Escrito por: Jack Halinski-Fitzpatrick
No hace mucho tiempo Alemania era considerada uno de los pocos países con una situación política estable. Al menos en la superficie, con un alto crecimiento económico y una posición dominante dentro de Europa, todo parecía ir bien para la clase dominante alemana. Sin embargo, esta estabilidad se está convirtiendo en su contrario.
Desde hace más de 70 años, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU) forman un bloque, en el que la CSU se presenta a las elecciones en Baviera y la CDU se presenta en las demás regiones. En su mayor parte, esta alianza ha sido fructífera para ambas partes. Es decir, hasta que la discusión sobre la inmigración amenazó con separarlos.
La chispa que encendió el conflicto se produjo cuando Horst Seehofer, Ministro del Interior y líder de la CSU, debía presentar un plan para endurecer la actitud de Alemania respecto a los solicitantes de asilo. El Ministro quiso dar a la policía el poder de rechazar a los refugiados en la frontera si ya estaban registrados en otro país de la UE. Angela Merkel, sin embargo, rechazó esta propuesta, enfadando así a su partido hermano.
Abiertamente desafiando a Merkel, Seehofer amenazó con aplicar esta política de todos modos, lo que técnicamente está dentro de su poder ministerial. Merkel respondió diciendo que sus planes no entrarían en vigor «automáticamente», lo que podría haber sido una advertencia sutil de que ella lo cesaría. Esta medida tan arriesgada podría haber provocado que la CSU retirara su apoyo a la CDU, eliminando así la mayoría de la Gran Coalición de gobierno y precipitando así nuevas elecciones. Afortunadamente, desde la perspectiva de la clase dominante alemana, este resultado bastante drástico se evitó cuando la CSU dio de plazo a Merkel hasta la Cumbre de la UE de los días 28 y 29 de junio para lograr una serie de acuerdos bilaterales para encontrar una solución.
¿Por qué una división ahora?
Dado que, según el Financial Times, las entradas de inmigrantes han bajado un 90% en comparación con 2015, el hecho de que esta crisis se haya producido ahora puede parecer extraña. Sin embargo, la verdadera razón por la que estalló esta disputa tiene más que ver con el pánico de la CSU por el surgimiento de Alternativa para Alemania (AfD). En las elecciones federales de 2017, el voto de la CSU se redujo en un 10,5% hasta el 38%, mientras que la AfD recibió el 12,4% en Baviera. Con la celebración de las elecciones regionales en octubre, los líderes de la CSU están cada vez más preocupados. El partido gobierna la región con mayoría absoluta desde 1962, a excepción de las elecciones estatales de 2008, en las que con un 43,4% tuvieron que formar un gobierno de coalición con el FDP (liberales) durante cinco años. Perder la mayoría en Baviera sería, por lo tanto, una gran derrota para la CSU.
Alemania es la economía más fuerte de la UE, con una tasa de desempleo del 3,4%, la tercera más baja del mundo. Además, la austeridad llevada a cabo desde 2008 fue mucho menos severa que en otros países del mundo. En ese caso, ¿por qué estamos viendo ahora un rechazo a los principales partidos en el país?
El hecho es que la clase obrera alemana pasó por su ronda de austeridad mucho antes de la crisis financiera. En un intento por restaurar la «competitividad», el gobierno del Partido Socialdemócrata (SPD) bajo Gerhard Schröder llevó a cabo una política de «moderación salarial» durante el período 1998-2005. Esta política, conocida como «Agenda 2010», implicaba recortes fiscales masivos para los ricos, además de recortes en las pensiones y en las prestaciones por desempleo. En 2008, la proporción de la renta nacional absorbida por los salarios se había reducido al 64,5%, el nivel más bajo en 50 años. Además, la desigualdad se encuentra ahora en su nivel más alto desde 1913. Lo que esto significa es que el capitalismo alemán empujó el precio de la mano de obra hacia abajo masivamente, haciendo así que el precio de los bienes alemanes fuera mucho más competitivo a escala global. Además, el hecho de que el poder adquisitivo de la clase obrera fuera tan bajo (el 40% de la población tiene menos poder adquisitivo hoy que hace 20 años) también significó que las importaciones se redujeran. Esto hizo que Alemania pasara de ser el «hombre enfermo de Europa» a una economía fuerte basada en bajos salarios y altas exportaciones.
Esto también significaba que, bajo la superficie, había sentimientos crecientes de ira y de resentimiento contra el status quo. Al igual que en muchos otros países del mundo, esta ira ha llevado al colapso del llamado centro. En las elecciones federales, la CDU/CSU y el SPD obtuvieron sus peores resultados desde la década de 1940 y, desde la formación de la «Gran Coalición», ha caído aún más: el apoyo a los tres partidos combinados está ahora por debajo del 50%.
La polarización socava a los partidos tradicionales
Ha habido una polarización en la política alemana, que se ha expresado en la derecha con hostilidad hacia Angela Merkel. Esto sólo se vio agravado por su decisión de formar una coalición con el SPD, que dejó a muchos en la CDU sintiéndose «traicionados y vendidos» según el principal diputado de la CDU citado en el Financial Times. A la izquierda, las traiciones del SPD han reducido masivamente su atractivo, mientras que Die Linke ha visto algo empañado su historial cuando ha estado en el poder.
Esto ha producido un vacío político en Alemania, que ha sido llenado en parte por la AfD. Mientras que el bloque CDU/CSU es el partido tradicional de las grandes empresas, la AfD ha acumulado cierto apoyo entre las capas pequeñoburguesas al abogar por una serie de políticas proteccionistas como la oposición al tratado de libre comercio, TTIP. Además, ante el fracaso del SPD y de Die Linke para ofrecer una alternativa radical hasta ahora, la AfD también ha logrado atraer a algunos trabajadores de forma demagógica, con el apoyo al salario mínimo y a la reducción de los impuestos sobre las familias con hijos. Además, si no hay una organización de masas que explique que los niveles de vida están siendo exprimidos, no por la inmigración masiva, sino por el sistema capitalista, entonces no es de extrañar que se engañe a algunas personas para que piensen que todos sus problemas pueden ser resueltos con fronteras más estrechas.
Mientras que la AfD ha estado ganando votos con una postura euroescéptica y proteccionista, este enfoque no beneficia al capitalismo alemán, que depende en gran medida de la Unión Europea. El capitalismo alemán se ha convertido en una economía orientada a la exportación, donde el 30% de los puestos de trabajo están relacionados con las exportaciones y el 65% de estas exportaciones están dentro de la UE. Con la posible introducción de aranceles, que perjudicará las exportaciones a los EE.UU. y posiblemente aumentará la competencia de los productos chinos objeto de dumping en el mercado, es probable que la UE, que permite a Alemania actuar dentro de un bloque político para competir a escala mundial, sea aún más importante para el capitalismo alemán en el próximo período.
No es de extrañar, por tanto, que Merkel rechazara la propuesta de Seehofer por estar en contra de una «solución paneuropea». La única opción para Merkel -que está desesperada por mantener unida a la Unión Europea- era buscar acuerdos bilaterales con naciones individuales en la cumbre de la UE. Por suerte para ella, Alexis Tsipras pareció venir al rescate el 28 de junio, diciendo al Financial Times que Grecia estaba dispuesta a ayudar. Sin embargo, esta oferta bien puede venir con algunas condiciones, como el alivio de la deuda para el estado griego fuertemente endeudado. Esto causaría sus propios problemas políticos, dada la desagradable retórica sobre los «vagos griegos» de algunos de la derecha. En cualquier caso, Grecia sólo permite que entre 50 y 100 inmigrantes al mes crucen su frontera septentrional, lo que no afectaría en gran medida a las cifras totales; después de todo, Alemania ha acogido a 1,4 millones de inmigrantes sólo desde 2015.
El problema italiano
Merkel necesitaba «sobre todo llegar a un acuerdo con los italianos», como dijo un diputado de la CDU. Italia, debido a su posición en Europa, tiene un gran número de inmigrantes que llegan a sus costas. Por lo tanto, si tomamos a Seehofer al pie de la letra, está exigiendo efectivamente que se conceda a la policía alemana el derecho a enviar a Italia a un gran número de inmigrantes y solicitantes de asilo. El problema con esto, sin embargo, es que el gobierno de coalición de la Liga-Cinco Estrellas de Italia hizo de la reducción de la inmigración una de sus principales políticas. De hecho, Matteo Salvini, líder de la Liga y ministro del Interior, amenazó con «renegociar la financiación italiana a la UE» si no eran capaces de reducir el número de inmigrantes que Italia estaba recibiendo. Giuseppe Conte, el primer ministro italiano, también ha exigido un «cambio radical» en el llamado principio de Dublín, que estipula que el país al que llega un solicitante de asilo por primera vez es responsable de tratar con esa persona. Desde el punto de vista del Gobierno italiano, es injusto que tengan que soportar la carga de toda la Unión Europea debido a una maldición geográfica. Esto significa que, en la actualidad, existe un conflicto aparentemente inextricable entre los deseos de las diferentes partes.
Es muy posible que, en un intento desesperado de mantener unida a la Unión Europea, Merkel ofrezca al gobierno italiano una exención de las normas presupuestarias de la UE para que el gobierno pueda intentar llevar a cabo algunas de las reformas prometidas en su programa electoral. Sin embargo, esta opción causaría una enorme inestabilidad en la Unión Europea, dadas las deudas ya masivas del Estado italiano. Además, incluso esta opción puede que no funcione. Se citó a un diplomático de la UE que se preguntaba si habría un «cheque lo suficientemente grande» como para hacer cambiar de opinión a Salvini.
La falta de opciones para Merkel se puso claramente de manifiesto en la Cumbre de la UE del 28 de junio. Los líderes europeos presentes acordaron crear campamentos para alojar a los inmigrantes y solicitantes de asilo hasta que se tome una decisión sobre si pueden permanecer en Europa. Habría algunos campos en el norte de África y otros en los países de la UE que «voluntariamente» se adhieran. Sin embargo, en los casos en que no se llegó a un acuerdo, se planteó la cuestión de quién se llevaría a estos migrantes. Una propuesta de repartir el número, que habría sido la preferida por Italia, fue rechazada rotundamente por un grupo de países encabezados por Hungría. Finalmente, decidieron que las muestras de «solidaridad», es decir, el alojamiento de los solicitantes de asilo, serían «voluntarias». Claramente, esto no resuelve precisamente nada. Antes del `acuerdo’, el problema era que algunos estados se mostraban reacios a aceptar más migrantes y la `carga’ pesaba demasiado sobre los llamados países de primera línea del sur de Europa. Esto seguirá siendo un problema ahora.
De vuelta del borde del abismo – por ahora
Dada la falta de opciones, parecía muy probable que la asociación CDU/CSU se terminaría. Sin embargo, a pesar de la creciente tensión entre los dos bandos, la alianza ha sido increíblemente fructífera para ambas partes. Ha permitido a la CSU ganar cargos ministeriales en el gobierno, y a la CDU confiar en los escaños obtenidos en Baviera para reforzar su resultado electoral nacional. Además, en caso de ruptura del acuerdo, la CDU podría decidir permanecer en Baviera y la CSU en el resto de Alemania. Esto dividiría los votos de ambas partes y podría debilitarlos en relación con la AfD; y, después de todo, el conflicto fue causado en primer lugar por el temor a perder el poder. Son estas consideraciones las que explican por qué Seehofer calificó de «irrealista» una escisión y un diputado de la CSU habló de la «comunidad de destino» entre los dos partidos.
A pesar de las aparentes concesiones por parte de Seehofer, hubo una clara división dentro de la CSU sobre si aceptar o no el acuerdo que Merkel había alcanzado. Por un lado, el ala pro-europea parecía contenta, con el vicepresidente del CSU-Landesgruppe, Hans Michelbach, describiendo el acuerdo como una «señal positiva de que algo se está moviendo en Europa en la dirección correcta». Por otro lado, Seehofer rechazó el acuerdo por «inadecuado» e «ineficaz». Desafortunadamente para Seehofer, como informó el Financial Times, no contaba con el apoyo de su ejecutivo, por lo que ofreció su dimisión.
Sin embargo, Seehofer y Merkel decidieron celebrar una última reunión el lunes 2 de julio, en la que, finalmente, Seehofer anunció que ambos habían «llegado a un acuerdo tras intensas negociaciones». Este acuerdo equivale a la creación de centros de tránsito en la frontera alemana con Austria, donde los refugiados pueden ser devueltos a los países a los que llegaron por primera vez, en lugar de ser rechazados en la frontera. Merkel señaló que «celebrarán acuerdos administrativos con los países afectados» y que esto refleja el «verdadero espíritu europeo».
Sin embargo, Seehofer y otras figuras de la CSU han hecho promesas audaces para lidiar con la cantidad de inmigración. En Baviera, hay un creciente descontento entre las masas urbanas y rurales por la calidad de vida. Cuestiones como la falta de vivienda asequible están provocando este descontento. La CSU es incapaz de ofrecer soluciones a estos problemas. De hecho, el primer ministro de Baviera, Markus Söder, fue responsable durante muchos años de la privatización de las empresas de vivienda pública como Ministro de Hacienda. Por lo tanto, han recurrido a azuzar el sentimiento anti-inmigrante para distraer a la gente. A falta de una alternativa de izquierdas, es probable que cualquier retroceso de la CSU sea castigado con un nuevo avance de AFD.
Crisis sin resolver
Tampoco está claro si Merkel será capaz de convencer al SPD de que acepte lo que en realidad son campos de prisioneros para refugiados. Este acuerdo se aleja bastante del acuerdo de coalición original firmado hace poco más de 100 días y representa un cambio a la derecha por parte del gobierno. Sin embargo, los dirigentes del SPD, que nunca han sido famosos por su capacidad para adoptar una postura de principios, estarán aterrorizados de forzar la celebración de nuevas elecciones, por lo que podrían aceptar mansamente la propuesta.
Tampoco está claro cómo Merkel podrá convencer a los gobiernos para que acepten de nuevo a los migrantes que habían sido registrados originalmente en otros países. Al gobierno italiano le importará poco si los inmigrantes son devueltos a Italia directamente desde la frontera o, de una manera «agradable», «europea», después de una corta estancia de hecho en un campo de prisioneros.
Independientemente de si este conflicto se resuelve o no, lo que refleja es el hecho de que en Alemania, al igual que en muchos otros países del mundo, la clase dominante es cada vez menos capaz de gobernar a la antigua usanza. Lenin dijo una vez que las divisiones por arriba son una condición necesaria para la existencia de una situación revolucionaria. Alemania, al parecer, se ha unido a la larga lista de otros países donde las grietas están empezando a aparecer.