como consecuencia un crecimiento de la clase obrera y proletarización del campesinado, además (producto de la lucha de los trabajadores) de una mayor masificación de la educación y los servicios de salud. Todo esto tendría un impacto en la lucha de clases con movimientos obreros y estudiantiles muy importantes que precedieron al movimiento de 1968.
Los trabajadores en lucha
1968 fue el año de la revolución internacional y en los países donde se impulsó el movimiento revolucionario por la mejora de las condiciones laborales, contra las políticas autoritarias y represoras del Estado, vimos una mancuerna en las calles entre los estudiantes y los trabajadores, luchando hombro con hombro por una transformación social, digna y justa. Estas fechas siempre vienen a bien para rememorar las glorias de clase obrera en el mundo. Nos hacen recordar que ni una sola de las conquistas democráticas, económicas y políticas de los trabajadores y del pueblo han sido producto de la actitud benefactora del Estado o los capitalistas; todos nuestros derechos como trabajadores y estudiantes se han conseguido como producto de la lucha a sangre y fuego contra el patrón, sus leyes y toda su maquinaria de represión.
Las tradiciones sindicales en nuestro país son increíbles y debemos de aprender de ellas. Los sindicatos nunca fueron organizaciones de caridad. El nacimiento del sindicalismo en nuestro país y sus posteriores luchas está marcado por el choque frontal contra el Estado y la clase capitalista, por un lado, pero por otro el intento de ese Estado de cooptar y maniatar a estas organizaciones erradicando su carácter de lucha. Fue cuando los sindicatos se lograron constituir como organizaciones de combate cuando los triunfos más significativos llegaron. Desde luego que en este proceso ha habido derrotas, pero la conclusión más importante que deberíamos extrae es que, en todo caso, los sindicatos triunfaron y fueron derrotados luchando. Finalmente, en la medida en que el capitalismo no sea sustituido por un sistema donde el control lo tengan los trabajadores, todos los triunfos y derrotas serán parciales, no definitivos.
Lógicamente cuando los sindicatos no se presentan como organizaciones capaces de mantener o defender los derechos de los trabajadores y cuando la correlación de fuerzas es desfavorable, el gobierno y los empresarios no tardarán en arrebatar con una mano lo que en el pasado les obligaron a darnos con la otra. En tiempos de crisis los capitalistas se niegan a perder y tratan de cargar la crisis sobre los trabajadores. Para mantener sus niveles de beneficios recurren a la destrucción de todos los derechos laborales como una forma de mantener sus beneficios.
La lucha de los trabajadores por aumentos salariales trascendió a la lucha férrea por la democratización de los sindicatos, por la organización obrera independiente del estado y contra el charrismo puro y duro que se incrusto a partir de la corporativizarían de los sindicatos por el Estado.
En 1941 se incorporó en el Código Penal el delito de disolución social y se justificó la represión contra toda organización o persona que cuestionara las políticas públicas, pusiera en evidencia las contradicciones del modelo de desarrollo o exigiera la puesta en práctica de los principios sociales de la Revolución Mexicana. Esa era la tónica bajo la cual el gobierno controlaba el ambiente social, la consolidación del institucionalismo en torno a las nuevas políticas dictadas después de la segunda guerra mundial era impedir cualquier atentado contra la estabilidad fundada en el presidencialismo autoritario.
El Movimiento Revolucionario del Magisterio
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) surge con esa tradición de conciliación y adaptación al Estado en el año 1943, sin embargo el control caciquil del Estado no fue tan fuerte en los primeros años. Si bien desde sus orígenes Lombardo Toledano, continuando su obra, ayudó a construir un sindicato corporativo y antidemocrático, combatiendo al ala más combativa, hemos visto la lucha de la base para hacer de su sindicato la herramienta de lucha a la altura de las necesidades del magisterio. Una de las más importantes se dio entre los años 1956 a 1960 creando a dirigentes como Jesús Ortega Macías, Rubelio Fernández y Othón Salazar, cabeza del Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM). Othón inició una oposición en contra de los acuerdos llegados por los dirigentes sindicales frente al insuficiente aumento salarial, llegaría a ser electo secretario general de la sección 9, aunque su triunfo no fue reconocido. En el año 1958 se realiza una importante huelga, aún sin contar con representatividad legal y en medio de una fuerte represión. El 3 de julio, Ramírez Acosta convocó a una concentración en los patios de la SEP; el objetivo, se dijo en la convocatoria, era presionar por el aumento de 30 por ciento, pero en el acto se pidió a los docentes que la manifestación se convirtiera en una jornada de agradecimiento a las autoridades por el 14 por ciento concedido mediante el acuerdo a espaldas de los maestros de base. Entonces, un grupo de profesores que habían sido compañeros normalistas de Othón Salazar Ramírez, popular por su oratoria en las luchas estudiantiles en la Escuela Normal de Maestros, lo instaron a tomar el micrófono para denunciar abiertamente la maniobra engañosa de sus dirigentes.
Tras apropiarse del mitin, los profesores se reunieron en la plaza de Santo Domingo, donde organizaron un comité que retomó y amplió el pliego petitorio con que había comenzado la organización magisterial: aumentaron a 40 por ciento el monto de la petición de aumento salarial y exigieron servicio médico digno y retiro a los 30 años de servicio, sin importar la edad del trabajador, entre otras demandas.
La lucha se mantuvo con mítines y paros que fueron fortaleciendo el movimiento hasta el 12 de abril de 1958, cuando un mitin magisterial y popular frente a la SEP es amenazado por la policía y el contingente se traslada al Zócalo, donde es reprimido. El 21 de abril los maestros realizan otra manifestación del Monumento a la Revolución al Zócalo, entregan un pliego petitorio con demandas salariales directamente a la SEP e instalan, el 30 de abril, una guardia permanente en esa secretaría. Se inicia una feroz campaña de prensa en su contra, logran mantener el apoyo de los padres de familia y consiguen la solidaridad del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), de las centrales obreras CROC y CRT, de estudiantes normalistas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del IPN.
El 1 de junio el propio presidente Adolfo Ruiz Cortínez concede un aumento salarial y los maestros retiran su guardia de la SEP. La directiva del SNTE se ve obligada a convocar a un Congreso de la Sección 9 para fines de agosto, pero no se admite la entrada de los delegados del MRM, que eran mayoría, y éstos realizan un Congreso paralelo en el que eligen a Othón Salazar como su secretario general. El 6 de septiembre la policía reprimió un mitin magisterial en demanda del reconocimiento de los líderes democráticos y son detenidas 200 personas, entre ellas Othón Salazar y otros 5 dirigentes, que son declarados formalmente presos por el delito de «disolución social».
Los ferrocarrileros en pie de lucha
La larga lucha comenzó en abril de 1958 en la sección 15 de la Ciudad de México, se transformó el Plan Sureste (donde exigían un aumento salarial de 350 pesos) con la fuerza de las secciones de Matías Romero, Tierra Blanca y Veracruz, concluyó con la brutal represión que desató el presidente López Mateos el 27 y 28 de marzo de 1959 contra miles de obreros y Vallejo, su líder máximo.
La campaña de prensa y radio, impulsada por el gobierno y los empresarios contra los obreros ferrocarrileros fue brutal. Se repetía que los obreros abusaban de su situación privilegiada y querían imponer sus caprichos al gobierno “democrático”. Aunque Fidel Castro aún no triunfaba en Cuba, las campañas anticomunistas de la llamada “Guerra Fría” en el mundo, eran gigantescas. Pero los dirigentes derrocas no se dejaron intimidar. El 26 de junio, tal como proclamaba el Plan Sureste, se paralizó durante dos horas todo el sistema ferroviario; el 27 el paro fue de cuatro horas; el 28 de seis horas y el 29 se prolongó por ocho horas. Ruiz Cortines hizo la propuesta de 215 pesos sin perjuicio de la revisión de noviembre. Se aceptó la propuesta porque en los hechos se les reconoció al no intervenir los líderes charros del sindicato.
El triunfo del Plan del Sureste fue indiscutible. El líder gobiernista del sindicato de ferrocarrileros (STFRM) Samuel Ortega, así como sus seguidores, habían caído en el más grande desprestigio, a pesar de la gran campaña anticomunista en los medios. Los miembros de la Gran Comisión instrumentaron un nuevo y decisivo paso: procedieron a organizar la VI Gran Convención que eligió a Vallejo secretario general y a Gómez Godínez al consejo de vigilancia; esto provocó la caída de Ortega y la imposición de otro charro: Salvador Quezada, pero la secretaría del Trabajo se negó a reconocer a Vallejo. El 19 de julio se realizó una enorme manifestación con la participación de miles de ferrocarrileros y el apoyo de maestros, electricistas, petroleros, telegrafistas, estudiantes; pero la Alameda Central se llenó de granaderos, policía montada.
Los convencionistas adoptaron un plan de paros escalonados para lograr el reconocimiento de Vallejo. Al iniciarlos el 26 de julio, el gobierno llamó de inmediato a Vallejo para negociar; pero nada se resolvió y se reiniciaron los paros. El día 31 fue de dos horas; al día siguiente fueron tres horas de paro y el 2 de agosto 5 horas. Por la tarde agentes secretos y uniformados, con el apoyo del ejército, asaltaron las secciones 15, 16, 17 y 18 del DF en medio de una nube de gases lacrimógenos; arremetieron y golpearon con furia a las secretarias y trabajadores resultando muertos tres obreros, aprehendidos 200 y otros heridos e intoxicados. Se comenzó a re contratar a jubilados como esquiroles, es decir, para reemplazar a los huelguistas. Pero al día siguiente hubo un paro de telegrafistas y los electricistas y maestros amenazaron con huelgas de apoyo.
El gobierno dio pasos atrás, se rindió, y tuvo que aceptar la realización de elecciones sindicales en 15 días y el registro de Demetrio Vallejo. Se obtuvo la libertad de todos los presos, el regreso al trabajo de todos los cesados, el pago de los salarios caídos y retiro de las tropas de todos los locales sindicales.
En diciembre de 1958, se instala la presidencia de un nuevo gobierno del PRI, encabezada por López Mateos. El nuevo presidente sería el encargado de preparar una nueva ofensiva, tratando de que esta nueva oportunidad fuera definitiva.
Ya como dirigente oficialmente reconocido, Vallejo va a ser presa de una histérica campaña de empresarios y políticos priístas acusándolo de ser un agente del comunismo internacional y ser un traidor a la patria porque pretendía derrocar al Gobierno. Acusaciones muy a tono con el Macartismo que por esos años le fue muy útil al imperialismo yanqui para lanzar una intensa cacería de brujas en sus propias entrañas.
La táctica del Estado consistió en dividir al sindicato y aislarlo respecto a su apoyo externo. De este modo, basándose en el ex dirigente Luis Gómez Z. y en otros como David Vargas y Manuel Moreno, se desarrolla una campaña de calumnias contra Vallejo y sus allegados acusándolos de comunistas, ladrones, asesinos, violadores, etcétera. Las provocaciones montadas al interior del sindicato empiezan a surtir efecto, rompiendo la sección 15 con el Comité Ejecutivo y separándose de éste uno de sus miembros: Guillermo Hass.
A lo externo, el gobierno lanza una abierta cacería contra la izquierda sindical, eliminado corrientes democráticas en gremios como el SME, el magisterio, telefonistas, petroleros, etcétera. El objetivo fue el de minar cualquier clase de apoyo que podrían obtener los ferrocarrileros frente al ataque que ya estaba preparando el régimen.
Los médicos pintan de blanco las calles de la Ciudad de México
El conflicto inició en el Hospital 20 de noviembre, entre los residentes e internos que se enteraron de que el pago de los aguinaldos no se efectuaría como en los últimos años, el 26 de noviembre de 1964 se inicia un paro de labores sin suspender servicios de emergencias y partos, característica de los cuatro paros que sucederán en un periodo de 10 meses, con el que reciben al recién Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz.
210 médicos son despedidos pero el paro continúa con el siguiente pliego petitorio:
1.- Restitución sin represalias de los médicos cesados.
2.- Revisión legal y cambio del termino de contrato beca, por una forma adecuada de relación laboral bien definida con sueldos de $1,200 para el alumno interno, $1,500 para el pasante interno; en carrera de posgrado $2,000 para residente de 1er año, $2,500 para 2º año, $3,000 para 3º año y para los residentes de más años $500 anuales más sobre el año anterior.
3.- Preferencia para ocupar plazas de base.
4.- Participación activa en la elaboración de los planes de enseñanza.
5.- Resolución satisfactoria de los problemas de cada hospital.
Los reclamos tuvieron resonancia entre los hospitales Juárez, Colonia, General de México y San Fernando. Los médicos organizados en asamblea permanente deciden formar la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos (AMMRI) la cual fue independiente de cualquier organización sindical corporativa lo que significaba, al mismo tiempo, la lucha por conformar una organización independiente del charrismo sindical que obviamente -a través de la CTM, la FTSE y la CNC- se opuso al movimiento; por otra parte el movimiento recibe el apoyo declarativo del famoso líder magisterial Othón Salazar. La AMMRI se conformará por medio de asambleas democráticas en todos los centros de trabajo y sería la dirección durante todo el movimiento.
Los médicos residentes e internos de todo el pías se aglutinaron en torno a las demandas, lo que generaría una gran simpatía anudada a la de los estudiantes de la facultad de medicina de la UNAN.
Organizan una alianza médica que se convertiría en “Alianza de Médicos Mexicana” (AMM).
En febrero del 65, Díaz Ordaz saca un decreto en el que dice abrirá el dialogo y resolverá las demandas de los médicos, sin embargo, esta “buena voluntad” del gobierno no se vio. En abril se mantiene el paro y las amenazas del gobierno comenzaron, si en mayo la AMIR no regresaba a labores cesaría a todos los paristas situación que cumplió cabalmente, levantaron actas por abandono de trabajo, abrieron plazas para sustituir a los paristas e incluso utilizaron grupos de choque para golpear a los médicos en las movilizaciones. Aquí comienza el declive del movimiento 4900 médicos de la AMIR regresan a las labores, el presidente abre el dialogo en el que anuncia abrir plazas de base para los médicos titulados que hayan prestado servicio pero el 80% de los médicos quedaron relegados con esta propuesta por lo que en agosto reactivan la huelga, la represión ahora sería más fuerte, se clausura el hospital de la Villa, Xoco y Balbuena, fueron cesados más de 500 médicos y se levantaron ordenes de aprensión a 60, las amenazas del estado de la ocupación militar se cumplieron y tomaron el hospital 20 de noviembre.
Las condiciones para la mayoría seguían igual pues se manejaba el contrato beca sin ningún tipo de prestación y los dirigentes del movimiento fueron perseguidos por el estado.
Los estudiantes la chispa revolucionaria
Las organizaciones universitarias surgidas al calor de la herencia cardenista que de una u otra manera habían participado en las luchas estudiantiles en la década de los 40’s, entran después de 1956 a un proceso de crisis y deterioro. Al oponerse al rumbo de los principios democratizadores, su influencia comienza a diluirse en la colaboración con las administraciones universitarias, la corrupción y el porrismo. La crisis y degeneración de las organizaciones cooptadas por las autoridades y el Estado a finales de los 50’s representaron un obstáculo organizativo para las futuras generaciones.
Desde el principio la FNET se estableció como una organización que buscaba defender y preservar los ideales del movimiento revolucionario: educación gratuita, laica y de calidad para los hijos de los obreros y campesinos. Las posiciones radicales de la FNET fueron alimentadas con la reforma al Artículo 3º durante el gobierno Cardenistas, que establecían que la educación tenía un carácter “socialista”. Además la FNET estaba afiliada a la Confederación de Jóvenes Mexicanos (CJM) y con ella a la Unión Internacional de Estudiantes y a la Federación Mundial de la Juventud Democrática.
Después de la batalla del ‘42 dirigida por la FNET, se vendría el desarrollo de un periodo en apariencia más o menos estable dentro del IPN que se rompería en 1956 cuando uno de los combates más inspiradores en la historia del movimiento estudiantil habría de ocurrir, y la FNET habría de estar nuevamente en la primera línea de batalla.
Asalto militar al internado del Politécnico, 1956
El 12 de abril de 1956 los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) iniciaron una huelga demandando la promulgación de una Ley Orgánica, la construcción de La Ciudad Politécnica en Zacatenco y la formación de comisiones mixtas de estudiantes y maestros para revisar los planes de estudios. Lograron huelgas de solidaridad en 150 escuelas de 23 estados de la república y se ligaron al movimiento magisterial que iniciaba Othón Salazar por medio de las brigadas un arma de información y organización popular que ayudaría a vincular el movimiento con el proceso de lucha en el país. El mismo día, la policía atacó el Internado del IPN en el Casco de Santo Tomás dejando un saldo indeterminado de heridos.
El nuevo director, Alejo Peralta, designa a los funcionarios del internado sin ningún tipo de consulta entre los estudiantes. Sin debate ni concesión en un momento aún caliente por las magnitudes de la lucha reciente, esta maniobra no puede ser considerada más que como una provocación. Las autoridades sabían que los estudiantes del internado, ya de por sí radicalizados, se opondrían a aceptar esta situación. Finalmente el conflicto no tendría punto de negociación.
El 23 de septiembre alrededor de las 4:00 am, con los estudiantes dormidos y sin la posibilidad de reacción, se lleva a cabo la llamada “Operación P”. 1800 soldados de los Batallones 2º, 8º y 24º del Ejército, organizados por tres generales de división bajo la supervisión del propio Secretario de la Defensa ocupan las instalaciones del internado y apresan a los dirigentes del movimiento estudiantil, Nicandro Mendoza, quien estuvo varios años preso a pesar de ser miembro del Partido Popular Socialista, que apoyaba al régimen. Con esta toma se inició la ofensiva gubernamental contra la educación popular que tenía entre sus bases el dar servicios asistenciales, como comedores, internados, etcétera, a los alumnos de escasos recursos.
La Central Nacional de Estudiantes Democráticos
Los estudiantes de la Universidad de Michoacán rompieron con la organización estudiantil cooptada por el estado, ellos fueron intransigentes en la defensa del proyecto educativo popular, ante eso se efectuaron varias jornadas de lucha en contra de las corrientes institucionales que dejaba la crisis del periodo de bienestar. En 1963 en la universidad se daba una lucha férrea por mantener una ley orgánica (1961) que promovía un consejo paritario (estudiantes y maestros) esta ley intentaba dar una orientación más progresista a la educación universitaria y a su vez generar una nueva correlación de fuerzas a la izquierda, creando nuevas casas del estudiante, nuevas carreras, mejorando y creando nuevas instalaciones. Las fuerzas conservadoras no permanecieron impasibles ante el avance de la izquierda en la dirección de la universidad.
Agustín Arriaga Rivera, gobernador del Estado de Michoacán, intervino en la aprobación de una nueva Ley Orgánica que terminó con el gobierno universitario y puso en manos de una junta de gobierno la designación de las autoridades. En 1966 la represión ejercida por el gobierno tuvo como fin acabar por completo con el proyecto democrático que existía al interior de la universidad. La protesta estudiantil se inició cuando a principios de octubre, el gobierno estatal autorizó el aumento de tarifas de transporte público, en octubre es asesinado un estudiante por la policía y la universidad vota huelga general y se realiza una gran manifestación con motivo del estudiante asesinado.
El movimiento logró apoyo popular para exigir junto con el Consejo Universitario, la desaparición de poderes en el Estado, por lo que el movimiento fue tachado por la prensa local y nacional de obedecer una conjura comunista para derrocar el gobierno de Díaz Ordaz. El 8 de octubre el ejército tomó la Universidad y continuaron las detenciones, los secuestros y cateos a estudiantes. Las protestas y los mítines fueron reprimidos por la caballería, fueron detenidas, entre estudiantes y pueblo en general, más de 600 personas. La legislatura local modificó la Ley Orgánica de la universidad y estableció la desaparición de cinco casas de estudiantes, la supresión de la paridad en el Consejo Universitario y el cierre de la secundaria varonil y femenil perteneciente a la universidad.
Se eliminaron todos los integrantes de la Junta de Gobierno y se nombraron nuevos, afines al gobernador, quienes designaron al nuevo rector.
Todos los procesos de lucha estudiantil que se desarrollaron a partir de la época del “milagro mexicano” por la democratización del movimiento concluían en la conformación de una fuerza estudiantil, amplia, independiente del Estado y democrática. Este esfuerzo logró tomar forma a partir de 1963 con una primera conferencia nacional de estudiantes que se dio en Morelia. En 1963 se da la primera Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos en Morelia Michoacán, con la asistencia de 250 delegados que representaban en conjunto a más de 100 mil estudiantes de todo el país. Es lanzada la declaración de Morelia y se crea, como necesidad, urgente la Central Nacional de Estudiantes Democráticos.
Toma militar de la Universidad de Sonora
En 1967 los estudiantes de la universidad de sonora encabezan una lucha popular en contra de la imposición de Fausto Félix Serna candidato del PRI a la gobernatura del estado. Se realizan mítines a las afueras de la universidad que eran disueltos por la policia, dejando heridos y detenidos, la policía viola la autonomía de la universidad. El movimiento se extendió a todas las escuelas de jardines de niños, primarias y secundarias oficiales de la entidad. El comercio y la industria realizaron paros. En Hermosillo, Nogales, Navojoa, Cananea, Ures, Santa Ana y otras ciudades, se producían constantes y concurridas manifestaciones. Un total de 139 escuelas de la entidad apoyan al movimiento que exige la desaparición de poderes del Estado de Sonora y la renuncia del gobernador Luis Encinas Jhonson. El 17 de abril el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, y el 24, el presidente Gustavo Díaz Ordaz recibieron a grupos de estudiantes y ambos afirmaron que no caería el gobernador Encinas ni cambiaría el PRI de candidato y que volvieran a clase.
El 17 de mayo, el Congreso local solicitó la intervención del ejército, la Federación envió al Ejército, la fuerza aérea mexicana y las policías judicial y municipal, un Batallón de paracaidistas con bazucas, ametralladores y a bayoneta calada se lanzó sobre la universidad, desalojando en su interior a 250 estudiantes, que salieron sin oponer resistencia y sólo algunos cantaron el Himno de la Universidad.
Las universidades no solo son casas de estudio y formación profesional, son la caja de resonancia de las contradicciones de la sociedad. Las luchas estudiantiles que se impulsaron en este periodo expresaban el descontento generalizado en el pueblo por las políticas autoritarias de los gobiernos del PRI, no eran ajenas a la lucha sindical pues también buscaban construir una herramienta democrática e independiente de las organizaciones estudiantiles corporativizadas por el Estado que sirviera de vehículo para la lucha. En 1968 los estudiantes fueron punta de lanza y la expresión de hartazgo acumulado años anteriores, este hecho seria la máxima expresión del movimiento estudiantil y popular, pues para ese entonces estaban encarcelados dirigentes sindicales que dieron la lucha años antes o reconocidos escritores que hacían la critica fuerte al régimen.
La importancia de la unidad en la acción: obreros y estudiantes
En este periodo de lucha de clases la máxima aspiración del movimiento era la trasformación de la sociedad, implementar una verdadera democracia participativa, tener una vida y futuro digno, que los salarios fueran los justos, que existiera la libertad de organización sindical, que en las escuelas se mantuvieran los internados y las becas, que la educación fuera realmente pública y gratuita además de la exigencia de una educación crítica y de conciencia social. Los trabajadores nos enseñaron la perfecta coordinación y organización de paros escalonados y de huelga general, los estudiantes impulsaron brigadas populares donde se informaba en los mercados y en las colonias lo que estaba pasando eso generaba una conexión autentica entre el estudiante y la ama de casa o el trabajador.
Se desarrollaron importantes movilizaciones en 1968, una de ellas fue el 13 de septiembre con una marcha silenciosa, que en ese contexto fue una acción de suma importancia que daba respuesta al régimen de Ordaz que hacia todo tipo de acusaciones contra el CNH. Esta marcha mostraba el gran grado de conciencia del movimiento de masas. El problema es que se requerían algunas acciones de mayor fuerza que el estudiantado no era capaz de realizar por sí solo. Los trabajadores se sumaron a las marcha, en algunos casos se hicieron huelgas de solidaridad, pero era necesario que la clase obrera entrara a la acción con sus métodos de lucha como la huelga general. Por parte del movimiento estudiantil y del CNH hizo falta un llamado serio a los trabajadores a sumarse a pesar del control sindical que imperaba.
José Revueltas siendo preso de Lecumberri y consecuente con sus ideas revolucionarias planteaba la necesidad de formar comités de lucha en las fábricas para hacer contra peso a la burocracia sindical, que deberían de nombrar representantes de un consejo obrero y junto con representantes de un consejo estudiantil llevar más allá de las escuelas la expresión de una dirección política.
Un movimiento de masas no puede estar permanentemente en auge, el movimiento de 1968 hizo maravillas, pero faltó ese golpe mortal contra el régimen que hubiera sido la entrada del movimiento obrero a la lucha. El Estado optó por la represión abierta, el 18 de septiembre el ejército tomó Ciudad Universitaria, el 23 de septiembre los estudiantes politécnicos dan una heroica defensa del Casco de Santo Tomás, pero finalmente cae también en las manos del ejército. Aún con ello el movimiento se mantuvo en pie. Es ahí cuando el Estado comete uno de sus más grandes crímenes, asesinar a cientos de estudiantes indefensos en la Plaza de las Tres Culturas, ese fatídico 2 de octubre de 1968.
La lucha no fue un juego de niños, el PRI y la burguesía nacional no iban a perder el control tan fácil ni iban a dejar que la riquezas acumuladas en décadas se les fueran arrebatadas sin más ni más, era tanto su temor al ver a los obreros y a los estudiantes organizados y que sobre todo eran cuadros, activistas y militantes del partido comunistas que la guerra ideológica contra el comunismo y sus seguidores se volvió una campaña del imperialismo a nivel internacional en el 68 al ver que en Francia prácticamente los trabajadores y estudiantes habían derrocado al gobierno y no querían que en los demás países en lucha pudiera ocurrir lo mismo.
Bajo este sistema capitalista de explotación del hombre por el hombre, de barbarie y terror, no hay alternativas más que la lucha por la trasformación socialista de la sociedad, la industrialización del país no solo generó “estabilidad económica” de corto plazo a los trabajadores sino que también genero ganancias exorbitantes a los inversionistas extranjeros y nacionales; los obreros que generaron esa riqueza no gozaban de ella, además eran sometidos y controlados por los patrones.
Por eso los obreros conocedores de las maquinas son los únicos capaces de paralizar todo el sector industrial, organizados son los únicos capaces de destruir a su opresor, los estudiantes somos la chispa, el ánimo y el ímpetu de la lucha.
50 años después recordamos y rescatamos la historia como instrumento de análisis y combate para las luchas futuras, somos los hijos políticos de las heroicas luchas de los ferrocarrileros y de los estudiantes aglutinados en la Plaza de las Tres Culturas. Somos el hoy, el mañana y la revolución.