Madagascar: El movimiento de protesta de la Generación Z se convierte en un levantamiento nacional
Jorge Martín
El martes 30 de septiembre resultó ser un día crucial en el levantamiento que se está produciendo en Madagascar, que comenzó el 25 de septiembre en protesta por los cortes de electricidad.
Al igual que el día anterior, hubo manifestaciones masivas en todas las principales ciudades, encabezadas por los jóvenes estudiantes, pero esta vez con la participación de las masas. En la capital, el movimiento había decidido converger en el centro de la ciudad, Ambohijatovo, lo que las autoridades querían impedir a toda costa.
Finalmente, la manifestación masiva —una convergencia de varias columnas enormes procedentes de todos los lados, algunas de ellas escoltadas por la misma policía que se suponía debía detenerlas— llegó a la plaza 13 de Mayo en Ambohijatovo. Fue allí donde la policía antidisturbios abrió fuego y utilizó gas lacrimógeno en un intento desesperado por dispersar a la multitud. Los jóvenes se defendieron, se retiraron y luego volvieron a avanzar.
El día terminó con una clara victoria para el movimiento: habían logrado su objetivo de marchar hacia el centro de la ciudad, a pesar de la prohibición de las autoridades, cada vez más débiles.
Las masas tienen ahora la ventaja y el Gobierno teme utilizar la represión brutal contra el movimiento.
En la noche del día 29, el presidente Rajoelina, en un discurso televisado, destituyó al Gobierno y prometió escuchar las demandas del movimiento. Demasiado poco, demasiado tarde. Esto no satisfizo a los manifestantes, que exigían la destitución del prefecto de la capital, Antananarivo, la destitución del «general Bomba» (Richard Ravalomanana, el poderoso presidente del Senado), justicia para las víctimas y, cada vez más, la destitución de Rajoelina y su compañero, el empresario Ravatomanga.
Por primera vez, la clase trabajadora se está sumando a la lucha de forma organizada. Además de la amenaza de huelga por parte de una alianza de tres sindicatos del sector sanitario, el 30 de septiembre el sindicato de trabajadores de JIMARA (la empresa de electricidad y agua) emitió un comunicado en el que apoyaba plenamente al movimiento, repudiaba la represión, rechazaba la privatización y convocaba una huelga. Al final del día, un comunicado oficial del movimiento juvenil convocó una huelga de funcionarios públicos a partir del 1 de octubre.
En ese mismo comunicado, por primera vez, se pedía la detención de Maminiaina Ravatomanga, la incautación de todas sus propiedades y su enjuiciamiento. Esto es muy significativo, ya que Ravatomanga es uno de los empresarios más ricos del país, al frente de una corporación que extiende sus tentáculos sobre casi todos los sectores de la economía y que no solo es muy cercana al presidente Rajoelina, sino que ha estado involucrada en todo tipo de escándalos de corrupción en Madagascar y en el extranjero. Es un símbolo de todo lo que el movimiento combate: la corrupción, los estrechos vínculos entre las empresas y los políticos, la obscena ostentación de riqueza mientras el pueblo sufre, etc.
Plantear la cuestión de la incautación de sus propiedades es crucial y puede llevar al movimiento a la conclusión de que no debe limitarse a exigir una «política limpia», sino que también debe plantearse la cuestión de la propiedad.
La declaración también amplía el alcance del movimiento, ya que ya no solo exige la destitución del presidente, sino también la disolución del Senado, el Tribunal Constitucional Superior y el Consejo Nacional Electoral (CENI). En otras palabras, el movimiento de masas se está posicionando en contra de todos los poderes establecidos.
La dinámica de la situación es tal que el poder está pasando de las instituciones (cada vez más suspendidas en el aire) a las calles. Hay rumores (falsos, hasta ahora) de que el presidente ha huido del país.
Hoy, 1 de octubre, continúan las manifestaciones en todo el país, sin que la policía pueda hacer nada al respecto. Una demanda domina: «¡Miala Rajoelina!» (Fuera Rajoelina).
Es en este momento cuando todo tipo de políticos oportunistas, que no han desempeñado ningún papel en el levantamiento, salen de su escondite para intentar posicionarse como sustitutos del gobierno de Rajoelina, que se está derrumbando. Entre ellos se encuentran el expresidente de derecha Marc Ravalomanana y el joven alcalde de Imerintsiatosika. El movimiento desconfía, con razón, de estos recién llegados.
Este es un momento muy peligroso para el levantamiento malgache. El régimen oscila entre concesiones y represión. Si el movimiento sigue avanzando, Rajoelina caerá como un castillo de naipes, ya que ha perdido todo el apoyo popular.
El régimen intentará asegurarse de que haya un cambio desde arriba, para que nada cambie realmente. Como hemos visto en Nepal, y anteriormente en Bangladesh, el ejército puede desempeñar un papel en esa «transición» controlada, con la incorporación de una figura «limpia» al frente de un nuevo gobierno, en el que tal vez se incluya a algunos de los líderes estudiantiles.
Las masas solo deben confiar en su propia fuerza. Hasta ahora, el movimiento ha tenido un carácter en gran medida espontáneo y se ha organizado y coordinado a través de Discord y las redes sociales. Esto ha servido bien al movimiento hasta ahora, pero a medida que avanza hacia un levantamiento nacional, se requieren estructuras más organizadas. En realidad, el movimiento ha planteado la cuestión de quién gobierna el país. Debe dar una respuesta clara.
Deben crearse comités democráticos de acción en todas partes, entre los estudiantes, en los barrios obreros y pobres, entre los trabajadores y los campesinos pobres de las ciudades y pueblos. Estos comités deben coordinarse a nivel local, regional y nacional a través de delegados elegidos, responsables y revocables en cualquier momento por quienes los eligieron. Debe convocarse lo antes posible una asamblea nacional masiva de representantes elegidos de esta manera, para que tome todo el poder en sus manos.
Los comités también deben organizar la autodefensa y garantizar el orden público. Debe hacerse un llamamiento a las filas de la Gendarmería y las Fuerzas Armadas para que se unan al movimiento y se nieguen a obedecer las órdenes de represión. Los soldados proceden de la clase trabajadora y los sectores pobres y sufren condiciones similares. Deben incorporarse al movimiento nacional de masas a través de sus propios comités, y se les debe pedir que arresten a cualquier oficial que intente organizar un golpe de Estado.
La alternativa a Rajoelina y su camarilla corrupta no es un «gobierno limpio» dentro de los límites del capitalismo y la democracia burguesa. Eso acabaría tarde o temprano volviendo al punto de partida. No olvidemos que el propio Rajoelina llegó al poder como un político «limpio» y joven, prometiendo una forma diferente de hacer las cosas. La alternativa es un gobierno de los trabajadores y los campesinos, basado en estos comités democráticos de masas.
Para resolver las necesidades apremiantes de las masas —de las que los cortes de electricidad y agua son solo la manifestación más aguda—, toda la riqueza del país debe ponerse en manos de la población trabajadora organizada. Esto significa el repudio de la deuda externa, la expropiación de todas las propiedades imperialistas, la renacionalización de todas las empresas privatizadas para que sean gestionadas bajo el control de los trabajadores, y la nacionalización de los sectores clave de la economía (fábricas textiles, minas y empresas exportadoras de vainilla, la industria turística, etc.).