Lecciones que no se olvidan: Estado y Ejército victimarios de Ayotzinapa
Antonio T.R. Páez
A diario podemos apreciar fenómenos y estructuras sociales que podríamos creer eternas o incluso inherentes al ser humano; uno de esos es el Estado, sujeto de muchas doctrinas y análisis teóricos, pero únicamente capaz de ser descifrado por el análisis más sensato y avanzado de la realidad, el análisis materialista y dialéctico.
Comprender el fenómeno del Estado desde la óptica materialista nos ayuda a analizar sus bases desde la experiencia humana tangible vacunándonos de cualquier concepto abstracto y confuso. Entender su evolución de manera dialéctica, nos sirve no sólo para RAdescifrar sus tendencias sino también plantearnos sus potencialidades sin verlo como un hecho inmutable. La teoría marxista del Estado es una lupa para poder insertar el hilo por el ojo de aquella aguja revolucionaria con la que ‘coseremos’ el socialismo y punzaremos a la burguesía por todas las cuentas pendientes que tiene con nuestra clase. Entre ellas el doloroso pasaje de la noche de Iguala.
La noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” fueron atacados por fuerzas policiales y el ejército en colusión con el crimen organizado; junto a ellos seis asesinados, tres de ellos sin ser normalistas. Desde entonces, se convirtió en uno de los casos más cínicos de violencia militar por parte del Estado mexicano.
Lo más polémico no fue sólo la desaparición sino el encubrimiento por parte del gobierno en turno (administración de Enrique Peña Nieto). La entonces Procuraduría General de la República (PGR), bajo la conducción de Jesús Murillo Karam, construyó la llamada “verdad histórica” mediante el poder ideológico, político y jurídico, según la cual los estudiantes habían sido asesinados e incinerados en un basurero de Cocula por obra exclusiva del grupo criminal Guerreros Unidos. Esta versión fue ampliamente cuestionada por inconsistencias técnicas, científicas y testimoniales.
Diversas investigaciones independientes, como las del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la CIDH, evidenciaron irregularidades: manipulación de pruebas, tortura a testigos para obtener declaraciones, ocultamiento de documentos y obstaculización en el acceso a información militar. Con ello quedó claro que existió un patrón de encubrimiento para cerrar el caso rápidamente y proteger a instituciones estatales.
Con la llegada del nuevo partido oficial Morena, el discurso cambió: López Obrador prometió esclarecer los hechos y se reabrieron las investigaciones. Sin embargo, a pesar de avances y revelaciones —como la confirmación de que la “verdad histórica” fue fabricada— persisten señalamientos de reticencia y encubrimiento también en la administración actual, sobre todo respecto al papel del Ejército y de autoridades federales en la desaparición.
El caso Ayotzinapa no puede restringirse a la responsabilidad de un puñado corrupto de sujetos con poder, sino que cada una de las anomalías al proceso o a la “justicia” son en realidad actos totalmente orgánicos de la naturaleza clasista y autoritaria del Estado y del Ejército.
El apellido del Estado y su carácter
Cuando hablamos del Estado sería un error entender su carácter actual como su naturaleza definitiva. Es necesario pensarlo en función del contexto material e histórico al que pertenece; por eso cada vez que los comunistas criticamos y repudiamos al Estado, implícitamente está que nos referimos al “Estado burgués” en tanto aún no existe un Estado obrero que se extinga conforme a su instauración. Las enseñanzas sobre esto Lenin las presenta audazmente en su libro “El Estado y la Revolución”:
El Estado surge cuando la sociedad alcanza un grado de desarrollo con contradicciones de clase irreconciliables. Es un instrumento de dominación que legaliza y garantiza la opresión de una clase sobre otra, manteniendo un “orden” que no puede conciliarse con la clase opuesta.
El Estado se distingue por: La división territorial de sus gobernados y la existencia de una fuerza pública profesionalizada (ejército, policía, cárceles e instituciones coercitivas), distinta del pueblo armado, necesaria para contener los antagonismos de clase.
Este aparato represivo surge porque el armamento espontáneo del pueblo llevaría a choques directos entre las clases. Por ello, el Estado concentra la violencia en destacamentos especiales que se fortalecen conforme crecen las contradicciones sociales.
Históricamente, con el avance del capitalismo e imperialismo, esta dinámica se agudizó: el aumento desmedido de armamentos y las guerras de rapiña absorbieron las fuerzas de la sociedad en beneficio de un poder estatal depredador.
¿Por qué a los normalistas?
Los muertos de la noche de Iguala son un ejemplo más de la impunidad e incompetencia de las supuestas fuerzas de defensa de la población, pero junto a ello también debe puntualizar el carácter político de estos crímenes de Estado.
El país atravesaba una crisis de seguridad producto de la llamada “guerra contra el narcotráfico” iniciada en 2006. En Guerrero, como en todo el país, los cárteles disputan el control territorial, en una duradera y fuerte coalición con las autoridades oficiales. Igualmente, debemos tener en cuenta que en las escuelas normales rurales existe una larga tradición de lucha combativa y conciencia sobre la naturaleza represiva del Estado, con un potencial revolucionario que en ese entonces se encontraba a flor de piel. Las escuelas normales rurales han sido semillero de organización política y crítica al sistema.
Los normalistas tuvieron la mala fortuna de tomar un camión que había sido utilizado por el crimen organizado para esconder un cargamento de heroína, convirtiéndose en objetivos del ejército para recuperar la propiedad de sus aliados ilegales del crimen organizado. Aún sin esto incluso la militancia política de los normalistas en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México rumbo a la conmemoración del 2 de octubre, probablemente hubiera sido motivo suficiente para que el Estado burgués en coalición con el crimen organizado (capitalistas ilegales) pisoteara las vidas de jóvenes de nuestra clase.
El carácter de clase del Estado se revela porque protege la propiedad privada, en este caso, el ciclo de acumulación de capital ilegal con drogas ilícitas.
Lecciones que no se olvidan
Las corporaciones de la fuerza represiva del Estado nunca tendrán un carácter neutral ante las clases sociales: El batallón Olimpia, el Ejército mexicano, el Estado burgués o los órganos de intervencionismo imperialista de los Estados Unidos; son ejemplos perpetuos de represión, persecución, impunidad y alienación respecto a la clase de la que enajenan sus fuerzas: la propia clase trabajadora.
El 2 de octubre de 1968 y el 26 de septiembre de 2014, deben ser fechas de ira y conciencia sobre la posición de nuestra clase y el peligro de ser estudiantes de la clase obrera y campesina. Las lecciones que podemos sacar deben tener como ejes: 1) Que el Estado, aunque alejado de la sociedad tiene el carácter de la clase que domine en ella, 2) Que el Ejército NO ES PUEBLO ARMADO sino el peligroso apéndice de la dominación burguesa y 3) Debemos seguir luchando por la necesidad de la vinculación del estudiantado con la clase trabajadora a través de un programa comunista que construya la revolución proletaria para acabar con el capital.
Sucumbir al derrotismo en este violento panorama de militarización sería un grave error y un despropósito para quienes también fueron jóvenes en el 68, en el 71 o en 2014.
La impotencia en la vida bajo el capitalismo y sus abusos, son la mayor muestra de la necesidad de una nueva dirección radical, marxista, bolchevique y revolucionaria; y por ella es que deseamos llevar hasta sus últimas consecuencias el pensamiento radical de querer un sistema que priorice a la humanidad y la naturaleza, por sobre la violencia militar.
Por eso debemos entender la memoria histórica no como un fin sino como el medio hacia la lucha amplia obrero-estudiantil; contra el capitalismo, y por el comunismo. Por el fin de los abusos del Ejército, la barbarie capitalista en el mundo y la búsqueda de una vida mejor.
¡Fue el Ejército!¡Fue el Estado! ¡No más violencia y represión a interés del capital!